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Consideraciones bioéticas en la atención de los y las adolescentes

También es considerado como el de doble efecto en la medida que: El objeto del acto no es intrínsecamente malo; la intención de la gente es lograr los efectos buenos y evitar los malos en la medida de lo posible; y, los efectos buenos o positivos son iguales o mayores que los efectos negativos. Además, los efectos positivos se logran, por lo menos, en forma tan inmediata como los negativos.

Lo anterior si se quiere es evidente, pero la dificultad surge cuando se plantea qué es bueno y que es malo. Al respecto, no habría inconvenientes si el criterio de bien y mal son similares para él o la adolescente y para el profesional, o sea, si ambos pertenecen a una comunidad de «amigos morales». Pero en el caso de la adolescencia aún entre miembros de una misma comunidad son tan profusas y nuevas las situaciones que se producen que podría no existir coincidencia sobre los criterios por emplear.

Históricamente, el médico era quien determina “lo bueno” para el paciente, tobo bajo una concepción paternalista, imponiéndose el criterio profesional, con base en que el afectado no tiene la capacidad de decidir sobre determinada situación. Sin embargo, la noción del “bien” es subjetiva se encuentra matizada por los propios valores de las personas.

El adolescente en la posmodernidad se enfrenta ante situaciones inimaginables para las generaciones que les preceden, que constituirían lo que Narváez denomina “nuevos observables problemas” en aéreas tan distintas como: la sexualidad, la salud pública, la educación, el papel de la mujer, el del varón, la adolescencia actual, la marginación, la pobreza, la nueva ética, entre otros. Afirma el mismo autor: «La ciencia hoy avanza por aparición de los problemas inteligentes y audaces» de esta afirmación se entiende que ante el surgimiento de conflictos y contradicciones también se crea la necesidad de encontrarles solución. (9)

También es importante considerar que los padres tienden a no reconocer en sus hijos en esta etapa de la adolescencia las capacidades para tomar sus propias decisiones. Esto contribuye a mantener sociedades renuentes a reconocer que los y las adolescentes son personas con derechos, que pueden ejercer elecciones y tomar decisiones responsables.

Surge entonces una propuesta “autonomista” o moderna en la cual se reconoce como fundamental al principio de autonomía en la relación médico-paciente donde la corriente paternalista no constituye una práctica deseable, al contrario tiende tensionar y distanciar la relación médico-paciente.

El principio de autonomía es visto por diversos autores desde distintos ángulos, en consecuencia es entendido de distintas maneras, pero si temor a equivocaciones se le reconoce como el principio de permiso o de libertad. Es el derecho de toda persona de elegir su propio destino siempre y cuando no afecte a otras. Igualmente por autonomía se entiende que la persona responsable, tiene el derecho (también el deber) de actuar por su propia determinación. De la misma manera requiere la libertad necesaria para que el ser humano responsable delibere, forme sus juicios de valor o de conciencia y, luego, decida libremente y ejecute su decisión.

Es así que en la adolescencia la guía profesional debe seguir las orientaciones de Silber, quien señala: «Guiar no significa imponer valores y por ello debe evitarse el rol de predicador, que suele ser contraproducente por razones no sólo éticas, sino también prácticas”. Se trata pues de un tema complejo porque en la medida que el adolescente gana autonomía y responsabilidad, los padres y tutores en forma similar ven disminuir la suya. Esta situación debe ser considerada en cada caso en particular y variará en relación con la problemática que se plantee. Implica, asimismo, una importante consecuencia legal. La legislación de los diferentes países suele ser consecuencia del cuerpo social y la mayoría de las veces se legisla con posterioridad a los cambios sociales. (9)

En la ética es igualmente prudente considerar otros principios básicos entre ellos: el de no maleficencia y el de justicia. El principio de no maleficencia, el “primum non nocere” o “en primer lugar, no hacer daño”, se refiere a evitar producir daño intencionalmente. Considera el respeto a la integridad física y psicológica de la vida humana. Esta obligación de no dañar, prima sobre el deber de hacer o promover el bien, teniendo mayor jerarquía que el principio de beneficencia.

Ahora bien, el principio de justicia comprende el uso racional de los recursos disponibles para favorecer a la mayor cantidad de personas que permita el ejercicio pleno del derecho a la salud, que apunta no solo a los ciudadanos necesarios con base en la dignidad de la persona, sino a las obligaciones de una macrobioética justa de la responsabilidad frente a la vida amenazada y los derechos de futuras generaciones. En este sentido, Justiniano caracterizó la justicia como el deseo constante y perenne de entregarle a cada uno lo que es debido. La dificultad estriba en establecer que se debe a quién y por qué. Este principio es básico por tener en cuenta al encarar la salud pública de una comunidad y múltiples son las interpretaciones de las que de éste se derivan.

Los y las adolescentes ven cercenado su principio de justicia, toda vez que el profesional que atiende adolescentes no es justo en el trato hacia ellos, porque los considera, muchas veces inmaduro y manipulables y por supuesto no objeto de justicia. Bajo esta concepción los y las adolescentes son persona con derecho a la atención integral de calidad, en condiciones de equidad para el acceso al servicio en total cumplimiento de las directrices emanadas, del Ministerio del poder popular de la salud, plasmados en los lineamientos estratégicos y el reglamento técnico para la promoción y el desarrollo de la Salud Integral de los y las adolescentes de Venezuela.

Cada uno de los principios enunciados puede ser encarado desde diferentes ángulos, hecho de por sí complejo. Pero, la complejidad es aún mayor cuando surgen presuntas o reales tensiones entre los principios. Así, la complejidad de los hechos y la difícil o, tal vez, imposible solución de los conflictos debe ser enfrentada con respeto, responsabilidad y una gran dosis de humildad. De tal manera que en toda decisión libre que involucre un cuestionamiento ético, es obligatorio esta informado, para formar el propio juicio moral. Además, debe actuarse prudentemente y aceptar cualquier responsabilidad que surge de las decisiones tomadas.

Conclusiones

Entender y aplicar los principios bioéticos en la adolescencia es un verdadero desafío, su complejidad hace que las tensiones entre variables sean inevitables, pero, tal vez, las soluciones más acertadas dependan del empleo de la conciencia y raciocinio como resultado del pensamiento ético.

En nuestro medio este tema debe alcanzar la atención que merece por lo que es deber nuestro educarnos y educar a los estudiantes, en principios éticos que para que adquieran hábitos y aptitudes positivas. Es así que deben adquirirse los conocimientos prácticos y filosóficos necesarios para comprender los aspectos; éticos de cada labor en la adopción de posturas y tomas de decisiones que respeten los valores y derechos.

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