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Intervención enfermera en la obesidad infantil y estilos de vida

alimentarios: educación personal y/o familiar. El medio escolar, junto al familiar, son los ámbitos educativos de mayor influencia en la adquisición de unos hábitos alimentarios y estilos de vida que se irán consolidando a lo largo de la infancia y la adolescencia. Así, el entorno más adecuado para ejercer una educación dietética es la familia, dado que el individuo desde que nace comparte la comida con el resto de la familia y existe una relación de proximidad y afecto entre los distintos miembros.

La escuela, a pesar de tener gran influencia en la adquisición de hábitos correctos, sólo cubre una parte de la vida del niño. ¿Cuál podría ser el tercer ámbito que debe estar implicado en la educación nutricional? Pues bien, ese tercer ámbito es el contexto en el que los individuos están integrados, la comunidad. Y por último y no menos importante, la educación nutricional puede formar parte de las consultas de atención primaria, siendo además de gran utilidad, dado que los pacientes conceden una gran credibilidad que además coincide con el deseo de salir de una determinada enfermedad o evitarla. Se puede utilizar como parte del tratamiento de enfermedades o para estimular la adquisición de buenos hábitos de alimentación en personas que acuden para realizar alguna consulta o que se encuentran en situaciones especiales (madres y niños, adolescentes, ancianos, embarazadas, etc

¿Dónde radica la dificultad de modificar un hábito alimentario y cómo puede intervenir la figura del profesional de Enfermería?

Cuando se plantea como objetivo de un programa educativo conseguir hábitos alimentarios permanentes, se tendría que actuar sobre tres niveles: la adquisición de los conocimientos teóricos, necesarios pero no suficientes; la adaptación de las propuestas a la vida cotidiana, que significa una interiorización de la gestión cognitiva; y la adhesión psicoafectiva de las nuevas prácticas que se proponen.

Los programas deberían instaurarse cuando el niño comienza su escolarización, constituyendo el medio escolar, junto al familiar, los lugares más idóneos para iniciar y/o consolidar la adhesión psicoafectiva a unas buenas prácticas alimentarias. Los componentes de estos programas escolares, básicamente, serían los siguientes:

a) En el contexto de un programa escolar, la educación nutricional estaría considerada como un elemento básico al proporcionar los conocimientos teóricos sobre alimentación y nutrición. Sería deseable que, en la enseñanza obligatoria, existiera una disciplina de alimentación y nutrición cuyo objetivo primordial fuera que los alumnos adquiriesen conceptos claros sobre el valor nutritivo de los distintos grupos de alimentos y hábitos dietéticos saludables.

b) Se deberían diseñar programas de educación física proporcionados a las diferentes edades y que inculcaran a los alumnos la importancia que la actividad física tiene en la promoción y mantenimiento de la salud.

c) El comedor escolar es uno de los instrumentos más interesantes del programa escolar, ya que podría contribuir a reforzar comportamientos saludables. Es decir, serviría de vehículo de educación sanitaria ya que, a través de él, se adaptarían las propuestas alimentarias teóricas a la vida cotidiana de los jóvenes.

d) La familia debe saber crear unos hábitos de alimentación saludables en sus hijos y que éstos reciban en la escuela la instrucción suficiente para desarrollarlos o modificarlos en el caso de que no fueran correctos.

e) La obesidad es un problema de salud pública de primer orden, por lo que se requiere el compromiso formal de todos los sectores implicados (gobiernos, instituciones sanitarias, medios informativos, industria privada, etc.) para que estos programas tengan éxito a medio y largo plazo.

Convendría que los profesionales sanitarios conocieran los hábitos dietéticos de su entorno asistencial para poder intervenir y corregir, en su caso, situaciones de riesgo nutricional, involucrando a toda la familia en las modificaciones de hábitos incorrectos en la alimentación. Desde atención primaria, se deberían incluir en la cartera de servicios, dentro de los Programas de Prevención y Promoción de la Salud, junto al control periódico del peso y la talla, una serie de medidas preventivas a aplicar desde los primeros años de vida, fomentar una actividad física regular y apropiada para cada edad. Además se deberían reforzar algunas normas generales de conducta, como respetar los horarios de las comidas, evitar el sedentarismo y aumentar la actividad cotidiana, reducir las horas de televisión, etc.

Se debería tener en cuenta para todo ello las características del entorno en el que se desenvuelven las personas, ya que éste cobrará un importante papel en la resolución del problema a la hora de elaborar estrategias de acción por parte de Enfermería. Es imprescindible tener en cuenta las enormes presiones que resultan de la sociedad, donde llegar a desarrollar hábitos saludables puede resultar muy dificultoso y que las condiciones de vida “condicionan” los estilos de vida. Así pues, a la hora de abordar un plan de acción, se deberá tener en cuenta tanto el entorno como las condiciones de vida para poder llegar a comprender el estilo de vida que cada familia posee. Debido al seguimiento de dicho estilo de vida, un porcentaje significativo de niños con sobrepeso no son percibidos por sus padres, por lo que deberíamos tener esto en cuenta a la hora de proceder a la estructuración de estrategias de acción.

Hoy por hoy, es notorio que existe una gran preocupación por la salud y se identifica a la alimentación adecuada como una herramienta óptima para la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad. Si bien, es necesario reseñar que la elección de los alimentos viene determinada por el factor económico y el gusto en primer lugar, seguido de cerca por la comodidad y simplicidad en su preparación, quedando detrás de estos aspectos el valor nutritivo que los alimentos aportan. Otro aspecto que no se debe dejar de mencionar es la distribución de las rentas, lo que convierte al nivel socioeconómico en un factor de riesgo a la hora de presentar cifras elevadas de obesidad y sobrepeso infantil.

Consideramos también necesaria la incorporación de la figura de la enfermera escolar en los colegios, ya que tal y como hemos mencionado anteriormente, los programas de formación deben iniciarse en los primeros años de escolarización, por lo que la enfermera podría ocuparse de la formación de los niños desde la infancia en la adquisición de conocimientos teóricos sobre alimentación y nutrición y ayudarlos a reforzar los comportamientos saludables. Es decir, ofrecerles una formación nutricional teórica y aplicada que promuevan la recuperación de la dieta mediterránea como modelo de dieta saludable.

Con esto lo