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Enfermería en la administración de hemoderivados

10º Controlar constantes vitales y vigilar aparición de reacciones: Si aparecen signos de reacción transfusional:

– Interrumpir la infusión del preparado sanguíneo inmediatamente.

– Cambiar el equipo de perfusión para evitar perfundir más sangre. Guardar la bolsa para su posterior análisis.

– Perfundir suero fisiológico (permitirá administrar fármacos rápidamente por esa vía).

– Ponerse inmediatamente en contacto con el médico responsable.

– Medir los signos vitales del paciente cada 15 minutos y valorar la gravedad de la reacción.

– Tratar la reacción según prescripción médica: adrenalina, esteroides…

– Obtener una muestra de sangre y otra de orina y enviarlas a laboratorio (se estudiará la hemoglobina plasmática y en orina)

– Devolver la sangre no usada al banco de sangre.

– Registrar la reacción del enfermo, incluyendo hora en que comenzó y se detuvo la transfusión, cantidad de sangre infundida, signos y síntomas que presentó el enfermo y las actuaciones realizadas.

11º Anotar en la historia del paciente las características de la transfusión. Documentar todos los datos obtenidos durante el proceso

Reacciones transfusionales

Todos los pacientes que reciben una transfusión de sangre podrían presentar complicaciones derivadas del tratamiento. Cada célula sanguínea contiene en su superficie muchos antígenos diferentes, de modo que las células de un donante pueden contener proteínas que son extrañas para el receptor.

Al explicarse las razones de la transfusión se deben explicar al paciente los riesgos y beneficios, debiendo estar informado de que el suministro de sangre no está totalmente libre de riesgos, pero que la sangre ha sido analizada cuidadosamente. La atención de Enfermería se centra en prevenir las complicaciones e iniciar rápidamente las medidas para controlarlas si llegan a surgir. Entre las complicaciones se encuentran:

– Sobrecarga circulatoria:

En pacientes con normovolemia (como los que sufren anemia crónica) o hipervolemia (como en la insuficiencia renal o cardíaca), la administración de sangre completa o concentrados puede originar edema pulmonar. La causa suele ser la administración de líquidos con mayor rapidez de lo que puede aceptar la circulación. Para prevenirla se debe ajustar el volumen y la tasa de flujo de la transfusión de acuerdo con el tamaño corporal y la situación clínica del paciente.

Los signos de sobrecarga circulatoria a los que debe prestarse atención son: disnea, ansiedad súbita, ortopnea, cianosis, cefalea, taquicardia, hipotensión, distensión de las venas del cuello, aumento de la Presión Venosa Central.

El modo de actuación ante una sobrecarga circulatoria es:

1- Colocar al paciente incorporado con los pies en posición pendiente.

2- Interrumpir la administración de sangre y notificarlo al médico.

3- Mantener abierta la vía endovenosa con administración muy lenta de suero fisiológico para mantener el acceso a la vena por si se prescribe medicación intravenosa (diuréticos…)

4- Si no ocurre mejoría rápida suele ser necesaria una flebotomía.

– Reacción séptica:

Se debe a la presencia de productos sanguíneos contaminados, sin embargo, con el uso tan extendido de equipos de transfusión desechables la presencia de pirógenos bacterianos rara vez es la causa.

Para prevenir una reacción séptica se debe recoger, procesar, almacenar y transfundir los productos hematológicos de acuerdo con las normas del banco de sangre. Además, se debe administrar la sangre en un plazo de 4 h, antes de que la temperatura cálida de la habitación propicie el crecimiento de bacterias; debe ser inspeccionada para detectar burbujas (burbujas de aire pueden indicar presencia de crecimiento bacteriano), coágulos o color anormal. Es poco común que la sangre se contamine de manera importante con microorganismos que sobrevivan en almacenamiento a 4ºC.

Las manifestaciones de reacción séptica son: comienzo rápido de fiebre, escalofríos, vómitos, diarrea, hipotensión marcada y shock.

Tan pronto como se identifique la reacción se debe:

1- Interrumpir la transfusión y notificar al médico.

2- Dejar vía intravenosa para administrar suero fisiológico y fármacos según prescripción (antibióticos, líquidos intravenosos, antipiréticos…)

3- Notificarlo al banco de sangre y enviar la bolsa con la sangre restante para estudio.

– Reacción febril no hemolítica:

Es la reacción más común ante una transfusión, provocada por la sensibilidad a los leucocitos, plaquetas o proteínas del plasma del donante. Las manifestaciones son: aumento de la temperatura durante la administración de la sangre o poco después, escalofríos, malestar, enrojecimiento, dolor muscular.

Ante una reacción febril se administran antipiréticos según lo prescrito (no administrar ácido acetilsalicílico en pacientes con problemas trombocitopénicos).

– Reacción alérgica:

Se piensa que la causa de estas reacciones es la sensibilidad a una proteína plasmática de la sangre transfundida o de la transferencia de anticuerpos del donador que reaccionan con algún antígeno al que ha estado expuesto el receptor.

Los pacientes que sufren reacción alérgica manifiestan prurito, urticaria, ronchas, inflamación facial, náuseas, vómitos, cefalea, mareos, pudiendo llegar hasta edema de glotis, distrés respiratorio y shock.

Para tratar la reacción alérgica se administra antihistamínicos según prescripción médica. Si los síntomas son leves y transitorios (sólo ronchas), se reiniciará la transfusión lentamente. No reiniciar la transfusión si aparece fiebre o síntomas pulmonares.

Para prevenir la reacción alérgica se tratará profilácticamente con antihistamínicos.

– Reacción hemolítica aguda:

Es el tipo de reacción más peligrosa secundaria a transfusiones; surge cuando la sangre del donante es incompatible con la del receptor. Los anticuerpos que el receptor posee en el plasma se combinan rápidamente con los eritrocitos del donante y éstas células sufren lisis. La hemólisis más rápida surge con la incompatibilidad de los grupos AB0. Es frecuente que la incompatibilidad del factor Rh tenga efectos menos graves.

Para prevenir una reacción hemolítica se debe verificar meticulosamente y documentar la identificación del paciente al recoger una muestra para infusión de componentes e iniciar la transfusión a ritmo lento. Esta reacción puede presentarse cuando apenas se han administrado 10 ml de sangre.

Los síntomas son: escalofríos, fiebre, dolor lumbar, cefalea, dolor torácico, taquicardia, disnea, hipotensión, náuseas y vómitos, agitación, ansiedad y shock.

Las causas más frecuentes de esta reacción son el resultado de errores administrativos al etiquetar la sangre e identificar al paciente.

Conclusión

Por todo lo expuesto anteriormente, es imprescindible tener en cuenta todos los aspectos en torno a los hemoderivados, que el profesional de Enfermería debe llevar a cabo en la práctica diaria de su trabajo para proporcionar unos cuidados de alta calidad y conservar al máximo la seguridad del paciente.

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