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Intervención enfermera en la obesidad infantil y estilos de vida

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RESULTADOS

Ante todo, decir que la obesidad es una enfermedad crónica y de naturaleza compleja debida a múltiples factores como: ambientales, genéticos, neuroendocrinos, conductuales, estilos de vida y metabólicos, los cuales conducen a una excesiva acumulación de energía en forma de grasa corporal con relación al valor esperado según el sexo, talla y edad (6). En los niños obesos, la definición de obesidad puede no ser siempre precisa, debido a que muchas veces se observa también en ellos un aumento de la masa libre de grasa. La obesidad suele iniciarse durante la niñez y la adolescencia, representando una de las preocupaciones más importantes y crecientes actuales de Salud Pública para este segmento de la población. En Europa, las cifras de sobrepeso infantil se estiman alrededor del 20%, encontrándose España en el tercer puesto, tras Malta y Sicilia entre los escolares entre 7 y 11 años. (7)

Aunque la obesidad es un trastorno multifactorial en cuya etiopatogenia están implicados factores genéticos, metabólicos, psicosociales y ambientales, la rapidez con que se está produciendo el incremento de su prevalencia parece estar más bien relacionado con factores ambientales, como hábitos alimentarios poco saludables, junto a una disminución de la actividad física en niños y adolescentes condicionada, en gran medida por la televisión.

Si tenemos en cuenta las características de la obesidad, es muy probable que esos niños que hoy tienen obesidad, si no se les ayuda para que puedan solucionar este problema, persistirá desde la niñez a la edad adulta y las graves consecuencias para la salud y el bienestar de la persona que eso conlleva. La relación existente entre las distintas enfermedades (cardiovasculares, problemas óseos, trastornos psicológicos o respiratorios por ejemplo) y la obesidad infantil se ha logrado gracias a los trabajos de investigación realizados con anterioridad (8-10).

Cada vez se dispone de evidencia más uniforme sobre el impacto del problema en la mayor parte de las enfermedades crónicas y no sólo en relación con los problemas cardiovasculares, sino también con otros problemas frecuentes como la Diabetes tipo 2, artrosis, problemas psicológicos, incluso algunos tipos de cáncer tales como el de colon, el de mamas y el de endometrio. La calidad de vida y sus crecientes dimensiones configuran la obesidad como un importante problema de Salud Pública.

Si hacemos referencia a la Salud Pública, la obesidad y el sobrepeso son vistos como una epidemia de causa claramente social, de ahí la enorme importancia que toman los hábitos alimentarios. El importante impacto sobre las enfermedades crónicas anteriormente nombradas, el coste sanitario, la calidad de vida y sus crecientes dimensiones, configuran la obesidad como un importante problema de Salud Pública. (4)

Como menciona Aranceta-Bartrina et al. (4) en su estudio de Prevalencia de la obesidad en España, los responsables sanitarios deben abordarlo con carácter prioritario, por un lado, para evaluar su magnitud y factores determinantes, y por otro, para intentar poner en marcha estrategias efectivas que permitan invertir esta tendencia en los próximos años.

Así lo ha reconocido la OMS en la estrategia global en nutrición y actividad física, aprobada en Mayo de 2004, urgiendo a los países miembros a desarrollar planes de acción encaminados a promover hábitos alimentarios saludables y estimular la práctica habitual de actividad física como principales estrategias preventivas.

Los estilos de vida empiezan a forjarse en la familia, se refuerzan en el medio escolar y se afianzan en la comunidad gracias al contacto con sus padres y medio social. La evolución en el comportamiento alimentario de nuestra sociedad, producido en las últimas décadas como consecuencia de diferentes factores, como el paso de una economía de autoconsumo a una economía de mercado, la incorporación de la mujer en el mercado laboral, nuevos sistemas de organización familiar, etc ha provocado que se haya experimentado un cambio en los patrones tradicionales de alimentación, lo que en cierto modo ha acercado a los núcleos familiares nuevos elementos que ponen en peligro el equilibrio nutricional existente con la dieta mediterránea, considerada como un prototipo de dieta saludable, cuyos principios básicos deberían ser aplicados en la edad pediátrica y, por supuesto, ser asumidos en nuestro entorno cultural y geográfico. Sin embargo, la industrialización y comercialización de la cadena alimentaria, con una producción cada vez mayor de alimentos procesados, están induciendo una serie de cambios en relación con los hábitos y preferencias alimentarias en varios sectores poblacionales, sobre todo en la infancia y adolescencia.

En la actualidad, empieza a reconocerse que este grave problema de la obesidad está ligado a los hábitos nutricionales pero sobre todo, a un estilo de vida obesogénico, conformado por hábitos que fomentan la reducción de la actividad física y el sueño, favorecen el ocio pasivo, incrementan el número de ocasiones asociadas a la comida y condicionan el gusto por los alimentos más calóricos (11). Este estilo de vida obesogénico comprende:

Comer viendo la televisión (11-13): Tanto las personas adultas como los niños que pasan más horas delante del televisor tienen, en general, un índice de masa corporal (IMC) más alto y una mayor probabilidad de tener sobrepeso u obesidad. Existen al menos dos razones fundamentales que explican este fenómeno: por una parte, los niños que pasan más tiempo delante de la televisión tienen una alimentación menos saludable: comen menos fruta y verdura, toman más bebidas azucaradas y snacks repletos de calorías, además de saltarse con mayor frecuencia el desayuno. Por otro lado, la falta de actividad física de los niños, cuyo ocio gira en torno al televisor, también contribuye a explicar su posible exceso de peso.

La relación es tan estrecha que cuando se compara a los niños que tiene sobrepeso u obesidad con los niños que están dentro de un rango normal de peso las diferencias más claras aparecen en relación con la actividad física, ya que los niños que ven más horas la televisión son los que menos se comprometen en una actividad física cotidiana. En este sentido, se ha observado que los niños que no se implican al menos en una actividad física moderada durante unos 60 min al día son los que más probabilidades tienen de llegar a tener exceso de peso. No se debe olvidar que comer y sentarse delante de la televisión son conductas que tienden a fortalecerse mutuamente. Si el niño se acostumbra a comer delante de la televisión, el hecho de estar delante de ella llega a ser agradable, incluso en los momentos en que el programa es aburrido o carente de interés, porque en