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La importancia del vínculo enfermera-paciente en Psiquiatría

La importancia del vínculo enfermera-paciente en Psiquiatría

Las enfermeras trabajamos ofreciendo cuidados de salud y somos conocedoras de la importancia de un vínculo enfermera-paciente a la hora de realizar los cuidados. En las unidades de salud mental los profesionales de Enfermería se entrenan para fortalecer este vínculo ya que será la base de la asistencia y generará un ambiente de bienestar y confianza. Pero hay determinados diagnósticos que generan una contratransferencia negativa en los profesionales de Enfermería llegando a afectar a los cuidados.

La importancia del vínculo enfermera-paciente en Psiquiatría

Alicia Antolín González (Diplomada Universitaria en Enfermería. Especialista en Salud Mental)

Mª Victoria Arranz Velasco (Diplomada Universitaria en Enfermería. Especialista en Salud Mental)

INTRODUCCIÓN

En esta revisión bibliográfica nos centramos en las emociones que experimentan las enfermeras especialistas en salud mental, en una unidad de hospitalización de agudos, hacia los pacientes psiquiátricos

OBJETIVOS

Principal:

Analizar las emociones que experimentan las enfermeras especialistas en salud mental en contacto con pacientes diagnosticados de un trastorno psiquiátrico.

Específicos:

Determinar la relación existente entre el tipo de emoción experimentada y la patología psiquiátrica con la que se mantiene una relación terapéutica.

Conocer cuáles son los trastornos que más generan emociones negativas y la forma de abordarlas.

Comprender como afectan las emociones en la relación terapéutica enfermera-usuario

METODOLOGÍA

Se ha realizado una búsqueda bibliográfica de diferentes artículos de las siguientes bases de datos científicas: Medline, Biblioteca Cochrane Plus, Cuiden Plus, Scielo.

RESULTADOS

Muchas enfermeras encuentran complicado interactuar con determinados pacientes porque generan emociones negativas, a estos son los que en la literatura se les denomina como “pacientes difíciles”. Se les designa con este nombre debido a que llevan a cabo conductas que son complicadas de manejar o porque generan un desgaste emocional en el profesional. B. Koekkoek publicó un artículo sobre una revisión bibliográfica de los pacientes difíciles y concluyó que en la mayoría de estudios se tenía en cuenta estas clases de conductas: difícil acceso, exigentes, demandantes, manipuladores o agresivos. Aunque en este grupo se suelen incluir los diagnósticos de esquizofrenia, depresión y trastorno de la personalidad, el trastorno límite de personalidad (TLP) es sobre todo el diagnóstico al que las enfermeras consideran como los pacientes más difíciles de tratar (Fraser y Galope, 1993; Pavlovich- Danis, 2004.) y los que más respuestas negativas generan (Darkham, 2003). Además no hay que olvidar que el DSM IV describe como uno de los ítems a tener en cuenta en este trastorno: “un patrón de inestabilidad en las relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizado por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación”.

A.R.Bland describe que cuando las emociones no están bien gestionadas pueden llegar a producirse estados de ánimo inestables y cuando un paciente TLP muestra intensa ira, las enfermeras se sienten atacadas personalmente, enojadas, impotentes, frustradas o temerosas de su seguridad o de la de otros pacientes (sentimientos negativos). Esto va a generar un distanciamiento entre ambos que podrá provocar un problema a los pacientes con TLP, porque puede reforzar aún más su sensibilidad y rechazo (Samsone R, 2005 Experience, knowledge..)

CONCLUSIONES

Conocer las emociones que experimentan las enfermeras de salud mental y poder manejarlas es fundamental para poder llevar a cabo unos cuidados óptimos del paciente. Proponemos la realización de estudios en las que se indague sobre la contratransferencia que les generan a las enfermeras de psiquiatría los pacientes en las unidades de psiquiatría de España, permitiendo conocer la realidad y plantear posibles grupos de trabajo para mejorarla.

Las conclusiones halladas en la mayoría de los estudios han sido que es necesaria una buena formación enfermera y la figura de un supervisor clínico (L. Westwood, 2010, Bland A, 2005, Cutcliffe y Burns, 1998, Darkham 2003). Esto proporcionará a las enfermeras el apoyo necesario y un nivel de comprensión mayor del “paciente difícil”.

BIBLIOGRAFÍA

García A. et al. Factores personales en la relación terapéutica. Revista de la asociación española de neuropsiquiatría 2005; 25 (96): 29-36.

Blay C. Actuación ante los pacientes de trato difícil. FMC 1996; 4: 243-50

Koekkoek B, C.N.S, at al. Difficult Patients in Mental Health Care: A Review. Pychiatric Services 2006; 57 (6), 795.

Fraser, K., & Gallop, R. (1993). Nurses’ confirming/disconfirming responses to patients diagnosed with borderline personality disorder. Archives of Psychiatric Nursing, 7(6), 336–341

Pavlovich-Danis,S. Ontheborder—borderlinepersonalitydisorder. Nursing Spectrum, 2004).5(3), 16–18

Bland A, PhD, RN, CS. Clinical supervisión of nurses working with patients with borderline personality disorder. Issues in Mental Health Nursing 2005; 26 (5),507–517

 Sansone R, MD, and Sansone L, MD. Responses of Mental Health Clinicians to Patients with Borderline Personality Disorder, Innov Clin Neurosci. 2013;10(5–6):39–43

DSM IV Criterios diagnósticos.

Westwood & J. Baker . Attitudes and perceptions of mental health nurses towards borderline personality disorder clients in acute mental health settings: a review of the literatura. Journal of Psychiatric and Mental Health Nursing, 2010, 17, 657–662

Cutcliffe, J. R., & Burns, J. (1998). Personal, professional and practice development: Clinical supervision. British Journal of Nursing, 7, 1318–1322.

Bonnivier, Joy Fest, RN, CS, MSN. A Peer Supervision Group: Put Countertransference to Work Journal of Psychosocial Nursing & Mental Health Services; May 1992; 30, 5; ProQuest pg. 5

Markham D, Trower P. The effects of the psychiatric label ‘borderline personality disorder’ on nursing staff’s perceptions and causal attributions for challenging behaviours. British Journal of Clinical Psychology (2003), 42, 243 –256