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Síntesis bibliográfica del Ébola como virus y enfermedad

pequeñas diferencias que permiten distinguirlos. Todas las cepas tienen un perfil casi idéntico en el gel de electroforesis.

El Ébola tiene un gran tropismo por los órganos como el hígado, el tejido conjuntivo, el sistema de coagulación que se extiende por todos los órganos y la dermis de la piel debido a los abundantes macrófagos que contiene que son las células del SRH o SRE (sistema retículo – histiocitario o sistema retículo – endotelial) preferencia que extiende a las células macrófagas de la sangre.

Todas estas células, en un intento de eliminar al virus, lo engloban en su citoplasma. El ARN replicante se aprovecha de esta «oportunidad» o facilidad y utilizando las proteínas de estas células – huésped, se multiplica velozmente formando cuerpos de inclusión. La reproducción es tan rápida que todas las células infectadas se transforman en paquetes llenos de bloques cristalinos (los llamados «ladrillos» por los técnicos), verdaderos nidos de virus listos para salir al exterior. Emigran del centro de las células hasta la superficie interna de su membrana que atraviesan como brotes, raíces o cabellos que quedan flotando en el torrente circulatorio. Una gota de sangre infectada puede contener cientos de millones de unidades víricas.

Los virus liberados esperan tranquilamente que otros macrófagos los «devoren» y vuelven a repetir la misma tarea. Por eso, en los cadáveres de pacientes muertos por Ébola puede verse el hígado convertido en una pulpa sanguinolenta que es un hervidero de virus y la piel se licúa por la destrucción del tejido conjuntivo. Al poco tiempo de la muerte, el cuerpo queda como fundido, liquefacto, disuelto. Todo ese icor cadavérico es un cultivo puro de Ébola. El virus destruye todos los tejidos del organismo excepto los huesos y músculos esqueléticos.

  1. – Histología

Al estudiar histológicamente los tejidos enfermos se encuentran múltiples necrosis focales en hígado, órganos linfáticos, riñones, ovarios y testículos. En los capilares se ve reducida la luz vascular por la adhesión de los virus al endotelio.

Histológicamente en los órganos de los monos muertos por el Ébola se observaron necrosis, hemorragias, necrosis de células linfoides y fagocitos mononucleares en el bazo, trombos de fibrina intravascular, hemorragias en la médula renal y tracto intestinal, necrosis de células linfoides y epiteliales, necrosis hepatocelulares y de la zona glomerular del córtex suprarrenal, intensa congestión cerebral y lesiones necróticas focales.

Toda la escena está dominada por la necrosis.

  1. – Síntomas

Después del contacto con un enfermo y sus secreciones, se produce un período de incubación de 2 a 21 días, al que siguen las primeras manifestaciones de la enfermedad que son cefaleas, inflamación de garganta, fiebre y quebrantamiento general, síntomas comunes a muchas enfermedades tropicales y no tropicales.

Pero pronto, tras ese malestar, aparecen mialgias, epistaxis y un signo muy prematuro que es el sangramiento abundante por el orificio de un pinchazo por una aguja de inyección hipodérmica.

Aparece seguidamente un sarpullido o «rash» generalizado, petequias (microhemorragias subepidérmicas), náuseas, vómitos y diarreas sanguinolentas. Sigue una rápida afectación del hígado, bazo, intestinos (con dolores abdominales) y riñones, con hemorragias por todos los orificios naturales con vómitos sanguinolentos. Los ojos se ponen rojos y sale sangre por los lagrimales (los enfermos lloran sangre) pudiendo sobrevenir ceguera. La deshidratación es muy rápida con la postración consiguiente. El enfermo sangra por todos los poros. Hasta los pezones sangran.

En los varones, los testículos se ven pronto afectados adquiriendo el escroto un color violáceo y aspecto tumefacto.

El virus ataca al tejido conectivo con gran ferocidad. En la piel aparecen vejigas blanquecinas mezcladas con las manchas rojas petequiales (rash máculo -papular), con el aspecto descrito por algunos autores de «pudding de tapioca». Siguen laceraciones espontáneas de estas vejigas y hemorragias numerosas por los poros de las roturas. Las manchas rojas se extienden y toda la piel se convierte en una pulpa que se deshace.

Las encías y las glándulas salivales sangran, la lengua pierde su cubierta y sangra también haciéndose muy dolorosa. En el interior de los vasos sanguíneos aparecen múltiples coagulitos de sangre que se adhieren al endotelio vascular pavimentándolo como un mosaico. Muchos trombos se desprenden, y van al cerebro y al corazón, donde producen necrosis.

El fallo renal es una de las primeras grandes complicaciones, produciéndose la uremia consiguiente. El bazo se convierte en una bola del tamaño de una pelota de baseball, como si fuese un coágulo único. Los intestinos se llenan de sangre. En las mujeres hay emisión de sangre por la vagina.

Las lesiones cerebrales producen reblandecimiento en diversas áreas pudiendo originarse hemiplegia o convulsiones epilépticas que ayudan a la difusión por toda la habitación o sala donde se encuentre el enfermo de la sangre y las secreciones contaminadas que salen de su cuerpo.

El proceso de coagulación sanguínea es neutralizado por el virus. Hacerle una biopsia sería contribuir a desangrarle.

Hay delirio y shock intratable. A veces la fiebre elevada y el delirio se acompañan de un estado de agitación que pone a estos enfermos combativos, siendo muy difíciles de manejar. Con sus movimientos riegan la sangre y las secreciones contaminadas por todas partes haciendo sumamente peligroso su manejo, a menos que el sanitario se proteja con trajes de los llamados «espaciales», guantes dobles, gafas y casco, lo que no acaba de protegerlos contra la violencia del enfermo y constituyen otro problema en las zonas tropicales húmedas donde se desarrolla la epidemia si no están fabricados con autorrefrigeración e inyección de aire filtrado. No es de extrañar que las primeras víctimas de esta enfermedad sean por lo tanto el propio personal sanitario.

Si el paciente tiene un sistema inmunitario débil (a causa de la edad o que sufra alguna patología) se