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La indispensable influencia de la comunicación en el fenómeno ético del cuidar

dirige más su comprensión al desarrollo de nociones particulares, como la mentira, el manejo y origen de las reglas, el castigo, entre otros, sin que se exigiera una comprensión clara de los problemas morales.

Piaget entiende la justicia como el manejo de reglas sociales y el simple acto de transformación de estas por consenso social. Estas «capacidades» cognitivas corresponderían con lo que Kohlberg presenta como propio de un razonamiento convencional en la misma etapa de la vida.

Kohlberg, a partir de esto, manifiesta que el desarrollo moral implica un proceso jerárquico de seis etapas guiado por un sistema racionalista, donde prima la justicia como base fundamental de su teoría, la cual es procedimentalista. El problema no radica en si los resultados son justos, sino en que se cumplan los procedimientos. Para la ética de la justicia es necesario partir de las personas como entes separados, independientes, lo cual supone una concepción del individuo como previo a las relaciones sociales, que comprende el mundo como una red de relaciones, en las que se inserta el yo, y surge un reconocimiento de las responsabilidades hacia los demás.

Para la teoría estructural de Piaget y Kohlberg, como anteriormente se expresara, es irrelevante contemplar las diferencias en el desarrollo debidas a variaciones culturales, sociales, educativas o de género; de igual modo, consideran la justicia como el eje central de la moralidad y donde la comunicación afectiva representa un porciento necesario en la trasmisión de valores, sentimientos que enriquecen el proceso de socialización y donde los agentes sociales constituyen un elemento primordial que determina el desarrollo humano, en gran medida, y el mantenimiento de la cultura dentro de cada sociedad y en perfecta interacción con las otras civilizaciones que se entrelazan a través de la tecnología y que representan un parámetro necesario dentro de los rasgos transculturales del ser humano del siglo XXI .

Gilligan, por otra parte, propone la ética del cuidado como la responsabilidad social, desde la que se plantea la búsqueda del bienestar de las personas, de aquellas que habrían de ser afectadas por las decisiones morales, las cuales tienen consecuencias para la vida, para el futuro de las próximas generaciones; hace una propuesta por una segunda voz, «que aboga por las diferencias, por el reconocimiento de historias particulares, por el cuidado y el deseo de bienestar del otro, por la benevolencia como matriz de las relaciones sociales y del juicio ético». En su teoría, Gilligan reclama por esa segunda voz, esa voz que grita más allá de las fronteras de un grupo, o de un género, una voz que clama por un espacio, donde el «otro» deba ser reconocido en su particularidad. (12)

Cabe destacar que los procesos comunicativos en el cuidar humano son de una gran importancia social ya que determinan una calidad adecuada en esta práctica y es de vital importancia para el desarrollo humano.

Pero no sea de sorprender, que haya individuos que se refieran frecuentemente a las fallas de la comunicación como uno de sus problemas más importantes.

Sin embargo, estos problemas, suelen ser síntomas de problemas más profundos y que pueden afectar de manera paulatina el desarrollo del proceso.

Para ello se pueden describir algunas de las barreras más comunes que se pueden dar en este proceso y que afectan la comunicación.

En primer lugar la falta de planeación, donde es infrecuente que la buena comunicación sea obra del azar. Muy a menudo la gente habla y escribe sin antes pensar, planear y formular el propósito de su mensaje. No obstante, establecer las razones de una instrucción, seleccionar el canal más rápido y elegir el momento adecuado son acciones que pueden favorecer enormemente la comprensión y reducir la resistencia al cambio.

Por otra parte supuestos confusos pueden darse a pesar de su gran importancia, ya que suelen pasarse por alto los supuestos no comunicados en los que se basa un mensaje. Los supuestos no aclarados por ambas partes pueden resultar en confusión y pérdida de la buena voluntad.

La distorsión semántica: La cual puede ser deliberada o accidental. Las palabras pueden provocar reacciones distintas. Para algunas personas el término «enfermedad» puede significar interferencia o gasto deficitario, pero para otras puede significar ayuda, trato igual y justicia.

Los mensajes deficientemente expresados se reflejan ya que aun siendo claras las ideas del emisor de la comunicación, su mensaje puede resentir palabras mal elegidas, omisiones, incoherencia, mala organización, oraciones torpemente estructuradas, obviedades, jerga innecesaria y falta de claridad respecto de sus implicaciones. Esta falta de claridad, que puede ser costosa, se puede evitar si se pone más cuidado en la codificación del mensaje.

La escucha deficiente y evaluación prematura se denotan en muchos contextos sociales donde los conversadores en más de un caso no saben escuchar. Todos hemos conocido a personas que intervienen en una conversación con comentarios sin relación con el tema. Escuchar exige total atención y autodisciplina. Requiere asimismo que el escucha evite la evaluación prematura de lo que dice la otra persona. Es común la tendencia a juzgar, a aprobar o reprobar lo que se dice, en vez de hacer un esfuerzo por comprender el marco de referencia del hablante. En pocas palabras, escuchar con empatía puede reducir algunas de las frustraciones de la vida en las personas y resultar en una mejor comunicación.

La comunicación Interpersonal, es una comunicación eficaz que requiere de contactos frente a frente en condiciones de apertura y confianza. Para una verdadera mejora de la comunicación no suelen requerirse costosos y sofisticados (así como impersonales) medios de comunicación, sino la disposición de los superiores a participar en la comunicación frente a