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COVID-19 y psicosis: Impacto neuropsiquiátrico y enfoques terapéuticos

COVID-19 y psicosis: Impacto neuropsiquiátrico y enfoques terapéuticos

Autor principal: Jeffry Josué Mena Ureña

Vol. XX; nº 11; 596

COVID-19 and psychosis: Neuropsychiatric impact and therapeutic approaches

Fecha de recepción: 25 de abril de 2025
Fecha de aceptación: 4 de junio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 11 – Primera quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 11; 596

Autores:

Jeffry Josué Mena Ureña, Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0001-8557-1739 Código Médico 14683
Paula Melissa Vega Murillo, Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0000-5416-7605 Código Médico 19000
Josemar Vargas Jiménez, Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 009-0004-5107-5747 Código Médico 14774

Resumen:

La infección por COVID-19 ha sido vinculada con el desarrollo de síntomas psicóticos a través de diversos mecanismos neurobiológicos e inflamatorios. Se ha propuesto que el virus puede activar la señalización del factor de crecimiento epidérmico, un proceso relacionado con la esquizofrenia. Además, se ha observado que la inflamación sistémica inducida por la infección, caracterizada por niveles elevados de interleucina-6 e interleucina-10, puede alterar el equilibrio neuroquímico y contribuir a la aparición de síntomas psicóticos, incluso en pacientes sin antecedentes psiquiátricos.

Los cambios en los sistemas de neurotransmisores, en particular la disrupción de la homeostasis del glutamato y la dopamina, también han sido implicados en la patogénesis de la psicosis post-COVID-19. Asimismo, la hipoxia cerebral resultante de la afectación del sistema nervioso central por el virus puede generar disfunción neuronal y favorecer episodios psicóticos agudos. Estos efectos han sido documentados en estudios de casos que reportan la aparición de síntomas psicóticos en pacientes en recuperación de la enfermedad.

Desde una perspectiva psicosocial, la pandemia ha influido en la salud mental al aumentar el estrés y la ansiedad, factores que pueden desencadenar psicosis en personas predispuestas. Paradójicamente, la duración de la psicosis no tratada se redujo durante la pandemia, posiblemente debido a una mayor accesibilidad a los servicios de salud mental. En términos de manejo clínico, los antipsicóticos siguen siendo el tratamiento de primera línea, mientras que las estrategias psicoterapéuticas y de rehabilitación psicosocial son esenciales para mitigar los efectos a largo plazo de la COVID-19 en la salud mental.

Palabras clave:

COVID-19, psicosis, neuroinflamación, neurotransmisores, hipoxia, salud mental.

Abstract:

COVID-19 infection has been linked to the development of psychotic symptoms through various neurobiological and inflammatory mechanisms. It has been proposed that the virus may activate epidermal growth factor signaling, a process linked to schizophrenia. Furthermore, it has been observed that infection-induced systemic inflammation, characterized by elevated levels of interleukin-6 and interleukin-10, can alter neurochemical balance and contribute to the onset of psychotic symptoms, even in patients without a history of psychiatric illness.

Changes in neurotransmitter systems, particularly disruption of glutamate and dopamine homeostasis, have also been implicated in the pathogenesis of post-COVID-19 psychosis. Furthermore, cerebral hypoxia resulting from central nervous system damage by the virus can lead to neuronal dysfunction and promote acute psychotic episodes. These effects have been documented in case studies reporting the onset of psychotic symptoms in patients recovering from the disease.

From a psychosocial perspective, the pandemic has impacted mental health by increasing stress and anxiety, factors that can trigger psychosis in predisposed individuals. Paradoxically, the duration of untreated psychosis decreased during the pandemic, possibly due to greater accessibility to mental health services. In terms of clinical management, antipsychotics remain the first-line treatment, while psychotherapeutic and psychosocial rehabilitation strategies are essential to mitigate the long-term effects of COVID-19 on mental health.

Keywords:

COVID-19, psychosis, neuroinflammation, neurotransmitters, hypoxia, mental health.

Introducción:

La pandemia de la COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, ha tenido un impacto profundo en diversos aspectos de la salud, extendiéndose más allá de sus manifestaciones respiratorias y afectando de manera significativa la salud neurológica y psiquiátrica. Entre las alteraciones neuropsiquiátricas asociadas a la infección, la psicosis ha emergido como una preocupación creciente. La relación entre la COVID-19 y la aparición de síntomas psicóticos se ha documentado en numerosos estudios, lo que sugiere que los mecanismos biológicos del virus, junto con el impacto psicosocial de la pandemia, pueden contribuir al desarrollo de episodios psicóticos en ciertos individuos (1; 2).

Uno de los mecanismos neurobiológicos propuestos involucra la señalización del receptor del factor de crecimiento epidérmico (RFCE). Se ha planteado que el virus SARS-CoV-2 puede imitar la función del factor de crecimiento epidérmico y activar el RFCE, lo que está vinculado tanto a la replicación viral como a trastornos neuropsiquiátricos, como la esquizofrenia. Esta interacción sugiere que la activación anómala del RFCE podría desempeñar un papel en la aparición de síntomas psicóticos en algunos pacientes con COVID-19 (1).

Otro mecanismo clave es la neuroinflamación, generada por la respuesta inmunitaria exacerbada al virus y la activación de los receptores de la enzima convertidora de angiotensina 2. La inflamación sistémica y la disfunción endotelial pueden provocar efectos adversos en el sistema nervioso central, desencadenando encefalopatía, deterioro cognitivo y síntomas psicóticos. Este fenómeno refuerza la hipótesis de que el SARS-CoV-2 no solo tiene un impacto directo en la función neuronal, sino que también puede inducir estados neuroinflamatorios que predisponen a la psicosis (2).

Desde el punto de vista clínico, se han documentado numerosos casos de psicosis aguda tras la infección por COVID-19. Estos casos suelen manifestarse con síntomas como paranoia, delirios y alucinaciones, y en muchos casos, no hay antecedentes psiquiátricos previos en los pacientes afectados. La presentación clínica de la psicosis en este contexto plantea desafíos diagnósticos, ya que puede confundirse con otros trastornos neuropsiquiátricos inducidos por infecciones o por el estrés asociado a la pandemia. En términos de tratamiento, los informes sugieren que un enfoque multidisciplinario que combine antipsicóticos con estrategias de manejo de la inflamación podría ser beneficioso en estos pacientes (3).

Además de los factores biológicos, el entorno generado por la pandemia también ha influido en la incidencia y evolución de la psicosis. Se ha observado un aumento de los episodios psicóticos, lo que podría atribuirse tanto a la acción neurotrópica del virus como al impacto psicológico del confinamiento, la incertidumbre económica y la disrupción de las interacciones sociales (4).

Curiosamente, las restricciones impuestas durante la pandemia han tenido efectos inesperados en la evolución del tratamiento de la psicosis. Un estudio reciente encontró que la duración de la psicosis no tratada se redujo significativamente durante el período inicial de la pandemia. Esto sugiere que, a pesar de las dificultades en el acceso a los servicios de salud, los cambios en la forma en que las personas buscaron atención médica durante la crisis pudieron haber acelerado el diagnóstico y tratamiento de los episodios psicóticos. Este hallazgo resalta la necesidad de analizar los factores que facilitaron este acceso temprano, con el fin de mejorar la detección y el tratamiento de la psicosis en escenarios postpandémicos (5).

El objetivo de esta revisión es analizar la relación entre la infección por COVID-19 y la aparición de psicosis, explorando los mecanismos neurobiológicos involucrados, las manifestaciones clínicas observadas y el impacto de la pandemia en la salud mental. Se busca comprender cómo la neuroinflamación, la disfunción endotelial y la señalización del receptor del factor de crecimiento epidérmico pueden contribuir al desarrollo de episodios psicóticos en pacientes con COVID-19. Asimismo, se examinará el papel de los factores psicosociales, como el aislamiento y el estrés pandémico, en la incidencia y evolución de la psicosis. Finalmente, se evaluarán las estrategias de diagnóstico y tratamiento, con el fin de mejorar la detección temprana y optimizar el manejo clínico de los pacientes afectados por esta manifestación neuropsiquiátrica de la COVID-19.

Metodología:

Para el desarrollo de esta investigación sobre la relación entre la COVID-19 y la psicosis, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar los mecanismos neurobiológicos involucrados, las manifestaciones clínicas observadas y el impacto de la pandemia en la salud mental. Esta revisión incluyó aspectos clave como la activación de la señalización del receptor del factor de crecimiento epidérmico, la neuroinflamación inducida por el virus SARS-CoV-2, la disfunción endotelial, el impacto del estrés pandémico en la salud mental y las estrategias de manejo clínico de la psicosis post-COVID-19.

Para garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web of Science, debido a su prestigio y amplia cobertura en temas de neurociencia, psiquiatría y enfermedades infecciosas. Se establecieron rigurosos criterios de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran la relación entre la infección por COVID-19 y la psicosis, los mecanismos fisiopatológicos involucrados y las estrategias de diagnóstico y tratamiento. Se excluyeron investigaciones con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas sin revisión por pares.

La búsqueda inicial identificó 23 fuentes relevantes, entre las cuales se incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios clínicos y documentos de organismos especializados en neuropsiquiatría y enfermedades infecciosas. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis detallado para extraer información sobre la relación entre la COVID-19 y la psicosis, los factores de riesgo biológicos y ambientales, y el impacto de las restricciones pandémicas en la salud mental.

El análisis se llevó a cabo utilizando enfoques cualitativos y comparativos. Se sintetizaron los hallazgos y se organizaron en categorías temáticas, lo que permitió identificar patrones en la aparición de psicosis asociadas a la COVID-19, las interacciones entre los mecanismos neurobiológicos y el estrés ambiental, y la eficacia de diversas estrategias terapéuticas. Este enfoque integral ofrece una visión estructurada del estado actual del conocimiento sobre la psicosis en el contexto de la pandemia, destacando oportunidades para futuras investigaciones y el desarrollo de estrategias de intervención más eficaces.

Relación entre COVID-19 y trastornos psicóticos:

Las infecciones virales han sido objeto de estudio por su posible implicación en el desarrollo de trastornos psiquiátricos, incluida la psicosis. En el caso de la COVID-19, se ha propuesto que el virus puede imitar el factor de crecimiento epidérmico y activar la señalización del receptor del factor de crecimiento epidérmico, un mecanismo que ha sido previamente asociado con la esquizofrenia. Esta vía sugiere un posible nexo entre la infección viral y la aparición de síntomas psicóticos en algunos pacientes, lo que refuerza la hipótesis de que los virus pueden desempeñar un papel en la desregulación neurobiológica implicada en los trastornos psicóticos (1).

Además de su impacto en la señalización neuronal, la COVID-19 y otras infecciones virales pueden exacerbar síntomas psiquiátricos a través de mecanismos neuroinflamatorios. Un ejemplo ilustrativo de esta relación es el caso de un paciente con esquizofrenia estable que experimentó una recaída psicótica tras la infección por COVID-19, lo que sugiere que la inflamación inducida por el virus puede actuar como un desencadenante de episodios psicóticos en individuos con predisposición psiquiátrica (6).

En cuanto a la prevalencia de síntomas psicóticos en pacientes con COVID-19, aunque no es un fenómeno común, se han reportado casos de psicosis de nueva aparición incluso en pacientes asintomáticos, lo que indica que el virus puede inducir síntomas psiquiátricos sin necesidad de causar una enfermedad física grave (7). Un estudio de caso realizado en China informó sobre episodios psicóticos recurrentes en un paciente con COVID-19, sugiriendo que el período de recuperación podría representar un momento crítico para la manifestación de episodios psicóticos agudos. Estos casos subrayan la necesidad de un seguimiento psiquiátrico en pacientes con antecedentes de infección por SARS-CoV-2, incluso después de la resolución de los síntomas físicos (8).

Los factores de riesgo para la psicosis post-COVID-19 incluyen tanto aspectos biológicos como ambientales. Entre los factores biológicos se encuentran las tormentas de citocinas y la disfunción del eje neuroinmuno-endocrino, los cuales pueden provocar alteraciones cerebrales estructurales y funcionales que contribuyen al desarrollo de síntomas psicóticos (8). Por otro lado, los factores ambientales también han mostrado un impacto significativo. Se ha documentado que las restricciones impuestas durante la pandemia redujeron la duración de la psicosis no tratada, lo que podría estar relacionado con un mayor acceso a la atención médica o con cambios en la conducta de búsqueda de atención médica durante la crisis sanitaria (5).

Mecanismos fisiopatológicos:

La infección por COVID-19 ha sido asociada con una respuesta inflamatoria exacerbada que puede tener consecuencias en la función neurológica e inmunológica. Se ha observado que los pacientes con COVID-19 presentan niveles elevados de marcadores inflamatorios, como la interleucina-6 y la interleucina-10, lo que puede inducir una disfunción del eje neuroinmuno-endocrino y contribuir a la aparición de episodios psicóticos (8). Además, se ha reportado que ciertas respuestas inflamatorias, como el aumento de la actividad inhibidora de la elastasa leucocitaria y de la α1-proteinasa, están relacionadas con el desarrollo de psicosis en pacientes que han padecido la enfermedad (9).

Otro mecanismo potencialmente implicado en la relación entre COVID-19 y la psicosis es la alteración de los sistemas de neurotransmisores. En particular, el sistema glutamatérgico ha sido señalado como un factor clave en los síntomas neuropsiquiátricos relacionados con la enfermedad, ya que la disrupción de la homeostasis del glutamato puede contribuir al desarrollo de trastornos cognitivos y psiquiátricos (10). Asimismo, el sistema dopaminérgico parece estar involucrado, como lo sugiere el aumento en la incidencia de trastornos psicóticos y del espectro esquizofrénico en pacientes con antecedentes de COVID-19. Estos cambios en los sistemas de neurotransmisión pueden explicar, al menos en parte, la aparición de síntomas psicóticos en algunos pacientes, reforzando la necesidad de monitoreo neuropsiquiátrico tras la recuperación de la infección (11).

Además de la disfunción neuroinflamatoria y de neurotransmisión, la hipoxia ha sido identificada como un factor que contribuye a las manifestaciones neuropsiquiátricas de la COVID-19. El potencial neurotrópico del SARS-CoV-2 le permite afectar directamente al sistema nervioso central, lo que puede inducir hipoxia y desencadenar una serie de alteraciones neurológicas y psiquiátricas (12). En este contexto, se ha propuesto que la interacción del virus con el receptor metabotrópico mGluR2 de las células del sistema nervioso central refuerza su implicación en los resultados neuropsiquiátricos, lo que podría contribuir a la manifestación de síntomas psicóticos en ciertos pacientes (10).

Por último, el estrés crónico y la disfunción del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal han sido identificados como factores que pueden agravar las secuelas psiquiátricas de la COVID-19. La activación prolongada de este eje puede generar un estado de hipercortisolemia que, junto con la inflamación crónica y la disfunción neuroinmune, predispone a la aparición de psicosis y otras reacciones relacionadas con el estrés. En conjunto, estos mecanismos resaltan la complejidad de la relación entre la COVID-19 y los trastornos psiquiátricos, subrayando la importancia de un enfoque integral en la evaluación y manejo de los pacientes que presentan síntomas psicóticos tras la infección (10).

Factores psicosociales y epidemiológicos:

El aislamiento social impuesto durante la pandemia de COVID-19 ha sido un factor determinante en el aumento de la angustia psicológica, particularmente entre las personas con enfermedades mentales graves. Se ha observado que quienes se refugiaron en sus hogares experimentaron mayores niveles de angustia en comparación con aquellos que no lo hicieron, lo que sugiere que la falta de interacción social puede haber exacerbado síntomas de ansiedad y depresión en poblaciones vulnerables (13). La ausencia de apoyo social y la restricción de actividades cotidianas han contribuido a un deterioro significativo en la salud mental, reforzando la necesidad de estrategias que prioricen la conexión social como factor de resiliencia psicológica (14).

El estrés generado por la pandemia ha tenido un impacto directo en la vulnerabilidad a la psicosis. Paradójicamente, se ha reportado que la duración de la psicosis no tratada disminuyó durante la pandemia, debido a las restricciones que facilitaron la detección y el acceso temprano al tratamiento. Esto sugiere que, aunque el estrés aumentó en la población general, algunos cambios en el sistema de salud pueden haber favorecido una intervención más rápida en los casos de psicosis emergente (5). Sin embargo, no todos los grupos se han beneficiado de esta reducción en la brecha de atención. En particular, el estrés y la discriminación experimentados por ciertos grupos, como la población asiático-estadounidense, han agravado la aparición de síntomas psicóticos, lo que subraya la importancia de un enfoque culturalmente informado en el tratamiento de la salud mental (15).

Las poblaciones con mayor vulnerabilidad preexistente han sido las más afectadas en términos de salud mental durante la pandemia. Individuos con enfermedades mentales previas han experimentado un deterioro significativo en sus síntomas, lo que pone de manifiesto la necesidad de reforzar los sistemas de apoyo en situaciones de crisis. En este sentido, las mujeres han sido identificadas como un grupo particularmente afectado, mostrando una mayor gravedad en los síntomas de depresión y enfermedades mentales graves en comparación con otros grupos (13). Además, factores socioeconómicos, como la pérdida de empleo y la inseguridad financiera, junto con la severidad de la infección por COVID-19, han sido determinantes en el aumento de la angustia psicológica. Estos hallazgos destacan la urgencia de desarrollar estrategias de intervención focalizadas en poblaciones en riesgo, con el fin de mitigar el impacto a largo plazo de la pandemia en la salud mental (14).

Manifestaciones clínicas y diagnóstico diferencial:

La infección por COVID-19 ha demostrado tener un impacto significativo en la salud mental, con un número creciente de casos que reportan síntomas neuropsiquiátricos, incluida la psicosis. Se ha postulado que estos efectos pueden ser resultado de procesos inflamatorios, estrés oxidativo y desregulación inmunológica provocados por la respuesta del organismo al virus (10). En este contexto, diversos estudios han documentado episodios psicóticos recurrentes durante la fase de recuperación de la enfermedad, lo que sugiere una relación con alteraciones en el eje neuroinmuno-endocrino (8). Además, durante la pandemia se observó un incremento en las derivaciones de adultos mayores con síntomas psicóticos, aunque la frecuencia de la psicosis en esta población no difirió significativamente de los niveles previos a la crisis sanitaria (16).

Distinguir entre psicosis reactiva y psicosis primaria en el contexto de la COVID-19 es fundamental para el diagnóstico y tratamiento adecuados. La psicosis reactiva suele estar relacionada con el estrés, la ansiedad y el miedo provocados por la pandemia, mientras que la psicosis primaria puede estar asociada a efectos virales directos sobre el sistema nervioso central (16). Para una correcta diferenciación, la evaluación clínica debe considerar antecedentes psiquiátricos previos, la caracterización detallada de los síntomas y la identificación de factores estresantes específicos relacionados con la pandemia (8).

La evaluación de la psicosis relacionada con la COVID-19 puede beneficiarse del uso de biomarcadores y herramientas de diagnóstico complementarias. Se ha identificado que niveles elevados de citocinas proinflamatorias, como la interleucina-6 y la interleucina-10, pueden estar asociados con la aparición de síntomas psicóticos en estos pacientes. Además, hallazgos anormales en el electroencefalograma y alteraciones en la resonancia magnética cerebral han sido reportados en individuos que desarrollan síntomas neuropsiquiátricos tras la infección. Dada la complejidad de la interacción entre la COVID-19 y la salud mental, se recomienda que los pacientes sean sometidos a evaluaciones psiquiátricas de rutina en todas las etapas de la enfermedad. Identificar y tratar precozmente los trastornos psiquiátricos asociados a la COVID-19 puede mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes y reducir la carga de la enfermedad en los sistemas de salud mental (8).

Enfoques terapéuticos y manejo clínico:

El tratamiento farmacológico sigue siendo una pieza clave en el manejo de la psicosis, y los antipsicóticos continúan siendo la principal estrategia terapéutica para controlar los síntomas positivos, como las alucinaciones y los delirios. La adherencia al tratamiento es crucial para evitar recaídas y garantizar la estabilidad de los pacientes, especialmente en el contexto de la pandemia, donde las interrupciones en la disponibilidad de medicación han aumentado la angustia y la gravedad de los síntomas en algunas poblaciones (17). Además, dado el potencial impacto neuroinflamatorio de la COVID-19 en la salud mental, los moduladores inmunológicos han surgido como una posible vía terapéutica complementaria. Sin embargo, aún se requiere más investigación para determinar su eficacia y seguridad en pacientes con síntomas psicóticos post-COVID-19 (18).

Las estrategias psicoterapéuticas y la rehabilitación psicosocial desempeñan un papel fundamental en el tratamiento integral de los trastornos psiquiátricos asociados a la COVID-19. En este sentido, la terapia cognitivo-conductual se ha mostrado eficaz para abordar los síntomas emocionales y cognitivos vinculados con la psicosis y la COVID prolongada, ayudando a los pacientes a desarrollar estrategias de afrontamiento efectivas (19). Asimismo, la rehabilitación psicosocial resulta esencial para mejorar la calidad de vida y el funcionamiento social, especialmente en poblaciones vulnerables, como los veteranos con psicosis, quienes han experimentado un impacto desproporcionado en su bienestar debido a la pandemia (20).

Para un abordaje eficaz de la psicosis en el contexto de la COVID-19, es necesario adoptar un enfoque interdisciplinario que involucre a neuropsicólogos, psiquiatras y otros profesionales de la salud. Dado que los síntomas neuropsiquiátricos de la COVID-19 pueden variar ampliamente entre los pacientes y persistir a largo plazo, es fundamental realizar un seguimiento continuo para evaluar la evolución de los síntomas y ajustar el tratamiento según sea necesario (19). Además, la evidencia sugiere que algunos síntomas psiquiátricos pueden mantenerse incluso después de la fase aguda de la infección, lo que subraya la importancia de un monitoreo prolongado y una intervención oportuna para garantizar la estabilidad y el bienestar del paciente a lo largo del tiempo (18).

Implicaciones para la salud pública y prevención:

Las restricciones impuestas durante la pandemia de COVID-19 generaron una serie de cambios inesperados en la detección y tratamiento de la psicosis. Un efecto notable fue la reducción en el consumo de sustancias psicoactivas durante la pandemia, lo que a su vez disminuyó el tiempo transcurrido entre la aparición de la psicosis y la prescripción de antipsicóticos. Este hallazgo sugiere que las condiciones pandémicas facilitaron inadvertidamente la detección y el tratamiento temprano de la psicosis, proporcionando información valiosa para mejorar futuras estrategias de intervención y detección temprana (5).

En diversos estudios realizados en Irlanda y Australia se ha observado que la pandemia afectó significativamente la presentación y el tratamiento del primer episodio psicótico, dificultando la prestación de servicios de intervención temprana (21; 22). Las interrupciones en la continuidad del tratamiento han puesto de manifiesto la necesidad de diseñar modelos de atención psiquiátrica más flexibles y adaptables, capaces de responder de manera efectiva a crisis sanitarias globales como la pandemia. Para garantizar una intervención oportuna en pacientes con riesgo de desarrollar psicosis, se recomienda implementar evaluaciones neuropsiquiátricas de rutina en pacientes en recuperación de COVID-19, ya que este período puede representar una fase crítica en la manifestación de episodios psicóticos agudos relacionados con la disfunción neuroinmuno-endocrina (8).

Además de los efectos biológicos y del acceso a los servicios de salud mental, la pandemia también ha expuesto a ciertos grupos a un mayor riesgo de desarrollar síntomas psicóticos debido a factores socioculturales. La discriminación relacionada con la COVID-19 se ha identificado como un factor de riesgo significativo para la aparición de experiencias psicóticas posteriores, así como para otros trastornos psiquiátricos, como el trastorno de estrés postraumático y la angustia psicológica. Estos hallazgos destacan la necesidad de estrategias de prevención enfocadas en reducir la estigmatización y la discriminación asociadas a la enfermedad, mediante campañas de sensibilización y programas de apoyo psicosocial que mitiguen el impacto adverso de estas experiencias en la salud mental (23).

Conclusiones:

La relación entre la COVID-19 y la psicosis se sustenta en diversos mecanismos neurobiológicos, incluyendo la neuroinflamación, la disrupción de los sistemas de neurotransmisores y la hipoxia cerebral. La activación del factor de crecimiento epidérmico y el aumento de marcadores inflamatorios, como la interleucina-6 y la interleucina-10, pueden contribuir a la aparición de síntomas psicóticos, incluso en individuos sin antecedentes psiquiátricos. Estos hallazgos subrayan la necesidad de continuar investigando el impacto del SARS-CoV-2 en el sistema nervioso central y su papel en la fisiopatología de los trastornos psiquiátricos.

Desde una perspectiva epidemiológica y psicosocial, la pandemia ha influido en la detección y evolución de la psicosis. Mientras que el aislamiento social y el estrés crónico han aumentado la vulnerabilidad a trastornos psiquiátricos, la duración de la psicosis no tratada se redujo debido a una mayor accesibilidad a los servicios de salud mental. Sin embargo, algunos grupos, como las poblaciones vulnerables y aquellos con antecedentes psiquiátricos, han experimentado un deterioro significativo en su salud mental, lo que destaca la necesidad de enfoques de intervención específicos.

El manejo clínico de la psicosis post-COVID-19 requiere un enfoque integral que combine tratamiento farmacológico con estrategias psicoterapéuticas y de rehabilitación psicosocial. Los antipsicóticos continúan siendo la base del tratamiento, mientras que la intervención interdisciplinaria es clave para abordar los efectos a largo plazo en la salud mental. Dado que algunos síntomas pueden persistir tras la fase aguda de la infección, se recomienda un seguimiento prolongado para optimizar la atención y mejorar la calidad de vida de los pacientes afectados.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.