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Factores de deserción escolar en estudiantes de Enfermería de una universidad pública

CAPITULO I. MARCO TEÓRICO

LA DESERCIÓN UNIVERSITARIA

 A pesar de que los estudios sobre la deserción universitaria a nivel internacional varían bastante según los modelos conceptuales que utilicen los autores, la evidencia de las últimas décadas ha permitido arribar a un conjunto más o menos acotado de dimensiones y variables que influyen sobre la deserción. El género y el rendimiento académico son variables que parecieran estar relacionadas con la deserción casi en cualquier estudio que se haya realizado, tal que las mujeres desertan menos que los hombres y estudiantes con mejores notas durante los primeros semestres también desertan significativamente menos.

El nivel educacional de los padres y el grado de motivación con que el estudiante ingresa a la carrera también inciden sobre la deserción. Otras variables que aparecen como relevantes según la literatura revisada es la presencia de beneficios de arancel y/o mantención que también favorecen la permanencia de los recién ingresados, así como también la calidad del programa académico o la participación en actividades académicas e investigativas extra-curriculares. En la revisión teórica se entrará más en detalle en los modelos conceptuales que han emergido tanto desde la empírea como de la aplicación de teorías sociológicas, psicológicas y hasta económicas que pueden aplicarse a la deserción estudiantil en la educación superior (Gómez, 2015).

La deserción universitaria y el retraso en los estudios son dos problemas de gran alcance internacional. En Europa, los bajos rendimientos académicos abundan y escasean los estudiantes que cursan sus estudios y aprueban las asignaturas en los períodos establecidos.

De acuerdo a este estudio de deserción universitaria llevada a cabo por la Universidad de Granada, el crecimiento de la deserción universitaria comenzó hace cuatro décadas y se fue acrecentando en la década de los noventa. Las tasas de abandono en España oscilan entre 30% y 50%, y son similares a las de otros países: Francia, Austria y Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, son algo más bajas en Alemania (20- 25%), Suiza (7%-30%), Finlandia (10%) y Países Bajos (20%-30%). No parece casual que las tasas de abandono sean inferiores en los países con sistemas más selectivos y sean superiores en aquéllos que tienen un sistema más abierto (Huesca, 2007).

En América Latina, el problema de la deserción debe analizarse en el contexto social y económico de la región y particularmente teniendo una visión general de los sistemas educativos. Si bien la educación Es así como menos de 20% de los adultos mayores de 25 años ha accedido a la universidad y menos de 10% ha completado sus estudios universitarios.

Estudios han mostrado que el problema de la deserción no es cosa pequeña o simple, los datos reflejan que el aumento, aunque pudiera verse pequeño, no lo es. En casi 10 años, el porcentaje de deserción en México ha ido cambiando mucho, en algunos casos disminuye y en otros aumenta, como se muestran datos de 2003, en donde se tenía un porcentaje de 0.54% de deserción universitaria, tomando en cuenta ingreso y egreso; pero revisando el porcentaje del ciclo escolar del 2012 con un 7.5%, se percata qué es un problema que ha ido en aumento (Vaca, 2013).

La deserción de estudiantes universitarios ha sido una preocupación por décadas, dando lugar a numerosos estudios y propuestas de mejora (Tinto, 1987; Anuies, 2000; González, 2006). Sin embargo, a pesar de múltiples propuestas y políticas, el problema parece imbatible.

A pesar de múltiples investigaciones y recomendaciones, la deserción no ha podido ser resuelta. Como indica Tinto (1989), para el caso norteamericano, la tasa de deserción se ha mantenido prácticamente constante en alrededor del 45% a lo largo del siglo XX, a pesar de drásticos cambios en el sistema educativo y en el número de estudiantes.

La educación tiene como función social básica: “Ampliar las oportunidades educativas, para reducir desigualdades entre grupos sociales, cerrar brechas e impulsar la equidad” al dotar a los alumnos de competencias y conocimientos pertinentes que funcionan como base y estructura sólida para construir una trayectoria individual y comunitaria, productiva e integral (SEP, 2006).

La deserción escolar es un problema fundamental que se encuentra en el centro de atención de las políticas y las acciones realizadas por la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS). Tomando en cuenta el modelo que sigue el sistema educativo mexicano, el primer requisito para lograr que los mexicanos puedan recibir una educación de buena calidad, radica en garantizar el acceso y la permanencia en un programa educativo que, de acuerdo con la Reforma Integral de la Educación Media Superior, puede ser presencial, intensiva, virtual, autoplaneada, mixta o certificada en exámenes (Martínez, 2012).

Uno de los principales problemas entre los jóvenes universitarios mexicanos es el alto índice de abandono de los estudios superiores. De acuerdo con información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en México sólo se gradúa 25 por ciento de quienes cursan este nivel. Estudiosos del fenómeno de deserción señalaron que esto se debe, en parte, a que la universidad no cumple las expectativas de los jóvenes y a que muchos alumnos no estudian en el colegio de su preferencia. Pese a ello, el sistema universitario no asume su responsabilidad y deja la carga de ese fracaso a los alumnos y sus familias, agregaron.

Herlinda Suárez, académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), indicó que los resultados de la Encuesta Nacional de la Juventud (ENJ) 2010 muestran que 76 por ciento de los jóvenes de 12 a 29 años afirma que le gustaría llegar a licenciatura. Sin embargo, sólo 23 por ciento de los de 18 a 29 años contaban con estudios en ese nivel, que no necesariamente concluyeron (Olivares, 2013).

La Encuesta Nacional de Deserción en la Educación Media Superior (ENDEMS) muestra que la escolaridad de los padres es un factor que incide en la trayectoria educativa de los jóvenes, ejemplo de ello es que entre los jóvenes que abandonaron la escuela el 65% reportó que sus padres sólo alcanzaron estudios inferiores al nivel medio superior y sólo 8% de quienes desertaron reportó que sus padres iniciaron o concluyeron la educación superior y, por lo tanto, aquellos jóvenes cuyos padres estudiaron la Educación Superior tienen 18% menos probabilidades de desertar. Así mismo la diferencia en los ingresos entre quienes abandonan el nivel medio superior y quienes lo concluyen puede transmitirse generacionalmente y agravar con ello la desigualdad social (Martínez, 2012).

Para Tinto y Giovagnoli, entienden la deserción como una situación a la que se enfrenta un estudiante cuando aspira y no logra concluir su proyecto educativo, considerándose como desertor a aquel individuo que siendo estudiante de una institución de educación superior no presenta actividad académica durante tres semestres académicos consecutivos.

La Deserción es el abandono que hace el alumno de los cursos o carrera a los que se ha inscrito, o suspensión definitiva o temporal, voluntaria o forzada de los estudio (Quiñones, Duarte González, Chaín, Jácome, Cruz, 2007). Puede hablarse también de cambios, suspensión y reanudación, sin embargo a final de cuentas, el desertar se toma como abandonar la universidad. Este aspecto depende de muchos factores que tanto alumnos, como instituciones propician y son responsables de él. Dentro de este concepto se aclara que es el alumno el que decide abandonar sus estudios, en este caso durante un año, por motivos diferentes a los académicos y de manera voluntaria.

Se pueden diferenciar dos tipos de abandonos en estudiantes universitarios: uno con respecto al tiempo y el otro referido al espacio. Con respecto al tiempo, puede hablarse entonces de (a) deserción precoz, individuo que habiendo sido aceptado por la universidad no se matricula; (b) temprana, individuo que abandona los estudios en los cuatro primeros semestres; y (c) tardía, individuo que abandona los estudios en los últimos seis semestres. En cuanto al espacio se puede hablar de (a) deserción institucional, cuando el estudiante abandona la universidad; (b) interna o del programa académico, cuando el alumno decide cambiar su programa académico por otro que ofrece la misma institución universitaria y (c) la deserción del sistema educativo (Pérez, 2015).

El Centro de Microdatos del Departamento de Economía de la Universidad de Chile (2008), realizo un estudio que tenía por objetivo identificar las principales causas de la deserción universitaria en primer año, llegando a la conclusión de que existirían tres causas determinantes: problemas vocacionales, situación económica de los padres, y rendimiento académico. Los problemas vocacionales, se refieren al problema de que el alumno ingresó a un programa que no era de su preferencia, y/o que tuvo dificultades en el acceso a información y orientación vocacional antes de postular, cuestión que afectaría principalmente a estudiantes con menor apoyo de redes sociales, especialmente de los primeros quintiles de ingreso.

La situación económica menciona que los alumnos más pobres, se enfrentan a los problemas del costo de oportunidad derivado del tiempo destinado al estudio en vez de al trabajo, con la consecuente no contribución al ingreso familiar. Esto mismo los deja en una situación de mayor vulnerabilidad económica, tal que, ante la cesantía de alguno de los padres o la disminución por otros motivos del ingreso familiar, “algunos estudiantes optarían por desertar de la educación superior, para ingresar a la fuerza de trabajo y contribuir a financiar su mantención”. Otro factor importante es el bajo rendimiento de los estudiantes en los primeros semestres, el cual tendría como determinantes la “baja motivación, en general, y problemas vocacionales en particular; debilidades académicas previas; debilidades en metodologías de enseñanza y aprendizaje; insatisfacción con la carrera”.