SÍNDROME DEL BURNOUT. LA ENFERMEDAD NO RECONOCIDA
Autor principal: Fabián Porras-González
Vol. XX; nº 13; 808
Burnout syndrome. The unrecognized disease
Fecha de recepción: 10 de junio de 2025
Fecha de aceptación: 5 de julio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 13 – Primera quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 13; 808
Autores:
Fabián Porras-González, Licenciatura en Medicina y Cirugía, trabajador independiente, San José, Costa Rica, https://orcid.org/0009-0008-8082-1904
María Huertas-Sánchez, Licenciatura en Medicina y Cirugía, trabajador independiente, San José, Costa Rica, https://orcid.org/0009-0007-5566-9595
María Méndez-Muñoz, Licenciatura en Medicina y Cirugía, trabajador independiente, San José, Costa Rica, https://orcid.org/0009-0003-4363-5241
María Solís-Barquero, Licenciatura en Medicina y Cirugía, trabajador independiente, San José, Costa Rica, https://orcid.org/0009-0005-2334-883X
Andrey Tobal-Calvo, Licenciatura en Medicina y Cirugía, trabajador independiente, San José, Costa Rica, https://orcid.org/0009-0005-6483-1027
Resumen
En 1869, dos médicos estadounidenses, Edwin Van Deusen y George Beard, emplearon por primera vez el término «neurastenia» para agrupar aquellos síntomas generados por la fatiga tanto física como psicológica posterior a un esfuerzo mental mínimo, convirtiéndose así la neurastenia en uno de los fundamentos para lo que ahora se conoce como el síndrome del burnout, el cual ha evolucionado a un término asociado a estrés relacionado al trabajo que se cronifica y llega a tener repercusiones tanto físicas como psicológicas. Este síndrome se basa en 3 dimensiones principales las cuales son agotamiento emocional, despersonalización o cinismo laboral y reducción de la sensación de tener logros personales. Posterior a la pandemia provocada por el COVID-19, el síndrome de burnout cobró mayor importancia y tuvo mayor visibilización debido a un aumento en la prevalencia del mismo. A pesar de este aumento en la incidencia, el mismo aún no se encuentra descrito en las últimas versiones del manual de diagnóstico y estadística de enfermedades mentales y no es reconocida por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad como tal. Este artículo, el cual es una revisión bibliográfica de 17 publicaciones de distinta índole que abarcan desde enero 2020 hasta diciembre 2024, busca establecer un fundamento teórico para una adecuada identificación, prevención y manejo de este síndrome así como en explorar la necesidad del reconocimiento oficial de este fenómeno en cuestión.
Palabras clave
Síndrome del desgaste profesional, diagnóstico, factores de riesgo, epidemiología, COVID-19, manejo.
Abstract
In 1869, two American doctors, Edwin Van Deusen and George Beard, first used the term «neurasthenia» to group together those symptoms generated by both physical and psychological fatigue following minimal mental effort. This made neurasthenia one of the foundations for what is now known today as burnout syndrome, which has evolved into a term associated with work-related stress that becomes chronic and can have both physical and psychological repercussions. This syndrome is based on three main dimensions: emotional exhaustion, depersonalization or job cynicism, and a reduced sense of personal achievement. Following the COVID-19 pandemic, burnout syndrome gained greater importance and visibility due to an increase in its prevalence. Despite this increase in incidence, it is still not described in the latest versions of the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Illnesses and is not recognized by the World Health Organization as a disease. This article, which is a bibliographic review of 17 publications of different kinds spanning from January 2020 to December 2024, seeks to establish a theoretical foundation for adequate identification, prevention, and management of this syndrome, as well as to explore the need for official recognition of this phenomenon in question.
Keywords
Burnout syndrome, diagnosis, risk factors, epidemiology, COVID-19, management.
Introducción
En 1869, dos médicos estadounidenses, Edwin Van Deusen y George Beard, emplearon por primera vez el término «neurastenia» para agrupar aquellos síntomas generados por un estilo de vida cada vez más rápido y cambiante. Estos síntomas tenían como eje principal la fatiga tanto física como psicológica posterior a un esfuerzo mental mínimo, convirtiéndose así la neurastenia en uno de los fundamentos para lo que ahora se conoce como el síndrome del burnout (SB)(1, 2). En el año 1961 se describe por primera vez en la literatura el término «burnout» en la publicación del británico Graham Greene llamada «A Burnt-Out Case», haciendo referencia a un caso de desgaste profesional vivido por parte de un arquitecto (2), sin embargo, no fue hasta alrededor del año 1970 que se logra conceptualizar este nuevo síndrome gracias al psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger, quien acuñó este término producto de su trabajo en Nueva York, ya que en esta ciudad se utilizaba de forma popular la palabra «burnout» para hacer referencia a los efectos físicos y mentales de aquellas personas toxicómanas (2, 3).
Posterior a la pandemia provocada por el COVID-19, el síndrome de burnout o también llamado síndrome del desgaste profesional, síndrome del quemado, síndrome de sobrecarga emocional o de fatiga en el trabajo (3), cobró mayor importancia y tuvo mayor visibilización debido a un aumento en la prevalencia del mismo principalmente en trabajadores que se encontraban en primera línea de atención (4,5).
A pesar del aumento en la incidencia de este síndrome, el mismo aún no se encuentra descrito en las últimas versiones del manual de diagnóstico y estadística de enfermedades mentales (DSM, por sus siglas en inglés) y aún no es reconocido, por parte de la Organización mundial de la Salud, como una enfermedad como tal (6, 7, 8).
Ante la carencia de una definición y consenso mundial acerca del síndrome del burnout, este artículo de revisión pretende copilar información relevante con respecto al contexto histórico, fundamento teórico así como práctico para una adecuada identificación y manejo del síndrome del burnout.
Metodología
Este artículo se basa en una revisión bibliográfica en inglés y español acerca del síndrome del burnout o síndrome del desgaste profesional en bases de datos como Pubmed, Medline y ClinicalKey así como el buscador GoogleAcadémico. Se utilizaron únicamente artículos científicos que hayan sido publicados entre enero del 2020 y diciembre del 2024, con excepción de 2 artículos utilizados para sentar un contexto histórico así como el manual de diagnóstico y estadística de enfermedades mentales y la clasificación internacional de enfermedades (CIE), cuyas últimas versiones publicadas se sobresalen de este parámetro temporal.
Se utilizaron palabras clave para generar la búsqueda en las bases de datos. Dichas palabras incluían pero no se limitaban a: «síndrome del burnout», «epidemiología», «definición», «factores de riesgo», «asociación con COVID-19», «diagnóstico» y «manejo», así como sus homónimos en inglés. Por último, se seleccionaron 17 artículos que cumplen con los parámetros previamente establecidos y que su contenido fue identificado como valioso para esta revisión.
Discusión
El síndrome del burnout ha evolucionado a un término asociado a estrés relacionado al trabajo, el cual se cronifica y llega a tener repercusiones tanto físicas como psicológicas que impactan el ámbito personal y laboral de las personas (9). Diversos autores han destacado 3 dimensiones que se llegan a alterar para derivarse en el síndrome del burnout. Estas dimensiones o dominios son el agotamiento emocional, la despersonalización o cinismo laboral y la reducción de la sensación de tener logros personales (6, 10). El primer componente se llega a definir como una depleción emocional producto del quehacer laboral. El segundo se refiere al desapego de las personas con su empleo así como hacia aquellas personas que lo reciben. El último componente del burnout hace referencia a tener una pobre auto-evaluación de la labor realizada así como la insatisfacción por la misma (9).
Bajo estas premisas generales, las cuales se basan principalmente en los criterios para establecer la neurastenia asociada al trabajo, surge la definición utilizada por la Organización Mundial de la Salud para introducir este término en la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE) (7, 9). En la última edición de esta clasificación (CIE-11), generada en el 2019 y que entró en vigor en enero del 2022, el síndrome del burnout (código QD85) aún no es considerado como una enfermedad como tal, sino como una fenómeno asociado al trabajo (7).
El principal obstáculo para establecer el síndrome del burnout como una enfermedad por sí sola es la falta de consenso mundial para establecer criterios diagnósticos del mismo, especialmente al no aparecer dentro de la última versión del manual de diagnóstico y estadística de enfermedades mentales (DSM-V, por sus siglas en inglés) (6, 8), por lo que, a pesar de encontrarse dentro de la lista CIE-11, al aún no poseer criterios diagnósticos, muchos clínicos a la hora de diagnosticar el burnout en su práctica profesional clasifican los signos y síntomas bajo otras enfermedades que sí son reconocidas como tales, como lo son los trastornos de ansiedad generalizada (código CIE-11 6B00), trastorno depresivo (código CIE-11 6A7Z), trastornos de adaptación (código CIE-11 6B43), trastorno de fatiga crónica (código CIE-11 SD91), entre otros (7, 10).
Está claro que muchos síntomas del Burnout se llegan a traslapar con aquellos presentes en otras enfermedades, sin embargo, el eje principal de este síndrome recae en que dichos síntomas se manifiestan en un contexto laboral y/o producto de actividades relacionadas a estos (10,11). Bajo este contexto, nuevamente cobran importancia los 3 dominios del burnout donde se engloban los principales síntomas presentes como lo son falta de concentración, fatiga mental y física, lentitud para realizar labores, alteraciones en la memoria de corto plazo, desatención, disminución en la empatía con el trabajo y con sus compañeros, deterioro en la calidad de trabajo realizado, disminución de la ambición o deseo de laborar, ausencia de placer en las tareas realizadas, aislamiento social, tristeza, apatía, frustración y angustia (11, 12).
A la hora de identificar el síndrome del burnout en una personas, una de las principales herramientas disponibles y la más utilizada por la literatura, tanto en la práctica diaria como en la realización de estudios, es el cuestionario «Inventario de Burnout de Maslach» (MBI, por sus siglas en inglés) el cual se propone como estándar de oro para la medición del SB (13, 14). Este cuestionario, el cual es autoadministrado, utiliza los 3 dominios del Burnout para realizar una estimación cuantitativa de cada uno de los dominios por separado. La publicación original de 1981 se ha adaptado para satisfacer y orientar sus preguntas a oficios en específico por lo que permite una mejor comprensión y aplicación del mismo (11, 13). Sin embargo, este cuestionario no tiene propósitos diagnósticos ya que no existe una puntuación especifica y universal a la cual se puede dictaminar si un paciente posee o no el síndrome en cuestión. Además, al haber una variedad de cuestionarios disponibles, surge el problema de la inconsistencia con el mismo y la incapacidad de estandarizar el instrumento (12).
Producto del aumento en la incidencia y el impacto económico que puede tener este síndrome en las diversas instituciones tanto públicas como privadas, han surgido estudios que buscan determinar la prevalencia de los síntomas previamente dichos así como de los factores de riesgo o protectores de los pacientes. Un metaanálisis publicado en el 2021 (15) permite resaltar diversos factores de riesgo de las poblaciones estudiadas que los predisponían a sufrir de síndrome de burnout. Se encontraron factores sociodemográficos influyentes como lo son la ausencia de pareja sentimental, tener una pobre red de contención así como poca experiencia laboral y la edad, la cual se demostró que entre más joven la población, mayor es la prevalencia del síndrome (15). Además, se ha determinado que las mujeres llegan a tener un aumento en la incidencia del burnout (6). Dentro de los factores ocupacionales, la sobrecarga de trabajo, un horario laboral amplio y malas relaciones interpersonales pueden afectar negativamente a los pacientes. También se ha determinado que factores de personalidad como lo son la amabilidad, la responsabilidad, extroversión y neuroticismo se han relacionado con el dominio de agotamiento emocional (15).
Los efectos del burnout se deben diferenciar entre aquellos provocados por otros síndromes que pueden coexistir con este, como lo son los trastornos depresivos, trastornos ansiosos, de personalidad, entre otros. Esto recae importancia dado que algunos de los efectos que previamente se le atribuían al SB, verdaderamente surgen por una coexistencia entre trastornos o enfermedades, como es el caso de la ideación suicida, la cual previamente se reconocía como una posible consecuencia del SB sin embargo al mejorar el tamizaje e identificación de depresión en pacientes con SB e ideación suicida, se ha logrado determinar que la misma surge por tener algún trastorno depresivo como comorbilidad y no como una consecuencia directa del SB (16). Uno de los principales efectos secundarios que la literatura si reconoce como una asociación directa con el SB, específicamente en el ámbito médico, son los errores provocado por el personal del salud (16, 17).
A pesar de haber pocos estudios con mediciones objetivas de los efectos del SB en el cuidado de la salud, si se ha determinado que los principales efectos iniciales que tiene el SB es la creación de referencias innecesarias hacia otros especialistas para derivar el cuidado de un paciente así como la búsqueda de otro profesional por parte de los pacientes (17). El SB también llega a afectar la vida personal de aquellos que lo padecen. En el campo del personal de salud, se ha observado que para haber un comportamiento laboral que pueda conducir a una mal praxis (como prescribir medicamentos erróneos, dosis incorrectas o incluso cometer errores en el campo quirúrgico), primero se llega a afectar la vida personal y posteriormente, cuando todos esos recursos y esa energía se ha depletado, se empiezan a cometer errores que afectan con la calidad de atención o atentan contra la vida de un paciente (17). En cuanto a la implicaciones en salud que puede tener este síndrome, se resalta un aumento en el riesgo de padecer de diabetes tipo 2, enfermedad coronaria, trastornos del ritmo cardiaco e infarto agudo de miocardio. Además, se hipotetiza que puede afectar la regulación del cortisol, la capacidad fibrinolítica y la función de los telómeros (16).
Para un adecuado manejo del SB se debe trabajar desde un ámbito grupal y personal. Inicialmente se deben tener adecuadamente delimitados los roles y trabajos de cada empleado y siempre se debe fomentar un adecuado ambiente laboral así como de trabajo en equipo. En el ámbito personal, se debe trabajar en poseer la inteligencia emocional adecuada para identificar aquellas emociones predominantes y aprender estrategias necesarias para manejar el estrés crónico, como lo son el planeamiento previo, la identificación de límites y emociones, el reconocimiento de errores y una comunicación efectiva (18). Además, se ha identificado que el principal recurso empleado por las empresas y uno de los más efectivos en el manejo del SB son los métodos de relajación como la meditación, yoga y los talleres grupales donde el burnout sea un tema a discutir (19). Si se ha identificado a un empleado en un posible estado de agotamiento crónico, se debe procurar fomentar el cuidado personal de esa persona, ya sea permitiendo tiempo fuera de su empleo para impulsar la práctica del deporte, tener tiempo de ocio y fomentar una adecuada nutrición (18).
Conclusiones
El síndrome del burnout, también conocido como síndrome de desgaste profesional, se manifiesta como una respuesta al estrés laboral crónico y no gestionado de manera adecuada, lo cual puede desencadenar consecuencias tanto física como psicológicas. Aunque este concepto comenzó a emplearse formalmente desde hace más de medio siglo, en la actualidad no es reconocida por los sistemas de salud internacionales como una enfermedad oficial, lo que limita su visibilidad y atención en el ámbito clínico. Pese a la ausencia de investigaciones homogéneas y con poblaciones más amplias y diversas, se ha logrado avanzar significativamente, especialmente posterior a la pandemia provocada por el COVID-19, en el desarrollo de marcos teóricos que permitan un mejor comprensión del fenómeno. Además, diversos estudios e investigaciones han evidenciado el impacto que este puede llegar a tener en la calidad de vida de las personas así como en el funcionamiento y productividad de las organizaciones. Esta creciente preocupación ha provocado la necesidad de replantearse la formalización del síndrome del burnout como una enfermedad, lo cual permitiría poder establecer de manera más universal y objetiva, protocolos más claros para una adecuada prevención, diagnóstico y tratamiento de la misma. Bajo este contexto y ante el inminente aumento en la incidencia de casos de SB, se hace indispensable implementar programas orientados en la concientización, prevención y abordaje efectivo de este síndrome. Esto permitiría no solamente proteger y salvaguardar la integridad física y mental de los trabajadores, sino también la estabilidad económica tanto individual como colectiva.
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