Inicio > Ginecología y Obstetricia > Tumores ginecológicos benignos. Revisión bibliográfica > Página 10

Tumores ginecológicos benignos. Revisión bibliográfica

embargo, en la actualidad podemos afirmar que no existe ningún estudio epidemiológico que haya demostrado la intervención de un factor familiar hereditario.

Factores infecciosos: Pfister, en 1981, comprueba que el virus del papiloma humano tipo I es capaz de inducir miomas en animales bovinos y en ratones. Sin embargo, en la especie humana este hecho no ha podido ser corroborado.

Factores hormonales: numerosos autores han encontrado un aumento en la cantidad de estrógenos en las mujeres con miomas uterinos. Entre todos los trabajos destacamos los de Timonen, que, estudiando un grupo de mujeres con miomas, encontró un hiperestronismo marcado en comparación con mujeres sanas, tanto en los niveles plasmáticos como en la citología vaginal.

Hoy en día, aunque nadie duda de la existencia de un factor hormonal en la etiología de los miomas, es evidente que no es lo único que sucede; en realidad poco se ha avanzado en estos últimos años en el conocimiento de la patogenia de los miomas, quizás porque, a pesar de ser un tumor tan frecuente, las investigaciones no han sido muy numerosas.

Se ha observado un crecimiento de los miomas cuando se administran estrógenos solos, lo que se acompaña igualmente de un aumento de la vascularización del tumor; pero cuando se ha asociado progesterona en dosis bajas nunca se ha observado dicho crecimiento, ni tampoco un aumento de la vascularización.

Wilson refiere un mayor número de receptores estrogénicos en los miomas, pero otros trabajos no han confirmado estos hallazgos.

El aumento de la hormona de crecimiento se ha valorado también en la patogenia del mioma; así, endocrinólogos encuentran niveles superiores de esta hormona en mujeres con miomas, en comparación con mujeres sanas.

Como en todos los tumores, también se ha estudiado el papel de los factores de crecimiento, y se ha visto que los IGF tipo I y tipo II pueden influir en el crecimiento de los miomas, lo que significaría, según Rein, que el aceato de leuprorelina, que produce una disminución de estos factores, produciría también una reducción temporal del tamaño de los miomas.

Todavía se puede conceder validez en la mayoría de los casos a la teoría de Meyer, quien considera que el punto de partida de los miomas se encuentra en las células musculares inmaduras incluidas en haces musculares situados en las cercanías de vasos de cierto calibre. Sin embargo, otros autores sostienen que los miomas se producen a partir de células mesenquimatosas pluripotenciales, sobre las que actuarían factores hormonales, como los estrógenos y sobre todo el desequilibrio estrógenos-progesterona, y además, factores de crecimiento, como los IGF tipo I y tipo II, o la propia hormona de crecimiento.

Anatomía patológica

Las características morfológicas de lo miomas uterinos comprenden el aspecto macroscópico, en el que se incluye el número, tamaño y localización de los miomas, y el aspecto microscópico, en el que se destaca el grado de celularidad histológica, las atipias nucleares, la presencia de degeneraciones, la existencia de invasiones vasculares y, sobre todo, el número de mitosis.

Aspecto macroscópico

Depende del número, tamaño y localización de los miomas.

Pueden ser únicos o múltiples, siendo esto último lo más frecuente (dos terceras partes aproximadamente).

Algunos apenas son visibles, y otros pueden alcanzar tamaños enormes y pesar varios kilogramos. Los mayores miomas descritos en la literatura pertenecen a tiempos pasados. El de mayor peso fue el que dio a conocer Behrend en 1930: este autor extirpó un mioma de 133 libras, lo que equivale a 60 kg.

Habitualmente los miomas se localizan en el cuerpo uterino, y más raramente en el cuello, donde lo hacen aproximadamente un 10%. En este último caso pueden asentar en el ectocérvix, pudiendo formarse miomas pediculados que son visibles en la exploración con espéculo y que tienen un aspecto parecido al de un pólipo cervical, aunque con una dureza característica. Tras veces crecen hacia la porción supravaginal, distorsionando la forma del cuello.

Los miomas del cuerpo uterino se forman por proliferación patológica de la capa muscular, pero en su crecimiento pueden desarrollarse hacia la cavidad abdominal (miomas subserosos), hacia la cavidad endouterina (miomas submucosos), o mantenerse en el espesor del miometrio (miomas intramurales).

Miomas subserosos

Constituyen el 40% de los miomas uterinos. Están situados bajo la capa serosa haciendo un resalte en la superficie del útero. Pueden alcanzar un considerable tamaño, sin producir síntoma alguno, o revelarse por una complicación mecánica por compresión de órganos vecinos. Cuando están pediculados pueden experimentar torsión, lo que provoca cuadros de abdomen agudo con signos de irritación peritoneal.

Asimismo, los miomas subserosos pueden crecer, en algunas ocasiones, hacia el ligamento ancho, separando sus hojas y convirtiéndose en miomas intraligamentarios que en algunos casos comprimen los uréteres y desplazan las trompas y los ovarios, lo que puede inducir a falsos diagnósticos de tumores anexiales. Esta distorsión de la anatomía puede dificultar gravemente la cirugía. En otras ocasiones se adhieren al epiplón o al intestino y desarrollan un riego sanguíneo auxiliar, perdiéndose incluso su unión original del útero; son los denominados miomas parasitarios.

Miomas intramurales

Son los más frecuentes (50-55%), y proliferan en la porción central del miometrio, lo que se traduce en un aumento del tamaño del útero, al que clínicamente imprimen un contorno irregular y una consistencia nodular significativa.

Miomas submucosos

Son los menos frecuentes, constituyendo únicamente el 5-10% de todos los miomas, pero también son los más sintomáticos, ya que muy a menudo producen un aumento del sangrado menstrual en forma de hipermenorreas y polimenorreas, e incluso menorragias importantes que exigen tratamientos de urgencia. Las pérdidas sanguíneas fuera de la menstruación (metrorragias) también son habituales en este tipo de      miomas, y pueden ser continuas y de intensidad muy variable.

Según Novak, el peligro de degeneración sarcomatosa es mucho mayor en los miomas submucosos que en los subserosos o intramurales, e igualmente son causa de dismenorreas más intensas y frecuentes.

Aspecto microscópico

Sea cual sea su número, tamaño o localización, casi todos los miomas son de consistencia dura, forma esférica, bien circunscritos, con una superficie de corte que oscila del blanco brillante al gris, al rosa e incluso rojo intenso. Los haces musculares tienen forma de remolino y no es infrecuente observar la existencia de vasos sanguíneos o linfáticos, aunque desde el punto de vista histológico el leiomioma corriente es relativamente pobre en vasos, sobre todo en zonas centrales del tumor, mientras que en las zonas periféricas los vasos sanguíneos son más abundantes, sobre todo las arterias, y