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Vivir con dolor

patologías además de prescribir el  tratamiento adecuado.

 En 1990, el American College of Reumathology, propuso para su diagnóstico diferenciador únicamente la presencia de dolor difuso de más de 3 meses de evolución y sensibilidad al dolor aumentada a la palpación digital en al menos 11 de 18 localizaciones anatómicas propuestas. Los puntos dolorosos deben de palparse con el pulgar, imprimiendo una fuerza de 4 kg aproximadamente, de manera que cambie de color el lecho ungueal del dedo del explorador, ya que se considera que éste es el límite a partir del cual es normal sentir dolor.

Actualmente,  el diagnóstico se realiza mediante la exploración clínica del paciente y por la existencia de diferentes síntomas, como dolor,  rigidez o trastornos del sueño, sin que exista una explicación alternativa que justifique que se trata de otra enfermedad.

El resultado del examen físico general suele resultar normal y en la actualidad no hay ninguna prueba de imagen o laboratorio para el diagnóstico, aunque pueden solicitarse exploraciones complementarias básicas como hemograma, VS, PCR y bioquímica básica. La petición de otras pruebas complementarias debe ser individualizada, en función del cuadro clínico, la exploración física y la sospecha de una enfermedad asociada, pudiendo estar justificado la realización de TSH, T4, enzimas musculares, vitamina D, factor reumatoide, anticuerpo anti-péptido cíclico citrulinado (anti-PCC), anticuerpos antinucleares, HLA B27,  serología virus, estudio radiológico y EMG.

 Los fármacos empleados para el tratamiento incluyen  analgésicos como  tramadol, paracetamol ó  la combinación de ambos fármacos. También se usan los antiinflamatorios, aunque  no se recomienda su utilización de manera sistemática.  Las benzodiazepinas que  se deben usar con precaución por el riesgo de dependencia, y tampoco han demostrado efectividad. Otros relajantes musculares, como la ciclobenzaprina, han obtenido un buen resultado para el manejo sintomático, por efecto real similar a los antidepresivos. Los anticonvulsionantes han demostrado disminución del dolor y el cansancio, y mejoría del sueño y la calidad de vida. Los antidepresivos como la amitriptilina podrían considerarse como fármaco de primera línea para el tratamiento de la fibromialgia, sobre todo si el paciente presenta dificultad para dormir o trastornos del estado anímico. Por último, otros fármacos como: esteroides, opioides (analgésicos mayores), melatonina, no han demostrado eficacia, y presentan, además, numerosos efectos secundarios.

En general, los pacientes con fibromialgia son tratados mediante un abordaje multifactorial destinado a aliviar los síntomas. Estas terapias recomiendan, además de la terapia farmacológica,  la realización de ejercicio fisico moderado, en periodos libres de enfermedad, junto con  terapia cognitivo conductual que incluiría la  valoración psiquiátrica, biofeedback, programas de modificación del comportamiento entre otros.

Se considera de  importancia también, eliminar la aparición de factores exógenos como frío, humedad, sobrecargas posicionales y situaciones de estrés que agravan los síntomas y favorecer los factores beneficiosos como el calor, relajación, descanso y sueño reparador.

En definitiva, el objetivo final del tratamiento consiste en mejorar la asistencia del paciente con fibromialgia: realizar un diagnóstico precoz, con un inicio terapéutico temprano y evitando pruebas diagnósticas innecesarias, así como fomentar el acceso desde el sistema sanitario a los tratamientos de psicoterapia y actividades físicas.

Para finalizar, el curso natural de la fibromialgia es crónico, presentando fluctuaciones a lo largo del tiempo en la intensidad de los síntomas.  En los pacientes con fibromialgia es importante la capacidad para asumir su propia enfermedad evitando actitudes catastróficas y aprendiendo a asumir sus síntomas.   La persona debe poder verse como un ser activo que es capaz de manejar su enfermedad, y dejar de lado los pensamientos negativos o derrotistas.  Una actitud positiva ayudará a sobrellevar mejor los síntomas.

RELATO:

Comienzo este relato hablando un poco de mi vida. Nací en una pequeña ciudad de España, dentro de una familia de clase media, soy la mayor de tres hermanas. Tanto mi niñez como pubertad y adolescencia fueron  de lo más normal.

El declive de mi salud, comienza cuando tengo 34 años. Haciendo gimnasia de mantenimiento sufro una rotura de menisco. Un vendaje puesto más tiempo de lo debido, junto con la intervención quirúrgica a la que fuí sometida, hacen que esa simple rotura de menisco se complicase y tuviera que ser intervenida en varias ocasiones.

PRIMEROS SÍNTOMAS DE ENFERMEDAD:

A partir de las operaciones de rodilla, pasé por una depresión. Poco después empecé a tener otros síntomas que me desconcertaban totalmente. Al dolor lumbar que tenia habitualmente se unieron la fatiga y el cansancio constante; no tenía ganas de nada me dolía todo el cuerpo, siempre estaba dolorida, era incapaz de batir unos huevos, ponerme rímel…. Tenía que descansar muchas veces después de hacer cualquier cosa de la rutina diaria. Además tenía insomnio; me despertaba siempre en tensión, con los músculos agarrotados, no tenia ganas de nada y cualquier cosa que quisiera hacer tenía que descansar muchas veces. Así estuve  varios meses hasta que decidí ir al médico.

Visité a varios médicos. En primer lugar  al de cabecera, luego al de digestivo, al traumatólogo y en ese momento todas las pruebas que me hacían, estaban dentro de la normalidad, excepto que fuí diagnosticada de una hernia cervical a nivel C4-C5 y dos hernias lumbares L4-L5 y L5-S1,  justificando asi mis dolencias lumbares.

DIAGNOSTICO DE FM:

Durante un tiempo, tomé algún analgésico y relajantes musculares de vez en cuando pero mis dolores, mi fatiga y mi malestar seguían estando allí. Me recomendaron que fuera a un reumatólogo. Era el año 2002.

Mismo proceso: analíticas, pruebas de imagen varias, entrevista clínica muy amplia y una técnica que nadie antes había usado conmigo. En aquella exploración según el médico me explicó, tenia 14 puntos dolorosos de los 18 puntos denominado “gatillo” que se usan para hacer el diagnostico de FM. Justo en aquel momento, mi  diagnostico fue: Síndrome Túnel del Carpo derecho y Fibromialgia.

El tratamiento inicial fue una férula de reposo y se me recomendó realizar ejercicio físico moderado según fuese mi tolerancia. Como tratamiento farmacológico, el médico me recetó dolonervobión y termalgin, cada ocho horas, junto con relajantes musculares. Poco después, empecé con insomnio y  bruxismo nocturno que