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Anatomía funcional de la columna vertebral

estacionario que depende de la duración de aplicación de la carga y en el que el ácido hialurónico del líquido sinovial actúa como lubricante.

EMBRIOLÓGICAMENTE, los componentes de una articulación derivan del mesodermo. En el espesor del mesodermo interzonal, que se halla entre los esbozos esqueléticos, se distinguen tres capas: las dos más externas se diferencian en dos capas condrógenas que recubren las epífisis de los huesos adyacentes y que a poco andar se convierten en el cartílago articular (por su parte externa se continúa con el pericondrio). Entre las capas condrógenas se encuentra la capa intermedia que se resuelve dando lugar a la cavidad articular. La cápsula articular se desarrolla a partir del mesodermo que rodea a la articulación. La membrana sinovial deriva del mesodermo sinovial al igual que los meniscos, ligamento redondo (coxofemoral) y ligamentos cruzados.

La cavidad articular está limitada por la membrana sinovial (manguito de tejido conjuntivo laxo) reforzada hacia afuera por la cápsula articular (manguito de tejido conjuntivo fibroso) que a su vez resulta reforzada por los ligamentos articulares. El cartílago articular es hialino, liso, blanco – azulado, de espesor no uniforme (más grueso donde ha de soportar mayores presiones), resistente, elástico, flexible e íntimamente unido al hueso subyacente, avascular, no recibe inervación.

La membrana sinovial es el órgano articular más ricamente vascularizado y junto a la cápsula y los tejidos periarticulares está profusamente inervada (el cartílago y los tejidos subcondrales no reciben inervación).

La cápsula y la sinovial son muy sensibles al dolor, no así el cartílago y el hueso subcondral.

Los vasos linfáticos forman un plexo en la membrana sinovial; no drenan en la cavidad articular sino que lo hacen en los linfáticos periósticos; se agrupan en la cara flexora de la articulación y desembocan en los ganglios profundos correspondientes.

El líquido sinovial es pegajoso, claro, amarillo – pálido, tiene una densidad de 1.010 – 1.012, contiene 0,55 – 1,10 g./ % de mucina y entre 13 – 180 células por mm3 (mononucleares, linfocitos, polinucleares, células sinoviales y no diferenciadas).

ANATOMÍA FUNCIONAL DE LA COLUMNA VERTEBRAL

La concepción anatomofuncional de la columna vertebral no puede sustentarse en exclusiva en el análisis morfológico de los elementos óseos que la constituyen sino, bien al contrario, en la organización del aparato osteofibromuscular y del complejo neurovascular que con ella están vinculados.

No es posible entender el raquis sobre la base simplista de ver en él una superposición de vértebras que ofrecen, en distintos niveles, diferencias morfológicas.

Además, un enfoque funcional y aplicado es inseparable de las consideraciones de evolución, desarrollo, morfología y del conocimiento anatomo y fisiopatológico que son el soporte del edificio clínico y de las implicaciones terapéuticas.

La columna vertebral, raquis o esqueleto axial posterior, es un tallo óseo polisegmentario, resistente y elástico que sirve de sostén al tronco, a la cabeza y es eje de movimientos variados.

Posee una segmentación anatomofuncional al estar formada por la ordenación regular, sucesiva y alternante de piezas de material rígido (cuerpos vertebrales) y de material plástico (discos intervertebrales). Por ello, la columna vertebral posee gran movilidad y flexibilidad, además, las fuerzas que actúan sobre ella gravitan sobre segmentos distintos.

El raquis (Kocher), es un sistema de dos tallos y un segmento fijo (sacrocoxis).

El tallo anterior o estático, está formado por los cuerpos vertebrales y los discos intervertebrales; posee más tejido esponjoso y es más débil.

El tallo posterior o dinámico, está constituido por dos columnas formadas por las apófisis articulares; posee tejido compacto o cortical y es más fuerte.

Desde otro punto de vista, la columna vertebral puede ser considerada como un sistema integrado por varias cadenas cinéticas, es decir, la asociación de varias articulaciones dispuestas de manera sucesiva y que realizan un trabajo común: se comportan como una unidad motriz (= soporte óseo sobre el que actúa una función muscular).

En conjunto, el raquis puede ser representado por dos pirámides adosadas por sus bases: una superior, constituida por las primeras 24 vértebras y la otra inferior, que forma sólo el quinto de la altura total y que está dada por el sacrocoxis. La columna superior reposa sobre el sacro.

La transformación del hombre de cuadrúpedo en bípedo y la asunción de la posición erecta no fue acompañada por un desarrollo evolutivo y adecuado funcionalmente del aparato musculoesquelético. Los excesivos esfuerzos, tensiones, presiones y posiciones que soporta el raquis, no siempre están compensadas por un trabajo osteofibromuscular adecuado funcionalmente.

En la postura erecta, las líneas normales de fuerza, esfuerzo y tensión pasan a través de la región lumbar inferior, en particular por el ángulo lumbosacro que es el pivote o punto de apoyo receptor del mayor impacto de fuerzas, movimientos, presiones, tensiones y desgaste (al levantar con los brazos y las rodillas extendidos, desde el nivel del suelo, un peso de 5 Kg. representa un esfuerzo de 80 Kg. para la región lumbosacra). Por otra parte, la fuerza contráctil de los músculos espinales se reduce progresivamente con la edad y esto es notorio a partir de los 40 años y más.

Las estructuras óseas de la columna vertebral se mantienen juntas, como una “unidad flexible”, por la acción ligamentosa y muscular (el raquis está contenido y sostenido por los músculos esqueléticos adyacentes). Los músculos producen y limitan movimientos y mantienen la postura. Los ligamentos limitan los movimientos extremos y entran en tensión cuando los músculos están fatigados o sobrecargados.

La postura