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Factores familiares y su relación con factores de riesgo modificables para hipertensión arterial

individuos que presentan disfunción familiar se relacionan con el desarrollo de malos hábitos alimenticios (Mejía et al., 2014).

Un ambiente familiar disfuncional y una estructura monoparental son factores de riesgo para padecer sobrepeso y obesidad (Flores & Sánchez, 2011).

Las determinaciones de índices antropométricos constituyen herramientas de predicción de la hipertensión arterial debido a la asociación de los mismos (Afrifa, Agyemang, Ardey, Ogedegbe, & Graft, 2015; Lee, Lim, Baek, Park, & Park, 2015).

La Organización Mundial de la Salud sitúa al sedentarismo entre los 10 principales riesgos de mortalidad global en el mundo, siendo responsable del 6 % del total de muertes. La actividad física no es solo una actividad deseable sino una necesidad debido a los grandes beneficios de su práctica en la salud, de igual manera llevar una vida sedentaria conlleva consecuencias negativas para la salud y facilita la aparición de enfermedades (Córdoba et al., 2012).

Los bajos niveles de actividad física y conductas sedentarias se asocian con aspectos disfuncionales de la dinámica familiar (Lavielle, Pineda, Jáuregui, & Castillo, 2014).

La prevalencia del sedentarismo es mayor en mujeres, aumenta conforme avanza la edad y se lo ha relacionado con los niveles elevados del perímetro de cintura, además se ha descrito que las personas sedentarias presentan un incremento en su frecuencia cardiaca que se podría relacionar como un signo de afectación del sistema cardiovascular (Moreno, Cruz, & Angarita, 2014).

El alcohol es otro determinante importante de la presión arterial, aunque su mecanismo fisiopatológico no está completamente establecido se lo ha relacionado con el aumento de las catecolaminas plasmáticas, aumento del gasto cardiaco, anormalidades en el sistema renina angiotensina aldosterona o del sistema nervioso autónomo o un efecto directo sobre el tono vascular (M. Rodríguez, 2012).

Estudios señalan un incremento del riesgo de hipertensión asociado al consumo de alcohol sin ningún papel específico del patrón de bebida (Amicucci, Gonçalves, Guimarães, & Amaral, 2010; Núñez et al., 2009).

la presencia de conflicto entre padres está asociada con un vínculo más deteriorado de padres e hijos y mayor consumo de alcohol y otras drogas (Fantin & García, 2011)

La hipertensión arterial y el tabaquismo son dos condiciones crónicas altamente prevalentes, afectando a más del 30% de la población adulta, cada una de ellas por separado y hasta al 5% como mínimo su asociación (Pardell, Armario, & Hernández, 2003).

El mecanismo del efecto presor del tabaco es motivo de especulación, probablemente este mediado por una estimulación adrenérgica central y periférica, además debido a su capacidad aterogénica produce una mayor incidencia de HTA renovascular (Roca & Coll, 2010).

  En un estudio realizado en Bangladesh se determinó que aproximadamente un tercio y un sexto de la población adulta de zonas rurales se ven afectados con prehipertensión e hipertensión, respectivamente (Khanam, Lindeboom, Razzaque, Niessen, & Milton, 2015).

Estudios realizados en China revela una elevada prevalencia de prehipertención e hipertensión arterial en adultos y su asociación a otros factores de riesgo cardiovascular (Deng et al., 2013; Huang et al., 2014; Lin et al., 2012).

Existe una diferencia significativa en la prevalencia de hipertensión arterial relacionada con las características geográficas de la población, estilos de vida, consumo de sodio, y nivel de educación (Ruixing et al., 2006).

En la provincia de Loja existe una elevada prevalencia de factores de riesgo de hipertensión arterial dentro de los cuales destacan el sobrepeso y obesidad con 63,9 %, consumo de alcohol  40,6 %, consumo de tabaco 42,3 %, inactividad física 55,8 %, prehipertensión 34,8 % (Freire et al., 2014).

Los cambios en los estilos de vida como abandono del tabaco, reducción del exceso de peso, moderación del consumo de alcohol, actividad física, reducción de la ingesta de sal, aumento de la ingesta de frutas y verduras conjuntamente con la reducción del consumo de grasas saturadas pueden contribuir a disminuir los niveles de presión arterial (Calvo, Waisman, & Juncos, 2010).

Conclusión:

La mejoría de la atención médica requiere un cambio de enfoque desde el paradigma biológico a un enfoque sistémico biopsicosocial competente al médico de familia, de manera que se brinde una atención integral, continuada, involucrando a la familia y comunidad, con prácticas orientadas a la promoción y prevención de salud.

Referencias bibliográficas

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