Preeclampsia precoz: Avances en biomarcadores, estrategias de predicción y enfoques preventivos actuales
Autor principal: Johynny Solís Solís
Vol. XX; nº 13; 772
Early preeclampsia: Advances in biomarkers, prediction strategies, and current preventive approaches
Fecha de recepción: 20 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 27 de junio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 13 – Primera quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 13; 772
Autores:
Johynny Solís Solís, Médico General, Hospital San Carlos, Alajuela, Costa Rica, ORCID: 0000-0002-6253-0707, Código Médico: 13428
Heberth Pérez Ruiz, Médico General, Hospital Las Américas, San José, Costa Rica, ORCID: 0009-0001-7930-1089, Código Médico: 17173
Daniel Vega Zamora, Médico General, Caja Costarricense de Seguro Social, San José, Costa Rica, ORCID: 0009-0005-2484-4456, Código Médico: 16360
Kimberly Francinny Sánchez Alfaro, Médico General, Hospital San Vicente de Paul, Heredia, Costa Rica, ORCID: 0009-0000-5305-4588, Código Médico: 14962
Melissa Navarro Roselló, Médico General, Área de Salud Paraíso, Cartago, Costa Rica, ORCID: 0009-0000-5877-3653, Código Médico: 17045
Resumen
La preeclampsia de inicio precoz representa una forma más severa de esta enfermedad hipertensiva del embarazo, con una fisiopatología dominada por insuficiencia placentaria y disfunción endotelial. La remodelación incompleta de las arterias espirales induce un entorno placentario isquémico que desencadena la liberación de factores antiangiogénicos como la tirosina quinasa 1 soluble y la endotelina 1, alterando la función vascular materna y contribuyendo a una respuesta inflamatoria sistémica. A nivel molecular, se ha evidenciado una desregulación génica y proteica más marcada en esta variante, con participación destacada de las proteínas de la matriz extracelular. Entre los factores de riesgo destacan la edad materna avanzada, antecedentes personales o familiares de preeclampsia, hipertensión crónica, enfermedades autoinmunes y obesidad. La incidencia global varía entre el 2% y el 8%, siendo mayor en regiones como África subsahariana debido a limitaciones en el acceso a la atención sanitaria. En cuanto a los biomarcadores, la relación entre sFlt-1 y el factor de crecimiento placentario se ha validado clínicamente como herramienta de predicción, junto con marcadores inflamatorios como la proteína plasmática A y la interleucina-6. Nuevos modelos predictivos integrados y algoritmos de aprendizaje automático han mejorado la detección temprana, especialmente con la inclusión de ecografía Doppler y análisis bioquímicos. Las estrategias preventivas incluyen el uso temprano de aspirina en dosis bajas, suplementación con calcio y control de comorbilidades. El manejo clínico se basa en el monitoreo intensivo de parámetros maternos y fetales, con hospitalización en casos graves y determinación individualizada del momento del parto para evitar complicaciones.
Palabras clave
Placenta, hipertensión, biomarcadores, isquemia, inflamación, Doppler.
Abstract
Early-onset preeclampsia represents a more severe form of this hypertensive disease of pregnancy, with a pathophysiology dominated by placental insufficiency and endothelial dysfunction. Incomplete remodeling of the spiral arteries induces an ischemic placental environment that triggers the release of antiangiogenic factors such as soluble tyrosine kinase 1 and endothelin 1, altering maternal vascular function and contributing to a systemic inflammatory response. At the molecular level, more marked gene and protein dysregulation has been demonstrated in this variant, with prominent involvement of extracellular matrix proteins. Risk factors include advanced maternal age, personal or family history of preeclampsia, chronic hypertension, autoimmune diseases, and obesity. The overall incidence ranges between 2% and 8%, being higher in regions such as sub-Saharan Africa due to limited access to healthcare. Regarding biomarkers, the relationship between sFlt-1 and placental growth factor has been clinically validated as a predictive tool, along with inflammatory markers such as plasma protein A and interleukin-6. New integrated predictive models and machine learning algorithms have improved early detection, particularly with the inclusion of Doppler ultrasound and biochemical analysis. Preventive strategies include early use of low-dose aspirin, calcium supplementation, and management of comorbidities. Clinical management is based on intensive monitoring of maternal and fetal parameters, with hospitalization in severe cases and individualized timing of delivery to avoid complications.
Keywords
Placenta, hypertension, biomarkers, ischemia, inflammation, Doppler.
Introducción
La preeclampsia es una complicación obstétrica compleja que puede amenazar seriamente la salud materna y fetal. Esta entidad se caracteriza por el desarrollo de hipertensión y al menos otra manifestación clínica, como la proteinuria o la disfunción multiorgánica, después de las 20 semanas de gestación. Su clasificación se basa en el momento de aparición: la forma de inicio precoz se presenta antes de las 34 semanas, mientras que la de inicio tardío ocurre a partir de esa edad gestacional. Esta distinción es de gran relevancia, ya que la preeclampsia de inicio temprano conlleva mayor severidad clínica y peores desenlaces perinatales, por lo que su identificación precisa permite orientar el enfoque diagnóstico, terapéutico y pronóstico (1; 2).
En términos clínicos, la preeclampsia temprana se asocia con un incremento significativo de la morbilidad materna, incluyendo complicaciones como la disfunción hepática, que a menudo requieren hospitalizaciones prolongadas (3). Además, representa un riesgo elevado de desenlaces fetales adversos, entre ellos el bajo peso al nacer y la muerte neonatal, lo cual subraya su impacto en la salud perinatal. Esta entidad también se ha vinculado con secuelas a largo plazo para la madre y el hijo, como la predisposición a enfermedades cardiovasculares en etapas posteriores de la vida, lo que justifica la implementación de estrategias preventivas y de seguimiento más allá del embarazo (4).
Desde el punto de vista fisiopatológico, la preeclampsia de inicio temprano se origina por un desarrollo anómalo de la placenta, en el cual se observa una invasión trofoblástica deficiente. Esta alteración conduce a una inadecuada remodelación de las arterias uterinas y, en consecuencia, a una disfunción endotelial materna. Este fenómeno patológico constituye la base de las manifestaciones clínicas que caracterizan a esta entidad. En este escenario, los biomarcadores han emergido como herramientas fundamentales para la predicción y el diagnóstico temprano. El desequilibrio entre el factor antiangiogénico sFlt-1 y el factor proangiogénico FCP se ha identificado como un indicador confiable de la disfunción placentaria subyacente (2).
La medición de estos biomarcadores permite una estratificación más precisa del riesgo y la identificación de mujeres con mayor probabilidad de desarrollar la enfermedad, incluso antes de la aparición de signos clínicos. En paralelo, se ha demostrado que la administración temprana de aspirina puede reducir el riesgo de desarrollar preeclampsia, especialmente en casos de alto riesgo, si se inicia antes de las 16 semanas de gestación (4).
El objetivo de este artículo de revisión es analizar el manejo actual de la preeclampsia de inicio precoz mediante la revisión de la evidencia disponible sobre sus mecanismos fisiopatológicos, los biomarcadores utilizados para su predicción y diagnóstico temprano, y las estrategias preventivas, con el fin de resaltar su relevancia clínica, optimizar el seguimiento materno-fetal y reducir la morbimortalidad asociada a esta condición.
Metodología
Para el desarrollo de esta investigación sobre el impacto del microbioma cutáneo en enfermedades dermatológicas, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar la relación entre la microbiota de la piel, el sistema inmunológico y la barrera cutánea, así como evaluar las estrategias terapéuticas basadas en el microbioma. Esta revisión incluyó aspectos clave como la composición del microbioma cutáneo, su papel en la homeostasis de la piel, los desequilibrios microbianos asociados con diversas enfermedades y las intervenciones terapéuticas emergentes.
Para garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web ofScience, debido a su prestigio y amplia cobertura en temas de microbiología, dermatología e inmunología. Se establecieron rigurosos criterios de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran la composición del microbioma cutáneo, sus variaciones en diferentes patologías dermatológicas y los avances en terapias microbioma-dirigidas. Se excluyeron investigaciones con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas sin revisión por pares. Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como: Placenta, hipertensión, biomarcadores, isquemia, inflamación, Doppler.
La búsqueda inicial identificó 41 fuentes relevantes, entre las cuales se incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios clínicos y documentos de organismos especializados en dermatología y microbiología. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis detallado para extraer información sobre la diversidad microbiana en piel sana y enferma, los mecanismos de interacción entre la microbiota y el sistema inmunológico, así como los efectos de los tratamientos dirigidos a modular el microbioma en distintas patologías.
El análisis se llevó a cabo utilizando enfoques cualitativos y comparativos. Se sintetizaron los hallazgos y se organizaron en categorías temáticas, lo que permitió identificar patrones microbianos en enfermedades específicas, correlaciones con la inflamación cutánea y el impacto de terapias innovadoras. Este enfoque integral ofrece una visión estructurada del estado actual del conocimiento sobre el microbioma cutáneo y sus implicaciones clínicas, destacando oportunidades para futuras investigaciones y el desarrollo de estrategias terapéuticas más precisas en dermatología.
Fisiopatología de la preeclampsia precoz
La preeclampsia de inicio precoz se distingue por una fisiopatología más severa y una afectación placentaria significativamente mayor que la observada en su variante de inicio tardío. Esta forma temprana se asocia con niveles elevados de factores antiangiogénicos en la circulación materna, particularmente de tirosina quinasa 1 soluble similar al FMS y endotelina 1, en comparación tanto con la preeclampsia de inicio tardío como con los embarazos normotensos (5). Estos elementos reflejan una respuesta antiangiogénica exacerbada que compromete gravemente la función endotelial y conduce a un estado de vasoconstricción sistémica con consecuencias multiorgánicas (6).
En el núcleo fisiopatológico de esta condición se encuentra una insuficiencia placentaria primaria, provocada por una remodelación incompleta de las arterias espirales. Esta deficiencia reduce la perfusión placentaria, generando un ambiente isquémico e hipóxico que es más marcado en la preeclampsia de inicio precoz. Como consecuencia, se liberan factores proinflamatorios y antiangiogénicos desde la placenta hacia la circulación materna, perpetuando la disfunción endotelial y exacerbando el estado hipertensivo (6; 7).
Adicionalmente, estudios moleculares han demostrado que en la preeclampsia de inicio precoz existe una desregulación génica sustancial, con afectación de rutas metabólicas y funciones de transporte que reflejan una disfunción placentaria más profunda (8). Análisis proteómicos recientes confirman estas diferencias, al revelar un perfil distintivo en el contenido proteico placentario entre las dos variantes de preeclampsia. En particular, las proteínas de la matriz extracelular juegan un papel más prominente en los casos de inicio precoz, lo que sugiere una alteración estructural y funcional más avanzada del tejido placentario (9).
Factores de riesgo y epidemiología
La edad materna avanzada se reconoce como un factor de riesgo significativo para el desarrollo de preeclampsia, ya que las mujeres de mayor edad presentan una mayor probabilidad de experimentar complicaciones durante el embarazo. Esta asociación se debe, en parte, a los cambios fisiológicos que acompañan al envejecimiento, así como a una mayor prevalencia de comorbilidades en este grupo etario, lo cual eleva el riesgo de padecer esta enfermedad hipertensiva gestacional (10). Además, ciertas características observables al inicio del embarazo pueden aportar información predictiva importante. Por ejemplo, se ha identificado que las mujeres con cifras elevadas de presión arterial sistólica en etapas tempranas presentan un mayor riesgo de desarrollar preeclampsia, ya sea de aparición temprana o tardía, lo cual resalta la utilidad del monitoreo precoz como herramienta preventiva (11).
En cuanto a los antecedentes personales y familiares, ambos representan factores que elevan la probabilidad de aparición de preeclampsia. Las mujeres que han tenido esta complicación en embarazos anteriores presentan un riesgo notablemente incrementado de recurrencia, especialmente si la forma previa fue severa (10; 12). De igual manera, una historia familiar de preeclampsia también aumenta el riesgo individual, lo que sugiere la implicación de componentes genéticos en la etiología de la enfermedad (12).
Las comorbilidades preexistentes constituyen un eje fundamental en la evaluación de riesgos. La hipertensión crónica es uno de los factores más influyentes, ya que no solo incrementa la posibilidad de desarrollar preeclampsia, sino que también puede agravar la presentación clínica de esta, con consecuencias más graves tanto para la madre como para el feto (12; 13). Las enfermedades autoinmunitarias, como la artritis reumatoide, también se han relacionado con un aumento del riesgo, probablemente debido a los efectos de la inflamación sistémica y la alteración del sistema inmunológico en la función endotelial (13). Por otro lado, la obesidad es otro determinante clave, con evidencia de una correlación directa entre un índice de masa corporal elevado y la incidencia de preeclampsia. Este vínculo puede explicarse por los efectos metabólicos y cardiovasculares adversos de la obesidad, los cuales predisponen a una mayor susceptibilidad a la enfermedad (14; 15).
La incidencia global de la preeclampsia varía entre el 2% y el 8% de todos los embarazos, pero estas cifras fluctúan notablemente de una región a otra. Las diferencias en la prevalencia de factores de riesgo, las condiciones socioeconómicas, el acceso a los servicios de salud y las predisposiciones genéticas explican parte de esta variabilidad (14; 1). En particular, en África subsahariana, la incidencia es considerablemente alta, atribuida a múltiples factores como el acceso deficiente a la atención médica, la alta carga de enfermedades crónicas no tratadas y las deficiencias nutricionales. Estas condiciones crean un entorno de vulnerabilidad que potencia la frecuencia y la severidad de la preeclampsia en dicha región (12).
Biomarcadores emergentes
Los factores angiogénicos y antiangiogénicos desempeñan un papel fundamental en la fisiopatología de la preeclampsia, particularmente en su forma de inicio precoz. Entre los principales biomarcadores identificados se encuentran el receptor de tirosina quinasa 1 similar al FMS soluble (sFlt-1) y el factor de crecimiento placentario (FCP), cuya relación se ha convertido en una herramienta clave para la predicción y diferenciación clínica de la enfermedad. La preeclampsia se caracteriza por un desequilibrio entre estos dos factores, evidenciado por un aumento de sFlt-1 y una disminución de FCP en la circulación materna. Esta alteración refleja la disfunción placentaria y ha sido validada por estudios que demostraron que la relación sFlt-1/FCP puede distinguir la preeclampsia de otros trastornos hipertensivos del embarazo, siendo incluso aprobada por la FDA para su uso clínico en la predicción de formas graves de la enfermedad (16; 17). No obstante, aunque su utilidad clínica es prometedora, se reconoce que esta relación puede verse influenciada por factores como la edad gestacional y las características poblacionales, por lo que aún se requiere una validación más amplia para su adopción generalizada (18; 19).
Junto con estos marcadores angiogénicos, se han identificado diversos biomarcadores inflamatorios y endoteliales relacionados con la preeclampsia. La proteína plasmática A asociada al embarazo (PAPP-A) y la endoglina soluble son ejemplos representativos de esta categoría. Ambos reflejan procesos de disfunción endotelial y actividad inflamatoria, y han mostrado potencial en la evaluación del riesgo materno, particularmente en las etapas tempranas del embarazo. La PAPP-A, por ejemplo, ha sido integrada en modelos clínicos para mejorar la estratificación del riesgo y facilitar medidas preventivas más eficaces. Asimismo, la interleucina-6 (IL-6), una citocina proinflamatoria, se encuentra elevada en mujeres con preeclampsia, lo que refuerza la hipótesis de un componente inflamatorio sistémico en su fisiopatología. Sin embargo, a pesar de estos hallazgos, se reconoce que la especificidad y sensibilidad de estos marcadores aún no son suficientes como para utilizarse de forma independiente en el diagnóstico (18).
En relación con los marcadores de estrés oxidativo y disfunción placentaria, también se ha explorado su relevancia diagnóstica. Aunque la bibliografía revisada no define con claridad marcadores específicos de estrés oxidativo, sí se destaca que esta condición representa una característica central de la preeclampsia, especialmente en su forma temprana. La disfunción placentaria, en este contexto, se refleja directamente en los niveles alterados de sFlt-1 y FCP, los cuales no solo tienen implicaciones fisiopatológicas, sino también un valor clínico como indicadores del estado de salud placentario (16; 19). Su monitoreo permite una detección más oportuna de la enfermedad y posibilita la implementación de intervenciones que puedan mitigar las consecuencias adversas tanto maternas como fetales (21).
Desde una perspectiva clínica, el uso de biomarcadores en la preeclampsia ofrece múltiples ventajas. Estos marcadores proporcionan un método no invasivo para identificar a las pacientes en riesgo y ajustar los esquemas terapéuticos de forma personalizada. Esto podría traducirse en una mejora significativa de los desenlaces obstétricos mediante una intervención más temprana y dirigida (21; 22). Sin embargo, su implementación aún enfrenta diversas limitaciones, entre ellas la variabilidad en su precisión predictiva, la necesidad de protocolos estandarizados para su medición e interpretación, y los desafíos logísticos relacionados con su integración en la práctica clínica habitual (17; 23). Aunque algunos biomarcadores, como la relación sFlt-1/FCP, ya están disponibles en ciertos entornos hospitalarios, muchos otros aún requieren investigaciones adicionales que respalden su aplicabilidad en poblaciones diversas antes de ser adoptados de manera amplia (16; 18).
Métodos de predicción
Los modelos de predicción integrados para la preeclampsia de inicio temprano han evolucionado significativamente gracias al uso combinado de características maternas, biomarcadores séricos e índices derivados de la ecografía Doppler. Esta aproximación multiparamétrica ha demostrado mejorar la capacidad de detección en comparación con modelos tradicionales basados únicamente en factores clínicos maternos. Diversos estudios han validado la eficacia de estos modelos en distintas poblaciones, lo cual respalda su utilidad clínica; sin embargo, su implementación en contextos de bajos recursos plantea dudas en cuanto a rentabilidad y accesibilidad (24).
En paralelo, los enfoques basados en aprendizaje automático han ganado protagonismo en la predicción de la preeclampsia temprana. Algoritmos como los árboles de decisión y las máquinas de vectores de soporte han mostrado altos niveles de precisión al integrar datos clínicos y bioquímicos, ofreciendo herramientas prometedoras para la identificación precoz de pacientes en riesgo. Estos avances tecnológicos permiten una mejor estratificación del riesgo y potencialmente podrían guiar intervenciones personalizadas desde las primeras etapas del embarazo (25; 26).
Dentro de las herramientas diagnósticas, la evaluación del flujo uterino mediante ecografía Doppler durante el primer trimestre ha demostrado una capacidad predictiva significativa, especialmente cuando se combina con biomarcadores como la homocisteína. Esta combinación supera en rendimiento a los marcadores individuales y sugiere un papel crucial para el Doppler en la predicción temprana de la enfermedad, facilitando intervenciones antes de la aparición de síntomas clínicos (27).
Asimismo, la aplicación de algoritmos avanzados, como redes neuronales profundas y modelos de potenciación de gradientes, ha permitido desarrollar calculadoras de riesgo con alta precisión predictiva. Por ejemplo, el algoritmo de aumento de gradiente extremo ha alcanzado niveles de precisión del 70% al 72,7% en diferentes cohortes, basándose en variables sociodemográficas y obstétricas. En particular, los modelos de redes neuronales profundas han sido diseñados para mitigar la escasez de datos y abordar disparidades raciales, mostrando un rendimiento robusto en diversas poblaciones y ampliando su aplicabilidad clínica (25; 28).
A pesar de los avances en el diseño de estas herramientas predictivas, su validación ha revelado desafíos importantes. Si bien algunos modelos presentan buenas métricas discriminativas, con estadísticas C superiores a 0,7, la calibración es frecuentemente inadecuada debido a la heterogeneidad de las variables utilizadas y de las poblaciones de estudio (29). Además, su implementación en la práctica clínica enfrenta barreras técnicas, como la necesidad de tecnología especializada, formación del personal y establecimiento de estándares de control de calidad. Muchos modelos presentan un riesgo metodológico elevado, lo que enfatiza la necesidad de mejorar su desarrollo y validación antes de su adopción generalizada (30).
Estrategias de prevención
El uso de aspirina en dosis bajas constituye una de las estrategias más respaldadas para la prevención de la preeclampsia en mujeres embarazadas con alto riesgo. Las indicaciones incluyen a aquellas con antecedentes de preeclampsia, hipertensión crónica u otros factores predisponentes. El Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos recomienda iniciar su administración después de las 12 semanas de gestación (31). La evidencia científica sugiere que comenzar el tratamiento antes de las 16 semanas puede reducir significativamente el riesgo de desarrollar preeclampsia de inicio temprano (32; 33). La eficacia de esta intervención ha sido confirmada por diversos metanálisis y ensayos clínicos, que muestran una reducción del riesgo relativo de preeclampsia a 0,85. Además, se ha observado un efecto positivo en la disminución del parto prematuro y la restricción del crecimiento intrauterino, especialmente en mujeres pertenecientes a grupos de alto riesgo (34; 35; 36).
El control de las comorbilidades preexistentes es otro componente esencial en la prevención de la preeclampsia. En el caso de la hipertensión crónica, el manejo adecuado mediante antihipertensivos y cambios en el estilo de vida resulta fundamental para mantener niveles de presión arterial dentro de parámetros seguros durante el embarazo. Del mismo modo, el control de la diabetes y la obesidad preexistentes, mediante el monitoreo de la glucemia y la implementación de estrategias dietéticas y de ejercicio, contribuye a reducir la carga de factores de riesgo asociados a esta patología (32).
La suplementación con calcio representa una intervención con beneficios demostrados, particularmente en contextos donde la ingesta dietética de este micronutriente es deficiente. La Organización Mundial de la Salud recomienda una ingesta diaria de 1,5 a 2,0 gramos de calcio elemental a partir de las 20 semanas de gestación para reducir la incidencia de preeclampsia, especialmente en mujeres de países de ingresos bajos y medios. La eficacia de esta suplementación ha sido documentada tanto en dosis altas como bajas, sin que se hayan identificado diferencias significativas atribuibles al momento de inicio del tratamiento ni a los niveles de calcio dietético basal (37).
Además de estas medidas, se están explorando intervenciones nutricionales y conductuales emergentes como herramientas complementarias para la prevención. Las modificaciones dietéticas enfocadas en aumentar el consumo de antioxidantes y ácidos grasos omega-3 podrían ofrecer beneficios adicionales, aunque aún se requiere mayor evidencia para establecer recomendaciones específicas. Por su parte, las intervenciones conductuales, como la práctica regular de actividad física y las técnicas de reducción del estrés, están siendo evaluadas por su potencial en la disminución del riesgo de preeclampsia, aunque las pruebas actuales siguen siendo preliminares (36).
Seguimiento y manejo clínico en casos de alto riesgo
La monitorización materna y fetal es fundamental en el manejo de la preeclampsia, ya que permite detectar signos tempranos de progresión de la enfermedad y tomar decisiones clínicas oportunas. La presión arterial elevada constituye uno de los criterios diagnósticos principales, y su seguimiento regular es esencial para identificar agravamiento del estado materno. Asimismo, la proteinuria es un marcador clave de afectación renal y su presencia contribuye al diagnóstico y estratificación de la severidad de la preeclampsia (1; 38). Además de estas mediciones clínicas, la ecografía obstétrica desempeña un papel esencial al proporcionar información sobre el crecimiento fetal, el volumen de líquido amniótico y la función placentaria. A través del Doppler uterino, puede evaluarse la resistencia vascular y detectarse disfunción uteroplacentaria, lo cual es característico de los cuadros de preeclampsia (1; 39).
Cuando la enfermedad progresa o se presenta con características severas, puede ser necesaria la hospitalización. Esta decisión se basa en criterios clínicos como la presencia de hipertensión no controlada, proteinuria significativa, disfunción orgánica materna o signos de compromiso fetal. La edad gestacional también influye en la decisión, ya que la viabilidad fetal es un factor determinante al momento de considerar una intervención obstétrica (38; 40). En los casos de preeclampsia de inicio temprano, particularmente antes de las 24 semanas, el manejo expectante puede considerarse en centros especializados. Este enfoque busca prolongar la gestación para mejorar los resultados neonatales, aunque requiere una vigilancia intensiva para minimizar los riesgos maternos, incluyendo evaluaciones clínicas frecuentes, monitorización fetal continua y seguimiento ecográfico estricto (39).
El parto sigue siendo el único tratamiento definitivo para la preeclampsia. Determinar el momento oportuno es una de las decisiones más críticas en la práctica clínica, ya que debe equilibrar el riesgo de prematuridad frente al deterioro progresivo del estado materno o fetal. En los casos graves, especialmente cuando hay deterioro clínico materno o restricción del crecimiento intrauterino severa, puede ser necesario inducir el parto o realizar una cesárea, incluso antes del término gestacional (1; 41).
Conclusiones
La preeclampsia de inicio precoz presenta una fisiopatología más agresiva y una disfunción placentaria profunda, caracterizada por alteraciones angiogénicas, inflamatorias y oxidativas que generan un entorno materno-fetal comprometido desde etapas tempranas del embarazo. Esta condición exige un enfoque clínico diferenciado respecto a su forma de inicio tardío.
La identificación de biomarcadores específicos y el desarrollo de modelos predictivos avanzados han permitido mejorar la estratificación del riesgo y la detección temprana de la preeclampsia, aunque su aplicación clínica generalizada aún enfrenta desafíos técnicos, logísticos y de validación en poblaciones diversas.
Las estrategias preventivas basadas en intervenciones farmacológicas y conductuales, como el uso temprano de aspirina, la suplementación con calcio y el control de comorbilidades, han demostrado reducir la incidencia y gravedad de la preeclampsia, subrayando la importancia de un abordaje integral y personalizado en mujeres embarazadas de alto riesgo.
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Han preservado las identidades de los pacientes.