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Abordaje diagnóstico y terapéutico del acné resistente a tratamiento convencional

Abordaje diagnóstico y terapéutico del acné resistente a tratamiento convencional

Autora principal: Kimberly Francinny Sánchez Alfaro

Vol. XX; nº 13; 794

Diagnostic and therapeutic approach to acne resistant to conventional treatment

Fecha de recepción: 30 de junio de 2025
Fecha de aceptación: 2 de julio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 13 – Primera quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 13; 794

Autores:

Kimberly Francinny Sánchez Alfaro, Médico General, en Hospital San Vicente de Paul. Heredia, Costa Rica. ORCID: 0009-0000-5305-4588. Código Médico: 14962
Aida Bibiana Hoyos Ospina, Médico General, en Clínica Skin and Beauty. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0002-9842-1120. Código Médico: 17735
Gloriana Sánchez Montero, Médico General, Investigadora Independiente. Alajuela, Costa Rica. Código Médico: 19516. Odontóloga General, en Clínica Médica Sánchez. Alajuela, Costa Rica. Código Odontóloga: 472212. ORCID: 0009-0004-4868-9297
Óscar Zúñiga Vargas, Médico General, en Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0004-9310-4841. Código Médico: 12833
Paulina León Padilla, Médico General, Investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0006-8015-5783. Código Médico: 19561

Resumen:

El acné resistente representa una condición clínica compleja que no responde adecuadamente a las terapias convencionales, lo que requiere una comprensión profunda de su fisiopatología y un enfoque terapéutico integral. Entre los principales mecanismos implicados se encuentran los desequilibrios hormonales, especialmente el hiperandrogenismo asociado al síndrome de ovario poliquístico, que incrementa la producción de sebo y altera la homeostasis cutánea. Paralelamente, la disbiosis del microbioma cutáneo, en particular el predominio del filotipo IA1 de Cutibacteriumacnes, contribuye a la inflamación persistente mediante la activación del sistema inmunológico innato. El uso prolongado de antibióticos, si bien dirigido contra esta bacteria, favorece la disbiosis y la aparición de cepas resistentes, dificultando el manejo clínico. Asimismo, la hiperseborrea y la disfunción queratinocítica favorecen la obstrucción folicular, creando un ambiente propicio para la proliferación bacteriana. Desde el punto de vista clínico, el acné se considera resistente cuando persiste tras al menos tres meses de tratamiento estándar, lo que puede requerir la introducción de terapias sistémicas como la isotretinoína o combinaciones tópicas avanzadas. El diagnóstico diferencial es crucial, pues existen dermatosis que simulan lesiones acneiformes, como la rosácea papulopustulosa, la dermatitis perioral, el acné medicamentoso, la foliculitis y la hidradenitis supurativa, cada una con abordajes específicos. Finalmente, el impacto psicosocial del acné resistente es significativo, con consecuencias emocionales profundas que incluyen ansiedad, depresión y trastornos dismórficos corporales. Por tanto, el tratamiento debe contemplar también intervenciones psicológicas, orientadas a mejorar la calidad de vida y la adherencia terapéutica del paciente.

Palabras clave:

Microbiota cutánea, disbiosis, hiperandrogenismo, queratinocitos, isotretinoína, adherencia terapéutica.

Abstract:

Resistant acne represents a complex clinical condition that does not respond adequately to conventional therapies, requiring a thorough understanding of its pathophysiology and a comprehensive therapeutic approach. Among the main mechanisms involved are hormonal imbalances, especially hyperandrogenism associated with polycystic ovary syndrome, which increases sebum production and disrupts cutaneous homeostasis. In parallel, dysbiosis of the cutaneous microbiome, particularly the predominance of Cutibacterium acnes phylotype IA1, contributes to persistent inflammation by activating the innate immune system. Prolonged antibiotic use, even when directed against this bacteria, favors dysbiosis and the emergence of resistant strains, complicating clinical management. Furthermore, hyperseborrhea and keratinocyte dysfunction promote follicular obstruction, creating an environment conducive to bacterial proliferation. From a clinical perspective, acne is considered resistant when it persists after at least three months of standard treatment, which may require the introduction of systemic therapies such as isotretinoin or advanced topical combinations. Differential diagnosis is crucial, as there are dermatoses that mimic acneiform lesions, such as papulopustular rosacea, perioral dermatitis, acne medicamentosa, folliculitis, and hidradenitis suppurativa, each requiring specific approaches. Finally, the psychosocial impact of resistant acne is significant, with profound emotional consequences including anxiety, depression, and body dysmorphic disorder. Therefore, treatment should also include psychological interventions aimed at improving the patient’s quality of life and therapeutic adherence.

Keywords:

Skin microbiota, dysbiosis, hyperandrogenism, keratinocytes, isotretinoin, therapeutic adherence.

Introducción:

El acné vulgar constituye una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que compromete las unidades pilosebáceas y se presenta con mayor frecuencia en adolescentes y adultos jóvenes. Su cuadro clínico se manifiesta con una diversidad de lesiones cutáneas, entre las que se incluyen comedones, pápulas, pústulas y nódulos, que pueden generar secuelas físicas como cicatrices permanentes, además de importantes repercusiones psicológicas. Entre estas últimas destacan la ansiedad, la depresión e incluso ideaciones suicidas, lo que pone de relieve la gravedad de su impacto en la calidad de vida de quienes lo padecen1, 2. En este contexto, el acné resistente también denominado refractario se refiere a aquellos casos que no responden adecuadamente a los tratamientos convencionales, como los retinoides tópicos, el peróxido de benzoilo o los antibióticos orales, lo que obliga a adoptar enfoques diagnósticos y terapéuticos más individualizados1.

La relevancia clínica del acné se refleja en su elevada prevalencia global, que afecta a aproximadamente el 9% de la población, especialmente entre los 12 y 24 años de edad1. Esta condición no solo representa un problema estético o dermatológico, sino que también puede acarrear consecuencias emocionales de largo plazo, razón por la cual su abordaje terapéutico debe ir más allá del control sintomático, considerando también su efecto en el bienestar psicológico3.

En cuanto al acné resistente, su identificación implica reconocer la falta de respuesta sostenida ante terapias de primera línea. En estos casos, se suelen considerar intervenciones más agresivas, como la administración de isotretinoína sistémica o el uso de combinaciones terapéuticas que integren tratamientos hormonales, tópicos y sistémicos (Eichenfield et al., 2021). No obstante, para guiar estas decisiones, es imprescindible comprender a profundidad la patogénesis del acné, la cual es multifactorial e involucra componentes hormonales, genéticos, inflamatorios y microbianos (Li et al., 2024; Guleria et al., 2024).

Ante esta complejidad fisiopatológica, se ha incrementado el interés por terapias emergentes que apuntan a modular estos múltiples factores. En este sentido, destacan opciones innovadoras como los productos biológicos, los probióticos, y las estrategias basadas en medicina personalizada, las cuales buscan restaurar el equilibrio del microbioma cutáneo y reducir la inflamación de manera más dirigida3, 4. Asimismo, la integración de enfoques terapéuticos que combinan principios activos sintéticos y compuestos herbales ha mostrado resultados prometedores, especialmente cuando se aplican en conjunto con herramientas diagnósticas avanzadas, como la evaluación genética o el análisis de la microbiota, permitiendo adaptar el tratamiento a las características individuales de cada paciente5.

El objetivo de este trabajo de revisión es explorar los fundamentos fisiopatológicos, criterios diagnósticos y estrategias terapéuticas actuales y emergentes en el manejo del acné resistente a tratamientos convencionales, con el fin de identificar enfoques personalizados que mejoren la eficacia del tratamiento y reduzcan el impacto físico y psicológico de esta condición en los pacientes.

Metodología:

Para el desarrollo de esta investigación se realizó una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de explorar los fundamentos fisiopatológicos, los criterios diagnósticos actuales y las estrategias terapéuticas disponibles para el tratamiento del acné resistente a terapias convencionales. El enfoque se centró en identificar factores asociados con la falta de respuesta al tratamiento estándar, así como en analizar intervenciones emergentes que puedan mejorar la eficacia clínica en estos casos.

La búsqueda de información se llevó a cabo en bases de datos científicas reconocidas como PubMed, Scopus y Web ofScience, seleccionadas por su amplia cobertura en literatura médica, dermatológica y farmacológica. Se aplicaron criterios estrictos de inclusión y exclusión para garantizar la calidad y relevancia de las fuentes. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran específicamente el acné refractario, su fisiopatología, abordajes diagnósticos, tratamientos convencionales y alternativas terapéuticas como terapias combinadas, productos biológicos, tratamientos hormonales, probióticos o enfoques personalizados. Se excluyeron publicaciones duplicadas, artículos sin revisión por pares o con información incompleta.

Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como: Microbiota cutánea, disbiosis, hiperandrogenismo, queratinocitos, isotretinoína, adherencia terapéutica.

La búsqueda inicial arrojó 32 estudios relevantes, incluyendo revisiones sistemáticas, ensayos clínicos, estudios observacionales y guías clínicas. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis cualitativo y comparativo, organizando los hallazgos en categorías temáticas. Estas incluyeron los factores etiopatogénicos del acné resistente, las limitaciones del tratamiento estándar, las herramientas diagnósticas emergentes y la eficacia de las terapias innovadoras. El enfoque adoptado permitió una síntesis coherente y estructurada del estado actual del conocimiento, ofreciendo una base para el desarrollo de nuevas líneas terapéuticas y recomendaciones clínicas dirigidas a pacientes con acné de difícil manejo.

Fisiopatología del acné resistente:

Dentro del abordaje del acné resistente, resulta esencial comprender los múltiples factores que contribuyen a su persistencia, siendo los mecanismos hormonales uno de los pilares etiopatogénicos más relevantes. El hiperandrogenismo, particularmente en mujeres con síndrome de ovario poliquístico, desempeña un papel central en la exacerbación del acné. La elevación de los niveles androgénicos estimula de manera significativa la producción de sebo y altera la fisiología de la piel, favoreciendo un entorno cutáneo propicio para el desarrollo de lesiones inflamatorias y comedogénicas6.

Junto a las alteraciones hormonales, la disbiosis del microbioma cutáneo ha cobrado protagonismo en la comprensión contemporánea del acné. La bacteria Cutibacteriumacnes (anteriormente conocida como Propionibacteriumacnes) se encuentra de forma natural en la piel, pero su desequilibrio, particularmente el predominio del filotipo IA1, puede desencadenar una respuesta inmunitaria exacerbada. Esta alteración en la composición microbiana cutánea genera un entorno inflamatorio persistente que favorece la aparición y cronificación de las lesiones acneicas6, 7. Aunque los antibióticos constituyen una herramienta terapéutica frecuente contra C. acnes, su uso prolongado ha demostrado inducir disbiosis, debilitando la microbiota protectora de la piel y planteando la necesidad de desarrollar terapias que actúen sin perturbar su equilibrio6, 8.

Esta situación se agrava por el creciente fenómeno de resistencia bacteriana derivado del uso indiscriminado de antibióticos en el tratamiento del acné. La proliferación de cepas resistentes complica el manejo clínico, reduce la eficacia de los fármacos tradicionales y obliga a considerar alternativas terapéuticas libres de antibióticos que resulten sostenibles a largo plazo8.

Otro componente fundamental en la fisiopatología del acné es la hiperseborrea, es decir, la producción excesiva de sebo. Esta se acompaña frecuentemente de disfunción en los queratinocitos, cuyas alteraciones favorecen la obstrucción de los folículos pilosebáceos. Dicha obstrucción propicia un microambiente anaerobio ideal para la proliferación bacteriana, perpetuando así la inflamación y la formación de comedones, pápulas y pústulas6.

Finalmente, los mecanismos inmunológicos subyacentes también juegan un rol relevante en la perpetuación del acné. La activación del sistema inmunitario innato por los filotiposdisbióticos de C. acnes desencadena una respuesta inflamatoria crónica que exacerba la severidad del cuadro clínico. Esta respuesta no solo amplifica el daño local, sino que también dificulta la remisión sostenida de las lesiones, constituyendo uno de los mayores retos en los casos refractarios6, 9.

Criterios para definir acné resistente:

La falta de respuesta clínica a los tratamientos convencionales constituye uno de los principales indicadores del acné resistente, el cual representa un desafío terapéutico significativo en la práctica dermatológica. Se define comúnmente como la ausencia de mejoría después de al menos tres meses de tratamiento continuo con regímenes estándar que incluyen retinoides tópicos, peróxido de benzoilo y antibióticos orales o tópicos. Ante esta situación, se considera la introducción de la isotretinoína oral, especialmente en los casos de acné grave o nódulo-quístico que no responden a la terapia de primera línea. Este fármaco ha consolidado su papel como opción eficaz en cuadros refractarios, aunque su uso requiere una cuidadosa selección del paciente y monitoreo debido a su perfil de efectos adversos1, 10.

En muchos casos, la persistencia o incluso el empeoramiento del acné a pesar de una correcta aplicación y adherencia al tratamiento convencional puede ser indicativo de un proceso de resistencia subyacente. Esta falta de respuesta obliga a reconsiderar el esquema terapéutico y explorar alternativas o combinaciones más agresivas. El uso de terapias combinadas que integran agentes como el fosfato de clindamicina, el adapaleno y el peróxido de benzoilo ha demostrado mejorar significativamente el recuento de lesiones inflamatorias, proporcionando un enfoque más efectivo para pacientes con signos de resistencia terapéutica11.

Además, la recurrencia frecuente del acné o la dependencia sostenida de corticosteroides tópicos para controlar los brotes puede ser otra señal de resistencia terapéutica. En estos casos, estrategias como un segundo ciclo de isotretinoína oral han demostrado ser eficaces, especialmente cuando se utilizan dosis acumuladas más elevadas, ya que estas reducen significativamente las tasas de recaída a largo plazo12.

Uno de estos factores es la falta de adherencia o el uso incorrecto de los tratamientos indicados. La baja adherencia terapéutica puede imitar una resistencia farmacológica cuando, en realidad, el paciente no está aplicando el tratamiento de forma constante o en la cantidad adecuada. Por ello, evaluar de manera sistemática la técnica de aplicación, la frecuencia del uso y la tolerancia al tratamiento se vuelve fundamental en el abordaje del acné refractario. En este contexto, intervenciones como la terapia de contacto breve con retinoides, que consiste en aplicarlos por períodos reducidos para mejorar la tolerabilidad, han mostrado resultados prometedores para mejorar tanto la adherencia como la eficacia terapéutica13.

Diagnóstico diferencial:

Dentro del abordaje del acné resistente, es fundamental considerar diagnósticos diferenciales que comparten similitudes clínicas, pero que requieren enfoques terapéuticos distintos. Una de las principales afecciones que puede confundirse con el acné vulgar es la rosácea papulopustulosa, la cual se caracteriza por un eritema facial persistente acompañado de lesiones inflamatorias como pápulas y pústulas. Esta similitud morfológica puede llevar a diagnósticos erróneos, especialmente en etapas iniciales. No obstante, a diferencia del acné, la rosácea no presenta comedones y suele afectar principalmente las mejillas, la nariz y la frente14, 15. Para su tratamiento, se han empleado con éxito opciones como el gel tópico de minociclina, que ha demostrado reducir significativamente la inflamación, así como la combinación de azitromicina oral e isotretinoína en casos severos o refractarios14, 16.

Otra condición que puede simular lesiones acneiformes es la dermatitis perioral o esteroidea. Esta se presenta con pápulas eritematosas, principalmente alrededor de la boca, y suele estar relacionada con el uso prolongado o inadecuado de corticosteroides tópicos. En estos casos, la supresión del agente desencadenante es crucial para lograr la resolución del cuadro clínico17. De manera similar, la dermatitis inducida por esteroides, tanto tópicos como sistémicos, puede desencadenar erupciones acneiformes que se agravan con la continuidad del tratamiento, lo cual hace indispensable identificar y suspender el medicamento responsable18.

El acné medicamentoso constituye otro diagnóstico diferencial importante, caracterizado por la aparición de lesiones similares al acné tras la administración de determinados fármacos. Medicamentos como los corticosteroides, el litio y la vitamina B12 han sido implicados en la génesis de este tipo de erupciones, las cuales frecuentemente no responden a los tratamientos convencionales para el acné. La clave del manejo terapéutico reside en identificar el agente farmacológico responsable y retirarlo cuando sea posible, ya que la persistencia en su uso puede perpetuar o agravar el cuadro19.

Asimismo, otras dermatosis como la hiperplasia sebácea y la foliculitis pueden confundirse con el acné vulgar, aunque presentan características distintivas. La hiperplasia sebácea se manifiesta mediante pequeñas pápulas amarillentas, que corresponden a glándulas sebáceas agrandadas y que no responden a terapias antiacné típicas17. Por su parte, la foliculitis es una inflamación o infección de los folículos pilosos, generalmente causada por bacterias como Staphylococcusaureus. A diferencia del acné, su tratamiento requiere antibióticos específicos dirigidos al agente patógeno identificado20.

Finalmente, resulta esencial diferenciar entre el acné conglobata y la hidradenitis supurativa, dos afecciones que pueden compartir lesiones nodulares, drenaje purulento y cicatrices profundas. Aunque la isotretinoína es altamente eficaz en el tratamiento del acné conglobata, su uso en pacientes con hidradenitis supurativa puede ser contraproducente, particularmente en aquellos que presentan el denominado «fenotipo conglobata» dentro del espectro de la hidradenitis. Por tanto, una evaluación clínica minuciosa es imprescindible para establecer un diagnóstico certero y evitar intervenciones que podrían empeorar el estado del paciente, como la contraindicación de isotretinoína en ciertos casos con predisposición neurológica21.

Estrategias terapéuticas avanzadas:

En el manejo del acné resistente, la revisión y optimización del tratamiento convencional representa un paso inicial esencial. Asegurar la adherencia al régimen terapéutico y verificar que los pacientes apliquen correctamente los productos tópicos es crucial para lograr resultados efectivos. Se ha evidenciado que la combinación de retinoides, antibióticos tópicos y peróxido de benzoilo no solo incrementa la eficacia clínica, sino que también reduce el riesgo de desarrollar resistencia bacteriana, una de las principales complicaciones del tratamiento prolongado11, 22. En particular, la formulación en gel de triple combinación que incluye fosfato de clindamicina, adapaleno y peróxido de benzoilo ha demostrado resultados prometedores. Este preparado logró reducir significativamente tanto lesiones inflamatorias como no inflamatorias, alcanzando una piel limpia o casi limpia en aproximadamente la mitad de los participantes tras doce semanas de tratamiento11, 23.

Para aquellos casos en los que las terapias tópicas no son suficientes, los tratamientos farmacológicos sistémicos constituyen una alternativa clave. La isotretinoína oral se mantiene como el tratamiento de elección para el acné grave o recalcitrante, ya que ofrece resultados duraderos mediante la reducción sostenida de la actividad sebácea, la queratinización anormal y la inflamación. Su eficacia ha sido comprobada en diferentes grados de severidad, permitiendo ajustar la dosis según la respuesta individual y la tolerancia del paciente24, 25. En pacientes con componente hormonal, especialmente mujeres, los tratamientos endocrinos como los anticonceptivos orales combinados, la espironolactona y la finasterida han demostrado una reducción significativa en la producción de sebo y en la frecuencia de las lesiones inflamatorias26, 27. Adicionalmente, cuando los antibióticos convencionales no son eficaces o están contraindicados, antibióticos alternativos como la doxiciclina, la minociclina o el trimetoprim-sulfametoxazol pueden ser considerados como opciones de segunda línea27.

En cuanto a las terapias tópicas alternativas, los retinoides de tercera generación han ganado relevancia debido a su mayor eficacia y mejor tolerabilidad en comparación con formulaciones anteriores, lo que los convierte en una opción viable para pacientes con acné resistente. Además, agentes como el ácido azelaico y la dapsona tópica han mostrado beneficios clínicos tanto en monoterapia como en esquemas combinados, especialmente en casos con predominio inflamatorio o cuando se busca evitar el uso prolongado de antibióticos26, 27.

Por otra parte, diversos procedimientos dermatológicos han demostrado ser útiles como complementos o alternativas a las terapias farmacológicas. Las exfoliaciones químicas, utilizando agentes como el ácido salicílico o el ácido tricloroacético, favorecen la eliminación de comedones y mejoran la textura de la piel afectada por el acné. Del mismo modo, terapias más tecnológicas como la terapia fotodinámica y el láser fraccionado ofrecen opciones eficaces para reducir tanto la severidad del acné como las secuelas cicatriciales, siendo bien toleradas por los pacientes que no han obtenido mejoría con tratamientos convencionales. Otras modalidades, como la fototerapia con luz azul o roja, el drenaje de quistes inflamatorios o la infiltración intralesional de corticosteroides, permiten un manejo más localizado de lesiones específicas, ofreciendo alivio rápido y dirigido en escenarios clínicos complejos4.

Impacto psicosocial del acné resistente:

El impacto psicosocial del acné resistente es un componente crítico que debe ser considerado dentro del abordaje integral de esta enfermedad dermatológica. Diversos estudios han evidenciado que los pacientes con acné presentan niveles significativamente más altos de ansiedad y depresión en comparación con personas sin esta afección. En una investigación realizada con 213 pacientes diagnosticados con acné, se observó que el 40,6% de los participantes manifestaron una profunda preocupación por el estado de su piel, mientras que el 12,3% reportaron tener ideas suicidas, lo cual pone de relieve la gravedad del sufrimiento psicológico asociado a esta condición28.

El efecto emocional del acné puede variar según el sexo, siendo particularmente más intenso en mujeres. A pesar de presentar en muchos casos formas menos severas de acné, las pacientes femeninas reportan una mayor carga psicosocial. Esta se manifiesta mediante una disminución significativa de la calidad de vida, un aumento de la percepción de estigmatización y una mayor afectación emocional que en los varones29. Estos hallazgos refuerzan la fuerte correlación entre el acné y la angustia psicológica, la cual repercute negativamente sobre la autoestima y el bienestar general, lo que resalta la necesidad de un enfoque terapéutico que contemple tanto los aspectos físicos como los emocionales del trastorno30.

Dentro de las complicaciones psicológicas asociadas al acné, el trastorno dismórfico corporal (TDC) adquiere una relevancia particular. Este trastorno, que se presenta con notable frecuencia en personas que padecen afecciones dermatológicas, genera una preocupación excesiva y desproporcionada por imperfecciones cutáneas percibidas. La presencia de TDC no solo intensifica el malestar emocional, sino que también interfiere con la adherencia terapéutica, complica la relación médico-paciente y deteriora aún más la calidad de vida. Las consecuencias pueden incluir aislamiento social, deterioro funcional y una visión distorsionada del propio cuerpo, lo que demanda la incorporación de intervenciones psicodermatológicas dentro del esquema de tratamiento31.

Ante esta compleja interacción entre los factores cutáneos y psicológicos, se vuelve indispensable integrar el apoyo psicológico como parte del manejo terapéutico del acné resistente. La implementación de enfoques psicoterapéuticos permite abordar la angustia emocional derivada de la apariencia física, lo que puede mejorar significativamente tanto la adherencia al tratamiento como los resultados clínicos generales. Asimismo, la identificación oportuna de comorbilidades psicológicas y la derivación temprana a servicios especializados constituyen estrategias clave para mejorar la calidad de la atención, ofreciendo al paciente una experiencia terapéutica más empática, efectiva y centrada en la persona32.

Conclusiones:

El acné resistente constituye un desafío clínico multifactorial que requiere un abordaje personalizado, sustentado en la comprensión integral de su fisiopatología. Factores como el hiperandrogenismo, la disbiosis del microbioma cutáneo y la resistencia bacteriana influyen significativamente en su persistencia, lo que obliga a replantear los esquemas terapéuticos tradicionales e incorporar tratamientos más específicos y sostenibles a largo plazo.

La identificación precisa del acné resistente y su diferenciación frente a otras dermatosis acneiformes es esencial para evitar diagnósticos erróneos y tratamientos inadecuados. La correcta evaluación clínica, junto con el uso racional de terapias combinadas y procedimientos dermatológicos, permite optimizar los resultados terapéuticos y minimizar las recurrencias, mejorando el pronóstico a largo plazo.

El impacto psicosocial del acné resistente es profundo y afecta significativamente la calidad de vida de los pacientes. La presencia de ansiedad, depresión y trastornos dismórficos corporales subraya la necesidad de integrar el apoyo psicológico dentro del manejo terapéutico, con el fin de ofrecer una atención verdaderamente integral, empática y centrada en la persona.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.