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Cambio en la fisiología de la homeostasis de líquidos corporales y su impacto en el paciente anciano con enfermedades crónicas

Cambio en la fisiología de la homeostasis de líquidos corporales y su impacto en el paciente anciano con enfermedades crónicas

Autora principal: Gloriana Roldán Brenes

Vol. XIX; nº 16; 647

Changes in body fluid homeostasis physiology and its effects on the geriatric patient with chronic illnesses

Fecha de recepción: 29/07/2024

Fecha de aceptación: 22/08/2024

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XIX. Número 16 Segunda quincena de Agosto de 2024 – Página inicial: Vol. XIX; nº 16; 647

Autora principal: Dra. Gloriana Roldán Brenes. Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0009-0006-2048-4307

Autores:

Dr. Javier Aguilar Pérez. Médico general, investigador independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0009-0003-4507-0985

Dra. María Paz Borge Cedeño. Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0000-0001-8130-8266

Dr. Taylor Sevilla Sevilla. Médico general, investigador independiente, San José, Costa Rica.https://orcid.org/0000-0002-2957-2286

Dra. Sofía Escobar Gutiérrez. Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica. https://orcid.org/0009-0002-1408-667X

Dra. María Fernanda Castillo Acuña Médico general, investigadora independiente, San José, Costa Rica.https://orcid.org/0009-0000-8875-5341

RESUMEN

Este trabajo de revisión bibliográfica explora la depleción de volumen, un problema común en adultos mayores con enfermedades crónicas. Se examinarán los mecanismos por los cuales la depleción de volumen puede contribuir a trastornos de hiponatremia e hipernatremia, desequilibrios electrolíticos que son particularmente frecuentes en personas institucionalizadas y ancianos de alto riesgo en la comunidad. La revisión incluirá estudios recientes sobre la epidemiología de la depleción de volumen, identificando los grupos más afectados dentro de esta población. El objetivo principal es brindar información relevante para familiares y cuidadores sobre los síntomas y signos de este trastorno. También se busca destacar la importancia del diagnóstico oportuno por parte del personal sanitario, tanto en centros asistenciales como residenciales. El trabajo aborda el diagnóstico y tratamiento adecuados de los trastornos que involucran pérdida o ganancia de líquidos corporales, con el fin de mejorar la atención médica y la calidad de vida de los adultos mayores.

Palabras clave: Envejecimiento, Depleción, Deshidratación, Desequilibrio, Hiponatremia, Hipernatremia, desmielinización osmótica, hipodermoclisis.

ABSTRACT

This literature review explores volume depletion, a common problem in older adults with chronic illnesses. The mechanisms by which volume depletion can contribute to disorders of hyponatremia and hypernatremia, electrolyte imbalances that are particularly prevalent in institutionalized individuals and high-risk elderly in the community, will be examined. The review will include recent studies on the epidemiology of volume depletion, identifying the most affected groups within this population. The main objective is to provide relevant information for family members and caregivers about the symptoms and signs of this disorder. It also seeks to highlight the importance of timely diagnosis by healthcare professionals, both in healthcare and residential facilities. The work addresses the appropriate diagnosis and treatment of disorders involving loss or gain of body fluids, with the aim of improving medical care and the quality of life of older adults.

Keywords: Aging, Depletion, Dehydration, Imbalance, Hyponatremia, Hypernatremia, Osmotic demyelination, hypodermoclysis.

DECLARACIÓN DE BUENAS PRÁCTICAS

Los autores de este manuscrito declaran que: todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses, la investigación se ha realizado siguiendo las pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Intern jijiacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el manuscrito es original y no contiene plagio, el manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista, han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados, han preservado las identidades de los pacientes.

INTRODUCCIÓN

El envejecimiento trae consigo una disminución natural en la capacidad de reserva de diversos sistemas fisiológicos, incluyendo aquellos que regulan el equilibrio hídrico del cuerpo (1, 2). Esta reducción de la reserva funcional aumenta la vulnerabilidad a la deshidratación, un estado que surge del desequilibrio entre la ingesta y la pérdida de líquidos, así como de las variaciones en los niveles de sodio (1, 3). Las enfermedades crónicas como la diabetes, insuficiencia cardíaca, enfermedad renal crónica y enfermedades pulmonares crónicas, pueden exacerbar este desequilibrio hídrico en los adultos mayores (2, 3). Esto se debe a que estas condiciones pueden causar pérdida o ganancia de agua secundaria a un trastorno, mediante mecanismos como la disminución de la función renal, malabsorción, inflamación y el uso de medicamentos. El diagnóstico a veces representa un desafío ya que se deben considerar tanto la clínica del paciente como hallazgos de laboratorio y su tratamiento radica principalmente en la causa (1,2).

METODOLOGÍA

El presente artículo se llevó a cabo como una recopilación bibliográfica con el objetivo de identificar los mecanismos fisiológicos que cambian en la vejez, los cuales contribuyen a un mayor riesgo para desarrollar un trastorno relacionado a líquidos corporales en el adulto mayor. Se realizó una búsqueda sistemática en bases de datos, incluyendo PubMed, Google Scholar, Scopus, UPTODATE utilizando términos claves relacionados trastornos hidroelectrolíticos y enfermedades crónicas. Los estudios revisados fueron artículos con menos de 5 años de publicación,  en idioma inglés o español, que abordan los factores de riesgo en la población adulta mayor para el desarrollo de un trastorno por depleción de volumen y se resumieron los diferentes hallazgos pertinentes respecto al tema.

Envejecimiento y homeostasis de los líquidos corporales

El proceso de envejecimiento conlleva cambios fisiológicos que impactan en la capacidad del cuerpo para mantener un equilibrio interno óptimo, especialmente en lo que respecta a los líquidos corporales (4). Con la edad, la cantidad de agua corporal disminuye, llegando a representar un 54% en hombres mayores y un 52% en mujeres mayores. Esta reducción en el contenido de agua hace que los adultos mayores sean más susceptibles a las fluctuaciones en el equilibrio hídrico, aumentando el riesgo de deshidratación o sobrehidratación (3, 4).

Un factor crucial en esta vulnerabilidad es la disminución de la sensibilidad a la sed, principal mecanismo de defensa contra la deshidratación, lo que lleva a una menor ingesta de líquidos. Esta reducción en la sensación de sed, probablemente esté causada por una alteración en la percepción de la sequedad de las mucosas y una menor sensibilidad a los cambios hormonales y al aumento de la concentración de solutos en la sangre (6,5). Estudios demuestran que, ante una restricción hídrica, los adultos mayores consumen menos agua que los jóvenes, a pesar de que presentan niveles más altos de concentración de solutos en la sangre. Esto significa que necesitan estar más deshidratados para sentir la necesidad de beber (6).

El mecanismo de la sed puede verse aún más afectado en situaciones como el delirium, la enfermedad cerebrovascular, la septicemia grave, el uso de sedantes, el estado de choque, entre otros. Si el adulto mayor tiene dificultades físicas o padece abandono social o familiar, el acceso a los líquidos se complica, aumentando el riesgo de complicaciones (3, 5).

El envejecimiento también afecta la función renal, reduciendo la capacidad de filtrar sangre y diluir la orina. Esta disminución en la función renal se debe a un flujo sanguíneo renal más lento y a una mayor reabsorción pasiva de agua, lo que incrementa el riesgo de sobrehidratación. La fisiología renal y la capacidad de concentrar la orina, regulada por la vasopresina, presentan características particulares en los adultos mayores (4, 6). Aunque se observa una mayor respuesta a los estímulos, algunos estudios indican niveles basales más bajos de vasopresina en comparación con individuos jóvenes. Esto podría generar una pérdida constante de agua libre, similar a la diabetes insípida, y explicar la nicturia (orinar con frecuencia por la noche) en algunos adultos mayores (5, 6).

La reserva funcional del sistema neuro hipotálamo-pituitario-renal está disminuida en el anciano, aunque generalmente es suficiente para mantener un volumen y una composición adecuados de los líquidos intracelular y extracelular (5). Durante situaciones de estrés fisiológico extremo (como temperaturas altas o ejercicio intenso) o enfermedad, las respuestas compensatorias son lentas e incompletas, lo que puede superar la reserva funcional y provocar anomalías en el balance hídrico (7).

Epidemiología

La deshidratación, lejos de ser un problema aislado, muestra patrones específicos relacionados con la edad, el sexo y la raza. Las personas de mayor edad, especialmente las de 85 a 99 años, tienen un riesgo seis veces mayor de ser hospitalizadas por deshidratación en comparación con las de 65 a 69 años. Los hombres afroamericanos también muestran una mayor probabilidad de hospitalización por esta causa (7, 8).

Tradicionalmente, la deshidratación ha sido considerada un indicador de calidad de atención deficiente en residencias y centros de larga estancia, llegando a ser vista como un signo de negligencia. Sin embargo, esta interpretación se ha puesto en duda, ya que en la mayoría de los casos, la deshidratación es un síntoma derivado de otras enfermedades (8, 9). En el ámbito residencial, los pacientes con demencia y dependencia funcional son particularmente vulnerables, y la deshidratación suele estar asociada a procesos infecciosos, fiebre, problemas orales o disfagia. Este trastorno se convierte, además, en una de las principales razones para la derivación de pacientes a hospitales (8).

La gravedad de la deshidratación no se limita al ámbito residencial. Tanto en las residencias de ancianos como en los hospitales, el diagnóstico de deshidratación se ha asociado a un aumento en la mortalidad, lo que subraya la importancia de su prevención y tratamiento adecuado (7, 8).

Trastornos de la homeostasis de líquidos corporales

La deshidratación se refiere a una disminución del volumen de líquidos corporales (ACT) y puede clasificarse en tres tipos, cada uno con características y manejo específicos (9):

Tipo de Deshidratación Características Osmolaridad en suero Causas
Hipertónica o hipernatrémica (deshidratación intracelular) Mayor pérdida de agua que de sodio, lo que lleva a una concentración elevada de sodio en sangre >140 meq/L y a una extracción de agua del compartimento intracelular. Alta: mayor de 300 mOsm/kg. Fiebre, ingesta inadecuada de líquidos, problemas renales (como hipercalcemia o cetoacidosis) y pérdidas extrarrenales (vómitos, diarrea, transpiración o polipnea).
Hipotónica o hiponatrémica (deshidratación extracelular) Pérdida de sodio excede la de agua, lo que resulta en una disminución de la concentración de sodio en sangre <135 meq/L. Baja: menor de 280 mOsm/kg. Tratamiento diurético, problemas renales (como diabetes o insuficiencia renal) y pérdidas digestivas (vómitos, diarrea)
Isotónica Pérdida equilibrada de agua y sodio, lo que conduce a una disminución del líquido extracelular sin alteraciones significativas en la concentración de sodio en sangre. Normal: 280-295 mOsm/kg.

 

Ayuno prolongado, vómitos y diarrea.

 

Tabla 1. Diferencias entre los tipos de deshidratación y sus causas (10, 11).

Diagnóstico de Deshidratación

El diagnóstico de deshidratación no se basa únicamente en la presencia o ausencia de síntomas, especialmente en personas mayores donde estos pueden ser sutiles o incluso pasar desapercibidos. Estudios han demostrado que más de un tercio de los diagnósticos de deshidratación en hospitales no fueron confirmados por pruebas de laboratorio (9, 10). Por otro lado, tampoco se debe confiar únicamente en los valores bioquímicos. En casos de deshidratación leve, estos pueden ser poco fiables, mientras que los signos físicos son más consistentes (7,10).

Debido a la falta de un método estándar de medición de la deshidratación, se requiere un enfoque multifacético para su diagnóstico. Esto implica una detallada historia clínica, incluyendo los factores de riesgo, una exploración física completa y, finalmente, la confirmación mediante pruebas de laboratorio (10,11).

Clínica de la Deshidratación en Adultos Mayores

La deshidratación en personas mayores puede ser difícil de detectar, ya que sus síntomas y signos clínicos suelen ser inespecíficos y difíciles de interpretar. Por lo tanto, se requiere un alto grado de sospecha para realizar un diagnóstico temprano (10,12).

Principales indicadores de deshidratación (7,8,10):

  • Sequedad de la piel: La disminución de la turgencia cutánea y la aparición del signo del pliegue son indicadores clásicos, aunque poco fiables en personas mayores debido a la pérdida de elasticidad por la edad. Es preferible realizar la prueba en la frente. La sequedad axilar, aunque específica (89%), tiene baja sensibilidad (44%) (10,11).
  • Sequedad de mucosas: La boca seca, aunque común en personas mayores por diversas razones (respiración bucal, xerostomía, fármacos), no es un signo específico de deshidratación. La presencia de mucosa oral húmeda descarta la deshidratación.
  • Cambios en el peso corporal: La pérdida de peso superior al 4% en una semana es un indicador claro de deshidratación, un aumento del 4% en ese mismo periodo sugiere rehidratación (8,10).
  • Síntomas neurológicos: Aparecen con una pérdida del 1% del peso corporal, siendo más evidentes con una pérdida del 5% (8).
    • La rapidez con la que se instauran es más determinante que la natremia, ya que las neuronas se adaptan tras 24-48 horas.
    • La deshidratación suele precipitar el delirio, siendo la principal causa de confusión aguda en residencias, junto con las infecciones.
    • Las personas con agitación son más propensas a deshidratarse.
    • En personas con demencia, la deshidratación leve causa deterioro cognitivo, alucinaciones, delirios, ansiedad y agitación.
    • Los síntomas más tempranos son somnolencia, debilidad, irritabilidad, cefalea, mareo, alteración del nivel de conciencia, seguidos de temblor, movimientos anormales, convulsiones, estupor, coma e incluso la muerte.
  • Signos cardiovasculares:
    • Hipotensión ortostática: Es un indicador común, pero tiene otras causas como hipotensión ortostática central, enfermedades neurológicas, encamamiento prolongado o hipotensión posprandial, puede presentar datos de hipotensión ortostática sin necesariamente estar deshidratado.
    • Taquicardia: El aumento del pulso con el ortostatismo (10-20 latidos/minuto) puede sugerir depleción de volumen, pero su utilidad es limitada en personas mayores por el uso frecuente de β-bloqueantes, marcapasos o alteraciones cardíacas.
  • Otros: Ojos hundidos, astenia, debilidad en las extremidades, sed (deshidratación grave), cambio en lenguaje o comportamiento, fiebre, estreñimiento, disminución de la diuresis u orina concentrada (el color de la orina se relaciona con la gravedad específica, no con la deshidratación).

Laboratorios

Las pruebas de laboratorio desempeñan un papel crucial en la confirmación y evaluación de la deshidratación, guiando la elección del tratamiento más adecuado.

Tradicionalmente, se han utilizado varios parámetros para evaluar el estado de hidratación, incluyendo (11,12):

  • Electrólitos: Sodio y potasio, esenciales para el equilibrio hídrico.
  • Osmolaridad: Refleja la concentración de partículas disueltas en la sangre, siendo un indicador clave del estado de hidratación, según el US Panel on Dietary Reference Intakes for Electrolytes and Water (2015).
  • Creatinina y Urea: Muestran la función renal y su capacidad para eliminar los productos de desecho, pudiendo indicar deshidratación.
  • Cociente Urea/Creatinina: Tradicionalmente usado para detectar deshidratación, sin embargo, su uso en ancianos es cuestionable debido a otras causas que pueden elevar este índice, como insuficiencia renal, insuficiencia cardíaca, hemorragia, sarcopenia, glucocorticoides y alta ingesta de proteínas.
  • Glucosa, Bicarbonato, Hematocrito y Hemoglobina: Estos parámetros también pueden proporcionar información valiosa sobre el estado de hidratación, reflejando el equilibrio ácido-base y la concentración de glóbulos rojos (11).

Es importante destacar que la evaluación de la deshidratación debe considerar un enfoque multifactorial, incluyendo la historia clínica del paciente, la exploración física y los hallazgos de laboratorio. El uso del cociente Urea/Creatinina como único indicador de deshidratación en ancianos debe ser reevaluado, considerando otras posibles causas de su elevación (12).

Tratamiento

El tratamiento de la deshidratación en personas mayores depende de la gravedad de sus síntomas y la causa subyacente. Los profesionales sanitarios deben evaluar el grado de deshidratación, el tiempo que ha tardado en desarrollarse y si la pérdida es solo de agua o también de sales minerales (10,11)

Una vez realizado el diagnóstico, se debe iniciar un tratamiento de hidratación adecuado. Es fundamental monitorizar al paciente durante las etapas iniciales, controlando el balance hídrico, el peso, las constantes vitales (presión arterial, pulso y temperatura) y los valores de laboratorio (12).

HIPONATREMIA

La hiponatremia dilucional, un trastorno que afecta el metabolismo del agua, se caracteriza por un exceso de agua en relación con la cantidad de sodio en el cuerpo. Esto ocurre incluso cuando se pierde sodio, lo que significa que la dilución es el problema central. La hiponatremia dilucional es particularmente común en pacientes ancianos hospitalizados, quienes presentan un mayor riesgo de desarrollar edema cerebral (12,13).

Las causas más frecuentes en este grupo poblacional son los medicamentos. Algunos ejemplos son los antidepresivos tricíclicos, los inhibidores de recaptación de serotonina, las butirofenonas, las fenotiazinas y los inhibidores de la ECA. En el ámbito hospitalario, la paroxetina y los narcóticos son causas frecuentes de la secreción inapropiada de hormona antidiurética (SIADH), que contribuye a la hiponatremia dilucional (12).

Un efecto secundario poco común de los diuréticos tiazídicos es la afectación de la capacidad del cuerpo para diluir la orina, lo que puede aumentar el riesgo de hiponatremia dilucional. Se recomienda monitorear el peso diariamente en pacientes que comienzan a tomar tiazidas, pues un aumento de peso (retención de líquidos) en las primeras 48 horas podría indicar un riesgo de hiponatremia (12). Las mujeres mayores que toman tiazidas tienen una mayor probabilidad de desarrollar edema cerebral. Esto se debe a que, debido a su edad, suelen tener menos agua corporal, especialmente las de menor estatura, lo que facilita la dilución del espacio intravascular (12,13).

Diagnóstico

La hiponatremia crónica moderada puede pasar desapercibida en sus etapas iniciales, ya que los pacientes a menudo no presentan síntomas o solo muestran manifestaciones neurológicas leves (10,12). Un historial médico detallado, especialmente proporcionado por un familiar, es crucial. Es necesario indagar sobre las actividades diarias del paciente y cualquier cambio reciente en su comportamiento, incluyendo la duración de estos cambios. Estudios han demostrado que pacientes adultos mayores con caídas tienen mayor probabilidad de presentar hiponatremia leve a moderada (13).

Para determinar la causa de la hiponatremia, se deben solicitar pruebas de laboratorio que incluyan electrolitos, osmolaridad sérica y urinaria, pruebas de función renal, glucosa y una tomografía de cráneo. Estos exámenes ayudan a evaluar el estado de hidratación del paciente y a identificar posibles causas de la hiponatremia (12,14).

Tratamiento

El tratamiento principal para este síndrome se centra en la reducción de la ingesta de líquidos, lo que disminuye el volumen sanguíneo y aumenta la concentración de sodio en sangre. La vía oral es la mejor opción siempre que sea posible (13,14).

En pacientes de edad avanzada, la restricción hídrica debe manejarse con precaución debido al riesgo de reducir el flujo sanguíneo en áreas vasculares ya comprometidas, lo que podría afectar la irrigación y desencadenar el fallo de órganos vitales. La hiponatremia sin síntomas no es una urgencia médica. El objetivo principal es prevenir una mayor disminución de los niveles de sodio en sangre (12,14).

La deshidratación hiponatrémica grave (natremia < 115 mEq/l) o con síntomas agudos requiere tratamiento intensivo con suero salino hipertónico (salina al 2 y 3%) para evitar daños neurológicos irreversibles (13,14).

En cualquier caso, la corrección de los niveles de sodio debe realizarse lentamente, a una tasa máxima de 0.5 mEq/L/h. La corrección rápida o excesiva puede provocar el síndrome desmielinizante osmótico. Se recomienda no superar cambios de más de 10 mEq/l/día en la concentración de sodio, reponiendo la mitad del déficit de agua en las primeras 24 horas y el resto en las siguientes 48-72 horas (14).

La reposición subcutánea se ha estudiado como alternativa, indicada para pacientes con deshidratación leve a moderada, pero no recomendada en aquellos con enfermedades subyacentes. Se utilizan soluciones isotónicas (salina al 0,9%; Ringer lactato) o hipotónicas (salina al 0,45%; glucosa al 5%) a una velocidad de 1 ml/min. Esta técnica, utilizada en cuidados paliativos, minimiza el riesgo de complicaciones por desmielinización osmótica (12,14).

HIPERNATREMIA

La hipernatremia es una condición especialmente preocupante en la población anciana. Su desarrollo se asocia a una mayor morbimortalidad, probablemente debido a la coexistencia de otras enfermedades graves (15).  La disminución de la percepción de la sed, un fenómeno común en la vejez, se intensifica en personas con Alzheimer debido a la alteración de su estado de vigilia (15,16). La respuesta a la deshidratación se ve afectada por una menor liberación de vasopresina endógena, posiblemente relacionada con una reducción en los niveles de prostaglandinas (16). La administración de dietas ricas en proteínas o concentradas, especialmente en entornos hospitalarios o durante tratamientos intensivos, también puede contribuir a la hipernatremia. El exceso de proteínas genera una mayor carga osmolar que los riñones deben eliminar, lo que puede llevar a una concentración excesiva de la orina y a la «pérdida» de agua del torrente sanguíneo (15,16).

Diagnóstico

Los pacientes geriátricos con deshidratación pueden presentar debilidad, disminución del estado de alerta, coma o convulsiones. Los análisis de laboratorio suelen revelar valores elevados de BUN, hematócrito, creatinina y osmolaridad urinaria (no superior a 800 mosm/L) (16).

La hipernatremia crónica, definida como la persistencia de niveles elevados de sodio en sangre durante más de un día, tiene una probabilidad mucho menor de producir síntomas neurológicos. La evaluación de los síntomas atribuibles a la hipernatremia en adultos mayores es complicada, ya que la mayoría de ellos presenta enfermedades neurológicas preexistentes (12,15,16).

Tratamiento

La administración de líquidos para corregir la hipernatremia debe ser gradual. Se pueden utilizar soluciones salinas hipotónicas (0.45%) o agua libre, ya sea por vía oral o a través de una sonda nasogástrica. Es fundamental monitorear el sodio sérico y el estado de volumen del paciente con frecuencia para evitar la sobrecorrección (12,13).

A pesar de que la corrección rápida de la hipernatremia no ha demostrado tener consecuencias adversas en adultos, la preocupación por el edema cerebral, reportado solo en lactantes, no debe impedir la rehidratación vigorosa de los adultos mayores con hipernatremia aguda (14).

En estos casos, la hipernatremia no tratada conlleva un mayor riesgo de desmielinización osmótica o hemorragia cerebral. A diferencia de la hiponatremia, en adultos con hipernatremia existe poco riesgo de sobrecorrección inadvertida. Estos pacientes a menudo reciben un tratamiento insuficiente, por lo que una corrección más rápida puede ser beneficiosa (15,16).

ENFERMEDADES CRÓNICAS Y DESEQUILIBRIO HÍDRICO

El proceso de envejecimiento implica alteraciones fisiológicas que pueden afectar la capacidad del cuerpo para regular los fluidos. Estas modificaciones se ven exacerbadas por la presencia de enfermedades crónicas, lo que puede derivar en desequilibrios en el volumen corporal. La siguiente tabla resume los distintos mecanismos que contribuyen a estos desequilibrios (17, 18, 19, 20, 21).

Patología Hiponatremia Hipernatremia
Diabetes La hiperglucemia severa causa un efecto osmótico que extrae agua de las células al espacio extracelular, diluyendo el sodio plasmático. La hiperglucemia severa puede causar diuresis osmótica debido a la glucosuria, resultando en pérdidas significativas de agua libre.
Hipertensión Arterial La secreción inadecuada de ADH (SIADH) puede llevar a la retención de agua y dilución del sodio plasmático, resultando en hiponatremia. Puede exacerbar este proceso al alterar la función renal y promover la retención de líquidos. El tratamiento de la hipertensión arterial a menudo incluye el uso de diuréticos, que pueden aumentar la excreción de agua y sodio. Sin una ingesta adecuada de agua, esto puede resultar en hipernatremia.
Hipotiroidismo La baja actividad de la tiroides disminuye la tasa de filtración glomerular y aumenta la secreción de ADH, reteniendo agua y diluyendo el sodio La disminución del gasto cardíaco y la reducción del flujo sanguíneo renal, altera la capacidad del riñón para manejar la carga de sodio y agua. Hay menor respuesta de los túbulos renales a la ADH, resultando en una mayor pérdida de agua libre.
Insuficiencia Cardiaca El corazón debilitado reduce el flujo sanguíneo renal, activando el sistema renina-angiotensina-aldosterona (RAAS) que retiene sodio y agua. Simultáneamente, la hormona antidiurética (ADH) incrementa la retención de agua, diluyendo el sodio. La disminución del gasto cardíaco reduce la perfusión renal y estimula la reabsorción de sodio en los túbulos renales. Además, el uso de diuréticos para manejar la insuficiencia cardíaca puede contribuir a la pérdida de agua libre.
Hepatopatía La hipertensión portal y vasodilatación en el hígado activan el RAAS y la secreción de ADH, reteniendo sodio y agua. La disminución del metabolismo de ADH por el hígado resulta en hiponatremia. La hipertensión portal y la vasodilatación esplácnica disminuyen el volumen efectivo arterial, activando el sistema RAAS y aumenta la reabsorción de sodio en los riñones. La ascitis y la retención de líquidos pueden llevar a una disminución relativa de la ingesta de agua.
Insuficiencia Renal Disminuye la filtración renal limita la excreción de agua. La restricción de agua y el uso de diuréticos en estos pacientes también contribuyen al problema.

 

Afecta la capacidad de los riñones para concentrar la orina, lo que puede llevar a una diuresis inapropiada y pérdidas de agua libre. Contribuye ademas la incapacidad para excretar adecuadamente el sodio y el uso de diuréticos

 

Tabla 2. Distintos mecanismos sobre los cuales las enfermedades crónicas pueden dar trastornos de equilibrio hidrico en adultos mayores (17, 18, 19, 20, 21).

Prevención

La prevención y la detección precoces de la deshidratación son esenciales. Se han desarrollado muchos enfoques para tratar de prevenir la deshidratación en ancianos. En los centros residenciales, el equipo profesional debe tener un especial cuidado a la hora de controlar el estado de hidratación de los residentes, principalmente de aquellos con deterioro del estado funcional o cognitivo, de los que reciben tratamientos farmacológicos que aumentan el riesgo de deshidratación, de los que presentan patologías agudas que provocan fiebre, diarrea y/o vómitos, y de aquellos con disfagia (1,2,4).

En el ámbito comunitario, la valoración debe incluir una revisión de la ingesta de alimentos y líquidos, de los medicamentos y de las enfermedades médicas concurrentes, junto con una evaluación clínica general. El registro de los hábitos de hidratación y alimentación del anciano, de constantes vitales y de circunstancias especiales por parte del personal sanitario, sobre todo de los mayores institucionalizados (1,3).

●      Diuréticos.

●      Ennegrecimiento de la orina (cambio de color).

●      Sequedad de la axila.

●      Hipertermia (fiebre).

●      Incontinencia.

●      Desvanecimiento o mareo (ortostatismo).

●      Reducción de la ingesta oral.

●      Aumento de la frecuencia cardíaca (taquicardia).

●      Terminalidad (situación terminal).

●      Alteración de la deglución (problemas orales).

●      Delírium.

●      Ojos hundidos.

                               Cuadro 1. Mnemotecnia de “DESHIDRATADO” (3).

Consecuencias

La deshidratación no solo es una molestia, sino que puede convertirse en un factor de riesgo que complica el curso y el tratamiento de diversas enfermedades. Su impacto se extiende desde el aumento de la mortalidad hasta la aparición de complicaciones graves:

Se ha demostrado que la deshidratación duplica la mortalidad hospitalaria en pacientes con ictus. Además, en combinación con neumonía o infecciones del tracto urinario, la deshidratación hipernatrémica eleva la tasa de mortalidad hasta cerca del 60%. Además incrementa el riesgo de úlceras por presión, infecciones del tracto urinario, infecciones pulmonares, litiasis renal, hipertermia, estreñimiento e hipotensión ortostática. También duplica el riesgo de úlceras por presión y aumenta la duración de las hospitalizaciones en pacientes con neumonía adquirida en la comunidad (3,6). La deshidratación puede afectar negativamente el estado cognitivo, aumentando la probabilidad de desarrollar un síndrome confusional agudo o delírium (6).

DISCUSIÓN

La deshidratación es una problemática frecuente en la población adulta mayor, impactando negativamente en su salud y bienestar. Diversos estudios han demostrado que los adultos mayores presentan un riesgo incrementado de deshidratación debido a cambios fisiológicos relacionados con la edad, que afectan la regulación del agua y la percepción de la sed.

Estos cambios incluyen una menor sensibilidad a la sed, respuestas anormales de la hormona antidiurética (vasopresina) y una disminución en la capacidad para obtener agua por sí mismos. Además, las alteraciones en el agua corporal total, la función renal y la eficacia de la vasopresina contribuyen a la predisposición a la deshidratación.

La deshidratación afecta entre el 20% y el 30% de los adultos mayores, con consecuencias más graves que en los adultos jóvenes. En residencias de cuidado a largo plazo, la prevalencia alcanza el 34%, mientras que en adultos mayores que viven en la comunidad es del 19%. La deshidratación se relaciona con dependencia, sarcopenia y un mayor riesgo de caídas.

Para prevenir la deshidratación en los adultos mayores, se requiere un enfoque multidisciplinario. Los médicos deben implementar medidas como la prescripción de fluidos y el seguimiento de la ingesta de líquidos. Es crucial adaptar el entorno para facilitar el acceso al agua y ofrecer bebidas variadas, incluyendo frutas, verduras, jugos y sopas. Se discute la hipodermoclisis como un método para manejar la deshidratación en casos específicos, teniendo en cuenta los cambios fisiológicos y las estrategias de prevención y manejo.

Una limitante en la detección temprana de la deshidratación es la falta de escalas médicas para determinar la deshidratación en adultos mayores sin síntomas. Esto dificulta un diagnóstico precoz, lo que puede resultar en la detección tardía del problema.

CONCLUSIONES

La deshidratación es un problema de salud significativo en adultos mayores, con alta prevalencia y graves consecuencias, incluyendo dependencia, pérdida de masa muscular (sarcopenia) y mayor riesgo de caídas. Identificar los factores de riesgo, como la disminución de la percepción de sed, alteraciones renales y la efectividad de la vasopresina, es crucial para desarrollar estrategias preventivas efectivas.

Desde una perspectiva clínica, la prevención de la deshidratación requiere un enfoque multidisciplinario. Esto implica una documentación precisa (registrar la ingesta de líquidos) y l;a identificación temprana de signos de deshidratación. Para futuras investigaciones, es fundamental realizar intervenciones personalizadas como Evaluar estrategias adaptadas a diferentes entornos de cuidado, exploración de alternativas como Investigar la efectividad de alimentos líquidos y nutritivos, profundizar en las consecuencias de la deshidratación en la calidad de vida y función física, además del desarrollo métodos no invasivos para monitorizar el estado de hidratación.

Abordar la deshidratación en adultos mayores no solo mejorará su salud y bienestar, sino que también reducirá la carga económica y social asociada a las complicaciones. La investigación continua y la implementación de estrategias basadas en la evidencia son cruciales para afrontar este desafío de salud pública.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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