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Fragilidad en el adulto mayor: evaluación, factores de riesgo y abordaje integral

Fragilidad en el adulto mayor: evaluación, factores de riesgo y abordaje integral

Autora principal: Sofía Rivas Campos

Vol. XX; nº 12; 681

Fragility in the geriatric population: assessment, risk determinants, and an all-encompassing strategy

Fecha de recepción: 8 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 17 de junio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 12 – Segunda quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 12; 681

Autores:

Sofía Rivas Campos, Médico general, Investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0006-9225-2783, Código Médico MED 18659
Jennifer María Allán Castro, Médico general, Investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0003-4891-1647, Código Médico MED 16299
Miguel Angel Granados Rojas, Médico general, Investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0004-5603-6798, Código Médico MED 17410
Alexis Samudio Molina, Médico general, Investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0006-8007-8722, Código Médico MED 10832

Resumen

La fragilidad en el grupo demográfico geriátrico representa un síndrome multifacético caracterizado por una disminución generalizada de la fuerza, la resistencia y la capacidad funcional, que al mismo tiempo aumenta la susceptibilidad a incidentes perjudiciales, como caídas, discapacidades y un aumento de las tasas de mortalidad. Esta afección afecta aproximadamente del 5 al 17% de la población de edad avanzada y presenta una sólida asociación con el aumento de las tasas de hospitalización y mortalidad. La evaluación de la fragilidad se puede llevar a cabo utilizando varios modelos, siendo los modelos de Fried y los de déficit los más prevalentes, ya que abarcan tanto las dimensiones físicas como una variedad de deficiencias de salud. La fragilidad influye en numerosos ámbitos, que abarcan las dimensiones físicas, cognitivas y psicosociales, con manifestaciones como la debilidad muscular, la fatiga, la pérdida de peso involuntaria, los síntomas depresivos y las deficiencias cognitivas. Si bien la sarcopenia es una afección relacionada, la fragilidad ejerce una influencia más amplia y afecta a múltiples sistemas fisiológicos. El tratamiento de la fragilidad requiere intervenciones tanto farmacológicas como no farmacológicas, incluida la actividad física estructurada, la adecuación nutricional y el tratamiento integral de las enfermedades comórbidas. Además, es imprescindible un enfoque multidisciplinario e individualizado para mejorar los resultados de salud. Los avances recientes en la investigación han facilitado la identificación de biomarcadores y la introducción de estrategias terapéuticas novedosas, mientras que las intervenciones basadas en la comunidad son fundamentales para prevenir la fragilidad. Este artículo subraya la importancia fundamental de la evaluación temprana y la ejecución de estrategias de gestión integradas destinadas a mitigar los efectos adversos de la fragilidad y mejorar la calidad de vida general de los adultos mayores.

Palabras clave

fragilidad, envejecimiento, sarcopenia, comorbilidades, evaluación geriátrica, intervención

Abstract

Frailty in the geriatric demographic cohort signifies a complex syndrome delineated by a pervasive diminishment in strength, endurance, and functional capability, which concurrently augments vulnerability to deleterious occurrences, such as falls, disabilities, and elevated mortality rates. This condition influences approximately 5 to 17% of the elderly populace and is significantly correlated with increased hospitalization and mortality rates. The evaluation of frailty can be conducted utilizing several models, with the Fried and deficit models being the most predominant, as they encompass both physical dimensions and a plethora of health deficiencies. Frailty impacts numerous domains, encompassing physical, cognitive, and psychosocial dimensions, with manifestations including muscular weakness, fatigue, involuntary weight reduction, depressive manifestations, and cognitive impairments. Although sarcopenia is a pertinent condition, frailty possesses a broader impact and influences multiple physiological systems. The management of frailty necessitates both pharmacological and non-pharmacological interventions, including structured physical activity, nutritional sufficiency, and comprehensive management of comorbid conditions. Furthermore, a multidisciplinary and individualized approach is crucial to enhance health outcomes. Recent advancements in research have facilitated the identification of biomarkers and the introduction of innovative therapeutic strategies, while community-centric interventions are vital to avert frailty. This article underscores the fundamental significance of early assessment and the execution of integrated management strategies aimed at alleviating the adverse effects of frailty and enhancing the overall quality of life of older adults.

Keywords

frailty, aging, sarcopenia, comorbidities, geriatric assessment, intervention

Introducción

La fragilidad en la población anciana constituye un síndrome geriátrico importante marcado por una mayor susceptibilidad dentro de este grupo demográfico. Este fenómeno se debe al deterioro de la fuerza, la resistencia y la función fisiológica, lo que influye directamente en las tasas de morbilidad y mortalidad entre las personas mayores(1). A medida que la población mundial envejece, la fragilidad se ha convertido en un problema de salud pública primordial, que afecta a entre el 5 y el 17% de los adultos mayores y provoca resultados adversos como caídas, discapacidades, hospitalizaciones y muertes(2). Sin embargo, la fragilidad no debe percibirse como un resultado inevitable del envejecimiento; más bien, debe reconocerse como una condición dinámica con el potencial de revertirse, situada dentro de un espectro intermedio entre la autonomía y la dependencia de la prestación de cuidados(3).

Las implicaciones de este síndrome van más allá de la salud individual y abarcan cargas financieras sustanciales asociadas con la atención médica debido a la creciente demanda de servicios de salud e ingresos hospitalarios(4). Desde una perspectiva clínica, es imprescindible realizar una evaluación geriátrica integral para identificar y evaluar los factores de riesgo en múltiples ámbitos, incluida la salud física, psicológica y social, lo que facilita la implementación de intervenciones personalizadas(5). Las estrategias más eficaces para abordar la fragilidad incorporan terapias físicas y nutricionales personalizadas según las necesidades específicas de cada paciente, junto con el tratamiento de las afecciones de salud subyacentes y, en ciertos casos, la integración de los cuidados paliativos(6).

Es crucial que las políticas de salud pública incorporen las evaluaciones de la fragilidad en la práctica clínica habitual y aboguen por la detección temprana, junto con intervenciones diseñadas para mejorar la nutrición, la actividad física y la participación social, a fin de evitar o mitigar la progresión del síndrome(3). Abordar la fragilidad trasciende un mero desafío relacionado con la salud; encarna una responsabilidad ética y social que requiere un enfoque multidisciplinario e innovador, que debe integrar las tecnologías emergentes y las iniciativas de salud comunitaria destinadas a mejorar la calidad de vida de los adultos mayores(7).

El objetivo principal de esta revisión es analizar los aspectos clave relacionados con la fragilidad en el adulto mayor, enfocándose en su evaluación, factores de riesgo y abordaje integral. Se abordarán los modelos diagnósticos más utilizados, como el modelo de Fried y el modelo de déficit, así como las dimensiones físicas, cognitivas y psicosociales de la fragilidad. Además, se explorarán los factores predisponentes que influyen en el desarrollo de este síndrome, incluyendo aspectos genéticos, ambientales, médicos y sociales. Se discutirán las estrategias de intervención farmacológicas y no farmacológicas, como el ejercicio físico, la nutrición y las terapias psicosociales, con énfasis en las metodologías multidisciplinarias para la gestión integral de la fragilidad. Finalmente, se explorarán los avances en la investigación sobre biomarcadores y las perspectivas de tratamiento futuro, con el objetivo de mejorar los resultados en salud y la calidad de vida de los adultos mayores afectados por la fragilidad.

Metodología utilizada en la elaboración de este manuscrito

Para la elaboración de este documento, se realizó un análisis bibliográfico descriptivo utilizando como base la selección de 41 trabajos que se consideraron que brindaban información relevante en la elaboración de la revisión bibliográfica. Los estudios que se escogieron en su mayoría tienen no más de 10 años de haber sido publicados, exceptuando algunos que se consideraron de gran valor para la realización del análisis. Los trabajos utilizados están en su mayoría escritos en inglés o español.

Para la recopilación de estos documentos utilizados, se realizó la búsqueda por medio de varias plataformas digitales, entre las cuales se incluyen: Elsevier, PubMed y Google Scholar y se utilizaron artículos de revistas académicas, metaanálisis y revisiones sistemáticas. Para realizar la búsqueda, se usaron las palabras clave: fragilidad, envejecimiento, sarcopenia, comorbilidades, evaluación geriátrica, intervención.

Definición y características de la fragilidad en el adulto mayor

La fragilidad en los adultos mayores es un síndrome complejo que se caracteriza por una pérdida generalizada de la fuerza, resistencia y capacidad funcional, lo que incrementa la vulnerabilidad a consecuencias de salud graves, como la discapacidad y la mortalidad(1). Existen dos modelos principales para el diagnóstico de este síndrome: el modelo de Fried, que pone énfasis en los aspectos físicos del fenotipo, y el modelo de déficit, que evalúa la fragilidad acumulando diversos déficits en varias áreas de la salud(6).

Desde un enfoque clínico, la fragilidad se puede observar en diversas dimensiones, como la física, cognitiva y psicosocial. A nivel físico, se incluyen síntomas como debilidad muscular, pérdida de peso y fatiga. En el ámbito cognitivo, la fragilidad puede estar asociada con alteraciones que incrementan aún más la vulnerabilidad del individuo(8). En cuanto a los aspectos psicosociales, la fragilidad está frecuentemente relacionada con la depresión y con una mala autopercepción de la salud. Es importante señalar la diferencia entre fragilidad y sarcopenia, ya que, aunque ambas condiciones involucran una pérdida muscular, la sarcopenia se refiere específicamente a la disminución de la masa y la función muscular, mientras que la fragilidad tiene un alcance más amplio, afectando diversos sistemas del cuerpo(9).

La fragilidad se clasifica comúnmente en tres niveles: leve, moderada y grave, cada uno con sus propias implicaciones clínicas. La fragilidad en etapas leves puede ser tratada y, en algunos casos, revertida con intervenciones como el fortalecimiento muscular y una adecuada nutrición. Sin embargo, en los casos más graves, se requiere una evaluación geriátrica exhaustiva y un enfoque de tratamiento multidisciplinario(10). Además, la transición de una fragilidad leve a una más grave es un proceso dinámico, influenciado por factores tales como la edad, las comorbilidades presentes y los hábitos de vida(8). Comprender y abordar la fragilidad en los adultos mayores es crucial para mejorar los resultados en salud, dado que la fragilidad es un factor predictivo importante de eventos adversos y puede orientar las decisiones terapéuticas, ayudando a personalizar el tratamiento de cada paciente(1).

Evaluación de la fragilidad

La evaluación de la fragilidad en las poblaciones geriátricas constituye un esfuerzo multifacético que incorpora una amplia gama de metodologías clínicas e instrumentos de diagnóstico. Entre ellos, destacan las entrevistas clínicas y los cuestionarios de evaluación, incluidas la escala de fragilidad clínica y la escala FRAIL, que son apreciados por su franqueza y eficacia a la hora de identificar la fragilidad, un factor fundamental que permite intervenciones y medidas terapéuticas oportunas(11,12). Además, las evaluaciones funcionales, como las que analizan la marcha, la fuerza de agarre y la capacidad para ejecutar las actividades diarias, son fundamentales para cuantificar las dimensiones físicas de la fragilidad. Estas evaluaciones, que abarcan la evaluación de la velocidad al caminar y otros indicadores cinemáticos, sirven como marcadores significativos de la gravedad de la fragilidad(13).

Es imprescindible realizar una evaluación geriátrica exhaustiva para dilucidar el estado de salud general de una persona, ya que abarca dimensiones físicas, mentales y sociales, lo que proporciona una perspectiva integral de su bienestar. Este marco multidimensional es crucial, dado que la fragilidad representa un síndrome dinámico influenciado por una multitud de determinantes, incluidos factores sociodemográficos, psicológicos y nutricionales(14). Si bien los biomarcadores definitivos para el diagnóstico preciso de la fragilidad siguen siendo difíciles de alcanzar, los esfuerzos de investigación en curso se esfuerzan por identificar los indicadores biológicos que puedan mejorar la precisión de las evaluaciones relacionadas con este síndrome(11).

La implementación de técnicas de evaluación complejas, como los parámetros obtenidos de los sensores de medicion de algunas mediciones y la monitorización a corto plazo de las actividades diarias, es prometedora, ya que ofrece nuevas vías para realizar evaluaciones más objetivas de la fragilidad(13).

La identificación y el tratamiento de la fragilidad requieren un enfoque personalizado que tenga en cuenta tanto las condiciones de salud únicas de cada individuo como su esperanza de vida proyectada, con el objetivo de mitigar los resultados adversos relacionados, como caídas, ingresos hospitalarios y tasas de mortalidad elevadas(2,15).

Factores de riesgo de fragilidad

La fragilidad de la población anciana surge de la compleja interacción de varios determinantes, que abarcan dimensiones genéticas, ambientales, sociales, médicas y adicionales. En particular, la predisposición genética tiene una importancia significativa, ya que las investigaciones indican que la heredabilidad de la fragilidad es moderada, especialmente entre las mujeres, y que las influencias genéticas muestran una estabilidad temporal, mientras que los factores ambientales afirman cada vez más su impacto después de los 75 años(16). Los determinantes ambientales y sociales, como la disminución del capital social, la residencia en entornos rurales y el apoyo social inadecuado, contribuyen considerablemente a la aparición de la fragilidad. Esto pone de relieve la necesidad imperiosa de establecer un entorno propicio para mitigar los riesgos asociados a esta afección(17).

Las comorbilidades médicas, que abarcan afecciones crónicas como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos neurodegenerativos, están profundamente asociadas con la fragilidad. En este sentido, la inflamación y la senescencia celular asumen un papel fundamental a la hora de dilucidar la conexión entre estas afecciones médicas y el síndrome de fragilidad(17). Además, las deficiencias nutricionales, caracterizadas por niveles inadecuados de nutrientes esenciales como la vitamina D y el folato, junto con los factores relacionados con el estilo de vida, como la falta de actividad física y la polifarmacia, aumentan significativamente el riesgo de fragilidad(18).

Desde una perspectiva psicológica, la presencia de depresión y una percepción pesimista de la propia salud son factores críticos que contribuyen a la disminución asociada con la fragilidad(19). Además, el estrés oxidativo y el daño del ADN, independientemente de la edad o las comorbilidades, se han correlacionado con la fragilidad, lo que sugiere la existencia de posibles biomarcadores que podrían facilitar la identificación e intervención tempranas de este síndrome(20).

Para abordar de manera eficaz estos factores de riesgo multifacéticos, son esenciales las intervenciones que prioricen el ejercicio físico, la optimización nutricional y el manejo sensato de los medicamentos. En concreto, el ejercicio físico ha demostrado su eficacia como estrategia valiosa para mejorar los resultados físicos y disminuir las puntuaciones relacionadas con la fragilidad(21).

Es fundamental un enfoque integrador que abarque los factores genéticos, ambientales, médicos y relacionados con el estilo de vida, para el tratamiento eficaz de la fragilidad entre los adultos mayores.

Impacto de la fragilidad en la salud del adulto mayor

La fragilidad ejerce una influencia considerable en el estado de salud de las personas mayores, que se manifiesta a través de una multitud de repercusiones físicas, psicosociales y cognitivas que, en conjunto, tienen un marcado impacto en la calidad de vida de las personas afectadas. Fisiológicamente, este síndrome está íntimamente relacionado con un riesgo elevado de caídas, fracturas, estadías prolongadas en el hospital y discapacidades. Por ejemplo, las personas que presentan fragilidad están predispuestas a sufrir caídas y fracturas, en particular aquellas cuya fragilidad es atribuible a la sarcopenia, lo que aumenta significativamente el riesgo de este tipo de incidentes en comparación con aquellas cuya fragilidad se debe a otro tipo de factores alternativos relacionados(22,23). Además, la incidencia de la hospitalización aumenta notablemente entre las poblaciones de ancianos frágiles, y la fragilidad asociada a afecciones híbridas demuestra una correlación sólida con una mayor frecuencia de visitas al servicio de urgencias(24).

En las dimensiones psicosociales, la fragilidad agrava problemas como el aislamiento social, el deterioro cognitivo y los trastornos depresivos. La fragilidad social, caracterizada por una disminución de la participación y el apoyo en las redes sociales, se asocia con resultados adversos, como la depresión y el deterioro cognitivo, lo que pone de relieve el papel fundamental que desempeña el mantenimiento de las conexiones sociales como estrategia para aliviar estos efectos adversos. Del mismo modo, la fragilidad cognitiva, que integra la fragilidad física con el deterioro cognitivo leve, amplifica significativamente la probabilidad de desarrollar demencia y deteriora la calidad de vida en general(25).

Las implicaciones de la fragilidad en la calidad de vida son sustanciales, ya que limita la capacidad de realizar las actividades diarias, disminuye la autonomía y socava la independencia funcional. Las personas que sufren de fragilidad con frecuencia sufren un deterioro en su capacidad para realizar las actividades de la vida diaria, una situación que se ve agravada por las deficiencias cognitivas, lo que contribuye a una disminución significativa de la calidad de vida(26). Estos hallazgos subrayan la necesidad de realizar evaluaciones e implementar intervenciones que aborden las dimensiones físicas y cognitivas de la fragilidad, con el objetivo de mejorar los resultados de salud y la calidad de vida de los adultos mayores(2).

Abordaje Integral de la Fragilidad

Intervenciones farmacológicas y no farmacológicas

El tratamiento de la fragilidad en las personas de edad avanzada requiere una estrategia multifacética que integre modalidades farmacológicas y no farmacológicas, debido a las características multifactoriales de este síndrome. En el ámbito de la farmacología, se pueden administrar agentes terapéuticos destinados a mejorar la funcionalidad muscular, junto con suplementos nutricionales que abordan problemas como la desnutrición y la sarcopenia, afecciones que están íntimamente relacionadas con la fragilidad(27,28).

Por el contrario, las estrategias no farmacológicas han demostrado una eficacia considerable. En particular, se ha demostrado que los regímenes de ejercicio físico, en particular el entrenamiento de resistencia, brindan beneficios significativos a la hora de mejorar los efectos de la fragilidad(29). Además, las alteraciones de la dieta y la suplementación con proteínas son fundamentales para mejorar la salud muscular y la resiliencia en general, lo cual es vital para controlar la fragilidad(30).

Además, las intervenciones psicosociales, que abarcan la estimulación cognitiva y los mecanismos de apoyo emocional, son parte integral de un marco terapéutico holístico. Estos enfoques subrayan la necesidad de brindar una atención individualizada, donde la colaboración multidisciplinaria entre profesionales de diversos campos es fundamental para optimizar los resultados de salud de los pacientes(28,31). En conjunto, este paradigma integral aspira no solo a aliviar las implicaciones de la fragilidad, sino también a mejorar significativamente la calidad de vida de los adultos mayores.

Enfoque multidisciplinario

La gestión de la fragilidad en la población geriátrica requiere un enfoque integral y multidisciplinario que integre a varios profesionales de la salud, incluidos geriatras, fisioterapeutas, psicólogos y trabajadores sociales, con el objetivo de brindar una atención coordinada y holística. Esta metodología es indispensable debido a la compleja naturaleza de la fragilidad, que normalmente abarca un espectro de enfermedades crónicas, deficiencias cognitivas y determinantes sociales que influyen en el bienestar del paciente(31). La integración de las intervenciones centradas en la fragilidad dentro de los paradigmas de atención preexistentes puede generar resultados de salud favorables para los pacientes al aprovechar la experiencia colectiva de profesionales de diversas disciplinas y emplear instrumentos de evaluación que faciliten la identificación temprana de la fragilidad(31).

Modelos de atención centrada en la persona

Los modelos de atención centrados en el paciente son fundamentales para el manejo efectivo de la fragilidad, y enfatizan la importancia de adaptar las intervenciones a las distintas necesidades y preferencias de cada individuo. Los enfoques, como los ajustes dietéticos, los regímenes de ejercicio y los programas de mejora cognitiva, deben personalizarse de acuerdo con los valores y objetivos personales, a fin de mejorar la adherencia al tratamiento y optimizar los resultados clínicos(31,32). Las intervenciones dirigidas a la prevención primaria y secundaria están orientadas a la detección temprana y el tratamiento de la fragilidad durante sus etapas iniciales para evitar su aparición y progresión. Las evaluaciones geriátricas exhaustivas y las iniciativas multicomponentes, que incluyen la actividad física y el apoyo nutricional, han demostrado su eficacia en el control y la prevención de la fragilidad(33).

Prevención primaria y secundaria

En este marco, los centros de atención primaria asumen un papel fundamental en la identificación y vigilancia de la fragilidad, utilizando herramientas de evaluación como la escala FRAIL y el modelo fenotípico de Fried para detectar a los pacientes en riesgo y ejecutar intervenciones coordinadas que involucren activamente tanto a los pacientes como a sus familias(34). Los modelos de atención integrados, que abogan por la toma de decisiones compartidas y la evaluación exhaustiva, son fundamentales para prevenir el deterioro funcional y mejorar los resultados de salud de los pacientes en diversos entornos de atención, una estrategia coherente que combine la atención personalizada, la colaboración interdisciplinaria y la aplicación de herramientas tecnológicas avanzadas es vital para abordar los complejos desafíos que plantea la fragilidad en los adultos mayores(31,35).

Desafíos y Barreras en el Manejo de la Fragilidad

La gestión de la fragilidad se enfrenta a numerosos desafíos, en particular en lo que respecta a la identificación rápida y la ejecución eficiente de las intervenciones. Un problema importante es el infradiagnostico de la fragilidad, ya que esta afección con frecuencia pasa desapercibida en los entornos clínicos. Este fenómeno puede atribuirse a una disparidad en los niveles de conciencia entre los profesionales de la medicina, agravada por una deficiencia en los recursos educativos relacionados con el tema, en particular entre los médicos que inician su carrera(36). Además, esta falta de reconocimiento se ve agravada por la idea prevaleciente de que las evaluaciones de la fragilidad son intrínsecamente subjetivas, lo que genera escepticismo en cuanto a su eficacia y aplicabilidad práctica(36).

Además, la realización de las intervenciones se ve obstaculizada por varios impedimentos, como la escasez de recursos, la limitación del tiempo asignado a las consultas y la resistencia al cambio que muestran tanto los proveedores de atención médica como los pacientes(37). Además, se presentan dilemas éticos y culturales, ya que los profesionales médicos deben encontrar el delicado equilibrio entre respetar la autonomía de los pacientes frágiles y tomar decisiones de tratamiento que sean congruentes con sus valores y preferencias(38).

Es muy necesario abordar estos problemas, para mejorar la gestión de la fragilidad y, por extensión, elevar el nivel de atención que se brinda a la población de edad avanzada. Superar estos obstáculos facilitará la optimización de los resultados de salud y garantizará que las intervenciones no solo sean más eficaces, sino que también se adapten a las necesidades individuales.

Avances Recientes en la Investigación

Las últimas investigaciones académicas sobre la fragilidad han revelado avances significativos en su identificación, intervención y profilaxis, particularmente en relación con este síndrome correlacionado con el proceso de envejecimiento. Los biomarcadores se han convertido en instrumentos indispensables para el diagnóstico precoz de la fragilidad, y las investigaciones han identificado numerosos biomarcadores que abarcan los análisis de laboratorio, las evaluaciones clínicas y las técnicas de diagnóstico por imágenes. Estos biomarcadores están asociados a los procesos biológicos subyacentes, como la inflamación y el estrés oxidativo; sin embargo, sigue siendo difícil llegar a un consenso sobre un biomarcador singular y universal(39,40).

Con respecto a las modalidades de tratamiento, se han observado innovaciones tanto en las intervenciones farmacológicas, como la aplicación de inhibidores de la miostatina y sensibilizadores a la insulina, como en las estrategias no farmacológicas, que abarcan los regímenes de ejercicio físico y las modificaciones nutricionales(39). Por el contrario, las medidas preventivas han subrayado la importancia de las intervenciones tempranas y han abogado por el establecimiento de programas comunitarios que involucren a los adultos mayores en los procesos colaborativos de toma de decisiones para evitar la aparición de la fragilidad(41).

Es necesario desarrollar metodologías de atención integradas que aprovechen los datos derivados de los biomarcadores para mejorar la gestión de la fragilidad, especialmente entre las poblaciones que envejecen, con el potencial de refinar el tratamiento del síndrome, facilitando así un enfoque más efectivo e individualizado del cuidado de los adultos mayores.

Conclusiones

La fragilidad constituye un síndrome importante dentro del grupo demográfico geriátrico que no debe considerarse como un resultado inevitable del proceso de envejecimiento, sino más bien como una afección potencialmente susceptible de revertirse. La aplicación de metodologias de diagnóstico e instrumentos exhaustivos de evaluación geriátrica permite identificar a los pacientes que están en riesgo, lo que facilita la implementación de intervenciones personalizadas. La estrategia de intervención debe ser integral e integrar las modalidades farmacológicas, nutricionales, físicas y psicosociales, haciendo especial hincapié en la promoción de la actividad física y la mejora del estado nutricional. Además, se subraya la importancia de los enfoques comunitarios y la participación activa de los adultos mayores en el proceso de toma de decisiones. La gestión eficaz de la fragilidad requiere la incorporación de tecnologías innovadoras y una metodología interdisciplinaria que abarque a profesionales de diversos campos para aumentar la calidad de vida y mitigar el impacto social de la fragilidad. La investigación en curso está avanzando en la identificación de nuevos biomarcadores, que mejorarán la precisión del diagnóstico y contribuirán al desarrollo de estrategias terapéuticas más eficaces en el futuro.

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Los autores de este manuscrito declaran que:
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La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Han preservado las identidades de los pacientes.