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La vivencia del drogodependiente y la relación con su familia

Otro de los aspectos de los que habla es de los estilos educativos de los padres de hijos consumidores. Destacan cuatro: democrático, permisivo, indulgente/inconsciente y desbordado. La permisividad, la tolerancia a veces excesiva o temerosa de enfrentarse a los hijos, la indulgencia, la ambivalencia, la duda, etc. son características que se den entre muchos padres.

  1. El tratamiento de la adicción

Una vez se ha establecido la adicción es necesario iniciar el tratamiento. A pesar de que muchas familias perciben la drogodependencia como un problema en el que hay que internar a la persona en un centro de desintoxicación, tiene que ser el propio drogodependiente quien haga el primer paso, reconocer el problema y convencerse de la necesidad de realizar un cambio de estilo de vida y aceptar la ayuda externa para mejorar su situación (FAD, 2013) (Martínez, 2000).

El tratamiento de las drogodependencias es un proceso que persigue la mejora de las condiciones en la situación del consumidor y un cambio en su estilo de vida. La duración de este proceso es variable ya que depende de la situación personal y social, pero por lo general los tratamientos libres de drogas tienen una duración que suele oscilar entre uno y dos años (FAD, 2013).

Para abandonar el consumo de drogas, en teoría se puede salir sin ayuda externa ya que su consumo es una decisión personal. No obstante, en la práctica, la realidad muestra que este hecho no es sencillo de conseguir de forma habitual, necesitando la ayuda externa, programas asistenciales y la familia, los cuales facilitan el proceso.

Para el tratamiento de la adicción, se iniciaría con la desintoxicación. Cuando una persona deja de consumir la droga con la que ha desarrollada tolerancia y dependencia, aparece el síndrome de abstinencia, que puede ser de mayor o menor intensidad en función del tipo de droga, cantidad que consume, vía de administración o frecuencia del consumo (Martínez, 2000).

La desintoxicación supone todas las actuaciones farmacológicas utilizadas para paliar los síntomas que aparecen tras la supresión del consumo de la droga. Supone el primer paso para tratar la adicción, pero eso no implica su curación. Después de la desintoxicación se iniciaría la rehabilitación en la cual se reestructura la vida del individuo recuperando las relaciones familiares y sociales y por último se realizaría una reinserción en la que se facilita la adaptación al medio social. Para poder realizar este proceso existen centros de referencia que suponen la entrada a la red asistencial pública, en los que se puede acudir de forma directa y gratuita. En dichos centros se valora cada caso, las distintas situaciones y formas de consumo, teniendo en cuenta factores como la edad, tiempo de consumo, sustancias consumidas, vía de administración y estado de salud entre otros, y se diseña el programa de intervención más adecuado. Además también existe la posibilidad de realizar tratamientos en centros privados.

En Cataluña encontramos la «Xarxa d’Atenció a les Drogodependències de Cataluña» donde se especifican todos los centros de Cataluña que trabajan la rehabilitación de las drogodependencias. En la provincia de Tarragona, como Centro de Atención y Seguimiento encontramos el CAS Joan XXIII, éste tiene como misión atender a las personas con trastornos por el abuso de sustancias y a sus familias, formado por un conjunto de profesionales tales como: médicos, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, diplomados de Enfermería, auxiliares de Enfermería y técnicos administrativos. El CAS abarca la población de las comarcas del Tarragonés, Alt Camp y Baix Penedès. La unidad hospitalaria de desintoxicación de referencia en Tarragona es la unidad de desintoxicación del Hospital Joan XXIII. La comunidad terapéutica de referencia es la Asociación Egueiro (Valls) y por último el Centro de Atención y Seguimiento es el CAS Joan XXIII.

La familia tiene una gran importancia en este proceso, además de facilitar al drogodependiente que tome la decisión de iniciar el tratamiento, supone un apoyo del mismo, motivando a la persona a cumplir con el proceso. Paralelamente existen programas en los que se orienta y se facilitan las pautas de actuación para los familiares, capacitándoles para abordar mejor estas situaciones (FAD, 2013).

CONCLUSIONES

Es fundamental el hecho de no confundir el consumo adictivo con un hábito. Para considerar que una persona tiene adicción propiamente, se tienen que dar las siguientes situaciones. En primer lugar la anulación o restricción de la libertad interior para decidir, interfiriendo en el funcionamiento normal del individuo en la vida diaria y la segunda la alteración nociva en las condiciones de vida para el sujeto consumidor o para otras personas cercanas.

Consideraremos por lo tanto, como conductas adictivas, todas aquellas actividades que tienen consecuencias graves para el sujeto y que limitan su libertad. En el caso de adición al consumo continuado de una droga se produce un deseo incontrolable que hace que la persona no pueda dejar de consumirla. Finalmente supone una incapacidad para afrontar y auto-controlar las propias emociones, además, la sustancia ya no se busca como refuerzo positivo (para estar bien) sino como refuerzo negativo (para dejar de estar mal). Éste es el momento en el que podemos hablar de comportamiento adictivo.

La familia o grupo familiar es el núcleo central sobre el que se estructuran las relaciones sociales, se trata del pilar básico que garantiza el bienestar de sus miembros. Hoy en día los jóvenes se ven obligados a permanecer en el domicilio familiar hasta edades inimaginables ya sea por temas laborales, económicos… Bien sabemos que determinadas características o mecanismos familiares pueden disuadir o promover el consumo o abuso de drogas por parte de los adolescentes. Estudios acerca del tema en cuestión destacan que en las familias consumidoras hay menor implicación de los miembros de la familia, menor comunicación entre ellos, por regla general son más cerrados y habitualmente hay menor sentimiento de unidad familiar. El funcionamiento familiar suele ser peor cuando un hijo es consumidor, suelen compartir menos actividades y tiempo juntos.

Cómo conclusión final vemos que el consumo de drogas parece vincularse con los niveles más bajos de cohesión y adaptabilidad, siendo esto corroborado en los estudios citados anteriormente, sobre todo en cohesión, es decir, existe una tendencia hacia el desapego. En estas familias se da más valor a permitir el propio espacio personal que a compartir espacios, a la intimidad de cada miembro que a la intimidad familiar. Y también se ha comprobado que las familias consumidoras su comunicación refleja mayor intercambio de insultos, ofensas, trato silencioso…

Vemos como la sociedad actual tiende a estigmatizar a los consumidores de drogas. Es un hecho que marca de forma muy negativa en todos los ámbitos de la vida del individuo. Pasa a ser invisible e ignorado ante los ojos de la sociedad y se espera que se aparten hacia centros para superar la adicción y recuperar sus habilidades. Son discriminados e infravalorados socialmente. El consumidor adquiere poco a poco sin saberlo el rol de “drogodependiente” y vive para y por la substancia que consume. Todos estos aspectos marcan a la persona e influyen directamente sobre su autoestima y autocontrol que cada vez será más bajo y le hará caer en actividades como la delincuencia para obtener aquello que ansía.

Para lograr la re-inserción social, lo principal será dejar el consumo de la substancia. El propio drogodependiente es quien ha de hacer el primer paso, sin duda, aunque la familia considere como mejor opción internar a su familiar en un centro de desintoxicación, el primer paso ha de ser que el propio sujeto reconozca que existe un problema y auto convencerse de que hay que cambiar el estilo de vida. Generalmente el tratamiento suele tener una duración de uno a dos años aproximadamente. Dicho esto, no todas las personas necesitan de un centro o ayuda externa ya que como hemos dicho, se trata principalmente de una decisión personal y de la voluntad de la persona. El tratamiento pasa por diversas fases, la primera consiste en la desintoxicación. Durante la desintoxicación la persona deja de consumir la droga de la que había desarrollado tolerancia y dependencia, aparece el síndrome de abstinencia, que será de mayor o menor intensidad dependiendo de la substancia consumida, el tiempo de consumo, la vía de administración… Una vez se ha desintoxicado se inicia la fase de rehabilitación (re-estructuración de la vida) y por último se llega a la reinserción en la que se facilita la adaptación al medio social.

Existen diferentes opciones para realizar ésta terapia o tratamiento. La red asistencial publica dispone de centros de referencia a los que se puede acudir de forma directa y gratuita, en ellos se valora cada caso de forma aislada y se diseña el programa de intervención más conveniente. Como ya hemos mencionado anteriormente, la familia tiene un gran papel en éste proceso, puede facilitar al drogodependiente que tome la decisión de emprender una solución y por supuesto será un pilar de apoyo que puede motivarlo a cumplir su meta (la re-inserción social). La integración laboral es otro de los aspectos que incrementa la sensación de independencia, mejora la autoestima y en definitiva crea cierto reconocimiento social.

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