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Fractura de cadera en Adultos Mayores. Problemas a resolver en la Atención Primaria

Fractura de cadera en Adultos Mayores. Problemas a resolver en la Atención Primaria

Globalmente la esperanza de vida está aumentando y con ello están aumentando también las enfermedades y condiciones asociadas al envejecimiento. Una de esas condiciones es la fractura de cadera. Se estima que número de fracturas de cadera aumentará desde los 1.7 millones del año 1990 a aproximadamente 6.3 millones para el año 2050 (Oden, McCloskey, Kanis, Harvey, & Johansson, 2015, p. 2243 – 2248).

Fractura de cadera en Adultos Mayores. Problemas a resolver en la Atención Primaria

Autores:

Dra. Omaira Ximena Burneo Yaguana. Doctora en Medicina General, Postgradista de Medicina familiar y comunitaria R3 Universidad Nacional de Loja.

Universidad Nacional de Loja, Ecuador. Área de la Salud Humana

INTRODUCCIÓN.

América latina no es ajena a este fenómeno, pues la proporción de adultos mayores también va en aumento; se estima que dentro de 50 años el 75% de la carga global de las fracturas de cadera provendrá de países en desarrollo (Negrete-Corona, Alvarado-Soriano, & Reyes-Santiago, p. 352-62). En el Ecuador la tasa de incidencia anual bruta de fracturas de cadera es del 49.5 por cada 100 000 personas (34.8 por cada 100 000 hombres y 63.2 por cada 100 000 mujeres) (Orces, 2009, p. 438-442).

El envejecimiento poblacional explica parcialmente esta creciente incidencia. El número y la incidencia de fracturas de cadera se incrementa exponencialmente con la edad, tanto que el 90% de los casos ocurre en personas mayores de 50 años, siendo esta asociación con la edad más notoria en las mujeres (Orces, 2009, p. 438-442), lo que sugiere que existen factores de riesgo y factores protectores asociados al sexo.

Dentro de los factores que incrementan el riesgo de fracturas se han descrito: la reducción en la resistencia ósea – relacionada con la edad –, el incrementado riesgo de caídas de los adultos mayores (Orces, 2009, p. 438-442), condiciones médicas crónicas, ciertos medicamentos como la cortisona, problemas nutricionales, falta de calcio y vitamina D, trastornos alimenticios graves, como la anorexia nerviosa y la bulimia, la inactividad física y consumo de tabaco y alcohol (LeBlanc, Muncie, & LeBlanc, 2014, p. 945-51). No obstante existen factores contextuales que inciden en una mayor frecuencia de esta condición; por ejemplo, es remarcable que los pacientes institucionalizados tienen una incidencia tres veces mayor de sufrir este tipo de fracturas que aquellos que viven en la comunidad (Muñoz et al., 2008, p. 73-81).

A nivel individual, como consecuencia de esta patología, existe un alto riesgo de morbilidad y mortalidad, siendo además una gran carga económica y social por las repercusiones funcionales que acarrea; de hecho, el 29% de los adultos mayores con fractura de cadera no alcanzan sus niveles de funcionalidad previos a la fractura un año después de la misma (Bertram, Norman, Kemp, & Vos, 2011, p. 365-70), lo que condiciona una mayor utilización de servicios sanitarios y conlleva elevados costos de tratamiento y cuidados posteriores.

A nivel familiar y comunitario, esta condición – la fractura de cadera – acarrea problemas que van más allá del daño ortopédico, físico y psicológico del paciente. Debido al elevado riesgo de co-morbilidad, discapacidad, reducción de la calidad de vida, dolor crónico, etc. los pacientes y sus familias se ven obligados a un proceso de adaptación y reorganización familiar a fin de satisfacer las nuevas necesidades del paciente, lo que se traduce en una mayor presión sobre los familiares y su entorno social. En vista de esa elevada presión en el sistema familiar, el riesgo de que se desate una crisis es alto, por tanto, el médico de familia y los demás sanitarios deben actuar a tiempo y de una manera proactiva a fin de prevenirla.

No existe literatura científica que explique, en qué medida la presencia de un familiar adulto mayor con fractura de cadera afecta la funcionalidad de la familia, tampoco se ha determinado con exactitud si existen factores predictores de disfunción familiar en el entorno de un adulto mayor afectado, que permitan intervenir tempranamente desde la perspectiva sanitaria ni tampoco social.

Consecuentemente, el problema planteado es que la fractura de cadera, además de generar un impacto directo al paciente, representa una crisis paranormativa que cambiará el normal funcionamiento de la familia, especialmente cuando la lesión de la persona genera dependencia o presenta otro tipo de factores que pueden conllevar a la disfunción familiar y generar gran presión sobre el entorno familiar y social, desafortunadamente no existe evidencia científica al respecto. Los resultados de la evidencia actual sugieren que los cuidadores sanitarios, especialmente a nivel primario, deben desarrollar intervenciones tempranas después del alta de un paciente con fractura de cadera, con el objetivo de mejorar la salud percibida y la salud mental de los cuidadores familiares y, a su vez, coordinar con las instituciones la provisión de un adecuado apoyo social.

Consideramos que los resultados de esta investigación se alinean con ese abordaje holístico, ya que permitirán comprender cuáles y en qué medida los determinantes sociales, demográficos y clínicos del paciente adulto mayor con fractura de cadera se asocian con la funcionalidad familiar; facilitando a que el médico de familia, junto con el equipo sanitario, pueda anticipar el advenimiento de una crisis familiar e intervenir proactivamente, en vez de hacerlo de una manera reactiva.

Los resultados además permitirán plantear directrices útiles para el desarrollo de guías de práctica clínica, así como también delinear futuras estrategias de cuidado, tanto desde el ámbito sanitario como desde el ámbito social, permitiendo una mejor interacción entre el cuidado formal e informal, actualmente poco articulados; Permitirá además elaborar un manuscrito para ser publicado en una revista médica indexada, lo que permitirá una adecuada difusión de los hallazgos en el ámbito biomédico y de la Salud Pública y familiar; Los resultados pueden publicarse en medios de difusión general, tales como diarios y revistas locales, lo que permitirá la recuperación de una fractura de cadera, anticipar potenciales cambios paranormativos y de esa manera evitar el advenimiento de una crisis y sus potenciales efectos sobre el paciente y su entorno.

Considerando el entorno integral que conlleva el manejo adecuado del paciente con fractura de cadera y su repercusión a nivel individual, familiar y social, es asi que se ha determinado como Deficiencia a toda pérdida o anormalidad de una estructura o función psicológica, fisiológica o anatómica, Discapacidad es toda restricción o ausencia (debida a una deficiencia) de la capacidad de realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para un ser humano, Minusvalía es una situación desventajosa para un individuo determinado consecuencia de una deficiencia o una discapacidad, que limita o impide el desempeño de un rol que es normal en su caso (en función de su edad, sexo o factores sociales