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Síndrome premenstrual severo y trastorno disfórico premenstrual: Implicaciones clínicas y tratamiento

Síndrome premenstrual severo y trastorno disfórico premenstrual: Implicaciones clínicas y tratamiento

Autora principal: María Andrea Morales Villalobos

Vol. XX; nº 11; 593

Severe premenstrual syndrome and premenstrual dysphoric disorder: Clinical implications and treatment

Fecha de recepción: 25 de abril de 2025
Fecha de aceptación: 4 de junio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 11 – Primera quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 11; 593

Autores:

María Andrea Morales Villalobos, Médico General, en Clínica Santa Catalina. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0007-8652-8509 Código Médico: 18379
Alejandro Peña Mora, Médico General, Investigador Independiente. Alajuela, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4468-8524 Código Medico: 19028
Marianela Chaves Jiménez, Médico General, en Hospital México. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0006-3102-6416 Código Médico: 18077
Julissa María Quesada Ramírez, Médico General, Investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0009-7328-8694 Código Médico: 19254
Carlos Fabián González Murillo, Médico General, en Emergencias Médicas. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0008-9834-0113 Código Médico: 18631

Resumen:

El síndrome premenstrual y el trastorno disfórico premenstrual representan alteraciones clínicas que surgen durante la fase lútea del ciclo menstrual y se caracterizan por síntomas físicos, emocionales y conductuales. Si bien ambos trastornos comparten manifestaciones similares, el trastorno disfórico premenstrual se distingue por la intensidad de sus síntomas y su impacto significativo en la funcionalidad de quienes lo padecen. Entre los síntomas comunes se incluyen la distensión abdominal, la cefalea y la hipersensibilidad mamaria, pero el trastorno disfórico premenstrual suele acompañarse además de irritabilidad grave, ansiedad intensa, episodios depresivos marcados y una notoria incapacidad para afrontar tareas cotidianas. Este cuadro clínico, reconocido oficialmente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, exige la presencia cíclica de al menos cinco síntomas, uno de ellos afectivo, durante varios ciclos consecutivos y con remisión inmediata tras el inicio del sangrado menstrual.

Desde la perspectiva fisiopatológica, estos trastornos se relacionan con una hipersensibilidad a las fluctuaciones hormonales normales, en especial a la progesterona y su metabolito, la alopregnanolona, cuya disminución abrupta en la fase lútea puede alterar la actividad del sistema GABAérgico y provocar inestabilidad emocional. También se ha observado disfunción en el sistema serotoninérgico, lo cual justifica la eficacia de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina como tratamiento. Además, factores genéticos, estrés psicosocial y predisposiciones individuales agravan la sintomatología y complican el abordaje terapéutico. Por ello, se recomienda una estrategia integral que incluya intervención psicológica, educación al paciente y tratamientos personalizados farmacológicos y no farmacológicos.

Palabras clave:

Síntomas emocionales, fase lútea, disfunción GABAérgica, alopregnanolona, serotonina, terapia cognitivo-conductual.

Abstract:

Premenstrual syndrome and premenstrual dysphoric disorder represent clinical disorders that arise during the luteal phase of the menstrual cycle and are characterized by physical, emotional, and behavioral symptoms. While both disorders share similar manifestations, premenstrual dysphoric disorder is distinguished by the intensity of its symptoms and their significant impact on the sufferer’s functioning. Common symptoms include abdominal bloating, headache, and breast tenderness, but premenstrual dysphoric disorder is often also accompanied by severe irritability, intense anxiety, marked depressive episodes, and a marked inability to cope with daily tasks. This clinical condition, officially recognized in the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, requires the cyclical presence of at least five symptoms, one of which is affective, for several consecutive cycles, with immediate remission after the onset of menstrual bleeding.

From a pathophysiological perspective, these disorders are associated with hypersensitivity to normal hormonal fluctuations, especially to progesterone and its metabolite, allopregnanolone, whose abrupt decline in the luteal phase can alter GABAergic system activity and cause emotional instability. Dysfunction in the serotonergic system has also been observed, justifying the effectiveness of selective serotonin reuptake inhibitors as treatment. Furthermore, genetic factors, psychosocial stress, and individual predispositions aggravate symptoms and complicate the therapeutic approach. Therefore, a comprehensive strategy is recommended, including psychological intervention, patient education, and personalized pharmacological and non-pharmacological treatments.

Keywords:

Emotional symptoms, luteal phase, GABAergic dysfunction, allopregnanolone, serotonin, cognitive behavioral therapy.

Introducción:

El síndrome premenstrual (SPM) y el trastorno disfórico premenstrual (TDPM) representan alteraciones del estado de ánimo de notable relevancia clínica, con implicaciones significativas en la salud mental y la calidad de vida de las mujeres que los padecen. Ambos trastornos se manifiestan predominantemente en la fase lútea del ciclo menstrual y se caracterizan por una combinación de síntomas emocionales y físicos que pueden comprometer de forma importante el funcionamiento personal, social y laboral. En particular, el TDPM, reconocido oficialmente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés) y en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), ha sido identificado como una forma grave del SPM, con una sintomatología comparable, en cuanto a severidad, a la del trastorno depresivo mayor (1; 2). A pesar de ello, continúa siendo una condición infradiagnosticada y frecuentemente mal tratada, lo que subraya la necesidad de mejorar los sistemas de detección y atención clínica (3).

Desde una perspectiva clínica, las mujeres con SPM o TDPM experimentan intensas alteraciones del estado de ánimo, incluyendo síntomas depresivos y de ansiedad que interfieren de manera sustancial en su desempeño cotidiano (4). Esta sintomatología no solo afecta el funcionamiento emocional, sino que también puede alterar la identidad personal y las relaciones interpersonales, generando un profundo malestar psicológico y una percepción subjetiva de pérdida de control sobre sí mismas (Brown et al., 2024). Las alteraciones hormonales que desencadenan estos cuadros contribuyen al desarrollo de irritabilidad, desesperanza, tristeza y conflictos sociales, afectando negativamente tanto la vida privada como la profesional (2; 5).

Ante la complejidad de estos cuadros clínicos, el tratamiento del SPM y del TDPM requiere un enfoque integral y basado en evidencia. La terapia farmacológica, especialmente mediante inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), ha demostrado ser eficaz para aliviar los síntomas emocionales más graves. Del mismo modo, las intervenciones psicoterapéuticas, con énfasis en la terapia cognitivo-conductual (TCC), han mostrado beneficios relevantes al ayudar a las pacientes a identificar y modificar patrones de pensamiento negativos, mejorar la regulación emocional y desarrollar habilidades de afrontamiento (2). Sin embargo, dada la naturaleza multifactorial de los trastornos premenstruales, los expertos coinciden en que se requiere una atención multidisciplinaria, en la que participen ginecólogos, psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la salud. Este abordaje integral permite no solo intervenir sobre los síntomas, sino también ofrecer un acompañamiento continuo que promueva la recuperación funcional y el bienestar a largo plazo (1).

El objetivo de este artículo es analizar de manera integral el impacto clínico, psicológico y funcional del síndrome premenstrual severo y del trastorno disfórico premenstrual, destacando sus implicaciones diagnósticas, la afectación en la calidad de vida de las pacientes y la eficacia de las estrategias terapéuticas disponibles, con el fin de contribuir a una mayor comprensión del problema y promover un enfoque multidisciplinario para su manejo adecuado.

Metodología:

Para el desarrollo de esta investigación sobre el síndrome premenstrual severo y el trastorno disfórico premenstrual, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar el impacto clínico, psicológico y funcional de estos trastornos, así como evaluar las principales estrategias terapéuticas utilizadas en su abordaje. Esta revisión incluyó aspectos clave como los criterios diagnósticos actuales, las manifestaciones clínicas, los efectos sobre la calidad de vida y el bienestar psicosocial, y la eficacia de las intervenciones farmacológicas y psicoterapéuticas más utilizadas en la práctica clínica.

Con el fin de garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas, tales como PubMed, Scopus y Web ofScience, por su amplio respaldo académico en los campos de la ginecología, la psiquiatría y la medicina conductual. Se establecieron criterios de inclusión y exclusión rigurosos: se incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas y estudios clínicos publicados entre los años 2020 y 2025, en idioma inglés o español, que abordaran de manera explícita los aspectos clínicos, diagnósticos y terapéuticos del síndrome premenstrual severo y el trastorno disfórico premenstrual. Se excluyeron publicaciones duplicadas, estudios sin revisión por pares y aquellos con datos insuficientes o sesgos metodológicos significativos.Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como: Síntomas emocionales, fase lútea, disfunción GABAérgica, alopregnanolona, serotonina, terapia cognitivo-conductual.

La búsqueda inicial arrojó 18 fuentes relevantes, entre las cuales se seleccionaron aquellas que ofrecían evidencia sólida sobre los mecanismos fisiopatológicos, la caracterización clínica y las recomendaciones terapéuticas más actuales. El análisis se desarrolló mediante un enfoque cualitativo y temático, organizando los hallazgos en categorías según la naturaleza del contenido: definición clínica y relevancia diagnóstica, repercusiones psicológicas, estrategias de tratamiento y barreras en la atención médica. Este enfoque permitió integrar la información de forma estructurada, resaltando los desafíos actuales en el diagnóstico y manejo de estas condiciones, e identificando oportunidades para mejorar la atención integral de las mujeres afectadas.

Definiciones y criterios diagnósticos:

Tanto el SPM como el TDPM representan manifestaciones clínicas que emergen durante la fase lútea del ciclo menstrual y que incluyen un conjunto de síntomas físicos, emocionales y conductuales. Si bien ambos comparten ciertas características clínicas, el TDPM se distingue por la intensidad de los síntomas y su impacto funcional. Entre los síntomas físicos más comunes en ambas condiciones se encuentran la hinchazón abdominal, la sensibilidad mamaria y los dolores de cabeza. No obstante, en el caso del TDPM estos síntomas se presentan con mayor gravedad y tienden a interferir significativamente en el funcionamiento diario de la mujer, afectando su calidad de vida (1; 2).

En cuanto a las manifestaciones emocionales y conductuales, las diferencias entre el SPM y el TDPM son aún más marcadas. En el TDPM se observa una exacerbación de los cambios de humor, acompañados de irritabilidad severa, ansiedad pronunciada, episodios depresivos y una notable disminución en la capacidad para afrontar situaciones cotidianas. Estos síntomas emocionales, que en el SPM son más leves o transitorios, adquieren un carácter clínicamente relevante en el TDPM, pudiendo incluso ser confundidos con trastornos afectivos mayores (2; Al-Hassan et al., 2024).

El reconocimiento formal del TDPM en el DSM-5, representa un hito en su abordaje clínico. El TDPM se clasifica dentro de los trastornos depresivos y su diagnóstico requiere la presencia de al menos cinco síntomas durante la mayoría de los ciclos menstruales, de los cuales al menos uno debe estar relacionado con el estado de ánimo. Estos síntomas deben surgir en la fase lútea y remitir tras el inicio de la menstruación, causando una afectación significativa en el desempeño laboral, escolar, social o en las relaciones interpersonales (2).

Una de las diferencias más relevantes entre el SPM y el TDPM radica en la gravedad de los síntomas y su repercusión funcional. Mientras que el SPM se asocia con molestias que pueden ser incómodas pero manejables, el TDPM genera una disfunción considerable que puede asemejarse a la de un trastorno depresivo mayor. En consecuencia, el TDPM ha sido reconocido como una entidad psiquiátrica propia en el DSM-5, lo que no ocurre con el SPM, que continúa siendo considerado una condición subclínica sin codificación diagnóstica específica (1; 2).

Para lograr un diagnóstico preciso del TDPM, es fundamental la utilización de métodos estructurados que permitan documentar la aparición y la severidad de los síntomas a lo largo del ciclo menstrual. Herramientas como la Escala de Evaluación de los Síntomas Premenstruales (EESP) ayudan a monitorizar los patrones sintomáticos y a diferenciarlos de otras patologías psiquiátricas. Complementariamente, las entrevistas clínicas estructuradas desempeñan un papel central, ya que permiten establecer un diagnóstico diferencial riguroso y descartar trastornos del estado de ánimo subyacentes o coexistentes que pudieran confundirse con el TDPM (7).

Fisiopatología y factores asociados:

Los trastornos premenstruales, incluyendo el SPM y el TDPM, se caracterizan por una compleja interacción entre factores hormonales, neurobiológicos, genéticos, ambientales y psicosociales. Durante la fase lútea del ciclo menstrual, los niveles de estrógeno y progesterona experimentan importantes fluctuaciones que, en mujeres susceptibles, desencadenan una serie de síntomas físicos, emocionales y conductuales. Estas mujeres presentan una hipersensibilidad a los cambios hormonales que, si bien son fisiológicamente normales, provocan una exacerbación de los síntomas afectivos como la irritabilidad, la ansiedad o la depresión, lo que evidencia una alteración en la respuesta neuroendocrina a dichas variaciones hormonales (5; 8).

En el TDPM, un papel crucial lo desempeña la alopregnanolona, un metabolito de la progesterona que actúa como modulador positivo del receptor GABA_A, contribuyendo a la estabilidad del estado de ánimo. Sin embargo, las mujeres con TDPM muestran una alteración en la sensibilidad a este neuroesteroide, especialmente durante la rápida caída de sus niveles en la fase lútea tardía. Esta disminución abrupta puede generar una disfunción en el sistema GABAérgico, aumentando la excitabilidad neuronal y favoreciendo la aparición de síntomas afectivos intensos. Además, se ha sugerido que el equilibrio entre la alopregnanolona y su isoforma antagonista, la isoalopregnanolona, también podría estar implicado en la fisiopatología del TDPM, ampliando así la comprensión de los mecanismos neurobiológicos subyacentes (9; 10).

El sistema serotoninérgico también está profundamente involucrado en estos trastornos, dado que la serotonina regula múltiples funciones afectivas y fisiológicas durante el ciclo menstrual. La eficacia clínica de losISRS para tratar el TDPM respalda la hipótesis de que las fluctuaciones hormonales ejercen un impacto negativo sobre los sistemas de neurotransmisores, en particular la serotonina. Esto sugiere que las alteraciones hormonales no solo desencadenan cambios en el estado de ánimo por sí mismas, sino que además modulan la actividad de circuitos neuroquímicos críticos implicados en la regulación emocional (2).

A la par de estos factores hormonales y neuroquímicos, existen componentes genéticos que predisponen a ciertas mujeres a desarrollar trastornos premenstruales. Estudios recientes han identificado variantes genéticas relacionadas con la sensibilidad a los esteroides sexuales y la regulación de neurotransmisores, lo que podría explicar la variabilidad individual en la manifestación y severidad de los síntomas (11). Asimismo, el entorno psicosocial ejerce una influencia determinante. El estrés crónico, los conflictos interpersonales y otras condiciones ambientales adversas pueden intensificar los síntomas del SPM y TDPM. Se ha observado que las mujeres con TDPM presentan niveles más elevados de cortisol durante la fase lútea, lo que apunta a una disfunción del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal en respuesta al estrés, contribuyendo al agravamiento sintomático (9).

El impacto psicosocial de los trastornos premenstruales es profundo y multifacético. Las mujeres que los padecen suelen experimentar alteraciones significativas en sus relaciones personales, su desempeño laboral y su bienestar emocional. Los síntomas pueden inducir sentimientos de desesperanza, vergüenza, aislamiento y una pérdida del sentido de control sobre el propio cuerpo, lo que afecta de forma considerable su calidad de vida. Por esta razón, se recomienda un enfoque terapéutico integral que combine intervenciones farmacológicas, como los ISRS, con estrategias psicoterapéuticas, especialmente la terapia cognitivo-conductual, para promover mecanismos de afrontamiento más adaptativos (1; 2).

Finalmente, es esencial situar estos trastornos dentro de un marco clínico más amplio. El TDPM no debe considerarse como una entidad aislada, sino como parte de un continuo de vulnerabilidad neuropsiquiátrica modulada por el ciclo menstrual. La exacerbación premenstrual de trastornos como el trastorno depresivo mayor, el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno bipolar sugiere una sensibilidad neuroendocrina que trasciende las clasificaciones tradicionales. Además, las diferencias en la prevalencia y expresión sintomática del SPM y TDPM entre distintas culturas evidencian la necesidad de enfoques diagnósticos y terapéuticos culturalmente sensibles, que consideren no solo los aspectos biológicos, sino también las influencias socioculturales y contextuales (12; 13).

Implicaciones clínicas y comorbilidades:

El trastorno disfórico premenstrual, reconocido por su intensidad sintomática, tiene un impacto significativo en múltiples esferas de la vida cotidiana, entre ellas el rendimiento académico y laboral. Al igual que en la depresión mayor, los síntomas afectivos debilitantes como la fatiga extrema, la anhedonia y los trastornos del sueño pueden interferir de manera sustancial con la concentración, la productividad y la capacidad de mantener una rutina diaria constante. Estas alteraciones funcionales no solo afectan el desempeño individual, sino que también contribuyen a una percepción negativa del autocuidado y a una disminución del bienestar general (1).

Además del ámbito productivo, las relaciones interpersonales también se ven profundamente afectadas por los cambios emocionales asociados al trastorno. La irritabilidad, la ansiedad y los episodios depresivos característicos del síndrome premenstrual y del trastorno disfórico premenstrual tienden a generar tensiones en los vínculos familiares, de pareja y sociales. Muchas mujeres relatan sentirse incomprendidas o juzgadas durante estos episodios, lo cual puede llevar al aislamiento, a conflictos interpersonales recurrentes y a una sensación de pérdida del control sobre la propia conducta emocional (2).

Este deterioro en la funcionalidad emocional y social suele coexistir con otros trastornos psiquiátricos, especialmente con trastornos del espectro depresivo y de ansiedad. Estudios longitudinales han evidenciado una alta tasa de comorbilidad entre el síndrome premenstrual y estos cuadros clínicos, con una evolución paralela de los síntomas a lo largo de la vida. En muchos casos, los síntomas psiquiátricos se exacerban durante la fase lútea del ciclo menstrual, lo que dificulta el diagnóstico diferencial y complica la elección del tratamiento más adecuado (12; 14).

El curso clínico del síndrome premenstrual y del trastorno disfórico premenstrual tiende a ser persistente, con una tasa de remisión completa relativamente baja. Esta cronicidad aumenta el riesgo de que los síntomas evolucionen hacia trastornos afectivos mayores, especialmente en mujeres con antecedentes familiares o personales de trastornos del estado de ánimo. En este contexto, se ha documentado que la coexistencia del síndrome premenstrual con trastornos bipolares puede agravar la progresión de la enfermedad, favoreciendo una aparición más temprana de episodios maníacos o depresivos, así como un mayor número de ciclos anímicos inestables (15).

Respecto al tratamiento, los ISRS continúan siendo la opción farmacológica de primera línea para el manejo del síndrome premenstrual y del trastorno disfórico premenstrual, gracias a su eficacia comprobada en la reducción de los síntomas emocionales y físicos. LaTCC también ha demostrado ser beneficiosa, al permitir a las pacientes desarrollar herramientas de afrontamiento y modificar patrones de pensamiento disfuncionales que suelen intensificarse durante la fase premenstrual (2).

Sin embargo, el tratamiento puede volverse más complejo cuando coexisten otras condiciones médicas. Por ejemplo, en pacientes con enfermedad de Crohn, la administración de ISRS debe realizarse con precaución, ya que se ha observado un riesgo potencial de desencadenar síntomas maníacos durante el curso del tratamiento. Este fenómeno subraya la importancia de realizar un abordaje personalizado e interdisciplinario, que contemple tanto los aspectos psiquiátricos como los somáticos del paciente, con el fin de evitar desenlaces clínicos adversos y promover una mejora sostenida en la calidad de vida (15).

Estrategias terapéuticas:

El tratamiento del SPM y del TDPM debe abordarse desde una perspectiva integral que combine intervenciones farmacológicas y no farmacológicas. Dentro de los enfoques no farmacológicos, la psicoterapia, en particular la TCC, ha demostrado ser una intervención eficaz. Diversos estudios respaldan la utilidad de la TCC para reducir tanto el deterioro funcional como los síntomas afectivos asociados al TDPM, al ofrecer herramientas para la reestructuración cognitiva y el afrontamiento emocional (2; 16). Asimismo, la terapia centrada en las emociones ha emergido como una alternativa prometedora, especialmente efectiva en mujeres que presentan dificultades para regular sus emociones y gestionar el estrés, contribuyendo así a una disminución significativa de la sintomatología (17).

Además de la psicoterapia, los cambios en el estilo de vida, como la incorporación de actividad física regular, forman parte de las recomendaciones para el manejo del SPM y el TDPM. Aunque la evidencia específica sobre su eficacia aún es limitada, estas modificaciones suelen incluirse en los planes terapéuticos por sus beneficios generales para la salud mental y física. Por otro lado, se han explorado intervenciones nutricionales como el seguimiento de una dieta equilibrada, pero las recomendaciones dietéticas detalladas continúan siendo escasas en la literatura especializada (7).

En cuanto a los tratamientos farmacológicos, los ISRS representan la primera línea terapéutica para el manejo del TDPM. Medicamentos como la sertralina, la fluoxetina y el escitalopram han demostrado una eficacia notable en la reducción de los síntomas premenstruales, particularmente los relacionados con el estado de ánimo (2; 18). Además, los anticonceptivos hormonales combinados, especialmente aquellos con drospirenona, se utilizan como tratamientos de primera o segunda línea. Estos fármacos actúan estabilizando las fluctuaciones hormonales que desencadenan los síntomas, y han sido eficaces en una proporción significativa de pacientes (18).

Para los casos más graves o refractarios al tratamiento convencional, los agonistas de la hormona liberadora de gonadotropinas se presentan como una opción efectiva. No obstante, su uso se encuentra limitado debido a la aparición de efectos secundarios importantes, como la pérdida ósea o los síntomas climatéricos, por lo que se reserva únicamente para situaciones clínicas seleccionadas (18).

Dentro de las terapias complementarias y alternativas, la suplementación con nutracéuticos ha recibido atención creciente. Nutrientes como el calcio, el magnesio y la vitamina B6 han mostrado cierta eficacia en la mitigación de los síntomas del SPM y del TDPM, aunque la calidad metodológica de los estudios que respaldan su uso es variable. Asimismo, prácticas de medicina integrativa, como la acupuntura y el yoga, están siendo exploradas como intervenciones coadyuvantes. Aunque sus beneficios potenciales son valorados por muchas pacientes, se requieren investigaciones más rigurosas que confirmen su efectividad y delimiten sus indicaciones clínicas (18).

La elección del tratamiento debe individualizarse, considerando la gravedad de los síntomas, los antecedentes clínicos, las comorbilidades y las preferencias personales de cada paciente. Este enfoque personalizado implica también una cuidadosa evaluación de los efectos secundarios potenciales, las contraindicaciones y las expectativas terapéuticas (2). Por ello, es esencial implementar un seguimiento continuo que permita valorar la respuesta al tratamiento e introducir los ajustes necesarios. En muchos casos, la combinación de estrategias farmacológicas, psicoterapéuticas y conductuales ofrece mayores beneficios que la aplicación aislada de una única intervención, por lo que los enfoques multimodales deben ser considerados como parte de una atención integral y sostenida (7).

Pronóstico y recomendaciones clínicas:

La TCC ha sido ampliamente reconocida como una intervención primaria eficaz para el tratamiento del SPM y del TDPM. Esta modalidad terapéutica se basa en la identificación y modificación de patrones de pensamiento negativos y conductas disfuncionales, y ha demostrado producir una reducción significativa de los síntomas, con posibilidad incluso de remisión completa en ciertos casos clínicos. En este contexto, los programas de autoayuda psicoeducativa, muchas veces facilitados mediante plataformas digitales o aplicaciones móviles, han surgido como una alternativa accesible y eficaz para muchas mujeres. No obstante, en los casos de mayor gravedad, es recomendable complementar estas estrategias con sesiones individuales de TCC, que permiten una atención más personalizada y un seguimiento continuo del progreso terapéutico (16).

Además de la TCC, la terapia centrada en las emociones ha ganado relevancia como una intervención efectiva para los trastornos premenstruales. Esta terapia se enfoca en mejorar la regulación emocional y en abordar directamente los patrones afectivos que contribuyen a los síntomas. Un ensayo clínico aleatorizado evidenció que la terapia centrada en las emociones redujo significativamente las puntuaciones de depresión y estrés en mujeres con TDPM, además de mejorar su capacidad para gestionar emociones complejas asociadas con el ciclo menstrual. Estas mejoras no solo reflejan una disminución de los síntomas emocionales, sino también un fortalecimiento de las habilidades de afrontamiento de las pacientes (17).

La eficacia de estos tratamientos se ve potenciada cuando se integran en un modelo de atención multidisciplinario. En el caso de los trastornos premenstruales graves, como el TDPM, la intervención de un equipo multidisciplinario es altamente recomendable. Este enfoque permite que las pacientes reciban atención integral por parte de distintos profesionales de la salud, entre ellos psicólogos, ginecólogos y nutricionistas, quienes trabajan de forma coordinada para abordar las múltiples dimensiones del trastorno. Esta estrategia no solo optimiza el tratamiento clínico, sino que también mejora el acompañamiento terapéutico, facilitando un seguimiento más efectivo y una mayor adherencia al tratamiento (1).

Otro pilar esencial en el manejo de estos trastornos es la educación del paciente. La psicoeducación cumple un papel central al proporcionar a las pacientes información clara y comprensible sobre la naturaleza de su condición, los factores que la influyen y las distintas opciones terapéuticas disponibles. Esta información, cuando se entrega de forma estructurada mediante materiales de autoayuda, sesiones informativas o asesoría profesional, empodera a las mujeres para participar activamente en la toma de decisiones sobre su tratamiento, lo cual se asocia con mejores resultados clínicos y mayor satisfacción (7; 16).

En cuanto a las perspectivas futuras, se hace evidente la necesidad de desarrollar investigaciones adicionales que permitan optimizar los recursos terapéuticos disponibles. Se recomienda profundizar en el diseño y validación de paquetes de autoayuda más personalizados, que integren elementos interactivos y el uso de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial o el seguimiento digital remoto, para ampliar el alcance y mejorar la efectividad de las intervenciones no farmacológicas (16). Asimismo, resulta crucial investigar la sostenibilidad a largo plazo de estas terapias, su impacto funcional sostenido y su integración dentro de un enfoque de tratamiento multimodal, que combine adecuadamente intervenciones psicológicas, farmacológicas y educativas (18).

Conclusiones:

El trastorno disfórico premenstrual representa una condición clínica significativa con impacto funcional comparable al de otros trastornos afectivos mayores. Su inclusión en manuales diagnósticos oficiales subraya la importancia de su detección oportuna y manejo adecuado. A diferencia del síndrome premenstrual, su gravedad sintomática interfiere notablemente en la calidad de vida de quienes lo padecen. Las manifestaciones emocionales predominantes, como la irritabilidad, la ansiedad y la depresión, justifican un enfoque multidisciplinario. Este debe integrar evaluación médica, intervención psicológica y seguimiento regular. El diagnóstico preciso, mediante herramientas validadas, permite diferenciarlo de otras patologías psiquiátricas. Así, se mejora el abordaje terapéutico y se previenen complicaciones a largo plazo.

Las evidencias actuales indican que los mecanismos fisiopatológicos del trastorno disfórico premenstrual están estrechamente ligados a una sensibilidad neuroendocrina alterada. Cambios hormonales normales en el ciclo menstrual provocan respuestas exageradas a nivel del sistema GABAérgico y serotoninérgico. Esto conduce a inestabilidad emocional e intensificación de síntomas afectivos. Factores genéticos, ambientales y psicosociales amplifican esta vulnerabilidad, generando una experiencia clínica compleja. La comprensión de estos mecanismos justifica el uso de antidepresivos como tratamiento de primera línea. También permite diseñar estrategias de intervención más dirigidas y efectivas. De esta forma se optimiza la atención médica basada en evidencia.

El manejo efectivo del síndrome premenstrual y del trastorno disfórico premenstrual requiere un enfoque terapéutico integral y personalizado. Las intervenciones más exitosas combinan psicoterapia, educación del paciente y farmacoterapia. Entre estas, la terapia cognitivo-conductual y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina han demostrado beneficios sólidos. Asimismo, prácticas complementarias como el ejercicio físico, la dieta balanceada y la suplementación pueden contribuir positivamente. La participación activa del paciente y el seguimiento clínico continuo son fundamentales para lograr resultados sostenibles. Es prioritario fomentar la investigación en tratamientos no farmacológicos accesibles. Esto permitirá mejorar el abordaje clínico y la calidad de vida de las pacientes.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.