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Capítulo III. Presupuestos teóricos referenciales. Noema religioso del abusador sexual infantil en el contexto de la consejería cristiana

acciones, puedo conducirme a evitar, elegir, evaluar, perdonar, condenar, aprobar, sufrir, avergonzarme, disfrutar, conocer, ignorar, amar, odiar y otras más.

Lo expresado anteriormente, hace evidente que la función consciente le otorga a cada individuo una entidad propia. Y nos distanciamos radicalmente del resto de nuestros parientes del reino animal. En el hombre la evolución de la especie le hizo adoptar una serie de transformaciones hasta llevarlo a lo que conocemos como el fenómeno psíquico; y hablar de la psique no es más que referirnos a la capacidad de ser conciencia. Esta, como función superior del ser humano, posee potencialidades particulares que se expresan en los procesos afectivos y del pensamiento, únicos para cada individuo. Por ser consciente es que puedo ir más allá de una elemental relación homeostática con el medio, para evaluar esa relación en un momento dado, para juzgar sobre la base de mis códigos éticos lo que me conviene, para apenarme ante una conducta que sienta indebida, para aceptar lo que me sea atractivo y rechazar lo que no quiera. (26)

Por otra parte encontramos lo que se ha llamado la Teoría de la Máscara, como lo menciona Anwandter R (30), Jung postula que el complejo de la Máscara o “Persona”, es el resultado de la interacción entre el individuo y el ambiente en el cual se desempeña. Básicamente, el conflicto de la Máscara está entre el ser o el parecer y por otra parte entre la aceptación o el rechazo. Jung expresa que la Máscara son las apariencias y “que en ciertas ocasiones acompañan al individuo toda su vida”. Tras la Máscara se oculta un problema de identidad ya que las circunstancias internas -externas del individuo no coinciden, y se torna evidente que existe un problema de carencia de autenticidad. Se usa la Máscara para esconder, defender y proteger la intimidad ya sea de manera consciente o inconsciente. Esta tiene la tarea de defender al individuo como un escudo protector en la vida social.

En este sentido Perls F (31), refiere que las emociones auténticas son el orgasmo, la risa, la agresión y el llanto. Son los indicadores de la vida, la prueba de nuestra integración e independencia. Con estas emociones podemos expresar nuestra sexualidad, pena, alegría y coraje, pero no tiene sentido expresarlas en soledad; el individuo vive por medio de máscaras tratando de cumplir solo un “deber ser”.

A partir de la filosofía moderna es común llamar contenido de conciencia a todo lo que se puede encontrar en la mente. En un sentido amplio, es sinónimo de vivencia. Son contenidos de conciencia, por ejemplo, los sentimientos, las percepciones, los pensamientos, los deseos, las voliciones, los actos de la imaginación y del recuerdo.

Aunque la palabra conciencia no aparece en el Antiguo Testamento, la idea es predominante desde el tiempo en que Adán y Eva se escondieron de Dios. Es sorprendente que Jesús nunca usó este vocablo, aun cuando sus enseñanzas hicieron un continuo llamado a la conciencia. Es más usada por Pablo, aunque él tampoco la define en forma clara.

A partir del estudio de pasajes relevantes de las Escrituras, parce ser una actividad especial del intelecto y de las emociones que lo capacita a uno para discernir entre el bien y el mal, para percibir las diferencias morales. Ha sido definida como el testimonio y el juicio del alma que da aprobación o no a los hechos de la voluntad. Sin ella, el hombre tampoco podría tener la responsabilidad por el pecado que sería incapaz de discernir. Es la actividad de la conciencia la que provoca la culpa del pecado. (33)

Continúa este autor diciendo que la ignorancia de la función de la conciencia y de la provisión de Dios para que se ejercite de forma saludable puede conducir a serios disturbios espirituales. Muchos cristianos sensibles se han movido con dificultad a través de la vida debido a una conciencia débil y morbosa, cuya voz condenadora no les permite ni respirar.

Su misma sinceridad y el deseo de ser obedientes a la voluntad de Dios han acentuado el problema y han provocado que vivan en un estado de autoacusación. La libertad de este infeliz estado es posible por medio del entendimiento y la apropiación de la enseñanza de las Escrituras relacionada con este asunto. Como Jesús dijo, la verdad es siempre poderosa para hacernos libres.

La conciencia es parte de nuestra naturaleza vital. No es sobrenatural ni divina, sino un mecanismo completamente humano. A menudo es descrita como la voz de Dios en el alma, pero si esto fuera verdad, nunca nos guiaría a acciones pecaminosas. En realidad, ¡ puede ser la voz del diablo!. No es la voz de Dios, si no más bien el poder para escuchar la voz de Dios en el alma.

Debe notarse que la conciencia no es una facultad ejecutiva. No tiene poder para hacer que una persona haga el bien o cese de hacer el mal. Ella emite su juicio, produce la emoción apropiada, pero deja que la voluntad actúe a la luz de su veredicto. Este es el límite de su responsabilidad (Romanos 2:15). (34)

Así como un reloj debe ser fijado y regulado por el tiempo normal, también la conciencia debe ser fijada y regulada por las normas infalibles de Dios, como Él las ha revelado en su Palabra. Y por supuesto, la única norma para el carácter es nuestro Señor Jesucristo. Aunque la conciencia responde de manera obediente a la norma de rectitud que ella reconoce, está limitada por los hábitos y los prejuicios. Estos pueden hablar de forma tan alta que parecen la misma voz de la conciencia. De esta manera estaba Pablo, cegado con el prejuicio y el fanatismo al pensar que obedecía la voz de Dios al perseguir la iglesia.

Una conciencia regulada por la Palabra de Dios es el monitor del alma, que insiste en hacer el bien, condena la maldad, produce remordimiento si desobedecemos e imparte paz si le prestamos atención, como lo refiere el libro de Hechos 24:16. (34)

Una conciencia que alaba (33). Este es un premio para ser deseado por sobre todos los demás. “Amados, si nuestro corazón (conciencia) no nos reprende, confianza tenemos en Dios…” (1 Jn. 3:21)(34). La conciencia es tan fiel en alabar lo correcto como en condenar lo incorrecto.

Una conciencia pura, como lo expresa Pablo en 2 de Timoteo 1:3, es aquella que, al hacer su deber de forma fiel, es muy sensible de aproximarse al mal. Es un reloj de alarma en la mente, colocado para activarse cuando este acercamiento ocurre. La conciencia se mantiene pura y sensible cuando obedecemos la luz que las Escrituras arrojan a nuestra conducta. Ella reacciona a esta norma y no aceptará nada menos que eso.

La conciencia no tiene medicina para sus propias dolencias, pero las Escrituras indican que una doble limpieza es necesaria y posible; como la prescripción de Hebreos