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Propuesta de Intervención Capacitante al Médico General Integral sobre la hipoacusia del anciano

enfermedad entendida en nuestro trabajo como los conocimientos, las emociones, los sentimientos, las valoraciones y las autovaloraciones que permite afrontar adecuadamente dicha situación. El modo de afrontamiento está mediatizado por el cuadro interno de la enfermedad.

El Cuadro Interno de la Enfermedad está condicionado por cuatro grandes grupos de factores:

1) Factores dependientes del carácter de la enfermedad: Si es aguda o crónica, el tipo de ayuda que requiere (tratamiento ambulatorio u hospitalario, clínico o quirúrgico), la presencia o no de dolor, la intensidad de este etcétera.

El término “Conducta de enfermedad” propuesto por Mechanic en 1962, acentúa las diferencias en la percepción y evolución del enfermo hacia la enfermedad caracterizado por sus características personales; ello nos permite afirmar que el modo que tiene un individuo de responder a la situación de enfermedad influye en la sintomatología y curso evolutivo del proceso morboso, determina la adherencia al tratamiento y configura la relación médico-paciente. (24)

Mechanic indica, “dos personas que tienen los mismos síntomas, considerados clínicamente, pueden comportarse de modo totalmente distinto; una de ella puede preocuparse y buscar inmediatamente ayuda médica, mientras que la otra puede ignorar los síntomas y no preocuparse en absoluto por el tratamiento”. (24)

Este autor se apoyó directamente para su formulación en las concepciones de Parson (1951) sobre el concepto de” rol de enfermo” teniendo en cuenta desde el principio las características psicológicas del enfermo. En este sentido, viene a concluir que las personas perciben y evalúan los síntomas de manera diferente y se comporta frente a ellos de forma distinta, sugiriendo una teoría de canales alternativos aprendidos para responder ante las situaciones de estrés, entre ellas la de enfermedad, que desde una perspectiva sociológica él clasifica en una dimensión de alta o baja inclinación de los sujetos a definirse como enfermos.

2) Factores dependientes de las circunstancias en las que transcurre la enfermedad:

a. El grado de preocupación e inseguridad del paciente, que puede acompañar el desarrollo de la enfermedad y que suele ser una consecuencia de esta en relación con el trabajo, la familia, el médico que lo atiende, etcétera.

b. El medio donde se encuentra el paciente durante el desarrollo de su enfermedad, en un hogar armonioso o por el contrario problemático, en su patria o lejos de ella, en un medio hospitalario abierto o cerrado.

c. Las consecuencias de la enfermedad, supuestas o reales, que el paciente considera que tendrá.

3) Personalidad premórbida.

Es el tipo de personalidad que posee el paciente al inicio de su padecimiento.

En este aspecto tienen importancia de primer orden, los siguientes elementos:

a. La edad, ya que en la infancia ocupan el primer lugar el aspecto emocional, la reacción instintiva inmediata ante la enfermedad y la situación creada alrededor de ella; el dolor, el temor al dolor y a lo desconocido, la ansiedad de los padres, las limitaciones a la libertad de desplazamiento. En la vejez adquiere gran valor el temor a la soledad durante la enfermedad y el miedo a la muerte. El paciente geriátrico frecuentemente piensa en sus contemporáneos, amigos o familiares, que ya han fallecido, compara su enfermedad con la de ellos y considera que tal vez “le ha llegado su turno”. En la adultez ocupa un primer plano los trastornos propiamente ocasionados por la enfermedad (dolor, ansiedad) y sobre todo adquiere significado las posibles secuelas y limitaciones futuras.

b. El nivel general de susceptibilidad del paciente ante la realidad circundante, en particular ante las circunstancias desagradables (por ejemplo el dolor, el ruido y el cambio de régimen de vida).

c. El tipo de reacción emocional, la cual está determinada por el temperamento del paciente.

Las manifestaciones emocionales son todos aquellos recursos que se asocian a las emociones y que pueden considerarse vinculadas especialmente con los estados emocionales en general o con alguna emoción en particular. Adoptan muy diversas formas, y sus variaciones dependen estrechamente de los factores culturales y de las experiencias previas de cada individuo, que han producido un aprendizaje específico respecto de las vivencias anteriores, y probablemente de otros aspectos de la personalidad. Cultura y personalidad contribuyen a definir los diversos mecanismos de control emocional dando lugar a características personales como estilos de afrontamiento, “reglas de despliegue” o “reglas regulativas”, y que cumplen la función adaptativa de cada individuo y las diversas respuestas emocionales en función de la significación social y personal de estas. (24)

d. El carácter en la escala de valores del enfermo, los cuales determinan el prisma a través del cual él evalúa, consciente o inconscientemente, el medio que lo rodea y su situación patológica.

e. El nivel de conocimientos médicos que se expresan en la correspondencia o no de la valoración del paciente acerca de su enfermedad, con la situación real. Los cimientos de este conocimiento se crean en la infancia y dependen de la historia particular de cada paciente.

De ahí, que signifiquemos la importancia de la autovaloración; como una configuración de la personalidad que integra de modo articulado un concepto de sí mismo (cualidades, capacidades, intereses, motivos), proceso generalizado, con relativa estabilidad, dinamismo y comprometido en la realización de las aspiraciones más significativas del sujeto en las diferentes esferas de la vida; como un elemento que interviene de manera valorativa dinámica en el cuadro interno de la enfermedad, suponiendo reflexiones, valoraciones, vivencias sobre sí mismo.

La autovaloración permite la expresión de otras formaciones motivacionales, en la medida que se interrelaciona estrechamente con estas para dar lugar a un potente sistema regulador del comportamiento. Según Fernández Rius (34, 38) participa de modo decisivo en todo el sistema regulador de la personalidad.

Teniendo en cuenta todos los elementos anteriores, defendemos la idea que de la forma en que el paciente perciba, viva y regule el comportamiento, la conducta de enfermedad se revelará como una actitud del paciente, caracterizando así el cuadro interno de la enfermedad.

La actitud se deriva de la experiencia y se modifica en la propia experiencia contando con tres componentes fundamentales: Componente afectivo, Componente cognoscitivo,