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Colestasis intrahepática del embarazo: fisiopatología, diagnóstico y complicaciones materno-fetales

Colestasis intrahepática del embarazo: fisiopatología, diagnóstico y complicaciones materno-fetales

Autora principal: Fabiola Jaén Jaén

Vol. XX; nº 10; 493

Intrahepatic cholestasis of pregnancy: pathophysiology, diagnosis and maternal-fetal complications

Fecha de recepción: 16 de abril de 2025
Fecha de aceptación: 14 de mayo de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 10 Segunda quincena de Mayo de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 10; 493

Autores:

Fabiola Jaén Jaén. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: 0009-0002-5677-1456. Código Médico 17962

Karina Granados Solano. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: 0009-0006-5431-6117. Código Médico 18129

Noemi Parada Aguilar. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: 0009-0009-7508-2251. Código Médico 18656

Diana Briones Marín. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: 0009-0001-9050-1356. Código Médico 17958

Resumen:

La colestasis intrahepática del embarazo es un trastorno hepático caracterizado por prurito y niveles elevados de ácidos biliares en suero, que suele manifestarse en el segundo o tercer trimestre y se resuelve espontáneamente tras el parto. Aunque reversible, la colestasis intrahepática del embarazo puede conllevar complicaciones fetales graves, como parto prematuro y muerte intrauterina, lo que requiere un manejo cuidadoso. Su prevalencia varía según la etnia y factores como embarazos múltiples y antecedentes familiares. La condición está asociada a alteraciones hormonales y factores genéticos, especialmente mutaciones en los genes ABCB4 y ABCB11. El riesgo de complicaciones aumenta cuando los ácidos biliares superan los 100 micromoles por litro.

El tratamiento se centra en el alivio de los síntomas maternos y la prevención de complicaciones fetales. El ácido ursodesoxicólico es el tratamiento más común, aunque su eficacia en mejorar los resultados perinatales sigue siendo debatida. La monitorización de los niveles de ácidos biliares es esencial para el manejo adecuado, especialmente en la forma temprana de la enfermedad. Las complicaciones maternas incluyen disfunción hepática, coagulopatías y diabetes gestacional, mientras que las complicaciones fetales abarcan parto prematuro, angustia fetal y muerte intrauterina. La evaluación clínica y el diagnóstico temprano son clave para el manejo efectivo.

La colestasis intrahepática del embarazo tiene un pronóstico favorable para la madre a largo plazo, con una recuperación completa de la función hepática, aunque es necesario un seguimiento en embarazos posteriores. Los neonatos también tienen un buen pronóstico a largo plazo si se gestionan adecuadamente, aunque presentan riesgos inmediatos debido a las complicaciones del embarazo.

Palabras clave:

Colestasis, embarazo, ácidos biliares, prurito, ácido ursodesoxicólico, parto prematuro.

Abstract:

Intrahepatic cholestasis of pregnancy is a liver disorder characterized by pruritus and elevated serum bile acid levels, which usually manifests in the second or third trimester and resolves spontaneously after delivery. Although reversible, intrahepatic cholestasis of pregnancy can lead to serious fetal complications, such as premature delivery and intrauterine death, requiring careful management. Its prevalence varies according to ethnicity and factors such as multiple pregnancies and family history. The condition is associated with hormonal disturbances and genetic factors, especially mutations in the ABCB4 and ABCB11 genes. The risk of complications increases when bile acids exceed 100 micromoles per liter.

Treatment focuses on alleviating maternal symptoms and preventing fetal complications. Ursodeoxycholic acid is the most common treatment, although its efficacy in improving perinatal outcomes remains debated. Monitoring bile acid levels is essential for proper management, especially in the early form of the disease. Maternal complications include liver dysfunction, coagulopathies and gestational diabetes, while fetal complications include preterm delivery, fetal distress and intrauterine death. Clinical evaluation and early diagnosis are key to effective management.

Intrahepatic cholestasis of pregnancy has a favorable long-term prognosis for the mother, with complete recovery of liver function, although follow-up is necessary in subsequent pregnancies. Neonates also have a good long-term prognosis if managed appropriately, although they pose immediate risks due to pregnancy complications.

Keywords:

Cholestasis, pregnancy, bile acids, pruritus, ursodeoxycholic acid, premature delivery.

Introducción:

La colestasis intrahepática del embarazo (CIE) es un trastorno hepático que aparece durante la gestación y se caracteriza por la presencia de prurito y niveles elevados de ácidos biliares en suero. Suele manifestarse en el segundo o tercer trimestre del embarazo y se resuelve espontáneamente después del parto. Aunque su evolución es reversible, esta condición reviste importancia clínica debido a la asociación con resultados fetales adversos, como el parto prematuro y la muerte intrauterina, lo que requiere un monitoreo y manejo cuidadoso para minimizar los riesgos (1; 2; 3).

La prevalencia de la CIE varía según la etnia, siendo más frecuente en embarazos múltiples, en mujeres de mayor edad materna o con antecedentes familiares de esta patología. La definición clínica de la CIE incluye la aparición de prurito junto con la elevación de los niveles séricos de ácidos biliares, acompañados con frecuencia de pruebas de función hepática anormales. Pese a que se trata de una condición que desaparece tras el parto, su etiología no está completamente esclarecida, aunque se cree que factores hormonales y genéticos desempeñan un papel fundamental en su desarrollo (3).

Desde el punto de vista clínico, el mayor riesgo asociado a la CIE es la posibilidad de complicaciones fetales, en particular el parto prematuro y la muerte intrauterina. Estos riesgos aumentan de forma significativa cuando los niveles de ácidos biliares superan los 100 µmol/L en el tercer trimestre, lo que convierte a la monitorización constante en un aspecto clave del manejo de esta patología (1). Una variante menos común, pero de mayor gravedad, es la CIE de inicio temprano, que ocurre antes de las 24 semanas de gestación. Esta forma de presentación supone un desafío clínico debido a su progresión rápida y a la mayor probabilidad de desenlaces adversos, lo que exige una intervención médica inmediata y exhaustiva (2).

El manejo de la CIE se centra principalmente en el control de los síntomas maternos y la prevención de complicaciones fetales. El tratamiento más utilizado es el ácido ursodesoxicólico, que ha demostrado eficacia en la reducción de los niveles de ácidos biliares y el alivio del prurito. Sin embargo, su impacto en la mejora de los resultados perinatales sigue siendo motivo de debate (1).

Diversas investigaciones han identificado predisposiciones genéticas asociadas con la CIE. Variantes en los genes ABCB4 y ABCB11 parecen aumentar el riesgo de desarrollar esta patología, lo que destaca la necesidad de estrategias de monitoreo más personalizadas (4).

El objetivo del presente artículo es analizar la CIE, abordando sus aspectos clave como la definición, etiología y relevancia clínica, con especial énfasis en su impacto obstétrico y las complicaciones asociadas para el feto. Asimismo, se pretende revisar las estrategias actuales de diagnóstico, manejo y tratamiento, destacando el papel de las predisposiciones genéticas y las posibles intervenciones terapéuticas personalizadas para mejorar los resultados materno-fetales.

Metodología:

Para el diseño de esta investigación sobre la CIE y sus complicaciones, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva para analizar sus aspectos clave. Esta revisión incluyó la definición y etiología de la CIE, su relevancia clínica, el impacto en la salud materno-fetal, las complicaciones asociadas y las estrategias actuales de manejo y tratamiento. Se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web of Science, debido a su alta calidad y pertinencia en temas relacionados con salud materna, hepatología y obstetricia.

Se aplicaron rigurosos criterios de inclusión y exclusión para asegurar la calidad y pertinencia de la información seleccionada. Los criterios de inclusión consideraron estudios publicados entre 2020 y 2025, escritos en inglés o español, que presentaran evidencia científica sólida sobre la CIE, sus factores de riesgo, complicaciones y abordajes terapéuticos. Se excluyeron estudios con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas que no contaran con revisión por pares. Las palabras clave utilizadas incluyeron: Colestasis, embarazo, ácidos biliares, prurito, ácido ursodesoxicólico, parto prematuro.

La búsqueda inicial identificó 20 fuentes relevantes, entre las que se incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas y metaanálisis. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis exhaustivo para extraer datos sobre la patogenia de la CIE, el impacto de los niveles elevados de ácidos biliares en el feto, y las posibles implicaciones genéticas en su desarrollo.

El análisis se realizó mediante enfoques cualitativos y comparativos. Los hallazgos clave se sintetizaron y organizaron en categorías temáticas, lo que permitió identificar tendencias emergentes en el manejo de la CIE, correlaciones fisiopatológicas entre los niveles de ácidos biliares y las complicaciones obstétricas, así como nuevas perspectivas en las estrategias de tratamiento personalizado. Este enfoque integral proporciona una visión clara y estructurada sobre la CIE y sus implicaciones para la salud materno-fetal, destacando las oportunidades para mejorar el monitoreo y las intervenciones clínicas.

Fisiopatología de la colestasis intrahepática del embarazo:

La CIE es una patología de origen multifactorial en la que intervienen factores genéticos, hormonales y ambientales. La predisposición genética desempeña un papel fundamental, ya que ciertas mutaciones relacionadas con el transporte y el metabolismo de los ácidos biliares se asocian directamente con un mayor riesgo de desarrollar esta afección (5). Además, los cambios hormonales característicos del embarazo, especialmente el aumento de los niveles de estrógenos y progesterona, pueden potenciar la retención de ácidos biliares y contribuir a la disfunción hepática. Aunque en menor medida, los factores ambientales también pueden influir en la aparición de la CIE. Aspectos como la dieta o la exposición a ciertas toxinas podrían estar relacionados, aunque su papel no está claramente definido (5).

Un elemento clave en la fisiopatología de la CIE es el papel de los ácidos biliares elevados, que constituyen una característica distintiva de esta enfermedad. La acumulación de ácidos biliares en el suero está directamente relacionada con la patogenia y con las complicaciones adversas asociadas a la CIE (2; 6). Estos ácidos pueden provocar daño hepatocelular y afectar la función placentaria, lo que incrementa el riesgo de sufrimiento fetal, parto prematuro y muerte fetal intrauterina (1; 6). El monitoreo constante de los niveles de ácidos biliares es esencial tanto para el diagnóstico como para el manejo clínico de la CIE, siendo especialmente preocupantes aquellos niveles superiores a 100 µmol/L, que están asociados con un mayor riesgo de complicaciones severas (1).

Desde una perspectiva clínica, la detección temprana y el monitoreo regular de los niveles de ácidos biliares resultan fundamentales para optimizar los resultados tanto maternos como fetales (2). El tratamiento más común incluye el uso de ácido ursodeoxicólico, aunque su eficacia para mejorar los resultados perinatales sigue siendo un tema de debate (1; 7). La atención multidisciplinaria y la elaboración de planes de tratamiento individualizados son esenciales para abordar las complejidades de la CIE y reducir al mínimo los riesgos asociados (2).

Factores de riesgo y epidemiología:

La CIE presenta una incidencia global aproximada del 0.7%, aunque muestra variaciones significativas según la etnia y la región geográfica, lo que sugiere una posible influencia genética y ambiental en su desarrollo (3). En algunas zonas, como América del Sur, la incidencia es considerablemente más alta, lo que podría indicar una predisposición genética específica de ciertas poblaciones regionales (5).

Diversos factores predisponentes contribuyen al riesgo de desarrollar esta condición. El historial familiar de CIE aumenta significativamente la probabilidad de que una mujer la experimente, lo que respalda la existencia de un componente genético en su patogenia (3). Asimismo, las mujeres con embarazos múltiples están más expuestas, posiblemente debido a los niveles hormonales elevados que caracterizan estas gestaciones y que podrían agravar la disfunción hepática (3). La etnicidad es otro factor importante, ya que ciertos grupos étnicos, particularmente en América del Sur, muestran una mayor prevalencia, lo que sugiere una susceptibilidad genética específica (5). Además, la edad materna avanzada también se asocia con un mayor riesgo de CIE, aunque el mecanismo exacto detrás de esta relación aún no se comprende completamente (3).

Desde el punto de vista clínico, el reconocimiento temprano y un manejo adecuado de la CIE son fundamentales para reducir las complicaciones fetales adversas, como el parto prematuro y la muerte fetal intrauterina (2; 8). La monitorización periódica de los niveles de ácidos biliares y las pruebas de función hepática resultan esenciales para evaluar la gravedad de la enfermedad y ajustar el tratamiento en consecuencia (5; 2). Entre las opciones terapéuticas, el uso de ácido ursodeoxicólico está recomendado como tratamiento de primera línea para disminuir el riesgo de parto prematuro espontáneo y mejorar los resultados perinatales (5).

Manifestaciones clínicas:

Las manifestaciones clínicas de la CIE son diversas, siendo el prurito el síntoma más común y característico. Este prurito suele ser intenso, aparece generalmente en el tercer trimestre y puede afectar todo el cuerpo, aunque es más acentuado en las palmas de las manos y las plantas de los pies. La ictericia es menos frecuente, pero puede presentarse debido a la acumulación de ácidos biliares y a la disfunción hepática asociada a la enfermedad. Otros síntomas como la fatiga, la orina oscura y las heces pálidas también pueden estar presentes, aunque son menos específicos para el diagnóstico de CIE (9).

Las manifestaciones clínicas de la CIE varían según el trimestre del embarazo. En el primer y segundo trimestres, la enfermedad es rara y, cuando se presenta, suele manifestarse con síntomas más leves (10). Sin embargo, en el tercer trimestre, los síntomas se intensifican significativamente, aumentando el riesgo de complicaciones fetales como el parto prematuro y la angustia fetal (11; 12).

El diagnóstico diferencial es esencial para distinguir la CIE de otras enfermedades hepáticas que pueden presentar síntomas similares. Entre estas condiciones se incluyen la hepatitis viral, la preeclampsia y el hígado graso agudo del embarazo (9). Cada una de estas patologías tiene características clínicas y hallazgos de laboratorio específicos que permiten diferenciarlas de la CIE, siendo clave para evitar diagnósticos erróneos y tratamientos inadecuados. En este contexto, la medición de los niveles séricos de ácidos biliares constituye el marcador diagnóstico estándar para la CIE, dado que su elevación es un signo distintivo de la enfermedad. Aunque se ha explorado el uso de otros biomarcadores como la calprotectina, su utilidad diagnóstica ha demostrado ser limitada en comparación con los ácidos biliares (9).

Diagnóstico:

La evaluación clínica y la historia obstétrica detallada son fundamentales para el diagnóstico de la CIE. Esta condición suele sospecharse en presencia de prurito inexplicable, especialmente durante el tercer trimestre del embarazo, cuando la manifestación de este síntoma es más frecuente y característico (9). La recopilación de antecedentes obstétricos es esencial, dado que la CIE se asocia con desenlaces adversos del embarazo, como la angustia fetal, el parto prematuro y, en casos más graves, la muerte fetal (13).

El diagnóstico de la CIE se basa principalmente en la medición de los niveles séricos de ácidos biliares, considerados el estándar de oro para la confirmación de esta condición. Valores superiores a 10 μmol/L son indicativos de CIE y requieren monitoreo constante (9). Además de los ácidos biliares, se realiza el seguimiento de las enzimas hepáticas como la alanina aminotransferasa y la bilirrubina directa, ya que sus niveles pueden variar según la gravedad de la enfermedad (13). Aunque se han explorado biomarcadores alternativos, como la calprotectina sérica, su rendimiento diagnóstico es inferior al de los séricos de ácidos biliares, lo que limita su aplicación clínica en el diagnóstico de CIE (9).

Las técnicas de imagen complementan la evaluación clínica, permitiendo una mejor valoración del bienestar fetal. La ecografía obstétrica es una herramienta clave para monitorear el desarrollo fetal y detectar signos tempranos de compromiso. Métodos avanzados, como el Doppler pulsado y el Doppler tisular, proporcionan información valiosa sobre la función cardíaca fetal en casos de CIE severa (14). Estas técnicas permiten evaluar parámetros como el índice de rendimiento miocárdico y el tiempo de relajación isovolumétrica, los cuales pueden estar alterados en presencia de disfunción cardíaca fetal asociada a CIE (14).

Complicaciones maternas y fetales:

La CIE está asociada a diversas complicaciones maternas y fetales que requieren una vigilancia y manejo específicos. En el contexto materno, la disfunción hepática es una de las principales preocupaciones. La CIE está vinculada a alteraciones en el metabolismo de los ácidos biliares, lo que puede ocasionar coagulopatías y aumentar el riesgo de hemorragias posparto (13).

Otro riesgo asociado a la CIE es la aparición de diabetes mellitus gestacional (DMG), especialmente en los casos de inicio temprano. La presencia de CIE aumenta la probabilidad de que la mujer desarrolle DMG, lo que complica aún más el curso del embarazo y afecta negativamente la salud materna y los resultados obstétricos (15).

En cuanto a las complicaciones fetales, la CIE se relaciona con un aumento de la tasa de parto prematuro y angustia fetal. Los ácidos biliares elevados en la CIE pueden atravesar la placenta y afectar el desarrollo fetal, generando un riesgo significativo para la salud del feto. Los niveles elevados de ácidos biliares pueden inducir alteraciones en el funcionamiento placentario y comprometer la oxigenación fetal, lo que incrementa la posibilidad de parto prematuro y de complicaciones graves como la muerte fetal intrauterina. De hecho, la tasa de muerte fetal en mujeres con CIE es considerablemente más alta, y el monitoreo constante de los niveles de ácidos biliares se convierte en una herramienta esencial para evaluar el riesgo fetal y tomar decisiones oportunas para la gestión del embarazo (13).

El seguimiento de los niveles de ácidos biliares es crucial no solo para el diagnóstico de la CIE, sino también para la predicción de los riesgos fetales. Se ha demostrado que los niveles elevados de ácidos biliares en suero están directamente correlacionados con un aumento de los riesgos para el feto, especialmente en relación con el parto prematuro y la muerte intrauterina. Por lo tanto, la monitorización de estos niveles durante el embarazo permite gestionar adecuadamente la CIE, anticipar complicaciones y tomar medidas para mitigar los riesgos para el feto (13; 10).

Tratamiento y manejo clínico:

El manejo farmacológico de la CIE se centra principalmente en el uso de ácido ursodesoxicólico, que es el medicamento más comúnmente utilizado para tratar esta condición. El uso de ácido ursodesoxicólico ha demostrado ser eficaz para mejorar la función hepática y reducir los niveles de ácidos biliares en suero, lo cual es crucial para el manejo de la CIE. Este medicamento actúa ayudando a regular el metabolismo de los ácidos biliares, lo que a su vez disminuye la toxicidad hepática y mejora los resultados en las mujeres afectadas. Un estudio comparativo entre el uso de ácido ursodesoxicólico y el cilostazol mostró que el uso de ácido ursodesoxicólico tiene una eficacia comparable en el tratamiento de la colestasis intrahepática inducida por estrógenos en un modelo animal de ratas, lo que resalta su potencial en el tratamiento de trastornos hepáticos colestásicos (16).

En cuanto al seguimiento fetal, este es un componente esencial en la gestión de la CIE debido al mayor riesgo de resultados adversos como parto prematuro y admisión en la unidad de cuidados intensivos neonatales. El monitoreo regular de la salud fetal permite detectar posibles complicaciones y anticipar intervenciones necesarias para mejorar los resultados del embarazo (12; 17). La severidad de la CIE, indicada por los niveles de ácidos biliares en suero, tiene una correlación directa con el riesgo de complicaciones durante el embarazo, lo que hace que la vigilancia estrecha de la salud fetal sea indispensable (18).

En cuanto a las estrategias de intervención obstétrica, el momento y la vía de parto son aspectos críticos en el manejo de la CIE. Esta condición está asociada con una mayor tasa de cesáreas y partos prematuros, lo que requiere una planificación cuidadosa del tipo de parto que se debe realizar (12; 17). En casos graves, la inducción temprana del parto puede ser considerada para prevenir complicaciones tan graves como la muerte intrauterina, aunque la decisión debe tomarse de manera individualizada, teniendo en cuenta la severidad de la condición y el estado del feto. Este enfoque personalizado es fundamental para optimizar los resultados maternos y fetales (12).

Prevención y pronóstico:

La prevención y minimización de riesgos en la CIE requieren un monitoreo constante de los niveles de ácidos biliares, ya que niveles elevados se asocian con un mayor riesgo de resultados adversos como parto prematuro y muerte fetal (19). La monitorización periódica permite identificar tempranamente posibles complicaciones y ajustar las intervenciones según sea necesario. Además, el uso de ácido ursodesoxicólico es comúnmente utilizado para manejar los síntomas de la CIE y reducir los niveles de ácidos biliares, lo que puede mejorar los resultados del embarazo, especialmente en cuanto a la reducción de complicaciones asociadas (12).

Las modificaciones en el estilo de vida y la dieta también juegan un papel importante en la gestión de los síntomas de la CIE. Adoptar cambios dietéticos adecuados y evitar factores desencadenantes que agraven la función hepática pueden ser útiles para mitigar los efectos de esta condición. Estos ajustes ayudan a mejorar la calidad de vida de la paciente y a reducir la carga sobre el hígado, lo cual es crucial para controlar los niveles de ácidos biliares y minimizar los riesgos asociados (13).

En cuanto al pronóstico a corto plazo, los resultados maternos son impactados por la CIE, ya que aumenta la probabilidad de partos por cesárea y de trastornos hipertensivos durante el embarazo. Sin embargo, un monitoreo cercano y las intervenciones oportunas pueden ayudar a manejar estos riesgos de manera efectiva. En el caso de los neonatos, los recién nacidos de madres con CIE están en riesgo de parto prematuro, bajo peso al nacer y admisión en la unidad de cuidados intensivos neonatales (17).

En el pronóstico a largo plazo, la función hepática de la madre generalmente no se ve afectada de manera permanente por la CIE, aunque se recomienda un seguimiento en embarazos futuros para detectar posibles complicaciones (20). En cuanto al recién nacido, aunque los riesgos inmediatos son considerables, los resultados a largo plazo en términos de desarrollo son generalmente favorables si se gestionan adecuadamente durante el embarazo (12).

Conclusiones:

La CIE, aunque generalmente reversible, puede acarrear riesgos graves tanto para la madre como para el feto, como el parto prematuro y la muerte intrauterina. Por ello, la monitorización periódica de los niveles de ácidos biliares y el manejo adecuado de los síntomas maternos son cruciales para reducir las complicaciones y mejorar los resultados perinatales.

La CIE tiene una etiología multifactorial, donde los factores genéticos y hormonales desempeñan un papel fundamental. Mutaciones en los genes relacionados con el transporte de ácidos biliares, como ABCB4 y ABCB11, aumentan la susceptibilidad a la enfermedad. Esta información subraya la necesidad de enfoques personalizados en el diagnóstico y manejo de la condición.

Aunque la colestasis intrahepática del embarazo se resuelve generalmente tras el parto, el pronóstico para la madre es favorable, con una recuperación completa de la función hepática. Sin embargo, es necesario un seguimiento en embarazos posteriores debido a la predisposición genética, mientras que los neonatos, a pesar de los riesgos inmediatos, generalmente tienen un buen pronóstico si se toman medidas adecuadas durante el embarazo.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.