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Psicología médica como parte integral en la formación del estudiante de Medicina

EL CEREBRO EMOCIONAL: EL SISTEMA LÍMBICO.

La personalidad tiene dos facetas interrelacionadas: la mente que piensa (el cerebro racional) y la mente que siente (el cerebro emocional). En circunstancias normales estas dos facetas de nuestra personalidad están en equilibrio y coordinadas una respecto a la otra. Con todo, cada una tiene una naturaleza característica. La mente emocional es mucho más rápida que la mente racional, se activa con rapidez sin detenerse a analizar las consecuencias de una acción, sigue una lógica asociativa y un pensamiento categórico. La mente racional, en cambio, establece relaciones entre causas y efectos, y como se apoya en evidencias objetivas, puede re-evaluar una situación concreta y cambiar una conclusión previa. Anatómicamente, la parte del cerebro que gestiona la mente emocional es sistema límbico (en el gráfico, la parte central en colores)

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Sistema límbico

El sistema límbico es la parte del cerebro especializada en la gestión de las emociones, el aprendizaje y la memoria. Es la parte más antigua filogenéticamente del cerebro. Lo componen la amígdala cerebral, el hipocampo, la circunvolución parahipocámpica, la circunvolución del cuerpo calloso (o circunvolución límbica), el área subcallosa, la región del septum y el giro paraterminal, entre otras estructuras. El concepto de «sistema límbico», sin embargo, se basa más en relaciones funcionales que en estructuras anatómicas. Estos centros ya funcionan en los mamíferos, siendo el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión.

En el ser humano, estos son los centros de la afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre experimenta penas, angustias y alegrías intensas. El papel de la amígdala como centro de procesamiento de las emociones es hoy incuestionable. Pacientes con la amígdala lesionada ya no son capaces de reconocer la expresión de un rostro o si una persona está contenta o triste. Los monos a las que fue extirpada la amígdala manifestaron un comportamiento social en extremo alterado: perdieron la sensibilidad para las complejas reglas de comportamiento social en su manada. El comportamiento maternal y las reacciones afectivas frente a los otros animales se vieron claramente perjudicados.

Los investigadores J. F. Fulton y D. F. Jacobson, de la Universidad de Yale, aportaron además pruebas de que la capacidad de aprendizaje y la memoria requieren de una amígdala intacta: pusieron a unos chimpancés delante de dos cuencos de comida. En uno de ellos había un apetitoso bocado, el otro estaba vacío. Luego taparon los cuencos. Al cabo de unos segundos se permitió a los animales tomar uno de los recipientes cerrados. Los animales sanos tomaron sin dudarlo el cuenco que contenía el apetitoso bocado, mientras que los chimpancés con la amígdala lesionada eligieron al azar; el bocado apetitoso no había despertado en ellos ninguna excitación de la amígdala y por eso tampoco lo recordaban.

El sistema límbico está en constante interacción con la corteza cerebral. Una transmisión de señales de alta velocidad permite que el sistema límbico y el neocórtex trabajen juntos, y esto es lo que explica que podamos tener control sobre nuestras emociones. Hace aproximadamente cien millones de años aparecieron los primeros mamíferos superiores. La evolución del cerebro dio un salto cuántico. Por encima del bulbo raquídeo y del sistema límbico la naturaleza puso el neocórtex, el cerebro racional. A los instintos, impulsos y emociones se añadió de esta forma la capacidad de pensar de forma abstracta y más allá de la inmediatez del momento presente, de comprender las relaciones globales existentes, y de desarrollar un yo consciente y una compleja vida emocional.

Hoy en día la corteza cerebral, la nueva y más importante zona del cerebro humano, recubre y engloba las más viejas y primitivas. Esas regiones no han sido eliminadas, sino que permanecen debajo, sin ostentar ya el control indisputado del cuerpo, pero aún activas. La corteza cerebral no solamente ésta es el área más accesible del cerebro: sino que es también la más distintivamente humana. La mayor parte de nuestro pensar o planificar, y del lenguaje, imaginación, creatividad y capacidad de abstracción, proviene de esta región cerebral. Así, pues, el neocórtex nos capacita no sólo para solucionar ecuaciones de álgebra, para aprender una lengua extranjera, para estudiar la Teoría de la Relatividad o desarrollar la bomba atómica. Proporciona también a nuestra vida emocional una nueva dimensión. Amor y venganza, altruismo e intrigas, arte y moral, sensibilidad y entusiasmo van mucho más allá de los rudos modelos de percepción y de comportamiento espontáneo del sistema límbico.

Por otro lado, sto se puso de manifiesto en experimentos con pacientes que tienen el cerebro dañado-, esas sensaciones quedarían anuladas sin la participación del cerebro emocional. Por sí mismo, el neocórtex sólo sería un buen ordenador de alto rendimiento.

Los lóbulos prefrontales y frontales juegan un especial papel en la asimilación neocortical de las emociones. Como ‘manager’ de nuestras emociones, asumen dos importantes tareas:

  • En primer lugar, moderan nuestras reacciones emocionales, frenando las señales del cerebro límbico.
  • En segundo lugar, desarrollan planes de actuación concretos para situaciones emocionales. Mientras que la amígdala del sistema límbico proporciona los primeros auxilios en situaciones emocionales extremas, el lóbulo prefrontal se ocupa de la delicada coordinación de nuestras emociones.

Cuando nos hacemos cargo de las preocupaciones amorosas de nuestra mejor amiga, tenemos sentimientos de culpa a causa del montón de actas que hemos dejado de lado o fingimos calma en una conferencia, siempre está trabajando también el neocórtex.

NEUROTRANSMISORES

Se llaman neurotransmisores a las sustancias químicas infinitesimales que se encargan de transmitir la información entre las distintas partes del cuerpo. Las conexiones neuronales, que van desde una neurona hasta la siguiente a través de la sinapsis, se realizan mediante dos formas de transmisión: eléctrica y química. Dentro de esas trasmisiones químicas, las hormonas, por ejemplo, son neurotransmisores que viajan a través de la sangre. Los neurotransmisores conducen los mensajes a distintas zonas del sistema nervioso (cerebro, médula espinal y nervios). También podemos encontrarlos en las neuronas motoras donde estimulan las fibras musculares para contraerlas. Ellos son producidos en algunas glándulas como la pituitaria y las suprarrenales.

De todos los neurotransmisores, los más “importantes” son los de nuestro cerebro, por el control que ejercen sobre las neuronas y por tanto son los que voy a desarrollar en éste artículo.

Los cuatro neurotransmisores son dopamina, acetilcolina, GABA y serotonina. Cada uno de ellos tiene sus propiedades y acciones específicas y es posible que una persona tenga o deficiencia o exceso de ellos. Esto es una de la causas de desequilibrios en el sistema. Vamos a tratar de examinar a algunas de las probables causas de estos desequilibrios Donde incluimos factores químicos, nutricionales, hormonales, electromagnéticos y emocionales.

Otro de los conceptos que incluyo, es el de la dominancia. Cada uno de nosotros tiene por la genética o herencia un neurotransmisor dominante el cual va a condicionar nuestra personalidad y nuestro comportamiento en general. Una vez que el terapeuta, descubre este factor, está en el camino apropiado. El método para conseguir saber cuál es el neurotransmisor dominante, consiste en realizar un protocolo específico de kinesiología. Mediante una serie de test kinesiológicos realizados sobre puntos concretos del organismo de una persona, podemos conocer las tendencias de la personalidad de la persona, a que tipos de