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Caracterización epidemiológica de lesiones premalignas del Cáncer Cervicouterino

bajo riesgo y que no deben ser incluidas en el Programa de Diagnóstico Precoz del Cáncer Cervicouterino son: las que nunca han tenido relaciones sexuales y aquéllas a quienes se les ha realizado una histerectomía total por algún proceso benigno.

A la mujer embarazada se le tomará la prueba citológica sólo si nunca se la ha hecho, o si ya han pasado 3 años o más de la última vez que se hizo la prueba citológica.

A las mujeres con NIC I y NIC II se les realiza una citología cada 6 meses durante 1 año y luego anual durante un período de 3 años en la consulta de patología de cuello. A las pacientes con NIC III y carcinoma in situ se mantendrá el seguimiento de igual forma pero durante un período de 5 años e incluso durante 10 años en el caso de conductas conservadoras.

Técnica para la toma de muestra citológica:

Se interrogará a la paciente si ha utilizado ducha vaginal dentro de las 72 horas precedentes ya que esto constituye una invalidez para tomar la muestra así como el haber utilizado medicamentos por la vía vaginal durante la semana anterior. En caso de haber tenido relación sexual 24 horas antes tampoco debe recogerse la muestra. Si ha sido sometida a una exploración bimanual o a manipulaciones sobre el cuello uterino (legrados, colocación o retirada de dispositivos intrauterinos, etc.) durante las 48 horas anteriores, la muestra también carecería de valor.

Recolección de la muestra: Para realizarla se debe tener preparado previamente el material necesario para la toma y fijación del mismo; las láminas deben estar previamente identificadas, todo el material que se va a usar debe estar limpio, seco y estéril; debemos colocar la paciente en posición ginecológica y exponer correctamente el cuello mediante un espéculo, se retirará el exceso de secreción o de moco, si fuera necesario, sin tocar la superficie del cuello, cuando se coloque el espéculo no se debe utilizar lubricante. Deben tomarse 2 muestras, una del exocérvix y otra del endocérvix; para la toma en el conducto cervical se utilizará la espátula de Ayre, introduciendo bien el extremo más prominente en el orificio cervical y haciéndola girar con cierta presión en el sentido de las manecillas del reloj.

Extensión del material: Debe ser extendido de manera rápida, en un solo sentido, para evitar que se sequen y dañen las células; las dos superficies de la espátula se extienden en cada mitad de la lámina o portaobjeto de estudio. Nunca debe esperarse por la siguiente muestra para hacer la fijación.

Después de obtenido el frotis, la lámina se fija; se deben dejar caer sobre ésta unas gotas de alcohol de no menos de 90 grados. La sustancia fijadora debe cubrir toda la preparación. La fijación también puede hacerse usando citospray, en cuyo caso debe colocarse el frasco a 15 cm de distancia de la lámina y aplicar la nebulización 2 veces, moviendo la mano en ambos sentidos; si utilizamos el citospray para evitar que las láminas se peguen deben esperarse unos 10 minutos antes de juntarlas.

El tiempo que media entre la fijación de las láminas y su coloración no debe ser superior a los 10 días, por lo que el envío de éstas desde los lugares donde son tomadas a los laboratorios de citodiagnóstico debe tener una periodicidad semanal.

v    Colposcopia.

            Es una técnica de diagnóstico de exploración más minuciosa del cuello uterino, realizada por medio de un sistema óptico que se utiliza en las consultas especializadas de Patología de Cuello y que permite una visión estereoscópica y aumentada. Las muestras obtenidas son procesadas en el laboratorio de citodiagnóstico.

v    Prueba de Schiller.

Constituye un método muy simple, al alcance del médico general, y consiste en impregnar el cuello con solución de Lugol. Se basa en el principio de reacción del yodo con el glucógeno que contienen las células normales del epitelio cervicovaginal, el que condiciones normales tomará una coloración caoba oscuro homogénea.

El cáncer de cuello uterino constituye un problema fundamental en la medicina que atañe no sólo a clínicos, ginecólogos, investigadores y médicos generales, sino también a la población en general; por ello se acepta universalmente la utilidad que la citología cervicovaginal desempeña en la detección temprana de esta enfermedad la cual se les realiza a las mujeres en edades comprendidas entre los 25 a 60 años y constituye uno de los exámenes más importantes en las pacientes asintomáticas 29.

Los programas de prevención del cáncer cervicouterino en diversos países industrializados han logrado reducciones significativas en la mortalidad notificada por esta, sin embargo este impacto no se ha logrado en países en desarrollo sobre todo en América Latina. Se explica que la alta incidencia de este cáncer en estos países se debe a la ausencia de programas eficaces enfocados a pesquisar condiciones precancerosas y tratarlas antes de que evolucionen hacia un cáncer invasor, y a la falta de educación de la población sobre la sexualidad lo que genera que exista un incremento de los riesgos, y en especial, de las infecciones de transmisión sexual 27.

En 1928 el Doctor George Papanicolaou introdujo el uso de la valoración del material de cuello y la vagina para el diagnóstico del cáncer cervicouterino. A pesar de ello, en la mayoría de los países este estudio se introdujo de modo limitado a finales de los años 50 y 60, siendo uno de los programas organizados el de Canadá, donde en un lapso de 30 años se registraron reducciones notables 9, 10, 11.

En Cuba, el cáncer de cuello uterino ocupa la tercera causa de incidencia en el sexo femenino, con un total de nuevos casos en el 2006 de 1262 para una tasa cruda de 22.49 x 100.000 mujeres y una tasa ajustada a la población cubana de 17.84 x 100.000 mujeres. La mortalidad se comportó con un total de defunciones de 408 mujeres para una tasa cruda de 7.24×100.000 mujeres. La sobrevida global a 5 años es del 66%; cuando se diagnostica tempranamente alcanza el 89%, siendo la misma para el carcinoma in situ virtualmente del 100%. Este tipo de cáncer alcanza su mayor pico de incidencia a partir de cuarta década de la vida, de ahí que las edades concebidas como de mayor riesgo de enfermar sea entre los 35 – 49 años de edad incrementándose el riesgo si se asocian infecciones y en especial la producida por virus del papiloma humano (VPH), relaciones sexuales precoces, promiscuidad entre los más frecuentes 11. La historia natural de este tipo de cáncer condiciona la posibilidad de su prevención, por obedecer en su mayor medida al comportamiento humano (Bayés R).

El elemento clave para el éxito del programa radica en la organización de los servicios de salud alcanzados desde la atención primaria de salud (APS) hasta los centros más especializados, de manera que se asegure una adecuada interacción entre el momento del diagnóstico y el inicio del tratamiento, la adecuada selección terapéutica acorde con las guías de “diagnóstico y tratamiento”, o con los “protocolos” para tratar cada localización de acuerdo a la