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Caracterización de la depresión en el adulto mayor

Caracterización de la depresión en el adulto mayor

El envejecimiento constituye un grave problema a nivel mundial, los mayores de 60 años presentan altos índices de morbilidad y discapacidad lo que implica una mayor demanda de los servicios de salud, y un alto costo social y económico. (Cantú, Jessica. Rivera, Mauricio. Campoy, Javier. Pérez, 2011). Durante el envejecimiento se presentan varios padecimientos de una manera simultánea, no existe una causa única de morbilidad, por lo que las enfermedades en esta etapa de la vida adquieren una manifestación clínica distinta y a la vez compleja.

Caracterización de la depresión en el adulto mayor

Autoras: Md. Esther Paola Conde Minga 1, Md. Karina Alexandra Cuadrado Martínez 2

1 Médica General y estudiante del Posgrado de Medicina Familiar y Comunitaria de la Universidad Nacional de Loja.

2 Médica General y estudiante del Postgrado de Medicina Familiar y Comunitaria de la Universidad Nacional de Loja.

Universidad Nacional de Loja. Área de Talento Humano. Postgrado de Medicina Familiar

RESUMEN

La coexistencia de trastornos psiquiátricos, afectivos, cognoscitivos y conductuales puede alterar la capacidad de las personas para mantener su independencia a lo que muchas veces no se le da la importancia que requiere y con frecuencia la depresión en el adulto mayor no suele ser detectada al considerarla propia del envejecimiento y no como un estado patológico que ocasiona sufrimiento, discapacidad, disfuncionalidad, mayor morbilidad y mortalidad.(Becerra Pino, 2012).   

Palabras clave: envejecimiento, depresión, discapacidad, morbilidad, disfuncionalidad.

INTRODUCCIÓN

En Ecuador para el quinquenio 1965-1970 la esperanza de vida al nacer era de 57,4 años; mientras que para el 2010 fue 75 años, es decir gracias a los avances en todo el ámbito de la tecnología se ha incrementado la longevidad y la expectativa de vida en comparación con años anteriores.(Ecuatoriana et al., 2010).

Para el 2010 los adultos mayores representaron en nuestro país el 7% de la población y al 2050 constituirán el 18%. (Soliz, Doris. Flores, 2013).

En nuestro Cantón Loja según el Censo de Población y vivienda 2010, existían hasta entonces 14.808 personas mayores de 65 años, que representan el 6,8% de la población total del Cantón; de este porcentaje el 5,6% habitan en la parroquia Malacatos, y corresponde a 835 adultos mayores. El índice de envejecimiento en esta parroquia es del 37,09. (INEC 2010).

Uno de cada tres adultos mayores presentan algún tipo de enfermedad crónica, las más frecuentes son las enfermedades cardíacas, cáncer, enfermedades cerebrovasculares, enfermedades pulmonares, diabetes, hipertensión arterial, deterioro cognitivo y depresión. (Soliz, Doris. Flores, 2013)

Como se puede analizar existe un buen porcentaje de adultos mayores en la parroquia Malacatos, y al considerarse que son un grupo vulnerable en el que las enfermedades crónicas asociadas, la disfuncionalidad familiar, el abandono, el uso de medicamentos los predisponen a estados depresivos que pueden llegar a ser profundos y preocupantes, debemos como médicos de familia detectarla a tiempo y actuar oportunamente para evitar las posibles consecuencias entre ellas el suicidio en el que tiene mayor riesgo los varones mayores de 80 años de edad (Becerra Pino, 2012), por lo que la atención primaria se convierte en un espacio idóneo para el abordaje de estos problemas.

Estas razones nos llevan a caracterizar la depresión en el adulto mayor de la parroquia Malacatos, con el objeto de mejorar la detección, el establecimiento del manejo en el nivel adecuado, un tratamiento oportuno y un seguimiento eficaz de los trastornos depresivos.

RESULTADOS

Ante los cambios físicos, psicológicos y sociales característicos de la vejez, se ponen en marcha mecanismos de adaptación o de afrontamiento que cuando son ineficaces provocan disminución de la autoestima, se sienten seres inferiores, que los hace vulnerables a padecer problemas de salud tanto física como mental. El grado de adaptación ante las pérdidas depende de la vulnerabilidad psicológica del adulto mayor, de los recursos económicos disponibles, del apoyo familiar y social, y cuando el adulto mayor no se adapta a estos cambios, puede debutar con depresión. (Becerra Pino, 2012).

Según el Global Burden of Disease Study 2010, más del 20% de las personas que pasan los 60 años de edad sufren algún trastorno mental o neural, de los cuales el 6,6% de la discapacidad se atribuye a trastornos mentales y del sistema nervioso. Entre el 18% y el 57% de los adultos mayores deprimidos cursan con síndrome demencial, el mismo que remite cuando se trata el cuadro depresivo.

La prevalencia de depresión se incrementa con la edad, a los 65 años es del 5,4% y a los 74 años es del 9,7%, siendo su prevalencia mayor en las personas institucionalizadas que en las que viven en su residencia familiar, en los varones institucionalizados llega al 82% y en las mujeres al 66%; mientras que los adultos mayores que residen en sus viviendas hay una prevalencia del 50%.(Pazán, 2015).

La depresión hace referencia a una amplia gama de problemas de salud mental caracterizados por la ausencia de afectividad positiva (una pérdida de interés o de la capacidad de disfrutar en actividades que normalmente eran placenteras), bajo estado de ánimo y una serie de síntomas emocionales, físicos, conductuales y cognitivos asociados.(García-Herrera, Pérez Bryan. Noguera Morilas, 2011)

  • Síntomas emocionales: pérdida de interés y de la capacidad de disfrutar por las cosas de la vida cotidiana, sentimientos de culpa, la inutilidad y falta de ilusión, así como baja autoestima con pérdida de confianza en sí mismos.
  • Síntomas físicos y conductuales: llanto, irritabilidad, aislamiento social, exacerbación de dolores preexistentes, aparición de otros, somatización, fatiga, disminución de la actividad, puede haber inquietud o ansiedad marcada. También es característico la disminución del sueño y del apetito perdiendo significativamente peso.
  • Síntomas cognoscitivos: pérdida de concentración y reducción de la atención, hay pesimismo y pensamientos negativos muy a menudo que pueden ser de sí mismos, del pasado o del futuro.

Por lo general algunas veces los adultos mayores con depresión no se quejan de estado de ánimo deprimido cuando acuden al médico, sino más bien hay algunas características que nos pueden sugerir la presencia de una depresión como las frecuentes visitas al médico, quejas persistentes de dolor, fatiga, insomnio, cefaleas, cambios en el sueño o apetito, síntomas gastrointestinales inexplicables, aislamiento social y una mayor dependencia. También puede ser signo de depresión el rechazo al tratamiento y la resistencia a ser dado de alta del hospital. (García-Herrera, Pérez Bryan. Noguera Morilas, 2011).

La depresión en el adulto mayor con frecuencia se relaciona a enfermedades musculo-esqueléticas, cardiovasculares, endócrinas, enterales, oftalmológicas, urogenitales, neurológicas. (Cantú, Jessica. Rivera, Mauricio. Campoy, Javier. Pérez, 2011). Y aquellos cuyas condiciones de vida son adversas, con aislamiento social, adicciones y comorbilidad son más dispuestos.

En un estudio realizado en un Centro de Salud mental de Sevilla en el que se demostró de un total de 207 pacientes, presentaron depresión en un 74,4% las mujeres y un 67,14% los hombres, de ellos aproximadamente la mitad de los pacientes estaban discapacitados en el funcionamiento social, familiar o en el cuidado personal. Un total de 175 pacientes (84,5%) presentaba factores ambientales que habían intervenido en la génesis y mantenimiento de la enfermedad depresiva. El 96,1% de los enfermos depresivos presentaba enfermedades físicas, revelando de esta manera que las depresiones en los ancianos presentan una distribución mayor en el sexo femenino, con una alta frecuencia de factores ambientales estresantes y de enfermedades somáticas acompañantes.(Gómez-Feria, 2002).

 La depresión es más frecuente en adultos mayores con bajos ingresos económicos, bajo nivel cultural, divorciados, separados y en la población rural. Su relación a enfermedades médicas es muy frecuente, aunque se desconoce el mecanismo de asociación, los principales predictores de depresión en ancianos físicamente enfermos son una historia psiquiátrica positiva, y la gravedad de la enfermedad médica en sí. (Herrera Tejedor, 2000).

El sedentarismo y la disminución de la actividad física en los adultos mayores se relacionan con altos niveles de depresión, con afectación mayor al sexo femenino en los primeros años de la vejez, igualándose después de los 80 años entre hombres y mujeres.

El uso de cuatro medicamentos o más (polifarmacia) se relacionó con un deterioro en el funcionamiento social así como agitación conductual. La revisión de la medicación es importante en la predicción y proceso de tratamiento de la depresión y puede moderar el impacto en el funcionamiento social secundario a la polifarmacia. El médico debe prescribir pocos medicamentos para eliminar los efectos adversos de los mismos y así reducir los síntomas depresivos. Existe una relación directa entre la depresión y los trastornos del sueño: insomnio, apnea obstructiva del sueño; los trastornos del ánimo hacen más susceptible a la presencia de insomnio.(Cantú, Jessica. Rivera, Mauricio. Campoy, Javier. Pérez, 2011).

El insomnio persistente puede perpetuar la depresión, especialmente los que reciben atención médica en el primer nivel de atención. Los síntomas más frecuentemente relacionados son: sensación de una disminución en el tiempo total de sueño y despertar precoz.

La búsqueda intencionada de depresión y ansiedad en pacientes ancianos con insomnio es obligada, ya que son causas frecuentemente encontradas como causa directa o indirecta de este trastorno del sueño, queja con la que con frecuencia acuden a consulta.

La habilidad limitada para mejorar la comunicación frecuentemente resulta en una pobre funcionalidad psicosocial. Los adultos mayores experimentan dificultades para adaptarse a la pérdida sensorial (audición y visión), siendo la depresión, ansiedad, letargia e insatisfacción social las repercusiones más frecuentes.(Cantú, Jessica. Rivera, Mauricio. Campoy, Javier. Pérez, 2011).

De todo lo expuesto podemos decir que los principales factores de riesgo relacionados con la depresión son los siguientes:

  • Sexo femenino
  • Aislamiento social
  • Viudez
  • Divorcio o estado de separación marital
  • Enfermedades médicas asociadas
  • Enfermedad médica incapacitante reciente
  • Polifarmacia
  • Nivel socio-económico bajo
  • Dolor crónico
  • Trastornos del sueño
  • Abatimiento funcional
  • Duelo económico o familiar
  • Deterioro cognoscitivo
  • Institucionalización
  • Dependencia de alcohol

Finalmente, conviene destacar el alto riesgo de suicidio detectado en los enfermos con depresión senil, estimado en cuatro veces mayor que en individuos deprimidos de menor edad. La alta prevalencia de enfermedad depresiva en los ancianos con tentativas suicidas, en comparación con otras enfermedades, justifica el compromiso de los profesionales de la salud para detectar la posible presencia de conducta autolítica y proceder de un tratamiento vigoroso y a la vigilancia estrecha a cargo de los familiares del enfermo. (Cantú, Jessica. Rivera, Mauricio. Campoy, Javier. Pérez, 2011).

Factores que se asocian con un alto riesgo suicida son: ausencia de apoyo familiar, mala salud física, alcoholismo asociado, sentimiento de culpa, historia de anteriores intentos suicidas y presencia de anestesia afectiva (sentimiento de falta de sentimiento).(Farmac, 2007).

Considerando la alta tasa de recaídas de esta enfermedad, no es de extrañar que la depresión afecte cada vez más a los ancianos y que la mayor tasa de suicidios por edad se produzca en los mayores de 70 años.(Urbina Torija, Flores Mayor, García Salazar, Torres Buisán, & Torrubias Fernández, 2007).

Lo que no se debe hacer: pedirle que levante el ánimo y ponga algo de su parte, aconsejarle que se vaya de viaje o de vacaciones para olvidar, intentar convencerle si su estado es delirante, persuadirle de que hay mejoría, aunque no lo haya.

Lo que si se debe hacer: Explicarle el carácter temporal de la depresión, comentarle la frecuencia del trastorno, comunicarle la buena evolución si ésta se produce, reconvenir su tendencia a ver todo lo negativo, mantenerse siempre en una postura dialogante y flexible con el enfermo, dejarle expresarse.

CONSIDERACIONES FINALES

  • La depresión en el anciano se está convirtiendo en un importante problema de salud pública. Caracterizada por una mayor gravedad, un elevado riesgo de suicidio y dificultades a la hora de identificarla, es una enfermedad, que con todo, puede y debe ser tratada.
  • El envejecimiento del ser humano constituye un proceso natural se produce a través de todo el ciclo de vida, la diferencia está en que no todas las persona en envejecen de la misma forma, puesto que la calidad de vida y la funcionalidad durante la vejez, están en estrecha relación con las oportunidades o privaciones que se tuvo durante la infancia, la adolescencia y edad adulta.
  • Los estilos de vida, la funcionalidad familiar, el territorio geográfico en donde se ha vivido, la exposición a factores de riesgo, las posibilidades de acceso a la educación, la promoción de la salud en el transcurso de la vida, enfermedades incapacitantes, marcadores de fragilidad, constituyen aspectos muy importantes al evaluar calidad de vida en el adulto mayor, por ende cualquier impacto sobre estos aumenta la prevalencia de síntomas depresivos en las personas mayores de 64 años, a veces superior a la frecuencia de depresión clínica y se asocian con el riesgo social y la comorbilidad (Cerdá Díaz, López-Torres Hidalgo, Fernández Olano, López Verdejo, & Otero Puime, 1997).
  • Por ello las acciones de salud orientadas al abordaje de la depresión en la población adulto mayor deben dirigirse al ámbito familiar por ser este un factor fuertemente asociado a aquella. (García Lozano et al., 2000).
  • La depresión en el adulto mayor se asocia con deterioro de actividades básicas e instrumentales, deterioro cognitivo, agotamiento, prescripción de medicamentos psicótropos, y menos actividad física y peor autopercepción de energía.(Formiga, 2014).
  • Muchas veces se resta importancia a la depresión menor, ya que se la considera como una respuesta aceptable al estrés de la vida diaria o como una parte normal del envejecimiento. O el médico a su vez puede atribuir los síntomas depresivos como “normales de la edad” o a una enfermedad física. (García-Herrera, Pérez Bryan. Noguera Morilas, 2011).
  • Pese a la elevada prevalencia de la depresión, se estima que solo un 10% de los adultos mayores reciben tratamiento adecuado. (Becerra Pino, 2012).
  • Dentro de los principales factores predisponentes a depresión en el anciano se encuentran: la familia, enfermedades, fármacos, alteraciones ambientales y circunstanciales.
  • Aunque los factores socio-ambientales actúan como desencadenantes y/o como cofactores de cronificación y de muerte por depresión, solo se ha cuantificado la capacidad explicativa de la depresión por una mala dinámica familiar y la presencia durante varios meses de sucesos vitales estresantes.(Urbina Torija et al., 2007).
  • Por otra parte, la falta de apoyo social es un cofactor causal y pronóstico, como lo demuestra el papel protector que tiene la práctica comunitaria de rituales religiosos en la aparición y remisión de síntomas depresivos. Los factores de relación y apoyo social, se encuentran claramente vinculados en la literatura médica a la presencia de síntomas depresivos.(Urbina Torija et al., 2007).
  • La comorbilidad por enfermedades que producen discapacidad también está fuertemente asociada, y de manera independiente, con la presencia de síntomas depresivos.
  • El médico de familia debe fomentar en el adulto mayor estilos de vida saludables como ejercicio, dieta sana, eliminar adicciones, así como promover la asistencia a grupos de atención social a la salud y terapia ocupacional. Así mismo mantener una comunicación con los miembros de la familia, los amigos, los vecinos y los grupos comunitarios debido a que los adultos mayores son susceptibles a la soledad y al aislamiento social.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Cantú, Jessica. Rivera, Mauricio. Campoy, Javier. Pérez, F. (2011). Guía de Práctica Clínica. Depresión en el adulto mayor. México.

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