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Ansiedad y Depresión en los cuidadores de personas con discapacidad muy grave y severa en el Cantón Paltas, Provincia de Loja

que representa un 3,61%, en la provincia de Loja la discapacidad física ocupa el primer lugar con 5.026 casos; seguido de discapacidades sensoriales 3.209 casos; discapacidad intelectual 4.198 casos, y psicológica 620 casos. (Xavier Torres, 2013). El libro Discapacidad en cifras nos indica la opinión y percepción de las personas con discapacidad grave y nos señala que en el 2005, el 41% percibieron discriminación en el país.

Dicha discriminación pertenecía a la marginación de actividades comunitarias, como son las fiestas, torneos deportivos, reuniones, entre otros (Ecuador: La Discapacidad en Cifras, 2005, citado en Montaño, 2012). Adicionalmente, datos estadísticos indicaron que el 58% de las personas con discapacidad grave sintieron que su discapacidad influyó negativamente en el trato que recibieron; mientras que el 70% de individuos señaló que no tuvieron la misma oportunidad de conseguir empleo que el resto de población, cabe mencionar que estos datos fueron recolectados antes del establecimiento de la Ley Orgánica de Discapacidades del Ecuador, con referencia a la percepción de las capacidades que tienen las personas con discapacidad, el 39% de la población ecuatoriana indicó que las personas con discapacidad no tienen las mismas aptitudes que el resto de la población, el 13% opinó que un individuo con discapacidad no puede ser un profesional y el 23% mencionó que no aportan al desarrollo del país (Ecuador: La Discapacidad en Cifras, 2005, citado en Montaño, 2012). A pesar de que estos datos fueron obtenidos en el año 2005, evidencian una historia de desconocimiento en la población ecuatoriana (Montaño, 2012).

Depresión.

La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. La depresión puede llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar sensiblemente el desempeño en el trabajo o la escuela y la capacidad para afrontar la vida diaria. En su forma más grave, puede conducir al suicidio. Si es leve, se puede tratar sin necesidad de medicamentos, pero cuando tiene carácter moderado o grave se pueden necesitar medicamentos y psicoterapia profesional.

La depresión es un trastorno que se puede diagnosticar de forma fiable y que puede ser tratado por no especialistas en el ámbito de la atención primaria. (Organización Mundial de la Salud, 2011). Los trastornos depresivos están presentes frecuentemente en la consulta diaria, aproximadamente un 15% de los pacientes que acuden a las consultas de Atención Primaria sufren depresión (Aragonés et al., 2004a) y, sin embargo, varios estudios ponen de manifiesto que hasta un 50% de los casos pasan desapercibidos (Chocrón et al., 1996; Aragonés et al., 2004) y una proporción superior no recibe el tratamiento adecuado (Aragonés et al., 2004). 
Los cuadros depresivos que se presentan en la consulta de Atención Primaria tienen unas características claramente diferenciadas de las observadas en las Unidades de Salud Mental: en Atención primaria, según se evidenció en el estudio internacional patrocinado por la OMS «Psychological Problems in General Health Care”, la depresión se presenta con quejas físicas entre el 45% y el 95% (Simon et al., 1999) y se expresan explícitamente síntomas de tipo emocional con menor frecuencia que en el ámbito psiquiátrico. Este fenómeno representa un serio obstáculo para el reconocimiento, por parte del médico, del trastorno depresivo subyacente, y para la instauración y el mantenimiento de un plan terapéutico orientado al problema psicológico (Kirmayer et al., 1993).

Otra situación frecuente en la práctica es la comorbilidad entre enfermedad orgánica y trastorno depresivo. Los trastornos depresivos son más frecuentes en pacientes con enfermedades orgánicas crónicas (Aragonés et al., 2004), y en particular en los pacientes de edad avanzada. La depresión mayor se presenta en un 25% de los pacientes con otras enfermedades médicas, y el 90% de los ancianos con depresión presentan, al menos, otra enfermedad orgánica asociada.

Por otra parte, las enfermedades físicas, especialmente las de carácter crónico, pueden ser un factor precipitante de la depresión. Bien por mecanismos fisiopatológicos directos, bien porque el tratamiento farmacológico pueda tener un efecto depresor o bien porque la depresión puede desencadenarse por un mecanismo reactivo a la enfermedad física (por su gravedad, por el dolor, por la discapacidad física asociada, por la pérdida de independencia). En la relación entre depresión y enfermedad discapacitantes, se han descrito cuadros reactivos en relación con la enfermedad y en función de la gravedad clínica y limitación funcional originada. En otros casos, la depresión no sería reactiva, sino fisiopatológicamente relacionada con el proceso neurológico. El diagnóstico de depresión en enfermos de Parkinson se dificulta por la confusión de síntomas (hipomimia, alteraciones en la verbalización, bradicinesia, etc.) (Moríñigo, & Labrador, 2004).

Depresión en discapacidad.

Una vez comprendidas las reacciones por las que la familia pasa ante la presencia de un familiar discapacitado, es necesario centrar la atención no solo en el cuidador o familiares sino en el propio enfermo por lo que acontece a nivel de su salud mental. Así pues, por los roles asumidos en la pareja y la familia se considera que el la persona con discapacidad fácilmente ingresa en esta patología principalmente por el verse inhibida en la realización de sus actividades normales y estar a expensas del cuidado de una persona y por esta razón de estar dependiente siente que, los roles que le corresponde cubrir, se ven absorbidos casi en un 100% por el cuidador lo cual le produce una profunda perturbación psicológica (Gras & Hernández, 2004).

Si bien muchos síndromes de depresión son claramente apreciables en la práctica clínica, no raras veces resulta difícil establecer su autonomía diagnóstica respecto a otras entidades psicopatológicas. Así, por ejemplo, la comorbilidad entre trastorno depresivo y trastorno por ansiedad es alta y con diversas combinaciones sintomáticas en sus manifestaciones. También puede concurrir la depresión con el abuso de alcohol o tóxicos, y con algunas enfermedades orgánicas cerebrales y sistémicas. Es importante plantearse la posibilidad diagnóstica de un trastorno depresivo a partir de datos observacionales poco específicos: deterioro en la apariencia y aspecto personal, lentitud en los movimientos, marcha cansina, tono de voz bajo, facies triste o poco expresiva, llanto fácil o espontáneo en la consulta, escasa concentración durante la entrevista, verbalización de ideación pesimista, quejas hipocondríacas, alteraciones en el ritmo del sueño, quejas somáticas difusas y difíciles de encuadrar. En lugar de la tristeza o bajo estado de ánimo, la queja principal puede consistir en la pérdida de interés y disfrute en la vida, una vivencia del tiempo enlentecida y desagradable, o la falta de energía vital para las tareas más sencillas de la vida cotidiana.

Hay que tomar en consideración los datos sobre la historia personal del paciente, los antecedentes afectivos familiares, su situación social y económica. Igual tener en cuenta que estas manifestaciones que determinan un cuadro de