Dermatitis seborreica
Autora principal: Raquel Pérez Navarro
Vol. XX; nº 14; 822
Seborrheic dermatitis
Fecha de recepción: 4 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 9 de julio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 14 – Segunda quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 14; 822
Autores:
Raquel Pérez Navarro, Graduada en enfermería, facultad de ciencias de la salud Universidad de Zaragoza. Hospital Royo Villanova, Zaragoza.
María Ginés Sancho, Graduada en enfermería, facultad de ciencias de la salud Universidad de Zaragoza. Hospital Royo Villanova, Zaragoza.
Miriam Maza Peón, Graduada en enfermería facultad de ciencias de la salud Universidad de Zaragoza. Hospital Miguel Servet, Zaragoza.
Resumen
La dermatitis seborreica es una patología cutánea frecuente, de evolución crónica y naturaleza inflamatoria, que afecta principalmente a las áreas del cuerpo con alta cantidad de glándulas sebáceas (cuero cabelludo, región centro facial, conducto auditivo externo y el tronco). Aunque no es grave desde el punto de vista sistémico, puede causar molestias persistentes y un impacto psicológico relevante. Su origen es multifactorial, implicando factores inmunológicos, hormonales, microbianos (especialmente hongo Malassezia), genéticos y ambientales. Se presenta con manifestaciones clínicas características como eritema, descamación grasa de color blanco-amarillento y prurito de intensidad variable y piel con aspecto oleoso simétrico. El diagnóstico es esencialmente clínico, basado en la morfología de las lesiones, distribución y la evolución cíclica de los síntomas. El tratamiento se centra en el control de los síntomas mediante antifúngicos tópicos combinados con corticoides de baja potencia. El adecuado control de los factores desencadenantes y la educación del paciente son fundamentales para prevenir las recaídas.
Palabras clave
dermatitis, seborreica, costra, piel, Malassezia.
Abstract
Seborrheic dermatitis is a common chronic inflammatory skin condition that primarily affects areas of the body with a high density of sebaceous glands (such as the scalp, central facial region, external auditory canal, and trunk). Although it is not severe from a systemic standpoint, it can cause persistent discomfort and have a significant psychological impact. Its origin is multifactorial, involving immunological, hormonal, microbial (especially the Malassezia yeast), genetic, and environmental factors. Clinically, it is characterized by erythema, greasy white-yellowish scaling, pruritus of variable intensity, and symmetrically distributed oily skin. Diagnosis is primarily clinical, based on the morphology of the lesions, their typical distribution, and the cyclical evolution of symptoms. Treatment focuses on symptom control using topical antifungal agents combined with low-potency corticosteroids. Proper management of triggering factors and patient education are essential to prevent relapses.
Keywords
dermatitis, seborrheic, crust, skin, Malassezia.
Introducción
Las enfermedades cutáneas son muy frecuentes a nivel mundial y tienen gran relevancia, dado que la piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Una de las afecciones más comunes es la dermatitis seborreica. Las glándulas sebáceas se sitúan en la dermis y son las encargadas de producir el sebo cutáneo. Esta sustancia está producida por lípidos y tiene como función hidratar la piel y protegerla de microorganismos patógenos (1, 2).
La dermatitis seborreica es una enfermedad cutánea e inflamatoria crónica caracterizada por la aparición de eritema y descamación grasa en las zonas que presentan alta concentración de glándulas sebáceas como el cuero cabelludo, el rostro, los oídos y la parte superior del tronco. Aunque sus causas son multifactoriales, puede deberse al hongo Malassezia, la producción excesiva de sebo en la piel y a alteraciones en el sistema inmunitario. Es una enfermedad que puede generar molestias en quien las padece y que no tiene cura, aunque puede ser controlada mediante diferentes tratamientos (3, 4).
El propósito de este artículo es analizar los aspectos fundamentales de la dermatitis seborreica, incluyendo la etiología, fisiopatología, manifestaciones clínicas, diagnóstico, opciones terapéuticas, complicaciones y estrategias de prevención.
Definición y epidemiología
La dermatitis seborreica es un trastorno inflamatorio persistente de la piel que afecta entre el 3% y el 10% de la población mundial. Se caracteriza por ser una dermatosis eritematoescamosa de evolución prolongada, con periodos de exacerbación y remisión. Su etiología es multifactorial, involucrando factores genéticos, hormonales, inmunológicos y ambientales (3).
Esta afectación tiene una incidencia significativa en tres grupos etarios: lactantes, adultos jóvenes y personas mayores. En los primeros meses de vida, esta afección se conoce como «costra láctea», una condición transitoria que desaparece sin intervención. En adultos, la enfermedad suele tener un curso crónico y suele ser más frecuente en hombres que en mujeres (3, 4).
Desde un punto de vista epidemiológico, se ha observado que la dermatitis seborreica es más común en varones y en individuos con piel grasa. También se ha relacionado con enfermedades neurológicas, como el Parkinson, y con estados de inmunosupresión, en particular en pacientes con VIH/SIDA (4, 5).
Entre los factores ambientales que pueden influir en su aparición o agravamiento destacan el frío, el estrés y el uso de productos inadecuados para el cuidado de la piel.
Etiología y factor de riesgo
Su etiología es multifactorial e implica una interacción entre predisposición genética, factores microbiológicos, alteraciones inmunológicas, y ambientales. Estos factores convergen en una respuesta inflamatoria anómala que conlleva la presentación clínica característica de la enfermedad.
Etiología
Microbiota cutánea – Malassezia spp: se ha demostrado que especies del género de Malassezia, como M. globosa y M. restricta, forman parte de la microbiota cutánea normal, pero su proliferación excesiva en personas susceptibles genera una respuesta inflamatoria anómala que contribuye a la aparición de lesiones (6).
Alteraciones en el sebo: la actividad sebácea tiene un papel fundamental en la fisiopatología de la dermatitis seborreica. Las áreas afectadas son zonas con abundantes glándulas sebáceas (cuero cabelludo, cara, región esternal). Aunque la producción de sebo no siempre está aumentada, su composición puede estar alterada, favoreciendo el crecimiento fúngico e inflamación local. En el caso de los adultos, los factores hormonales influyen en la producción de sebo. Asimismo, la estimulación con los andrógenos maternos a través de la placenta contribuye a la aparición de la enfermedad en los primeros meses de vida (6,7).
Disfunción inmunológica: se ha observado una mayor incidencia de dermatitis seborreica en personas inmunocomprometidas, como aquellas con VIH, enfermedad de Hodgkin, neoplasias hematológicas. Esto sugiere que una alteración del sistema inmunitario juega un papel central en su desarrollo (7).
Predisposición genética: existe evidencia de una base hereditaria, aunque no completamente definida, que predispone a ciertos individuos a desarrollar esta condición (8,9).
Factores de riesgo
Estrés y fatiga: el estrés físico o emocional se reconoce como un factor de exacerbación, probablemente por su efecto inmunomodulador. La respuesta al estrés puede modular la inmunidad cutánea a través del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal favoreciendo tanto la inflamación como la alteración de la barrera epidérmica (7).
Trastornos neurológicos: se presenta con frecuencia en pacientes con enfermedades neurológicas, especialmente enfermedad de Parkinson, parálisis facial, lesiones medulares, demencia y otras enfermedades neurodegenerativas. Esto se debe a la alteración de la flora cutánea y la función inmunológica local producido por la reducción del parpadeo, la hipocinesia facial y los cambios en la sudoración (7,8).
Condiciones ambientales: climas fríos y secos pueden deteriorar la barrera cutánea, favoreciendo la aparición de brotes. Esto ocurre debido a que las bajas temperaturas disminuyen la producción de lípidos epidérmicos y favorecen la inflamación. Por otro lado, algunos estudios observan un incremento en la colonización por Malassezia en ambientes húmedos y cálidos lo que también puede desencadenar brotes (7).
Dieta y alcohol: posible asociación con el consumo elevado de grasas saturadas, carbohidratos refinados y alcohol ya que pueden influir en la composición del sebo y modular la respuesta inflamatoria.
Higiene y uso de cosméticos: productos irritantes, jabones agresivos o cosméticos comedogénicos pueden alterar la función barrera de la piel y favorecer la aparición de esta patología. Además, la falta de higiene en pacientes dependientes o encamados puede contribuir a la acumulación de sebo y sobrecrecimiento de Malassezia.
Manifestaciones clínicas
Lesiones típicas:
Eritema: Placas o áreas de enrojecimiento, bien delimitadas, con bordes difusos, localizadas típicamente en el cuero cabelludo, zona centrofacial (pliegues nasolabiales, cejas, glabela), orejas (región retroauricular) y parte superior del tórax (zona esternal) (6,10).
Descamación: Escamas finas o gruesas, de color blanco amarillento, con aspecto graso, que pueden adherirse a la piel o desprenderse con facilidad. Suelen acompañar al eritema, aunque pueden presentarse solas.
Prurito: Picor de intensidad variable, más frecuente en brotes agudos. Puede ser desencadenado o agravado por el calor, la sudoración o productos cosméticos irritantes (6).
Seborrea asociada: En muchos casos, las lesiones se acompañan de un aumento en la producción de sebo o una piel con aspecto oleoso, que favorece la colonización por Malassezia spp. (10).
Distribución simétrica: Las lesiones suelen ser bilaterales y simétricas, lo que ayuda a diferenciarla de otras dermatosis similares como la psoriasis o la dermatitis atópica (6).
La enfermedad puede cursar de forma leve, con descamación mínima del cuero cabelludo (a menudo confundida con caspa), o con formas más extensas, donde el enrojecimiento y las escamas afectan grandes zonas de la cara y el tórax.
Es común la recurrencia tras periodos de mejora espontánea o con tratamiento. Factores como el estrés psicológico, la falta de sueño, el uso de cosméticos irritantes o los cambios de temperatura ambiental suelen actuar como desencadenantes o agravantes (6,10).
Diagnóstico
El diagnóstico de la dermatitis seborreica es eminentemente clínico y se basa en la evaluación de la distribución anatómica de las lesiones, su morfología, evolución y antecedentes del paciente. En la mayoría de los casos no es necesario recurrir a pruebas complementarias, salvo en casos atípicos o de mala respuesta al tratamiento.
El diagnóstico clínico se apoya en tres pilares principales:
Inspección visual y localización anatómica: La presencia de lesiones eritematoescamosas simétricas en zonas seborreicas (cuero cabelludo, región centrofacial, área esternal) y su patrón recidivante orientan de forma fiable hacia la dermatitis seborreica (9).
Historia clínica: es fundamental recoger datos sobre factores agravantes (estrés, frío, cosméticos irritantes), comorbilidades neurológicas o inmunosupresión, así como evolución de los brotes. Este análisis permite identificar formas típicas y casos secundarios (1).
Curso clínico: La recurrencia periódica con remisiones espontáneas es característica de esta enfermedad y ayuda a diferenciarla de dermatosis agudas o autolimitadas (4).
Es imprescindible realizar una diferenciación con otras patologías dermatológicas de presentación similar:
Psoriasis seborreica: Presenta placas más delimitadas, escamas secas y extensión a otras áreas como codos o rodillas. La biopsia puede ser útil si hay dudas clínicas (9).
Dermatitis atópica del adulto: Cursa con lesiones eccematosas más secas, afectación de áreas flexurales y antecedentes personales o familiares de atopia (1).
Tiña capitis: Debe sospecharse ante alopecia localizada, prurito intenso o mal respuesta a tratamientos convencionales. Se requiere examen micológico directo y cultivo (4).
Rosácea: Suele presentarse en la región centrofacial con eritema persistente, telangiectasias, pápulas y pústulas, sin escamas grasientas ni seborrea (9).
En casos no típicos o refractarios se pueden emplear pruebas complementarias:
Biopsia cutánea: Para descartar otras dermatosis inflamatorias como psoriasis o dermatitis crónica inespecífica (4).
Examen micológico: Indicado en casos con sospecha de tiña, especialmente en adultos inmunodeprimidos o niños.
Evaluación inmunológica: Debe considerarse en pacientes con lesiones extensas o recidivantes, en especial si se sospecha infección por VIH o uso de inmunosupresores (1).
Tratamiento
El tratamiento consiste en champús, cremas y lociones médicas.
Geles, cremas, lociones, espumas o champús antimicóticos alternados con otras medicaciones.
- Para las formas del cuero cabelludo. Como ciclopiroxolamina, con o sin ácido salicílico al 2%. A veces champú con ketoconazol al 1% es útil.
- Para las lesiones de la región facial. Como ketoconazol al 2% o ciclopirox al 1%. El ketoconazol puede producir sequedad de cabello, para aliviar este efecto, usarlo una vez a la semana con un acondicionador hidratante.
Cremas, lociones, champús o ungüentos que controlan la inflamación. Como hidrocortisona, fluocinolona, clobetasol. Usarlo hasta que los síntomas desaparezcan.
Medicamentos antimicóticos que se toman en forma de comprimido.
Los glucocorticoides de baja potencia se utilizan únicamente los primeros días.
En casos más severos, se utilizan tratamientos sistémicos como tetraciclinas que disminuyen la secreción sebácea (11,12).
Complicaciones
Aunque la dermatitis seborreica no presenta riesgo vital, puede generar diversas complicaciones si no se maneja adecuadamente:
Infecciones secundarias: la alteración de la barrera cutánea y el rascado continuo debido al prurito favorecen la sobreinfección bacteriana o fúngica, lo que obliga a utilizar tratamiento antimicrobiano adicional.
Cronicidad y recidivas frecuentes: la evolución crónica y la tendencia a la recurrencia pueden convertirla en una enfermedad difícil de controlar, especialmente si persisten los factores desencadenantes.
Resistencia al tratamiento: tolerancia o respuesta limitada a los tratamientos tópicos habituales, lo que obliga a utilizar terapias más agresivas.
Efectos adversos: atrofia cutánea por el uso excesivo o inadecuado de los corticoides tópicos, irritación, sequedad o descamación excesiva en pieles sensibles.
Impacto psicológico y social: la localización visible de las lesiones, el enrojecimiento persistente y la descamación puede generar ansiedad, vergüenza, disminución de la autoestima, aislamiento social y, en algunos casos depresión.
Afectación del sueño y calidad de vida: el prurito nocturno o la incomodidad crónica pueden interferir en el descaso, afectando negativamente el rendimiento diario.
Sufrimiento psicológico, la autoestima baja y sentir vergüenza (13,14).
Prevención y manejo
Para la prevención de esta afección se debe llevar un régimen de cuidado de la piel para controlar los síntomas.
Los dermatólogos recomiendan una limpieza de las áreas afectadas con productos suaves y no irritantes para evitar la acumulación de sebo y piel muerta.
Mantener un estilo de vida saludable, dieta equilibrada y reducir el estrés.
Existen medidas específicas para la prevención de la exacerbación de la dermatitis seborreica, se encuentra evitar cambios bruscos de temperatura y el estrés.
Además, se aconseja evitar el uso de productos capilares que contengan alcohol o que sean muy grasos (15).
Conclusiones
La dermatitis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel con alta prevalencia a nivel mundial, que afecta principalmente a zonas con abundantes glándulas sebáceas. A pesar de no ser grave, puede tener un gran impacto en la calidad de vida de quien la padece, especialmente por la clínica, la recurrencia de los brotes y el prurito.
Su etiología es multifactorial, entre la que se incluye la genética, los factores hormonales, inmunológicos y ambientales. El hongo Malassezia spp, alteraciones en la producción del sebo, la inmunosupresión, el estrés, las condiciones climáticas y el uso de productos inadecuados son factores de riesgo.
El diagnóstico es eminentemente clínico, basado en la localización de las lesiones y su evolución. El tratamiento es sintomático y busca controlar los brotes mediante el uso de antimicóticos tópicos, corticoides de baja potencia y, en casos más severos, tratamientos sistémicos. Además, se debe acompañar de una estrategia de educación y autocuidado, ya que muchos de los factores que desencadenan o agravan los brotes están relacionados con hábitos, estrés o exposición ambiental.
Aunque no exista una cura definitiva, la prevención mediante higiene adecuada, manejo del estrés y uso de productos apropiados para la piel, es esencial para reducir la frecuencia y severidad de los brotes.
Bibliografía
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