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Necesidades nutricionales en personas de edad avanzada

    elasticidad del tejido arterial y venoso que se puede considerar propio de la edad, o por una dieta rica en grasas. En estas personas puede encontrarse el colesterol elevado.
  • Cambios en el sistema renal: La función renal disminuye aproximadamente en un 50% entre los 30 y los 80 años. Se produce un aclaramiento renal de la creatinina. La consecuencia más directa es la excesiva excreción de proteínas y electrolitos por orina, de forma que el equilibrio hidrosalino se altera, se producen edemas y además la pérdida proteica conlleva, en muchos casos, a malnutrición proteica.
  • Peso y talla: El peso tiende a aumentar en la madurez (entre los 40 y 50 años) debido principalmente a una disminución de la actividad física. Después tiende a estabilizarse para disminuir a partir de los 70 años. La talla se reduce aproximadamente un centímetro cada década a partir de la edad adulta, como consecuencia de una disminución de la longitud de la columna vertebral (pérdida de altura del cuerpo vertebral).
  • Función digestiva: El envejecimiento reduce la capacidad de todos los órganos, glándulas de secreción exocrina y aparato digestivo. Así disminuye la secreción salival, gástrica, biliar y pancreática, se atrofian las papilas gustativas, la sensibilidad por lo dulce o salado cambia, lo que conlleva, en muchos casos, al consumo de alimentos fuertemente sazonados o azucarados. La pérdida de piezas dentarias dificulta la masticación y, por tanto, la digestión de los alimentos. Existe una alteración de la deglución y una disminución del peristaltismo ocasionando estreñimiento. También se reduce la superficie absortiva, con una disminución de las disacaridasas intestinales, aumentando así el crecimiento bacteriano.
  • Cambios neurológicos: Estas alteraciones son las más asociadas a esta etapa de la vida. Parkinson, Alzheimer, junto con la demencia senil son las enfermedades más relevantes y que condicionan de manera muy severa el desarrollo de la vida de los ancianos a todos los niveles. Los efectos de estos trastornos en la alimentación varían, ya que pueden ir desde la manifestación de manías o rarezas, hasta trastornos que incapacitan a la persona para comer por sí sola, de manera que en muchas ocasiones es necesario introducir alimentación artificial por vía enteral o parenteral.
  • Cambios inmunológicos: Se manifiesta con una disminución inmune global. Esta situación explica la gran prevalencia de enfermedades en esta etapa.
  • Factores psicosociales: Existen dos situaciones que suelen acompañar al anciano en esta etapa: El aislamiento tanto social como a veces familiar, y la depresión. Suelen tener la sensación de pérdida de productividad, de movilidad y de imagen corporal, que supone un importante obstáculo para continuar interesado en la vida.

Para evitar problemas de exceso de peso, se deberá disminuir el aporte energético diario total.El aporte hídrico deberá vigilarse especialmente, ya que, a causa de un inadecuado funcionamiento del centro regulador de la sed, la sensación de sed está disminuida. Esto, sumado a la disminución del agua corporal, característica de esta etapa, puede conducir a deshidratación en el anciano.

Esta disminución del agua corporal es también, en parte, la responsable del cambio en la fisionomía de la persona que se experimenta con el envejecimiento. La piel se reseca y se arruga, los ojos se hunden, y en general, todos los rasgos faciales (nariz, orejas, etc.) se hacen más prominentes, con lo que el aspecto de la cara se vuelve más tosco.

Existen algunos factores que pueden incidir negativamente en la pérdida de masa ósea en la vejez:

  • Malnutrición proteico-energética.
  • Disminución de la ingesta y absorción de calcio.
  • Disminución de la ingesta y síntesis de vitamina D.
  • Disminución de la actividad física.
  • Déficit de estrógenos a partir de la menopausia.

La disminución de las secreciones digestivas, unido a la masticación deficiente puede provocar digestiones difíciles. La hipoclorhidria y la reducción de la superficie absortiva pueden dificultar la absorción de Fe, vitamina B12, Ca y folatos, entre otros.

Los sentidos también se ven alterados en mayor o menor grado. La afectación de la vista, el oído, el olfato y el gusto, pueden incapacitar a estas personas para alimentarse adecuadamente.

Otros factores que pueden incidir negativamente en la alimentación del anciano son la pérdida de memoria, la disminución de la rapidez de reacción y la poli medicación, ocasionando esta última interacciones o alteraciones diversas en la absorción y metabolización de nutrientes.

Todos estos cambios van a depender según la persona, e incluso en una misma persona, los distintos órganos envejecen a un ritmo diferente. Sin embargo, se deberán tener presentes en el momento de confeccionar la dieta individual del anciano y especialmente cuando se trata de un colectivo de esta edad, por ejemplo, en el caso de la alimentación de un centro geriátrico.

NUTRICIÓN Y ENFERMEDADES CRÓNICAS

Las enfermedades crónicas son enfermedades de larga duración y por lo general de progresión lenta. Las enfermedades cardíacas, los infartos, el cáncer, las enfermedades respiratorias y la diabetes, son las principales causas de mortalidad en el mundo, siendo responsables del 63% de las muertes. En 2008, 36 millones de personas murieron de una enfermedad crónica, de las cuales la mitad era de sexo femenino y el 29% era de menos de 60 años de edad. Las personas más afectadas son los mayores de 65 años, que en muchas ocasiones padecen distintas enfermedades simultáneas.

Entre ellas destacamos la arteriosclerosis, que juntamente con la pérdida de elasticidad de los vasos sanguíneos, típica de esta edad, contribuyen a la hipertensión. La osteoporosis, el cáncer, la diabetes, la artritis y las cataratas, son otras de las patologías comunes en ancianos.

Para tratar estas enfermedades, muchas veces se recurre a la dieta, siendo en muchas ocasiones el primer consejo que da el médico. Una vez en la senectud, es difícil detener las enfermedades a través de la dieta, pero se puede conseguir un freno en el avance de la enfermedad. Estos tratamientos dietéticos deberían haberse puesto en práctica mucho antes de llegar a anciano, y no para tratar una enfermedad, sino como medida preventiva. Esto hace que se necesite una concienciación social sobre los beneficios de llevar «una vida sana», y no sólo en lo que respecta a aspectos dietéticos, sino también a otros aspectos relacionados con el ritmo de vida, como la práctica de ejercicio físico regular, no beber alcohol, no fumar, etc.

Estudios recientes ponen de manifiesto la relación entre una dieta rica en grasa y pobre en fibras, con el cáncer de colon. Igualmente, las personas obesas tienen más tendencia a padecer determinadas enfermedades como la diabetes, la hipertensión y los problemas cardíacos.

La práctica de ejercicio físico de manera regular tiene numerosos beneficios a nivel psíquico, físico y social, sobre todo si se practica al aire libre.

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