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Claves en el abordaje biopsicosocial del embarazo adolescente

Claves en el abordaje biopsicosocial del embarazo adolescente

Autora principal: María Alejandra Villalobos De Ycaza

Vol. XX; nº 12; 683

Keys on the biopsychosocial approach to teenage pregnancy

Fecha de recepción: 8 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 17 de junio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 12 – Segunda quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 12; 683

Autores:

María Alejandra Villalobos De Ycaza, Médico general e investigadora independiente, San José, Costa Rica
Lucía Molina Arias, Médico general e investigadora independiente, San José, Costa Rica
Alexa Rojas Carranza, Médico general e investigadora independiente, San José, Costa Rica
Nicole Castillo Pérez, Médico general e investigadora independiente, San José, Costa Rica
Marcelo Ortiz Meneses, Médico general e investigador independiente, San José, Costa Rica

Resumen

El embarazo adolescente abarca un rango de edad entre los 10 y 19 años(1). Estos ocurren en mujeres de distintos contextos sociales, geográficos y familiares, sin embargo, se ha documentado una prevalencia en jóvenes con pocos recursos económicos y bajo nivel educativo(1). Aunado a lo anterior, la escasa accesibilidad a métodos anticonceptivos y educación sexual propicia esta problemática(2). El área psicosocial influye en la forma de los adolescentes de sentirse pertenecientes a un grupo y su relación con los pares, impulsándoles en ocasiones a un actuar de riesgo(3). Deben primar estrategias de prevención que incluyan planificación familiar, una visión positiva de la sexualidad a nivel global y no solo de sus riesgos, además de temas como la autopercepción y autonomía(4,5). Incluso opciones extraescolares donde los jóvenes compartan en un espacio seguro(6,7). La inmadurez uterina, cervical y del eje hipotálamo-hipófisis-ovario propicia complicaciones obstétricas a nivel hipertensivo, infeccioso, nutricional(8) y por consiguiente a riesgos para el feto(3). Es esencial una atención médica prenatal cercana y continua, tomando en cuenta estos factores(9). Una visión únicamente biologista no abarca las complicaciones sociales y psicoemocionales de esta población. Los profesionales que trabajen con adolescentes deben poseer habilidades blandas de escucha, respeto y cercanía con estas personas(3). Además de una atención especial para detectar vulnerabilidades en cuanto a posibilidades de avanzar en educación, una nutrición inadecuada, un hogar no seguro, discriminación de género, ansiedad y depresión(9). La clave es la integralidad, tanto para la prevención como para el seguimiento del embarazo en una adolescente.

Palabras clave

Embarazo adolescente, educación, salud sexual, complicaciones obstétricas, desarrollo biopsicosocial, prevención, abordaje integral, clave

Abstract

Teenage pregnancy covers an age range between 10 and 19 years(1). It affects women from diverse social, geographic, and family backgrounds; however, a higher prevalence has been documented among young people with limited economic resources and low educational attainment(1). In addition, the inadequate accessibility of contraceptive methods and poor sexual education contributes to this issue(2). Psychosocial aspect influences adolescents’ sense of belonging to a group and their relationships with peers, sometimes leading them to risky behavior(3). Prevention strategies should prioritize family planning, a comprehensive and positive understanding of sexuality as a whole and not just its risks, as well as topics such as self-perception and autonomy(4,5). This includes extracurricular activities that offer a safe space for adolescents to interact(6,7). Immaturity of the uterus, cervix, and hypothalamic-pituitary-ovarian axis can result in obstetric complications, including hypertension, infections, and nutritional deficiencies(8), which in turn pose risks to the fetus(3). A close, ongoing prenatal care, taking these factors into account, is essential(9). A purely biological perspective fails to encompass the social and psycho-emotional complexities affecting this population. Professionals working with adolescents must demonstrate empathy, active listening skills, and build respectful, trusting relationships(3). This also includes special attention to detect vulnerabilities in terms of poor educational advancement, malnutrition, unsafe housing, gender-based discrimination, anxiety, and depression(9). Comprehensive care is key, both for the prevention and follow-up of pregnancy in an adolescent.

Keywords

Teenage pregnancy, education, sexual health, obstetric complications, biopsychosocial development, prevention, comprehensirve approach, key

Introducción

Los embarazos ocurridos en mujeres entre los 10 y 19 años se consideran embarazos adolescentes(1). Más que la edad como un factor único, lo importante es la etapa de vida que está experimentando la mujer joven y su capacidad física, social y psicológica para traer al mundo a otro ser humano(2). La adolescencia más que ser un cambio de etapa en el crecimiento, es una etapa de cambios. Es un periodo de transformación donde la persona es a su vez vulnerable y experimenta transformaciones que, al menos parcialmente, moldearán su futuro(10). El abordaje de esta población es complejo debido a los retos biológicos, sociales, emocionales y éticos(11). El embarazo adolescente o temprano es un fenómeno mundial considerado un problema social(2). Este tema además tiene una implicación en salud pública debido a los riesgos tanto para la madre como para el niño(12).

Se estima según datos del 2023 de la Organización Mundial de la Salud que las complicaciones debido a embarazo y parto son la segunda causa más prevalente de muerte en mujeres entre los 15 y 19 años(2). A su vez, las muertes perinatales son un 50% mayores en recién nacidos de madres menores de 20 años en comparación a mujeres entre 20 y 29 años(13).

Se ha descrito heterogeneidad en cuanto a las adolescentes con mayor índice de embarazos(14). Son las latinas parte del grupo mayoritario junto a el Caribe y África Subsahariana(7). Oriente Medio es la siguiente zona en prevalencia(2).

Un término definido en la literatura es el de embarazo infantil forzado, en donde una mujer menor de 15 años queda en embarazo sin buscarlo, sin desearlo y no puede interrumpirlo, ya sea como resultado de una agresión sexual o relación sexual con consentimiento donde la mujer no conocía las consecuencias o no recibió educación sexual y/o métodos de prevención y anticoncepción de emergencia(10). En 1998 este se consideró un crimen contra la humanidad en tiempos de guerra, actualmente no se considera como tal, sin embargo, son claras las repercusiones en la vida de las mujeres afectadas(10).

En este artículo se revisarán aspectos fundamentales a tener en cuenta a nivel biológico, social y psicoemocional en cuanto al embarazo adolescente con el objetivo de describir claves para un abordaje integral.

Metodología

Los artículos científicos analizados en esta revisión narrativa tienen una limitación temporal principalmente de 5 años, con excepción de dos revisiones entre 2017 y 2025 que se tomaron en cuenta debido a la relevancia de sus hallazgos. Los mismos fueron obtenidos de las bases de datos ClinicalKey, Springer, ScienceDirect, PubMed, Sage Journals y Wiley. Todo esto basado en las particularidades generales a nivel biológico, psicoemocional y social del embarazo adolescente. Las referencias utilizadas son únicamente de bases de datos indexadas y que contuvieran alguna de las palabras clave de búsquedas definidas. La información presente en este artículo se centra en las claves para el abordaje del embarazo adolescente según las 3 áreas mencionadas.

Discusión

Factores de riesgo y contribuyentes

Un embarazo adolescente suele ser fruto de la confluencia de distintos factores relacionados entre sí. Identificarlos desde los sistemas de salud es esencial. Son elementos clave un escaso nivel educativo y bajo estatus socioeconómico(1). Este último tiene un rol dual: es factor de riesgo, pero además es consecuencia. El vivir en un hogar con hacinamiento asoció mayor riesgo de un embarazo adolescente(2). Si bien esta situación no es única de un grupo social, la estadística evidencia un mayor número de embarazos adolescentes en grupos raciales o étnicos minoritarios(1).

Mujeres que viven bajo fuertes estereotipos sexistas y condiciones difíciles tienen mayor predisposición a convivir con una pareja de forma temprana en búsqueda de mejorar su calidad de vida(10). Además, el estar casada lleva a relaciones sexuales más frecuentes y sin uso de anticoncepción(1).

Vivir en un entorno machista, violento y con falta de oportunidades condiciona a un mayor número de embarazos adolescentes(2). Este machismo ha sido identificado en diversos estudios de forma directa en cuanto al uso y negociación sobre el condón(12). Residir en una zona rural es otro de los contribuyentes al dificultar el acceso a servicios de salud y educación avanzada(1). Y por ende también mayor dificultad para acceso de métodos anticonceptivos(2).

En cuanto a anticoncepción el problema va más allá que solo el acceso como tal por lejanía a un centro de salud. Se ha documentado una falta de conocimiento en cuanto a estos, además de vergüenza al solicitarlos y barreras económicas para su compra(7). Existe también un uso limitado en personas jóvenes debido al miedo en cuanto a efectos secundarios, oposición cultural o religiosa, pocas opciones en los sistemas de salud pública y prejuicios en general(7). Por otro lado, ocurre un sentimiento de invencibilidad al no quedar en embarazo con relaciones sexuales sin protección que impulsa a los adolescentes a continuar con este comportamiento(12).

Existe un factor importante a nivel psicosocial, debido a que varios jóvenes comentan que un embarazo los ata a una pareja y/o es una expresión de amor(12). A su vez, otros adolescentes expresan actuar a modo de rebelión contra sus padres y todos los participantes de dicho estudio coincidieron con la característica de una educación deficiente sobre los embarazos e infecciones de transmisión sexual(12).

Otros elementos de riesgo descritos en estudios de Inglaterra son el ser hijas de madres adolescentes, participar en actividades delictivas, el ausentismo escolar, pocas aspiraciones para el futuro, una infancia infeliz, bullying en el centro educativo y depresión(3). El antecedente de un abuso sexual en ocasiones impulsa a la joven a involucrarse en un consumo de alcohol como mecanismo de defensa e incluso a relaciones sexuales transaccionales(1). Y además del alcohol ya mencionado, el consumo de tabaco y drogas son también contribuyentes de los embarazos adolescentes(15).

El entorno familiar y específicamente una comunicación limitada con los padres en cuanto a sexualidad está descrita como parte clave en esta problemática(15). Queda claro cómo son múltiples las condiciones que participan de esta realidad y que, si bien no es una problemática exclusiva de un solo grupo de riesgo, sí existen claros determinantes de vulnerabilidad que deben tomarse en cuenta.

Aspectos biológicos y complicaciones obstétricas

El número de complicaciones obstétricas aumenta en los embarazos adolescentes. Se suele asumir que esto es debido a factores sociales incluyendo un control prenatal inadecuado, sin embargo, como la edad materna se relaciona directamente con patologías asociadas al embarazo(16). Se han identificado, por ejemplo, bajo peso al nacer, parto pretérmino y, por consiguiente, mayor mortalidad neonatal(16). Cabe resaltar que ciertos estudios no han identificado mayor riesgo de bajo peso al nacer, con la salvedad de que algunos incluyen únicamente partos en Estados Unidos(11). Otros autores exponen la necesidad de más investigaciones para determinar una relación clara entre el bajo peso al nacer y el tener una madre adolescente(17). Sin embargo, la asociación sí está descrita(8)

En cuando al parto pretérmino y la ruptura prematura de membranas, se describe un aumento de este riesgo en madres adolescentes(8). Un cérvix con un desarrollo incompleto es menos resistente a infecciones clínicas o subclínicas y a su vez, estas promueven la producción de prostaglandinas(8).

Otros riesgos para el neonato son mayor probabilidad de tener anomalías congénitas a nivel de sistema nervioso central, gastrointestinal o musculoesquelético/tegumentario(3). Así como necesidad de reanimación neonatal, sepsis y un Apgar bajo(11).

La inmadurez intrauterina ha sido definida como la principal causa patológica, llevando a más casos con eclampsia y las consecuencias ya mencionadas(16), debido a isquemia útero-placentaria(8) Otros estudios añaden mayor riesgo de trastornos hipertensivos del embarazo en general, incluyendo preeclampsia(11) y síndrome de HELLP(8)

Existe variación individual en cuanto al grosor endometrial y el volumen uterino en mujeres posterior a la menarca en distintas etapas puberales(16). Durante la adolescencia la respuesta uterina ante hormonas esteroideas y la maduración del eje hipotálamo-hipófisis-ovario aún no está completamente desarrollada(16). Sumando todo lo anterior, se evidencia que en la adolescencia puede ocurrir un embarazo en un útero inmaduro a nivel anatómico y fisiológico, que puede conllevar a una sobre distención uterina(16).

Además de las complicaciones ya mencionadas, infecciones por chlamydia y gonorrea son prevalentes en embarazos adolescentes versus embarazos que no lo son(11). Escherichia coli corresponde a otro de los microorganismos más comunes causantes de infección vaginal en esta población(8) Existe a su vez una mayor probabilidad de una infección sistémica en comparación a madres de 20 a 24 años(6).

Los efectos adversos en el bebé empeoran a su vez por otros factores como el fumado y menor lactancia materna(9). Aunado a esto, las adolescentes suelen confirmar su embarazo de forma tardía y priorizar otros aspectos como problemas financieros antes que acudir a las clases y citas prenatales(9). Se evidencia un mayor porcentaje de ausencia de control prenatal en el primer trimestre en madres adolescentes en comparación a mujeres de mayor edad(11).

Debido al proceso de crecimiento en que se encuentra la mujer adolescente se presentan más casos con deficiencia nutricional(10). No solo durante el embarazo, sino también antes del mismo(9). Incluso se ha determinado mayor probabilidad de transfusión sanguínea materna debido a hemorragia postparto(11).

Es importante recalcar que dentro del grupo de adolescentes existe diversidad y los riesgos no son los mismos en adolescentes definidas como «en crecimiento» en relación con las de mayor edad(16). Para ejemplificar este concepto, adolescentes menores de 15 años asocian más riesgo de eclampsia y parto pretérmino, en comparación a las jóvenes mayores de 15 años con un mayor número de infecciones de transmisión sexual. Incluso, mientras más joven es la adolescente, mayor el riesgo de un parto prematuro(11). Se han documentado a su vez periodos intergenésicos cortos en esta población(12).

Dimensión social: implicaciones y desafíos

El ámbito social debe estar presente al hablar un embarazo adolescente. Múltiples realidades de este aspecto confluyen, algunas de las cuales se mencionan en este apartado.

A pesar de los esfuerzos en salud pública que se realizan, continúa prevaleciendo un amplio número de embarazos adolescentes en mujeres en condición de pobreza. Estas jóvenes asumen de forma implícita responsabilidades para el funcionamiento familiar, que incluyen trabajo doméstico, organización de gastos y/o manutención, obteniendo ingresos principalmente del servicio doméstico o a nivel informal del mercado laboral, ambos empleos poco valorados(13).

Es claro entonces que el ámbito económico juega un papel importante y lleva a efectos colaterales incluyendo angustia, violencia y consumo de alcohol(13). A su vez, se ha descrito que la mayoría de hombres jóvenes no se hacen cargo de la cocrianza y mantenimiento de su hijo o hija, recargando el peso total en la mujer, y si tiene una red de apoyo, en su familia también(13).

Si bien, no son todos los casos, adolescentes en respuesta a situaciones de vulnerabilidad social en las que viven y a la representación social del género femenino, asocian la maternidad como una resignificación, muchas veces desde la necesidad de validación y el miedo, llevando así a un mayor riesgo psicosocial(13). Incluso se refuerza el «destino de ser madre» y se replica lo vivido por sus madres y abuelas(13).

Ahora bien, el vivir en una zona rural o incluso con un sistema de transporte ineficiente para acudir a centros de salud conlleva una menor atención médica durante el embarazo, parto y postparto, con todos los riesgos que esto implica(2).

Estudios en Inglaterra han asociado la privación social con elevadas tazas de embarazo adolescente y sus consecuencias(3). Este término se compone de varios indicadores como el nivel educativo, la salud, la situación laboral, la ocupación e ingresos de sus padres(3).

Somos seres sociales y el sentido de pertenencia es vital. Algunas de las adolescentes del estudio de Flores-Palacios et al(13) describieron que ese embarazo temprano resultó en ser tomadas en cuenta por parte de sus amigos y en ser vistas por sus padres, refiriendo incluso «Antes era nadie, hoy al menos soy madre», según describen las autoras lo expresado por la joven anónima BC17(13).

Las redes sociales forman parte de la socialización y en adolescentes existe una amplia publicación en las mismas de su embarazo. Se ha documentado una falta de protección de identidad en todas las edades de las jóvenes del estudio, incluso desafiando las normas tradicionales en relación con la edad y el embarazo. Participan así de una cultura que glorifica el exponer la vida privada construyendo su identidad para la aceptación social(18). Si bien las redes ofrecen espacios para compartir en grupos sobre maternidad y se encuentra apoyo, también se vuelve un sitio de críticas(18). Además, los autores describen a estas madres jóvenes mostrando en internet un «embarazo intensivo» según los ideales de una buena madre, evitando expresar sentimientos negativos para no ser consideradas incapaces de criar a sus hijos(18). A su vez, mientras más positiva la reacción de la familia, más información comparten estas madres de su embarazo en redes sociales(18).

Respecto al papel que juega el hombre en los embarazos adolescentes, estos no suelen participar en temas como planificación familiar, ya sea por falta de conocimiento o de interés(19). Por ello la perspectiva de género no deja de tener relevancia. Hay una fuerte tendencia masculina en culpar a las mujeres (novias, madres o incluso enfermeras) ante el fallo de los anticonceptivos(19). E incluso ciertos hombres que obligan a sus parejas a no utilizar métodos anticonceptivos con el discurso de que esto las llevaría a la promiscuidad y posteriormente al ocurrir un embarazo alegaban un engaño(19).

Debido a lo anterior existe la creencia de un completo desinterés por parte de toda figura masculina, sin embargo, esta idea es refutada por estos mismos autores quienes informan que la participación del hombre cada vez sucede más en cuanto a financiación de anticonceptivos, capacitación y/o acompañamiento de sus parejas a servicios de salud(19).

Entonces, si bien la cultura patriarcal desliga a los hombres de participar en la planificación familiar, ya hay indicios en la literatura de cambios en este comportamiento, aunque queda mucho camino por una igualdad en este ámbito(19). Queda claro que las intervenciones no solo deben dirigirse a mujeres, sino involucrar a los hombres con el fin de un mejor resultado que abarque más que solamente la parte sexual(19). Son importantes clínicas de planificación con personal de ambos sexos y horarios convenientes(19). Sin embargo, las intervenciones donde se involucren a los hombres no deben potenciar las desigualdades de género al relegar la decisión o poder al hombre y/o poner una carga en las mujeres para que haya participación de su pareja(19).

Aunque no todos los embarazos adolescentes son consecuencia de un abuso sexual, sí se ha detectado que los abusos tienen asociación con uso inadecuado de anticonceptivos, tener más parejas sexuales, relaciones sexuales a una edad más temprana y bajo los efectos del alcohol y las drogas(20). Debido a las implicaciones ético-legales en menores de edad, descartar un abuso sexual en estos embarazos es primordial.

Un estudio realizado en Costa Rica en madres adolescentes de 14 a 17 años evidenció un profundo impacto en su proyecto de vida, con la salvedad de que era una muestra pequeña(13). Cabe resaltar según otros testimonios descritos por los mismos autores que los hijos también pueden ser una motivación para continuar con los planes que la mujer tenía(13).

En otros relatos recopilados de madres adolescentes de Yucatán queda descrito cómo de forma directa o indirecta son presionadas para formalizar la relación y casarse con el padre del bebé, sin considerar si tiene la madurez emocional y condiciones para ello. Pareciera que al ser madres pierden el derecho a ser adolescentes y mujeres libres de decidir(13).

A pesar de todo lo descrito anteriormente, hay quienes critican el considerar el embarazo adolescente como un problema social debido a que las asociaciones entre factores sociales negativos y el embarazo adolescente no son directamente causales, sino que existe una cadena compleja de circunstancias(3). Incluso consideran que el describir a las adolescentes embarazadas como un grupo problemático pueden aumentar los estigmas sobre las madres adolescentes y que estas se aíslen socialmente y no acudan a servicios(3).

Sin embargo, sí se ha determinado que una combinación de educación sexual, promoción en cuanto a anticonceptivos y abocar por equidad de oportunidades en zonas de desigualdad social; han reducido las tazas de embarazo adolescente(3). Se recalca entonces que el abordaje social es complejo.

Ámbito psícoemocional

Durante la adolescencia el desarrollo paulatino de la corteza prefrontal juega un papel crucial, influyendo en actividades como planeamiento, toma de decisiones y organización(5). Esto en contraposición con un sistema límbico que procesa las emociones de forma rápida, llevando así a mayor impulsividad y decisiones sin tomar en cuenta las consecuencias en respuesta a emociones intensas(5).

Es normal para los jóvenes tener curiosidad respecto a contenido sexual, sin embargo, actualmente existe contenido violento al cual se llega sin esfuerzo ni costo(5). Debido al ya mencionado proceso de desarrollo cerebral, las personas adolescentes son más reactivas y sensibles a este contenido, con el riesgo de fortalecer creencias estereotipadas, incluyendo agresión sexual y sexo no consensuado(5).

La forma en que se crea la mayoría de la pornografía es con el fin de ser estimulante desde la perspectiva masculina y no realista ni pensando en relaciones saludables(5). En el mundo digital otro auge importante es el sexting normalizado en jóvenes, descrito como el intercambio electrónico entre dos personas de contenido sexual creado por la persona misma, incluyendo texto, videos o imágenes(5).

La educación y consejería para adolescentes debe ir más allá de la prevención de infecciones de transmisión sexual y embarazos no deseados, ambos, aunque realmente son importantes, sin un acompañamiento en cuanto a consentimiento, pornografía y sexting, se vuelven una clase más solo desde un ámbito biológico(5). Un enfoque sobre la sexualidad como una experiencia humana y positiva, con respeto mutuo, igualdad para expresar deseos, consentimiento, cómo prevenir embarazos e infecciones, es esencial(5). El decidir no tener discusiones sobre salud sexual o fijar el discurso únicamente en la abstinencia, crea distancia con los adolescentes y pierde oportunidades para hablar de estos temas(5).

HEADSS es una estrategia de revisión anual en adolescentes, por sus siglas en inglés de Home, Education, Activities, Drugs, Sex, Suicide(5). El lenguaje construye y tener palabras para comunicar es vital, por lo que términos y conceptos de estos ámbitos deben ser parte del plan formativo en jóvenes(5).

Emociones que describen varias de las madres adolescentes son culpa y vergüenza al haber traicionado las expectativas de sus padres(13). Algunas exponen regaños, otras solo silencios. A nivel de salud mental pensamientos como incredulidad, negación, miedo, frustración, hiperactividad, angustia y tristeza están reportadas en la literatura en relación al embarazo precoz(13). Sin embargo, recalcan las autoras que esta sintomatología no suele ser identificada y menos aún tratada en los servicios de salud(13).

Las madres adolescentes suelen experimentar trastornos mentales tales como depresión y ansiedad, que como se mencionó, pasan desapercibidos(21). El bienestar mental (es decir, el cómo una persona conecta consigo misma y el mundo) tiene tres componentes. Primero el psicológico donde se incluye la autoaceptación, relaciones interpersonales positivas, propósito en la vida y autonomía)(21). Segundo el social, que abarca la realización y coherencia social, la integración y contribución(21). Y tercero el emocional(21). Todos estos componentes se ven afectados en madres adolescentes(21).

El seguimiento en cuanto a salud mental no debe limitarse al embarazo y postparto inmediato, ya que las madres menores de 20 años tienen un 30% de riesgo aumento en afecciones de este ámbito a los 3 años del parto(9). Este se ve exacerbado por aislamiento y abuso doméstico(9).

Estrategias de abordaje

En los segmentos previos se han descrito las implicaciones biológicas, sociales y psicoemocionales en relación al embarazo adolescente. Por tanto, no puede brindarse un abordaje adecuado sin tomar en cuenta estos 3 elementos, que a su vez se encuentran interrelacionados.

Iniciando a nivel amplio, es necesario un liderazgo estratégico a nivel país para promover políticas en pro de esta problemática, con los recursos necesarios y mecanismos de gobernanza para la rendición de cuentas(9). Lo anterior debido a que el embarazo adolescente es causa y consecuencia de inequidad social(9).

Se debe ampliar la visión más allá del énfasis en el cambio del comportamiento individual(22). Esto debido a que se tiende a atribuir la culpa por el embarazo a las niñas y mujeres, cuando el enfoque de salud pública debe ser global(22). Además, ya se ha mencionado que zonas vulnerables a nivel socioeconómico son factor de riesgo para embarazos adolescentes(7). Las políticas públicas deben brindar herramientas que reduzcan los índices de pobreza y garanticen hogares estables(4).

Seguidamente la educación es un pilar base. Se ha establecido una relación entre programas de educación infantil temprana con una mejora durante la adolescencia(6). La importancia de que sean tempranamente (aproximadamente a los 5 años) es debido a que fomentan el desarrollo cognitivo y social que a su vez prepara para el aprendizaje escolar, mejorando el rendimiento académico y disminuyendo los problemas de conducta en los jóvenes(6). Existen aún limitantes y vacíos que definir como el contenido, la edad de inicio y tiempo de duración, sin embargo, se lucida gran aporte por parte de estas intervenciones(6).

Promover mediante distintas herramientas educación y habilidades en busca de una mayor solvencia económica brindará la idea de autosuficiencia y superación en jóvenes con escasos recursos que muchas veces terminan en una relación con hombres de mayor edad debido al aspecto económico(7). Se ha documentado que las niñas que recibieron 10 años de escolarización tienden a casarse 6 años después, debido a una mayor autonomía, habilidades para toma de decisiones e independencia económica(15). Incluso, más allá de solo la parte educativa formal, la promoción de actividades extraescolares es una medida preventiva para reducir las conductas sexuales de riesgo(7).

Ahora bien, otras estrategias a implementarse son necesarias, pero deben tener una base adecuada para que sean sostenibles y con implementadores con conocimientos y habilidades para el manejo de estos temas(7).

Los programas en pro de disminuir la tasa de embarazos adolescentes deben incluir apoyo educativo para quienes presentan dificultades académicas, habilidades para relaciones interpersonales, involucrar a los padres, oportunidades de voluntariado y experiencia laboral y apoyo para quienes experimentan conflictos familiares(3).

Los factores de riesgo ya fueron descritos en apartados previos y estos son bastante conocidos, sin embargo, los programas de prevención de embarazo adolescente deben dar un giro a un desarrollo positivo, es decir, enfocándose en los factores de protección, por sus siglas en inglés PYD Positive Youth Development o en español DJP Desarrollo Juvenil Positivo(23). Tres partes esenciales de estos programas son primeramente el desarrollo de habilidades, segundo la participación y contribución de los jóvenes y tercero la creación de un espacio seguro(23).

Ha destacado en diversos estudios cómo una mayor conexión entre el adolescente con sus padres o un adulto de confianza retrasaba el inicio de las relaciones sexuales o llevaba a un uso más efectivo de métodos anticonceptivos(23).

Los programas realizados deben ser en horarios que garanticen la participación de la mayoría del público meta, con educadores capacitados e información médica precisa(9). A su vez, en un ambiente donde se promueva el respeto y el consentimiento. El trabajo participativo en grupos pequeños y la colaboración con padres y cuidadores es efectiva(9).

De igual modo, es necesaria una mejora en las habilidades blandas del personal que atiende a los jóvenes en las clínicas y que a su vez se ofrezcan servicios de salud de alta calidad(9). Incluyendo también a los hombres en la planificación familiar(4).

No debe excluirse a quienes ya son madres adolescentes, en búsqueda de reducir los embarazos recurrentes prontos (es decir, con un periodo intergenésico corto). Para el éxito es necesario incluir visitas domiciliarias, servicios anticonceptivos, consultas pre y post natales de fácil acceso y según las necesidades de las jóvenes(3). Además, abordar la exclusión social que pueden experimentar estas madres, fomentando la formación continua, el cuido infantil y asistencia para la vivienda(3).

Queda después de todo este análisis la inquietud sobre cómo pueden contribuir los médicos en cuanto a este tema. Si bien las intervenciones necesarias son más extensas que el ámbito clínico, cabe destacar los siguientes puntos(3). Primero la importancia de conversar sobre anticoncepción y salud sexual con la población juvenil. Y en cuanto a esto, también es vital que el médico desarrolle habilidades de comunicación y escucha en la consulta con adolescentes. Sin dejar pasar la oportunidad para valorar el riesgo de posible abuso o violencia de otros tipos(3).

Ahora bien, cuando ya existe un embarazo adolescente, debe realizarse una evaluación prenatal temprana donde se identifiquen las necesidades específicas de la madre y se pueda buscar apoyo en conjunto(9).

No se debe perder de vista el riesgo aumentado de complicaciones obstétricas, por lo que, con especial atención en esta población joven, realizar un monitoreo cercano en cuanto a laboratorios y ultrasonido, con una explicación clara en cuanto a signos de alarma es vital para la detección temprana de patologías que ponen en riesgo la vida de la madre y del bebé. Según los factores de riesgo individuales de la madre y las capacidades del servicio de salud, se debe valorar la necesidad de controles prenatales más cercanos.

Conclusión

El embarazo adolescente es un tema que compete al ámbito público debido a todas sus implicaciones. Para lograr una prevención efectiva es necesario articular esfuerzos que van desde lo macro, como políticas socioeconómicas que reduzcan las grandes brechas de desigualdad y programas educativos con personal capacitado, hasta lo micro como lo es una atención respetuosa, empática e integral al atender a un adolescente a nivel clínico, educativo o social(4,9).

Cada día es más común el hablar de medicina individualizada y en estos casos con mayor razón. Claves para el abordaje hay muchas, pero la primordial es ampliar la visión que se tiene. La adolescente es una persona en desarrollo físico, social y psicoemocional, por lo tanto, se presentan desafíos en estas 3 esferas.

No existe una única forma de manejo de esta situación, pues cada joven vive una realidad distinta. Sin embargo, los siguientes son elementos que deben tamizarse y tenerse presentes durante el embarazo y postparto de una mujer adolescente.

El proceso de desarrollo anatómico-endocrino-fisiológico que vive una joven influye en la evolución de un embarazo. Debe prestarse especial atención a los trastornos hipertensivos y patologías infecciosas, las cuales se han descrito con mayor riesgo en esta población(8,11,16). A su vez, un seguimiento cercano al crecimiento del feto es necesario por la problemática de bajo peso y anomalías congénitas(9). Todo esto mediante exámenes de laboratorio, ultrasonido obstétrico, citas prenatales cercanas si las amerita y una clara educación en cuanto a signos de alarma. A su vez, no perder de vista el riesgo de parto pretérmino.

En el ámbito social desde las primeras citas prenatales deben valorarse las condiciones en las que vive la madre y qué herramientas posee, tanto a nivel económico y educativo como en cuanto a redes de apoyo. Es importante que las jóvenes no se aíslen de su entorno en esta etapa y que se les brinden en conjunto con trabajo social y los profesionales en educación un apoyo cercano(13).

Valorar las emociones, ideas, frustraciones y miedos de cualquier adolescente es esencial para proporcionar los medios y el acompañamiento necesario para transitar esta etapa de crecimiento de la mejor forma. Con mayor razón en una joven que está viviendo un embarazo que sumará un cambio más (y uno realmente abismal) a los que ya se encontraba experimentando(5,21).

Si bien no todos los profesionales que atiendan a una paciente adolescente tendrán la pericia total para el manejo de esta área, sí es necesario que estas personas reconozcan alertas para referirla con personal especializado y que cuenten con habilidades blandas y conocimiento en primeros auxilios psicológicos para una atención cercana y empática.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.