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Participación comunitaria, estilos de vida y enfermedad mental

comunidades; tal es el caso de la Organización mundial de la salud (OMS). (7)

Participación Comunitaria.

La participación comunitaria constituye una de las iniciativas que en la actualidad están favoreciendo los procesos de desarrollo y revitalización de los espacios urbanos habitados. Desde cada estilo de vida se establecen relaciones entre lo material, lo cultural y lo simbólico, así como formas de interconexión individual y colectiva con el entorno social y natural que pudieran representar una potencial contribución a la comunidad.

Desde una perspectiva personal, la participación activa, consciente y transformadora es un proceso de auto transformación, siempre y cuando accedan al poder de decisión quienes se encuentran marginados del mismo, los cuales tendrán el poder de influir en las elecciones que afectan sus vidas, definiendo y controlando las condiciones que intervienen en su estilo de relacionarse y actuar.

La participación comunitaria se manifiesta en varias actividades participativas, tal es el caso de la toma de decisiones, como anteriormente se explicó; la acción, el sentido, contenido y radio. Estas actividades van siendo una expresión del proceso participativo que se va dando en las comunidades y se perfecciona con la práctica.

Por lo tanto, (8) define la participación comunitaria como: “el proceso mediante el cual los individuos se transforman de acuerdo con sus propias necesidades y las de su comunidad, adquiriendo sentido de responsabilidad con respecto a su propio bienestar y el de la colectividad, así como la capacidad para contribuir consciente y constructivamente en el proceso de desarrollo”. Tal participación supone, según (8), la participación activa de la comunidad en la toma de decisiones con respecto a los proyectos de desarrollo y su implementación.

Zacus (8) señala que en el transcurso del desarrollo de la participación comunitaria, ésta puede llegar a ser:

  1. Activa: cuando las personas toman parte en las diferentes etapas.
  2. Consciente: cuando las personas se dan cuenta de los problemas, los traducen en necesidades sentidas, definen sus prioridades y trabajan para resolverlas, incrementando así la autosuficiencia, la confianza y los deseos de un mayor bienestar, lo que disminuye los sentimientos de alienación y debilidad.
  3. Responsable: cuando existe compromiso y decisión para la realización de actividades y tareas, estando conscientes de consecuencias y obligaciones, desarrollándose de esta manera las capacidades de liderazgo y las habilidades en general, lo que lleva a la modificación de actitudes y a la intensificación en la comprensión de hechos y fenómenos comunitarios.
  4. Deliberada: cuando las personas expresan voluntaria y libremente sus resoluciones, favoreciendo el entendimiento con quienes promueven la participación, reforzándose la integración y pertenencia.
  5. Sostenida: cuando las personas se unen permanentemente para resolver los problemas de su comunidad.

Zacus (8) manifiesta como funciones los logros de la participación comunitaria de la siguiente manera:

  1. Incrementa el valor de la libertad del individuo permitiéndole ser y seguir siendo su propio patrón.
  2. Permite que las decisiones colectivas sean más fácilmente aceptadas por los individuos.
  3. Aumenta el sentido de pertenencia, produciendo un sentimiento de “nosotros y nuestro”, que contribuye de manera muy importante a crear un compromiso físico y emocional.

Para que la participación comunitaria bajo las condiciones expuestas pueda darse de manera exitosa, es necesario que la comunidad esté organizada; sin esta organización, la comunidad tendrá que movilizarse para conformarla con base en la autorreflexión y en la toma de conciencia de sus derechos y obligaciones y de las diferencias individuales en cuanto a estilos de vida, ideologías, valores, religión, etc.

El valor de la participación de las comunidades en los procesos de transformación de sus entornos espaciales es fundamental. La participación, como señala (9), tendría dos sentidos complementarios: un sentido dinámico, que remite a la política, a la gestión colectiva y a la idea de modificar, transformar o cambiar la realidad, y otro estático, que hace referencia a la implicación con el entorno, al hecho de sentirse parte del grupo, de la comunidad, de la sociedad.

Los estilos de vida

El énfasis en la vida cotidiana y la posibilidad de hacer realidad el proceso de diferenciación social, consecuencia de la abundancia de recursos que proporciona la sociedad de consumo, ha venido a promover cierta estilización de la vida, tanto desde las estructuras de mercado como desde los medios de comunicación. La búsqueda de un estilo de vida personal se ha convertido en un objetivo prioritario, elemento esencial de la composición de la propia identidad personal y objetivo imprescindible en los modernos mecanismos de integración social.

En cuanto a la definición de estilo de vida se tiene que (10) “se forma con la combinación de bienes que uno elige y las actividades que uno hace; todo ello procesado en una configuración más abstracta que viene determinada por los valores que se detentan y la ubicación sociocultural que nos distingue” (p. 238). Por su parte, (11) considera al estilo de vida como “un conjunto de prácticas más o menos integrado que un individuo adopta, no sólo porque satisfacen sus necesidades utilitarias, sino porque dan forma material a una crónica concreta de la identidad del yo” (p.106).

Los estilos de vida son una característica de nuestro tiempo, en contraposición de una cultura tradicional donde no se disponía del amplísimo rango de posibilidades que ofrece la modernidad, sino que estaba vinculada a formas tradicionales de hacer y vivir exigidas para la supervivencia de la propia sociedad.

Las formas de organización social actuales impelen a las personas concretas a convertir su modo de vida en un auténtico estilo de vida, como expresión de su capacidad individual y de la búsqueda de nuevas formas de comunidad. Viene a ser lo que (11) caracteriza como “un orden post tradicional en el que a la cuestión “¿cómo vivir?” hay que responder con decisiones tomadas cada día sobre cómo comportarse, qué vestir, qué comer y muchas otras cosas, además, tal cuestión se ha de interpretar en el despliegue de la identidad del yo en el tiempo” (p.26).

Así, los estilos de vida vienen a proporcionar una respuesta integradora al problema del consumo (conjunto relativamente desvinculado de prácticas aisladas), al vincularlo con el concepto de identidad, tal como hace (12), cuando plantea que en una sociedad avanzada las personas “crean un sentido de quiénes son a través de lo que consumen” (p.102).

Los estilos de vida cada vez son menos “transmitidos”, como sucedía con los modos de vida propios de la premodernidad, para ser adoptados producto de las prácticas vitales y consistentes de los distintos aspectos de la vida cotidiana. La novedad estriba en que precisamente en este ámbito de la vida corriente, las elecciones acerca de los elementos