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El cáncer de pulmón, la enfermedad mortal

Ya conocemos la mortalidad más reciente disponible hasta la fecha, pero si comparamos la mortalidad del CP en un periodo de diez años, desde el año 2000 al 2010 (3), observamos que el patrón de mortalidad en España y en las diferentes comunidades autónomas no ha cambiado, salvo por un incremento en el número de defunciones (Figura 3: Defunciones por cáncer de pulmón en España por comunidades autónomas en 2000 y 2010. INE.).

Si ampliamos este intervalo, incluyendo las últimas cifras disponibles, es decir, del 2010 al 2013, y comparamos la mortalidad en varones y mujeres, a pesar de todas las medidas de prevención y los avances en diagnóstico en estos trece años (que han sido muchos) (Figura 4: Mortalidad global del cáncer de pulmón en España desde el año 2000 al 2013 según el sexo. INE.), observamos cómo los casos de cáncer de pulmón no han cesado de aumentar. En varones hemos pasado de 15.477 en el año 2000, a 17.559 en el 2013, pero mucho más llamativas son las estadísticas en mujeres, en las que objetivamos un incremento alarmante, pasando de 1.886 muertes por cáncer de pulmón en el 2000, a 4.015 en 2013, más del doble de pacientes en 13 años, una cifra más que preocupante.

La diferencia de patrones en la tendencia temporal y distribución geográfica respecto al cáncer de pulmón podrían atribuirse a la existencia de exposiciones ocupacionales y, posiblemente, a la frecuencia de consumo de tabaco negro en hombres, exposición que ha mostrado para este tumor, un riesgo superior al de otros tipos de tabaco (4).

Si en vez de contemplar el ámbito nacional, lo hacemos a nivel global, se observan diferencias en la evolución de la mortalidad por cáncer de pulmón entre los diferentes países. Esto sucede al trasladar las diferentes fases de la epidemia de este cáncer que, a su vez, está relacionado con los patrones del consumo de tabaco que se observa en los diferentes países desde hace varias décadas.

De este forma, observamos cómo en lugares en los que existían unas tasas muy elevadas de mortalidad, como en algunos países del Norte de Europa o en Reino Unido, se ha experimentado una disminución progresiva a partir de las últimas décadas, iniciada primero en los varones y, posteriormente, en las mujeres (1) y es debido a que en estos países ya se había iniciado, más de 30 años antes, una disminución en la prevalencia del tabaquismo, especialmente en varones. Por el contrario, en los países del Este y Sur de Europa, la disminución en el consumo de tabaco se inició más tarde, como en el caso de los varones, o todavía no se ha iniciado, como sucede en las mujeres.

Como ya hemos comentado, la tasa de incidencia en la mujer, ha registrado en los últimos años en todo el mundo, una tendencia a igualar a la de los varones (sobre todo en EE.UU., donde el cociente se acerca a la unidad).

En nuestro país, esta relación, aunque menos acusada que hace años, sigue aún siendo elevada. Entre la población no fumadora, la incidencia de cáncer de pulmón es más elevada en la mujer, que además podría ser más vulnerable al efecto carcinógeno del tabaco (si bien existe controversia al respecto).

En cuanto a la edad en el momento del diagnóstico, hay una clara tendencia a aparecer en edades avanzadas y, en nuestro país, casi el 70% del total (Figura 5: Mortalidad en España por cáncer de pulmón según edad en años. 2013. INE.), se diagnostica entre los 60 y 84 años. Estos datos reflejan, en parte, el envejecimiento de la población española que, además, se incorporó más tarde al hábito tabáquico que en los países del Centro y Norte de Europa. Sin embargo, desde los años ochenta del siglo pasado, se observa una ligera disminución del consumo en los varones de forma mantenida, al contrario que en las mujeres, en las que se ha observado un aumento en el consumo.

Como consecuencia del largo intervalo entre la disminución del consumo y el descenso en la tasa de incidencia, y teniendo en cuenta los últimos datos en el consumo de cigarrillos, se prevé una estabilización en las tasas de incidencia en los varones en los próximos años y, posteriormente, una disminución lenta; por el contrario, en las mujeres, es de esperar un aumento en dichas tasas.

Si tenemos en cuenta la estirpe histológica, existen diferencias según las zonas geográficas, presentando una distribución muy variable, dependiente de factores externos (tipo de tabaco consumido, exposición laboral, etc.) y de factores biológicos como el sexo.

Clásicamente se ha considerado al Carcinoma Epidermoide (CE) o Carcinoma de Células Escamosas (CCE) (la estirpe que más se relaciona con el consumo de cigarrillos, junto con el Carcinoma de Células Pequeñas (CCP) o Carcinoma Pulmonar Microcítico (CPM)), como el más frecuente, aunque esta relación se está invirtiendo a favor del Adenocarcinoma (AC), observándose una tendencia universal al aumento de esta variedad y una disminución en la frecuencia del primero, tendencia que ya se registró a partir de los años 70 en EE.UU., donde actualmente es la variedad más común (5), predominando en mujeres y con una menor asociación con el consumo de tabaco, siendo en bastantes países la estirpe predominante, incluso entre los varones.

En España, pese a que el Carcinoma de Células Escamosas (CCE) ha disminuido, todavía sigue siendo el más frecuente, con un 37,7% en el estudio Epiclip-2003 (6), con porcentajes que varían entre un 24 y un 50,5% en registros locales o regionales (7), donde la variedad microcítica representa aproximadamente el 20%.

En el momento del diagnóstico, menos del 30% son operables, debido principalmente a que hasta el 40% de los casos, en muchas series, tienen ya metástasis a distancia (8), tan sólo el 20% se encuentra en estadios tempranos (estadios I – II de la clasificación TNM).