Psicopatología en enfermedades autoinmunes: Explorando el eje mente-cuerpo desde una perspectiva integradora
Autora principal: Mariangel Montero Jiménez
Vol. XX; nº 16; 881
Psychopathology in autoimmune diseases: Exploring the mind-body axis from an integrative perspective
Fecha de recepción: 16 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 16 de agosto de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 16 – Segunda quincena de Agosto de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 16; 881
Autores:
Mariangel Montero Jiménez. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0008-7320-0763 Código Medico 19108
Krista Yulieth Brenes Navarro. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0002-4623-9933 Código Médico 19100
Luis Alberto Matarrita Rojas. Médico general, investigador Independiente. Puntarenas, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0008-2753-3815 Código Médico 19101
José Javier Inces Oreamuno. Médico general, investigador Independiente. Heredia, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0000-9926-8514 Código Médico 19237
Walter Eduardo Zuñiga Arceyut. Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica. Orcid: https://orcid.org/0009-0009-0494-6454 Código Médico 19116
Resumen:
La relación entre enfermedades autoinmunes y trastornos psiquiátricos se explica principalmente a través de las interacciones del eje neuroinmunoendocrino, en particular del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, las citocinas proinflamatorias y los mecanismos de neuroinflamación. Este eje se activa frente al estrés mediante la liberación de hormona liberadora de corticotropina, que estimula la secreción de hormona adrenocorticotrópica y, en consecuencia, la producción de cortisol. La desregulación de este sistema, común en situaciones de estrés crónico, puede inducir alteraciones del estado de ánimo y otros síntomas neuropsiquiátricos. Además, las citocinas inflamatorias como la interleucina 6 y el factor de necrosis tumoral alfa pueden cruzar la barrera hematoencefálica, afectando regiones cerebrales responsables de la regulación emocional. Estos procesos favorecen el desarrollo de depresión, ansiedad y deterioro cognitivo, especialmente en personas con enfermedades autoinmunes como el lupus eritematoso sistémico y la esclerosis múltiple.
La coexistencia de síntomas psiquiátricos con enfermedades autoinmunes también se ve agravada por el impacto emocional del diagnóstico, la incertidumbre sobre la evolución clínica y las limitaciones funcionales asociadas, lo que puede generar aislamiento social y baja autoestima. A esto se suma el efecto neuropsiquiátrico de ciertos tratamientos, como los corticosteroides, que pueden inducir ansiedad, insomnio, depresión y alteraciones cognitivas. Frente a este panorama, se recomienda integrar la evaluación psiquiátrica en la atención de rutina, utilizar herramientas de cribado validadas, y adoptar enfoques interdisciplinarios que incluyan reumatología, psiquiatría y psicología. Asimismo, es esencial incorporar la voz del paciente en el diseño de estrategias terapéuticas centradas en su experiencia subjetiva.
Palabras clave:
Neuro inflamación, cortisol, citocinas, depresión, ansiedad, fatiga.
Abstract:
The relationship between autoimmune diseases and psychiatric disorders is primarily explained by the interactions of the neuroimmunoendocrine axis, particularly the hypothalamic-pituitary-adrenal axis, proinflammatory cytokines, and neuroinflammation mechanisms. This axis is activated in response to stress by the release of corticotropin-releasing hormone, which stimulates the secretion of adrenocorticotropic hormone and, consequently, the production of cortisol. Dysregulation of this system, common in chronic stress situations, can induce mood disturbances and other neuropsychiatric symptoms. Furthermore, inflammatory cytokines such as interleukin 6 and tumor necrosis factor alpha can cross the blood-brain barrier, affecting brain regions responsible for emotional regulation. These processes promote the development of depression, anxiety, and cognitive impairment, especially in people with autoimmune diseases such as systemic lupus erythematosus and multiple sclerosis.
The coexistence of psychiatric symptoms with autoimmune diseases is also aggravated by the emotional impact of the diagnosis, uncertainty about clinical outcome, and associated functional limitations, which can lead to social isolation and low self-esteem. Added to this is the neuropsychiatric effect of certain treatments, such as corticosteroids, which can induce anxiety, insomnia, depression, and cognitive impairments. Given this situation, it is recommended to integrate psychiatric evaluation into routine care, use validated screening tools, and adopt interdisciplinary approaches that include rheumatology, psychiatry, and psychology. It is also essential to incorporate the patient’s voice in the design of therapeutic strategies focused on their subjective experience.
Keywords:
Neuroinflammation, cortisol, cytokines, depression, anxiety, fatigue.
Introducción:
Las enfermedades autoinmunes constituyen un conjunto de trastornos crónicos y heterogéneos en los que el sistema inmunitario, en lugar de proteger al organismo, ataca sus propios tejidos. Entre las más representativas se encuentran el lupus eritematoso sistémico (LES), la artritis reumatoide (AR) y la esclerosis múltiple (EM), todas con implicaciones multisistémicas y una marcada prevalencia en mujeres. El LES es una enfermedad inflamatoria que afecta a múltiples órganos y sistemas, y se asocia frecuentemente con manifestaciones neuropsiquiátricas que representan una de sus complicaciones más graves. Dichas manifestaciones surgen como resultado de mecanismos fisiopatológicos complejos, en los que intervienen factores genéticos, autoinmunidad y la disfunción de la barrera hematoencefálica, lo que permite la entrada de autoanticuerpos y citoquinas al sistema nervioso central, desencadenando procesos inflamatorios locales (1; 2).
La artritis reumatoide, por su parte, se caracteriza por una inflamación crónica que afecta predominantemente a las articulaciones, aunque también puede comprometer otros órganos. Esta enfermedad presenta una clara preponderancia en mujeres y comparte ciertos factores de riesgo genéticos con otras enfermedades autoinmunitarias, lo cual sugiere la existencia de mecanismos inmunopatogénicos comunes. En el caso de la esclerosis múltiple, el proceso autoinmunitario ataca las vainas de mielina del sistema nervioso central, generando síntomas neurológicos progresivos que van desde alteraciones visuales hasta problemas motores y cognitivos. La EM también comparte algunas bases inmunológicas con el LES y la AR, lo que subraya la interconexión fisiopatológica entre estas entidades (3).
En cuanto a los aspectos psiquiátricos, resulta especialmente relevante destacar las manifestaciones neuropsiquiátricas del LES, que pueden incluir desde psicosis hasta trastornos del estado de ánimo y ansiedad. Estas manifestaciones difieren tanto en su origen como en su tratamiento respecto de los trastornos psiquiátricos primarios, por lo que requieren un enfoque clínico diferenciado (1; 4). De hecho, se ha observado que los pacientes con LES, así como aquellos con síndrome de Sjögren y dermatomiositis, presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar enfermedades mentales en comparación con pacientes con artritis reumatoide, lo que sugiere una mayor carga neuropsiquiátrica en determinadas enfermedades autoinmunes (5).
La justificación de una revisión enfocada en la psicopatología asociada a enfermedades autoinmunes radica, en primer lugar, en la superposición frecuente de síntomas inmunológicos y psiquiátricos. Esta coexistencia dificulta el diagnóstico diferencial, complica el abordaje terapéutico y evidencia la necesidad de modelos de atención integrados que consideren simultáneamente los aspectos físicos y mentales del paciente (4; 5). En segundo lugar, comprender mejor las manifestaciones psiquiátricas de estas enfermedades puede contribuir a optimizar las estrategias terapéuticas. Un ejemplo de ello es la utilización de corticosteroides en el tratamiento de la psicosis asociada al LES, una intervención que difiere de la empleada en los cuadros psicóticos primarios y que ilustra cómo el conocimiento del contexto inmunológico puede mejorar la efectividad clínica (4).
El objetivo de esta revisión es analizar de manera integral la interrelación entre las enfermedades autoinmunes y sus manifestaciones psicopatológicas, haciendo énfasis en el lupus eritematoso sistémico, la artritis reumatoide y la esclerosis múltiple, con el fin de comprender los mecanismos fisiopatológicos que vinculan la disfunción inmunitaria con alteraciones neuropsiquiátricas. Asimismo, se busca destacar la importancia de un abordaje clínico interdisciplinario que integre los aspectos físicos y mentales del paciente, considerando la superposición de síntomas inmunológicos y psiquiátricos, así como sus implicaciones diagnósticas y terapéuticas.
Metodología:
Para el desarrollo de esta investigación sobre la psicopatología asociada a enfermedades autoinmunes, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar los vínculos fisiopatológicos entre la disfunción inmunitaria y las manifestaciones neuropsiquiátricas en pacientes con lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, esclerosis múltiple y otras patologías autoinmunes. Esta revisión incluyó aspectos clave como la prevalencia y características clínicas de las enfermedades autoinmunes, los mecanismos neuroinmunológicos implicados, la manifestación de síntomas psiquiátricos y las implicaciones terapéuticas del enfoque mente-cuerpo.
Para asegurar la calidad y relevancia de la información recopilada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas como PubMed, Scopus y Web of Science, seleccionadas por su cobertura multidisciplinaria en medicina interna, inmunología, neurología y psiquiatría. Se establecieron criterios de inclusión rigurosos: se consideraron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran de manera explícita la coexistencia de enfermedades autoinmunes con trastornos psiquiátricos, así como investigaciones sobre mecanismos fisiopatológicos compartidos, impacto emocional y estrategias de tratamiento interdisciplinario. Se excluyeron publicaciones sin revisión por pares, duplicadas o con información incompleta.
Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como:
Neuro inflamación, cortisol, citocinas, depresión, ansiedad, fatiga.
La búsqueda sistemática permitió identificar 31 fuentes relevantes, incluyendo artículos originales, revisiones sistemáticas y guías clínicas. A partir de estos estudios, se realizó un análisis cualitativo comparativo, mediante el cual se sintetizó la información en categorías temáticas que permitieron establecer relaciones entre la autoinmunidad, la neuroinflamación y los trastornos mentales. Este enfoque integral proporciona una visión actualizada y estructurada del papel del eje mente-cuerpo en la atención médica de pacientes con enfermedades autoinmunes, resaltando áreas críticas para futuras investigaciones y mejoras clínicas.
Fisiopatología del eje neuroinmunoendocrino:
La interacción entre el sistema inmunológico, el sistema nervioso central y el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HPA) representa un componente clave en la comprensión del vínculo entre enfermedades autoinmunes y trastornos psiquiátricos. El eje HPA es una vía neuroendocrina fundamental que se activa ante situaciones de estrés. Este proceso comienza con la liberación de hormona liberadora de corticotropina por parte del hipotálamo, la cual estimula a la hipófisis anterior para secretar hormona adrenocorticotrópica. Esta última actúa sobre las glándulas suprarrenales, induciendo la producción de cortisol, una hormona con efectos inmunomoduladores y metabólicos. El cortisol regula la respuesta al estrés, pero cuando este sistema se encuentra desregulado, como ocurre en condiciones de estrés crónico, puede provocar disfunciones sistémicas con implicaciones psiquiátricas importantes. Diversos estudios han documentado niveles alterados de cortisol en trastornos como la depresión y la ansiedad, lo que sugiere una relación directa entre la disfunción del eje HPA y las alteraciones en la salud mental (6).
Además del eje HPA, las citocinas proinflamatorias juegan un papel crucial en el desarrollo de síntomas psiquiátricos, particularmente en contextos inflamatorios como los observados en enfermedades autoinmunes. Estas moléculas señalizadoras, que incluyen la interleucina-6 (IL-6), el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y la proteína C reactiva (PCR), pueden atravesar la barrera hematoencefálica y modificar la actividad de regiones cerebrales implicadas en la regulación emocional, como la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo. La presencia sostenida de estas citocinas en el sistema nervioso central se ha vinculado con estados de ánimo depresivos, anhedonia, fatiga y alteraciones cognitivas, síntomas todos frecuentes en personas con enfermedades autoinmunes (7; 8). En este contexto, tratamientos antiinflamatorios han comenzado a mostrar eficacia en la reducción de síntomas depresivos, lo que refuerza la hipótesis del papel patogénico de la inflamación en la salud mental (7).
La neuroinflamación, entendida como la activación crónica de las células gliales y la consecuente liberación de mediadores proinflamatorios dentro del sistema nervioso central, representa un nexo fisiopatológico clave entre la inflamación periférica y los trastornos psiquiátricos. Este proceso no solo genera daño neuronal directo, sino que también altera la transmisión sináptica, especialmente en los sistemas dopaminérgico, serotoninérgico y noradrenérgico. Tales alteraciones están asociadas con síntomas afectivos y cognitivos característicos de trastornos como la depresión mayor, la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Asimismo, la exposición sostenida al estrés crónico, en combinación con una disfunción del eje HPA, puede amplificar la neuroinflamación, agravando el deterioro neuronal y perpetuando el círculo vicioso entre inflamación, estrés y psicopatología (6; 8; 10).
Trastornos psiquiátricos asociados a enfermedades autoinmunes:
La coexistencia de trastornos psiquiátricos con enfermedades autoinmunes ha sido ampliamente documentada, y entre estos, la depresión ocupa un lugar predominante. Estudios recientes han señalado que más del 55% de los pacientes que padecen enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas (ERAS) presentan síntomas depresivos, lo cual refleja una alta carga emocional y psicológica en este grupo de pacientes (10). La hipótesis inflamatoria de la depresión ha ganado terreno como uno de los principales mecanismos explicativos en estos casos, proponiendo que niveles elevados de citocinas proinflamatorias, como el factor de TNF-α y la IL-6, afectan directamente la neuroquímica cerebral e inducen estados depresivos persistentes. Este proceso inmunoinflamatorio se ve acompañado por una disfunción en los sistemas de neurotransmisores, particularmente los que regulan la serotonina y la dopamina, cuya alteración se traduce en síntomas afectivos, anhedonia, fatiga y disminución de la motivación, características centrales de la depresión en el contexto de las enfermedades autoinmunes (11).
Junto a la depresión, la ansiedad constituye otra manifestación psiquiátrica común entre los pacientes con enfermedades autoinmunes, con una prevalencia que alcanza el 57% en los casos de ERAS (10). Este elevado porcentaje sugiere que el estrés crónico derivado del diagnóstico, el manejo constante de la enfermedad y las incertidumbres asociadas al pronóstico generan un entorno propenso al desarrollo de trastornos de ansiedad. Además, la activación sostenida del eje HPA con la consecuente hipercortisolemia puede favorecer este estado ansioso. En enfermedades como el LES, se ha observado que la ansiedad no necesariamente guarda una correlación directa con la actividad inflamatoria de la enfermedad, lo cual subraya la complejidad de los factores psicológicos, neuroendocrinos e inmunológicos que contribuyen a estos cuadros (12). Asimismo, la reactividad inmunitaria crónica, incluida la continua liberación de citocinas, podría intensificar los síntomas ansiosos mediante mecanismos similares a los descritos en la depresión (11).
Los trastornos cognitivos también representan una afectación frecuente y significativa en los pacientes con enfermedades autoinmunes, especialmente en el lupus y en la esclerosis múltiple. En estos casos, se reportan déficits en atención, memoria, velocidad de procesamiento y funciones ejecutivas, lo que impacta de manera importante en la calidad de vida y en la funcionalidad cotidiana (12). Sin embargo, la correlación entre estos déficits cognitivos y los marcadores inmunológicos es escasa, lo que sugiere que más allá del componente inflamatorio, podrían estar implicados mecanismos de daño neuronal directo, posiblemente mediado por autoanticuerpos o procesos de neurodegeneración inducida (11).
En el caso específico del lupus neuropsiquiátrico, las manifestaciones pueden alcanzar niveles graves y complejos, incluyendo la presencia de psicosis, trastornos del estado de ánimo, convulsiones, y estados confusionales. Estas formas clínicas plantean un reto diagnóstico considerable, ya que es difícil distinguir entre un trastorno psiquiátrico primario y una manifestación directa del LES a nivel del sistema nervioso central. La falta de directrices clínicas estandarizadas para la evaluación y tratamiento de estas manifestaciones neuropsiquiátricas dificulta aún más el abordaje integral de los pacientes, lo que resalta la necesidad de enfoques terapéuticos personalizados e interdisciplinarios que combinen la perspectiva reumatológica, neurológica y psiquiátrica en la práctica clínica (12).
Impacto del diagnóstico y la evolución clínica en la salud mental:
La carga emocional que conlleva el diagnóstico y la convivencia con enfermedades crónicas es una dimensión cada vez más reconocida dentro del abordaje clínico integral de los pacientes con patologías autoinmunes e inflamatorias. Condiciones como la encefalomielitis miálgica o síndrome de fatiga crónica (ME/CFS, por sus siglas en inglés), así como la artritis inflamatoria, no solo implican sufrimiento físico, sino que también se asocian con una elevada prevalencia de alteraciones en la salud mental. La depresión, los trastornos de ansiedad e incluso los pensamientos suicidas se presentan con mayor frecuencia en estos pacientes, influenciados por factores como la incomprensión social, la estigmatización del padecimiento y la falta de validación médica (13; 14). Estos fenómenos se agravan en pacientes jóvenes y en aquellos que enfrentan una alta actividad inflamatoria de la enfermedad, quienes experimentan una disminución limitada de su malestar emocional a lo largo del tiempo (14).
Uno de los factores más determinantes en el deterioro del bienestar psicológico de estos pacientes es la incertidumbre constante sobre el curso clínico de la enfermedad. La imposibilidad de prever su evolución o respuesta al tratamiento contribuye a una sensación de pérdida de control, que en muchos casos genera tristeza, desesperanza y retraimiento social. En personas con ME/CFS, por ejemplo, la falta de reconocimiento del diagnóstico y la frecuente banalización de sus síntomas provocan un sufrimiento adicional, en tanto que se sienten invalidados tanto por los sistemas de salud como por su entorno más cercano. Paralelamente, las limitaciones funcionales y las discapacidades físicas impuestas por estas enfermedades crónicas fomentan el aislamiento social, al restringir la participación en actividades cotidianas, laborales y recreativas. Este aislamiento, sumado al dolor persistente, incide en sentimientos de inutilidad, desconexión y baja autoestima, elementos que profundizan el deterioro de la salud mental (13).
Además del componente psicosocial y de la fisiopatología propia de las enfermedades crónicas, el tratamiento farmacológico representa otro factor relevante en la aparición de síntomas psiquiátricos. En particular, los corticosteroides, ampliamente utilizados en el tratamiento de enfermedades autoinmunes, están asociados con una amplia gama de efectos neuropsiquiátricos. Estos incluyen ansiedad, depresión, insomnio, irritabilidad e incluso trastornos afectivos graves y episodios psicóticos. A pesar de su impacto potencial, estos efectos secundarios son frecuentemente subestimados y escasamente notificados por los pacientes, lo que retrasa su identificación y tratamiento adecuado (15). La exposición prolongada a glucocorticoides también puede inducir alteraciones del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, lo cual afecta la regulación hormonal del estrés y se ha vinculado con trastornos del estado de ánimo y deterioro cognitivo progresivo (16).
Evaluación clínica y herramientas de cribado:
En el caso de la artritis reumatoide, se han utilizado con frecuencia el Cuestionario de Salud del Paciente-9 (PHQ-9) y la Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (EDCEE). El PHQ-9, que evalúa la presencia y gravedad de los síntomas depresivos, ha demostrado una alta especificidad (98%) pero una sensibilidad más limitada (33%), lo cual puede llevar a la subdetección de casos leves. En contraste, el EDCEE ofrece una sensibilidad elevada (100%), lo que permite identificar con mayor precisión a los pacientes en riesgo, aunque con una especificidad menor (82%), que podría generar falsos positivos. Ambas herramientas, sin embargo, han demostrado ser útiles en contextos clínicos cuando se combinan con una valoración médica individualizada (17).
En pacientes con miopatías inflamatorias idiopáticas, la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión (EHAD) ha resultado efectiva para evaluar el riesgo de ansiedad y depresión. Un estudio reciente mostró que cerca del 40% de los pacientes evaluados con esta escala presentaban puntuaciones indicativas de riesgo psiquiátrico, lo que destaca la importancia de incorporar evaluaciones psicológicas sistemáticas en el seguimiento de estas enfermedades (18). De forma similar, en el contexto de las enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas, como el lupus eritematoso sistémico o la esclerodermia, se ha evidenciado una alta prevalencia de síntomas psiquiátricos. Un análisis transversal reveló que el 55% de los pacientes presentaban signos de depresión y el 57% síntomas de ansiedad, siendo estos subestimados con frecuencia por los clínicos, lo cual puede comprometer la calidad de la atención y el pronóstico del paciente (10).
Estas cifras reflejan una necesidad urgente de implementar estrategias sistemáticas de cribado en los entornos de atención especializada. En este sentido, se recomienda integrar de manera rutinaria la evaluación psiquiátrica en la atención de pacientes con enfermedades autoinmunes. La inclusión periódica de instrumentos validados como el PHQ-9, el EDCEE o el EHAD permitiría identificar de manera más eficaz a los individuos que requieren intervenciones adicionales en salud mental (17; 18).
Asimismo, un enfoque interdisciplinario se vuelve indispensable. La colaboración entre reumatólogos, neurólogos y profesionales de la salud mental puede facilitar un abordaje más holístico del paciente, permitiendo una mejor comprensión de los síntomas emocionales y su interacción con el curso de la enfermedad autoinmune. Esta sinergia profesional también puede mejorar la adherencia al tratamiento, el control clínico y la calidad de vida del paciente (10).
Finalmente, se hace necesaria la aplicación de intervenciones personalizadas basadas en los resultados de las pruebas de detección. Estas deben incluir, cuando sea pertinente, la derivación a psiquiatras o psicólogos clínicos, el ajuste de tratamientos farmacológicos y el acompañamiento terapéutico adaptado al perfil psicosocial del paciente. Un abordaje individualizado y centrado en el paciente no solo mejora los desenlaces clínicos, sino que también contribuye a la humanización del cuidado en enfermedades crónicas complejas (19).
Enfoques terapéuticos integradores:
Dentro del espectro farmacológico, los antidepresivos y antipsicóticos desempeñan un papel relevante en el tratamiento de la sintomatología emocional en estos pacientes. Se estima que aproximadamente el 70% de los individuos con LES presentan ansiedad, y una proporción importante desarrolla cuadros depresivos, lo que justifica el uso frecuente de estos fármacos como parte del manejo clínico. No obstante, es fundamental evaluar cuidadosamente las interacciones medicamentosas y los efectos secundarios, especialmente considerando que muchos pacientes reciben terapias inmunosupresoras simultáneamente (20).
En cuanto al tratamiento de la base inmunológica de la enfermedad, los inmunomoduladores y los medicamentos biológicos han mostrado efectividad en controlar la inflamación sistémica y reducir la actividad de la enfermedad. Sin embargo, el desarrollo de nuevas terapias farmacológicas ha sido lento, y en el caso del LES, solo se han aprobado unos pocos agentes biológicos en las últimas décadas, lo cual refleja una necesidad persistente de fármacos más eficaces y dirigidos (20).
Los enfoques psicoterapéuticos también han demostrado beneficios significativos. La terapia cognitivo-conductual (TCC), por ejemplo, ha sido eficaz para reducir la fatiga y los síntomas depresivos en personas con LES, facilitando mecanismos de afrontamiento adaptativos y mejorando la calidad de vida (20). Asimismo, las intervenciones psicoeducativas y los programas de control del estrés son herramientas clave para capacitar al paciente en la gestión activa de su enfermedad. Estos enfoques no solo reducen el impacto emocional de vivir con una enfermedad crónica, sino que también mejoran la adherencia al tratamiento y fortalecen la alianza terapéutica (21).
La implementación de modelos de atención interdisciplinaria se presenta como una estrategia fundamental para responder a la complejidad clínica de estos pacientes. Las clínicas integradas que reúnen a reumatólogos, psiquiatras, psicólogos y otros profesionales han demostrado mejorar los desenlaces clínicos, al permitir una atención centrada en la totalidad del paciente. Estos modelos de atención colaborativa garantizan un abordaje coordinado tanto de los aspectos somáticos como de los emocionales, evitando la fragmentación del cuidado (22; 23). Además, una atención centrada en el paciente implica considerar sus necesidades, preferencias y contexto personal, lo que contribuye directamente a mejorar el bienestar emocional y la satisfacción con el tratamiento (22).
Sin embargo, a pesar de los avances, persisten desafíos importantes. Uno de ellos es la limitada representación de ciertos grupos poblacionales en los ensayos clínicos, lo que reduce la aplicabilidad de los tratamientos a diversas poblaciones. Asimismo, la falta de tratamientos verdaderamente personalizados dificulta una respuesta terapéutica óptima en pacientes con manifestaciones psiquiátricas atípicas o refractarias (20). Por ello, resulta indispensable continuar promoviendo la investigación en terapias innovadoras, tanto farmacológicas como no farmacológicas. El desarrollo de tratamientos específicos dirigidos a antígenos, así como la exploración de la neuroinmunomodulación, ofrecen vías prometedoras que podrían transformar el manejo clínico en el futuro (24; 25; 26).
Consideraciones éticas y psicosociales:
El estigma asociado a las enfermedades autoinmunes representa un componente psicosocial crítico que afecta profundamente la experiencia del paciente y sus resultados clínicos. Personas diagnosticadas con afecciones como la esclerosis múltiple suelen enfrentar discriminación y malentendidos sociales que incrementan la probabilidad de desarrollar trastornos emocionales, como ansiedad, depresión y aislamiento. Este estigma no solo perjudica la salud mental, sino que también influye negativamente en la adherencia al tratamiento, comprometiendo así el control de la enfermedad y la calidad de vida general del paciente (27).
En enfermedades autoinmunes con manifestaciones visibles, como las dermatosis ampollosas, los pacientes y en particular las mujeres experimentan alteraciones en la percepción de su imagen corporal. Estas afecciones dermatológicas, por su carácter desfigurante, generan altos niveles de estrés psicosocial y fomentan la estigmatización tanto en el entorno social como en el médico. La carga emocional derivada de este deterioro en la autoimagen impacta directamente en el bienestar emocional y en la disposición del paciente a involucrarse activamente en su tratamiento (28).
La adherencia terapéutica en el contexto de enfermedades autoinmunes es un desafío complejo, condicionado por múltiples factores psicológicos. En condiciones como la artritis idiopática juvenil, síntomas como la fatiga persistente y la alexitimia dificultad para identificar y expresar emociones interfieren en la participación activa del paciente en su tratamiento, reduciendo la eficacia de las intervenciones clínicas (29).
La calidad de vida en enfermedades autoinmunes también se ve afectada por los trastornos neurocognitivos y psicosociales persistentes, incluso después de la fase aguda de la enfermedad. El estudio SAPIENCE, centrado en la encefalitis por anticuerpos contra los receptores NMDA, evidenció cómo los pacientes continúan experimentando secuelas cognitivas, alteraciones del estado de ánimo y disfunciones sociales a largo plazo. Estos hallazgos subrayan la importancia de implementar enfoques terapéuticos centrados en el paciente, que contemplen la rehabilitación neuropsicológica como parte del manejo integral de estas enfermedades (30).
Asimismo, las narrativas de los propios pacientes, recogidas a través de metodologías cualitativas como entrevistas en profundidad y encuestas abiertas, revelan dimensiones del sufrimiento que muchas veces no son identificadas en la práctica médica convencional. Los testimonios documentan síntomas de duelo patológico, ansiedad y síntomas neuropsiquiátricos que, al no ser reconocidos o tratados adecuadamente, agravan la experiencia subjetiva de la enfermedad. Estas vivencias ponen en evidencia la necesidad de incorporar sistemáticamente la perspectiva del paciente en las guías clínicas y en la toma de decisiones terapéuticas (31).
El sufrimiento subjetivo de quienes viven con enfermedades autoinmunes es, por tanto, un componente esencial que debe ser considerado para mejorar los desenlaces clínicos y la calidad de vida. Más allá de los parámetros biomédicos, es necesario establecer modelos de atención que integren la voz del paciente como herramienta diagnóstica, terapéutica y de seguimiento, fortaleciendo así una medicina más empática, personalizada y efectiva (30).
Conclusiones:
La interacción entre el sistema inmunológico, el sistema nervioso central y el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal explica en gran parte la alta prevalencia de trastornos psiquiátricos en personas con enfermedades autoinmunes, siendo la neuroinflamación y la desregulación del cortisol mecanismos fisiopatológicos clave en la aparición de síntomas como depresión, ansiedad y deterioro cognitivo.
El impacto emocional del diagnóstico, la incertidumbre sobre la progresión de la enfermedad y las limitaciones funcionales agravan el sufrimiento psíquico de los pacientes, afectando tanto su adherencia al tratamiento como su calidad de vida, especialmente en contextos de escaso reconocimiento clínico y social de su malestar subjetivo.
Un abordaje integral e interdisciplinario que combine evaluación psiquiátrica sistemática, atención centrada en el paciente y terapias farmacológicas y psicoterapéuticas personalizadas es esencial para mejorar los resultados clínicos, reducir la carga emocional de la enfermedad y humanizar la atención en los trastornos autoinmunes con manifestaciones neuropsiquiátricas.
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Declaración de buenas prácticas: Los autores de este manuscrito declaran que: Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses. La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS). El manuscrito es original y no contiene plagio. El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista. Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados. Han preservado las identidades de los pacientes.