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Capítulo III. Presupuestos teóricos referenciales. Noema religioso del abusador sexual infantil en el contexto de la consejería cristiana

abuso, jamás nadie perdería el hecho de ser respetado aunque se encuentre en condiciones señaladas por nuestra cultura o sociedad como de infrahumanas. Nos debemos colocar en una posición diferente a la que hasta ahora hemos venido ocupando, los evaluadores de niños abusados y los enjuiciadores de los abusadores.

Si lográramos entender como lo menciona Emans y et al, (43) que la desviación sexual casi siempre comienza en la adolescencia, y antecede a cualquier disgregación familiar o disfunción de la vida madura. Se han realizado muy pocos estudios en estos individuos, aunque muchos de ellos tienen antecedentes de depresión y de haber sido sometidos a abuso sexual. Muchos otros carecen de conciencia social y de control de los impulsos.

Por otra parte podríamos preguntar: ¿Pierde su autonomía un abusador sexual infantil? De ninguna manera y es tiempo que comencemos por internalizar esta idea, de pregonarla, de enseñarla y ponerla en práctica. Porque de esta manera se nos va quitando la excusa de acusarlo, de prejuzgarlo y entonces vamos haciendo un lugar de respeto, de consideración, de pensar más en el, de valorarlo más, a pesar de lo que hace; a concientizarnos que nuestro desprecio e infravaloración no es el mejor camino ni la mejor posición ante este problema.

En relación al Principio de la No Maleficencia, derivada de la mala concepción que tenemos del abordaje del maltratador al no reconocer en el respeto a que da lugar como persona y ya sólo el hecho de no tratar de conocerle en su contexto intra o extrapersonal y conjeturar sobre él el riesgo de dañarle en su ser como tal es muy grande y sobre todo si tiene un nexo cercano con el abusado sexualmente. Nuestros comentarios en muchísimas ocasiones siempre van cargados de insultos, desagravios y hasta palabras que amenazan con la integridad de una persona.

Por consiguiente la expresión latina de: “primum non nocere” en este caso tiene mucha relevancia cuando se trata de un componente de una enfermedad o de la historia clínica como el del Síndrome del Niño Maltratado, toda vez que superamos lo concerniente al paciente pediátrico propiamente dicho y nos vamos hacia el abusador, no se trata de inclinar la expresión al menor abusado, porque está demás señalar lo dañino que es para él, más bien se trata de que cuando pretendamos hacer algo para el beneficio del abusado tenemos siempre que ponderar el riesgo o el daño hacia el abusador.

En muchos casos se ponen ante el pediatra o el médico general un supuesto abuso sexual con el propósito de lograr un diagnóstico de parte de un profesional con la finalidad de tomar acción legal contra la persona señalada como responsable de cometer el hecho, la prudencia, el sentido común y la realización de una historia clínica adecuada permitirá aproximarse bastante a lo en realidad presenta el paciente y no debemos apresurarnos a certificar un abuso sexual solamente por la vehemencia de un familiar, porque estaríamos poniendo en peligro el bienestar de alguna persona y protegiendo el delito de otra. Sobre todo cuando se trata de una familia conflictiva, no bien estructurada o con uno de los miembros sin estabilidad emocional, sicológica o mental.

En cuanto al Principio de Justicia que se refiere al trato con igualdad para todos. Mencionaremos que jamás se han tratado los agresores sexuales infantiles con equidad, ya lo mencionamos en el principio de autonomía, ya que creemos que porque el maltratador no respetó a nuestro paciente abusado, entonces nosotros tampoco debemos respetarlo y de esa manera creemos que hacemos justicia. Ambos tanto el niño abusado como el abusador son víctimas patológicas, sólo que por factores diferentes y eso debe orientarnos a tratarlos con el mismo respeto, visión y profesionalismo.

En ningún momento la dedicación al paciente infantil abusado no justifica la falta de atención adecuada al agresor del mismo. Si consideramos que hasta cierto punto el abusador también es un enfermo con características especiales, entonces dedicaremos una buena parte de nuestra atención al él, hasta donde sea posible, orientando bien el diagnostico del agente etiológico y de los posibles contribuyentes al hecho del abuso sexual; sobre todo si sabemos que hay factores fuera de la misma persona que lo hagan agredir sexualmente a los menores y un ejemplo bien citado es aquel de que posiblemente el actual maltratador fue abusado sexualmente también cuando era niño.

Tomando en cuenta éste principio todo agresor infantil debe recibir en honor a la justicia las condiciones y sanciones que particularmente, cada caso individual característico, lo merezca, en virtud de las normativas socio-culturales y legales de cada región.

Desde el punto de vista del Principio de Beneficencia y bajo la premisa médica de hacer el bien y proporcionar salud, un maltratador en el caso del abuso sexual infantil impone, como cuando es llevado a una mesa de cirugía algún malhechor o antisocial, independiente de su condición social, incluso legal, debe ser evaluado con los mismos principios de la profesión médica y como lo refiere la Dra. Sánchez de la Cruz, “podemos deducir que al ser los adolescentes el mayor número de abusadores, esto pueda ser debido a la impetuosidad de esta edad y el despertar de la sexualidad con bombardeo publicitario de la misma, aunado a una pobre o carente educación sexual; de igual forma podemos pensar que los abusadores en edad madura pudieron estar condicionados por el ocio y pobre grado de instrucción”. (44).

En el contexto de este principio todos los abusadores sexuales infantiles, entre otras características, son tributarios de función médica benéfica, Psicológica y/o psiquiátrica, vistos como pacientes y abordados como tal para recibir todos los beneficios de la ciencia médica, en sus diversas especialidades, incluido el despistaje de infecciones de trasmisión sexual, que dado sus hábitos sexuales no bien establecidos, son en la mayoría de los casos promiscuos y portadores hasta asintomáticos de estas enfermedades.

Sobre el valor de la vida humana cito a Antonio Cruz: Dios la valora de otra manera porque es imagen suya. Por medio del concepto “imagen de Dios”, el Creador desea manifestar al ser humano que éste posee una profunda dignidad. El hombre y la mujer no son el simple producto del azar, como afirma el determinismo materialista. La vida humana no es sólo un montón de moléculas que juegan a las leyes de la física y química. Pero tampoco somos ángeles caídos, superhombres o semidioses, como ciertas concepciones míticas han propuesto a lo largo de la historia. Ni ángeles, ni bestias. Tan sólo personas con dignidad de hombres por ser reflejo de lo divino. Ensalzar a la criatura humana hasta el nivel de Dios no es cristiano, pero envilecerla y degradarla a la posición del gusano o la ameba, tampoco lo es. (42)

RELIGIÓN Y SALUD MENTAL: