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Un análisis epistemológico acerca de la proyección sociocultural del proceso de extensión universitaria

dialéctica relación, su agente protagónico, estaremos reproduciendo en la práctica, aun cuando esto se oculte mediante formas sofisticadas, modos de extrañamiento y alienación que reducen inequívocamente sus libertades y potencialidades sociales» (12).

El hombre es centro de la cultura y esto tiene una fuerte connotación filosófica en la posición de asumir que el mismo no puede ser disociado de su contexto, en el cual se enriquece y crece espiritualmente. Este referente dota al pensamiento culturológico de un contenido teórico que va más allá del papel que debe asumir el profesional, formado de los centros de educación superior, en su puesto de trabajo. Es el individuo que se desempeña profesionalmente, pero que, además, piensa y siente como un individuo social, con toda la implicación ética, deontológica y estética que esto implica (13, 14).

En tal sentido se valora a la cultura profesional como las relaciones que establece el profesional en su puesto de trabajo, con la naturaleza, con los demás y consigo mismo. “Esto implica reconocer el papel del hombre como centro de la cultura; es verlo en estrecha relación con el medio, como ente activo y a la vez producto de ese contexto. Es verlo como producto de un aprendizaje, en donde juega un papel activo” (15). Reconocer esta valoración es importante para comprender la necesidad de integrar los procesos universitarios.

Desde el punto de vista sociológico también adquiere relevancia la concepción de la cultura en el la formación de los profesionales de la salud. Desde este punto de vista la cultura es la espiritualidad que tiene el hombre y que se manifiesta con el necesario proceso de asimilación de la realidad y de las relaciones que establecen los hombres entre sí para poder subsistir, evolucionar y hacer frente a las contingencias que le imponen la naturaleza y la sociedad. La cultura es “(…) expresión de identidad, fuente de vida espiritual (…) sustento de todo sistema de valores. Indispensable para el crecimiento del ser humano, vía de acceso al conocimiento, es componente necesario de todo auténtico proceso de desarrollo social y contribuye al logro de una mejor calidad de vida” (16, 17, 18).

Importante resulta, para el abordaje del tema, la consideración del concepto de Cambio Cultural, como las múltiples formas en que la sociedad modifica sus patrones de conducta (5, 19, 20). Desde esta perspectiva, compartida por los autores, en que se analiza el cambio cultural como un proceso de adaptación consciente, se considera el concepto antropológico de Asimilación del Cambio, proceso mediante el cual una persona o un grupo de ellas, se integra al contexto social, compartiendo valores e intereses y resolviendo necesidades comunes (21).

Pero la cultura es, además, conocimiento. Desde este punto de vista se dice que una persona es más o menos culta en la medida que tiene un caudal mayor o menor de conocimientos. Pero este conocimiento está condicionado por el nivel de integración de lo teórico-cognitivo con lo práctico-valorativo, en el desarrollo de las acciones educativas y donde estas adquieren una connotación especial en el proceso de extensión universitaria.

En esta importante dimensión sociológica, al abordarse el concepto de cultura se debe tener presente que la misma, genéricamente hablando, no se puede asociar estrictamente a un solo individuo sino al colectivo de actores implicados en el proceso extensionista y a la sociedad en general (22). No obstante, los autores consideran que el concepto de cultura de un profesional se debe asociar, además, al conocimiento que tiene este de su esfera de actuación profesional, que lo aplica y que tiene significado y sentido para él en su actividad transformadora, en el colectivo donde se desempeña como profesional.

Rosa María Lara (23) define la dimensión social de la cultura en el sentido de que es necesario, mediante ella, asegurar la existencia y subsistencia de los hombres en su entorno físico y social, de manera tal que el hombre tenga una vida digna y feliz y viva en un mundo con mejores condiciones de vida. Se asume este criterio y se agrega que esta cultura debe constituirse en punto de partida para un perfeccionamiento sostenible, lo que debe materializarse en las acciones extensionistas que se planifiquen.

En este contexto se entiende la incidencia del individuo en el microgrupo o familia en la que se crean los primeros valores culturales, en el mesogrupo (colectivo estudiantil) en el que se sistematizan los valores sobre la base del trabajo colectivo, el macrogrupo o comunidad en la que incide y el ecogrupo o medio ambiente, en el que el hombre coexiste y que incorpora la dimensión cultural medioambientalista por las decisivas influencias que tienen los cambios ecológicos en la vida del hombre (24, 25, 26, 27). Los autores consideran que esta concepción es generadora de un enfoque holístico que debe estar implícito en el proceso de extensión universitaria.

En este contexto se entiende también a la cultura del profesional como actividad, pero un tipo determinado de actividad creadora con la cual actualiza, consolida, sistematiza y difunde los saberes. La forma en que realicen las tareas, la motivación y el interés que pongan en hacerlas, el modo de proceder al realizar una actividad, común a un colectivo, es también cultura. En la cultura como actividad, en su tránsito desde un estadio precedente a uno actual y de este a uno proyectivo, emerge la voluntad del individuo, como la dinámica que establece un vínculo con los valores, en tanto refleja legitimidad en las acciones (28).

Desde esta dimensión cultural el aprendizaje es modificación interna del sujeto, en sus formas de pensar, sentir y actuar a partir de que le permite establecer nuevas formas de relación consigo mismo, con los demás y con el medio, influyendo directamente en el crecimiento personal (29).

Desde el punto de vista pedagógico se concibe también la dimensión cultural. Los autores consideran