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Caracterización por imagen del cáncer cervicouterino a través de la resonancia magnética

resultado coincide con los resultados de otros autores consultados.

Eifel PJ y colaboradores (9) informan en su estudio que el tipo histológico más frecuente es el carcinoma epidermoide (90%), seguido a distancia por el adenocarcinoma (10%), resultados muy similares al nuestro.

Pecorelli S afirma que la forma más frecuente de cáncer de cérvix es el carcinoma epidermoide, que se clasifica genérica en tres grandes grupos: queratinizante de célula grande, no queratinizante de célula grande y no queratinizante de célula pequeña. Dentro de esta categoría de tumores se reconocen otras variedades menos frecuentes (basaloide, verrucoso, condilomatoso, papilar, tipo linfoepitelioma y escamoso-transicional). El segundo tipo más frecuente de carcinoma de cérvix es el adenocarcinoma, cuya incidencia ha aumentado en los últimos años. El tipo más frecuente de adenocarcinoma de endocérvix es el endocervical, aunque existen otras variedades (enteroide, de células en anillo de sello, de desviación mínima, villoglandular, endometrioide, de células claras, seroso y mesonéfrico). Existen además otras categorías de carcinomas menos frecuentes como el carcinoma adenoescamoso, carcinoma adenoide quístico, carcinoma adenoide basal y carcinoma neuroendocrino, que tienen diferentes connotaciones pronósticas.

Morales FJ plantea que el 80-90% son carcinomas escamosos, el resto adenocarcinomas y un 5% lo constituyen otros tumores como sarcomas y metástasis.

Las pacientes suelen llegar al servicio de radiología ya diagnosticadas, por lo que el papel fundamental del radiólogo es el estudio de extensión para definir el tratamiento. Sin embargo, en cualquier examen rutinario generalmente mediante ecografía vaginal se debe tener presente la posibilidad del cáncer de cuello uterino.

Morales FJ refiere que en casos avanzados, se puede observar un aumento de volumen del cérvix, heterogéneo, que puede provocar obstrucción del canal endocervical y retención de material, fundamentalmente hipoecogénico, aunque con ecos irregulares en suspensión, debido a un contenido hemático y purulento (taponamiento cervical). En ocasiones éste puede ser el único signo ecográfico.

En el presente estudio la ecografía permitió detectar lesiones metastásicas a distintos niveles pero con mayor frecuencia se identificó la presencia de líquido libre en el fondo de saco, y la presencia de hematómetra e hidrosalping, lo que apoya el diagnóstico de metástasis y la conducta y tratamiento oncoespecífico.

La estadificación de rutina es clinicorradiológica, y debe incluir: revisión bajo anestesia (RBA), radiografía de tórax y tomografía computarizada (TC) de abdomen y pelvis. La resonancia magnética (RM) de pelvis es particularmente útil en tumores mayores de 2 cm o localizados enteramente en el canal endocervical, en mujeres con masas pélvicas concomitantes y en embarazadas. En enfermedad avanzada, según la clínica, pueden ser de utilidad un enema opaco, una cistoscopia o una rectoscopia. La extensión de la enfermedad condiciona la elección del tratamiento a seguir: cirugía conservadora, radical o radioterapia. MORALES FJ, 2004.

Las técnicas de diagnóstico por imagen para establecer la extensión de la enfermedad son TC y resonancia magnética nuclear (RMN). La TC abdominal y pélvica estudia la posible existencia de adenopatías retroperitoneales y de metástasis hepáticas. WILLIAMS AD, 2009.

Se considera una imagen adenopática significativa cuando su diámetro transverso, o menor, es superior a 1 cm. Sin embargo, su valor es limitado en la evaluación del tamaño del tumor y de la invasión estromal. Mediante resonancia magnética nuclear (RMN) se valora el tamaño del tumor, la extensión local por continuidad en los tres planos del espacio (hacia el canal endocervical y estroma, afectación del cuerpo uterino e invasión de parametrios) y la existencia de adenopatías regionales. En general, la resonancia magnética nuclear (RMN) muestra una mayor seguridad que la TC en la estadificación del cáncer de cuello uterino: 90% y 65%, respectivamente. YANG WT, 2010.

En el estadio IA, la resonancia magnética nuclear (RMN) sólo supera al examen clínico si existe invasión estromal cubierta por mucosa normal. No es posible distinguir tumor y pólipo o leiomioma submucoso. El uso de gadolinio no mejora los resultados obtenidos en T21. En este caso es necesaria la práctica de biopsia.

En el estadio IB (cáncer limitado al cérvix, con o sin afectación del cuerpo uterino), el tumor se observa como una lesión focal con intensidad intermedia en T2, que deforma el canal endocervical o produce disrupción parcial del estroma fibroso hipointenso. AKIN O, 2007.

En el estadio IIA, el tumor se extiende al tercio superior y medio de la vagina. La infiltración de la vagina se observa en T2 como áreas hiperintensas que irrumpen en la hipointensidad del lecho muscular. El tejido tumoral capta escasamente el contraste intravenoso (i.v.), aunque el uso del gadolinio puede ser de utilidad para delimitar mejor el tumor hipocaptante del miometrio sano que aumenta su intensidad de señal tras la inyección del contraste.

En el estadio IIB hay infiltración del parametrio. Puede excluirse invasión parametrial si se visualiza el anillo completo hipointenso del estroma cervical, aunque no siempre lo contrario indica invasión, ya que puede ser sólo tejido inflamatorio parametrial. SALA E, 2008.

La interrupción completa del estroma cervical puede indicar afectación microscópica de los parametrios, incluso con márgenes bien definidos de la pared lateral cervical y parametrios de aspecto normal (64). La afectación macroscópica se identifica en T1 y T2 como irregularidad o acordonamiento de la grasa parametrial. En casos avanzados se puede observar imagen de masa. El gadolinio puede sobreestimar la invasión parametrial por menor contraste del tumor con los vasos que se realzan.

 En el estadio IIIB se produce extensión a la pared pélvica. Los criterios de invasión en resonancia magnética nuclear (RMN) son: tumor a menos de 3 mm de la pared, englobamiento vascular, alteración de la señal de intensidad del músculo elevador del ano, piriforme u obturador interno y dilatación del uréter por atrapamiento distal. SISO S, 2009.

En el estadio IV la invasión de las paredes vesical o rectal, puede apreciarse como engrosamiento o alteración de la señal, aunque a veces es difícil distinguirla del edema mucoso. El uso de contraste mostrará intensa captación en las áreas de infiltración. Además, el gadolinio es altamente eficaz para la detección de fístulas.

La utilidad de los estudios de imagen en la evaluación previa al tratamiento del cáncer de cuello uterino consiste en ayudar a distinguir a las pacientes con