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La indispensable influencia de la comunicación en el fenómeno ético del cuidar

frente.

Otros aspectos a señalar son: la desconfianza, la amenaza y el temor: La desconfianza, la amenaza y el temor minan la comunicación. En un ambiente en el que estén presentes estos factores, todo mensaje será visto con escepticismo. La desconfianza puede ser producto de las incongruencias en las conductas humanas y que ante la presencia de amenazas (reales o imaginarias) la gente tiende a replegarse, adoptar una actitud defensiva y distorsionar la información. Lo que se necesita es entonces un ambiente de confianza, el cual facilita la comunicación abierta y honesta.

La sobrecarga de Información, podría pensarse que mientras más abundante e irrestricto flujo sea la información, mas ayudaría a la gente a resolver sus problemas de comunicación. Pero un flujo irrestricto puede dar como resultado un exceso de información. Cada individuo responde a la sobrecarga de información de distinta manera. Primeramente puede desestimar cierta información. En segundo término, si un individuo se ve abrumado por demasiada información, puede cometer errores al procesarla. En tercero, las personas pueden demorar el procesamiento de información ya sea permanentemente o con la intención de ponerse al día en el futuro. En cuarto lugar, la gente puede filtrar información. La filtración puede ser útil cuando se procesa primero la información más urgente e importante y se concede por lo tanto menor prioridad a mensajes menos importantes. Finalmente, las personas reaccionan a la sobrecarga de información sencillamente rehuyendo la tarea de comunicación. Algunas reacciones a la sobrecarga de información son en realidad tácticas de adaptación y por lo tanto en ocasiones pueden ser válidas. (13)

Entonces, analizando lo anterior expuesto, ¿Cuáles serían los propósitos de la comunicación y su influencia en el Cuidar?

Si bien en algunas ocasiones estas acciones pueden llevarse a cabo dentro del contexto de una relación de cuidado, no son en sí mismas relaciones de cuidado. De hecho, muchas veces estas acciones son realizadas de manera unilateral, sin haber establecido una comunicación clara con los otros.

Una relación se puede denominar relación de cuidado cuando:

1) Cada una de las partes involucradas siente y expresa un genuino interés por el bienestar de la otra. Este interés motiva a un cuestionamiento constante sobre las posibilidades que se tienen de mejorar la situación de la otra persona. Esto implica que no sólo se evita lastimar o afectar negativamente el bienestar de la otra persona, sino que se requiere de un comportamiento proactivo a favor del otro.

2) Se caracteriza por tener una comunicación abierta y bidireccional. Esta comunicación permite que la interacción con el otro se base en el conocimiento mutuo. De esta forma, cada persona sabe qué necesita y cómo se expresa el otro, sabe leer e interpretar sus señales y también sabe cuál es el comportamiento correcto para responder adecuadamente a las mismas. Adicionalmente, en este ejercicio comunicativo, cada persona debe saber también cómo expresarse, cómo manifestar sus deseos o necesidades y cómo indagar cuando necesita más información para comprender mejor una situación. Cada persona tiene diferentes formas de expresarse y éstas varían dependiendo de las situaciones.

Debido a esto, cuidar no puede equipararse a ser cariñoso todo el tiempo abrazando y haciendo mimos. De hecho, esto puede llegar a ser contraproducente si en realidad no se está atendiendo a las necesidades reales propias o las de la otra persona.

La comunicación bilateral es central en las relaciones de cuidado, inclusive en las primeras etapas de la vida. Al comienzo de la vida, la respuesta del receptor de cuidado consiste básicamente en señales que indican que recibió el cuidado y que retroalimentan al cuidador. Los bebés nacen con capacidad de aferrarse, con reacciones de orientación, sonrisas, balbuceo y, con una predisposición para reaccionar ante estímulos sociales, como por ejemplo, atención del adulto, sonrisas, contacto físico cuando lo toman en brazos. Es decir, emiten unas señales y luego responden a las acciones de cuidado y protección de la madre o cuidador de manera que este recibe retroalimentación sobre sus acciones y de esta manera ajusta su comportamiento.

3) Es recíproca. Cada uno de los involucrados hace un aporte a la relación y ambos son responsables de su formación y mantenimiento. Cada persona presta atención y responde a las señales del otro. En algunas ocasiones se es “cuidador” y en otras se es “cuidado”, pero siempre se necesita prestar atención y responder. En las situaciones en que se es cuidador, se permanece atento a cualquier necesidad que la otra persona pueda manifestar y se realiza lo que se considere necesario para que esté mejor. En las situaciones en que se es cuidado, se expresan las necesidades o deseos y se responde a las acciones de cuidado de la otra persona. La reciprocidad es un elemento fundamental en las relaciones de cuidado. Por este motivo ser caritativo o misericordioso, comportamientos generalmente unidireccionales, no contribuye necesariamente a construir una relación de cuidado.

Ahora bien, hasta el momento al hablar de las relaciones de cuidado hemos hecho mayor énfasis en la búsqueda del bienestar del otro. Sin embargo, y debido a la reciprocidad que las caracteriza, ello no significa que el bienestar propio tenga menos importancia. En otras palabras, en una relación de cuidado cada una de las partes también está pendiente siempre de su propio bienestar y busca negociar sus intereses y necesidades Cuidar y ser cuidado es una necesidad básica humana. El sentirse recibido por otras personas y el saberse capaz de motivar la respuesta de otros frente a una necesidad propia son elementos centrales en la vida de cualquier individuo. Por este motivo, estas relaciones son una fuente primaria de bienestar personal ya que se siente el respaldo de otra persona y se cuenta con toda su