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Dietas antiinflamatorias y su repercusión en la salud: una revisión bibliográfica

Dietas antiinflamatorias y su repercusión en la salud: una revisión bibliográfica

Autora principal: Irene Toran Bellido

Vol. XX; nº 17; 912

Anti-inflammatory diets and their impact on health: a literature review

Fecha de recepción: 27 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 2 de septiembre de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 17 – Primera quincena de Septiembre de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 17; 912

Autores:

Irene Toran Bellido, Enfermera Especialidades HOP Teruel
Andrea Ibáñez Romero, Enfermera Especialidades HOP Teruel
Patricia Cortés Egeda, Enfermera HOP Teruel
Ana María Luca Simón, Enfermera HOP Teruel
Irene Sanz Gómez, Enfermera HOP Teruel

Resumen

La inflamación es una respuesta biológica esencial para la reparación y defensa del organismo frente a lesiones o infecciones. Sin embargo, cuando se vuelve crónica, está implicada en el desarrollo y progresión de múltiples enfermedades no transmisibles como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, cáncer y trastornos neurodegenerativos. Esta inflamación crónica de bajo grado se caracteriza por la elevación sostenida de biomarcadores inflamatorios como la proteína C reactiva, interleucinas y el factor de necrosis tumoral alfa.

La alimentación juega un papel crucial en la modulación de la inflamación sistémica. Dietas como la mediterránea, DASH y basadas en plantas han demostrado efectos antiinflamatorios gracias a su alto contenido en fibra, antioxidantes, ácidos grasos saludables y bajo consumo de grasas saturadas y azúcares refinados. Estos patrones dietéticos ayudan a reducir la expresión de moléculas proinflamatorias y mejoran la función inmunitaria, contribuyendo a la prevención y control de la inflamación crónica.

La dieta mediterránea destaca por su impacto en la reducción de biomarcadores inflamatorios y la prevención de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, gracias a su énfasis en frutas, verduras, aceite de oliva y pescado. La dieta DASH también presenta efectos antiinflamatorios asociados a su riqueza en antioxidantes y minerales. Las dietas vegetarianas y veganas, por su parte, disminuyen la inflamación mediante un alto consumo de alimentos vegetales, aunque requieren planificación para evitar deficiencias nutricionales.

Otras estrategias emergentes incluyen la dieta paleolítica, dietas basadas en alimentos integrales y el ayuno intermitente, que muestran potencial antiinflamatorio aunque con evidencia aún limitada.

En conclusión, promover dietas antiinflamatorias es fundamental para mejorar la salud pública, prevenir enfermedades crónicas y reducir la carga sanitaria, requiriendo educación, políticas de acceso a alimentos saludables y adaptaciones culturales.

Palabras clave

Dieta, inflamación, consecuencias, proinflamatorio, nutrición.

Abstract

Inflammation is an essential biological response for the repair and defense of the body against injuries or infections. However, when it becomes chronic, it is involved in the development and progression of multiple non-communicable diseases such as cardiovascular diseases, type 2 diabetes, obesity, cancer, and neurodegenerative disorders. This low-grade chronic inflammation is characterized by the sustained elevation of inflammatory biomarkers such as C-reactive protein, interleukins, and tumor necrosis factor-alpha.

Nutrition plays a crucial role in modulating systemic inflammation. Diets such as the Mediterranean, DASH, and plant-based diets have demonstrated anti-inflammatory effects due to their high content of fiber, antioxidants, healthy fatty acids, and low consumption of saturated fats and refined sugars. These dietary patterns help reduce the expression of pro-inflammatory molecules and improve immune function, contributing to the prevention and control of chronic inflammation.

The Mediterranean diet stands out for its impact on reducing inflammatory biomarkers and preventing cardiovascular and metabolic diseases, thanks to its emphasis on fruits, vegetables, olive oil, and fish. The DASH diet also shows anti-inflammatory effects associated with its richness in antioxidants and minerals. Vegetarian and vegan diets, in turn, reduce inflammation through high consumption of plant-based foods, although they require careful planning to avoid nutritional deficiencies.

Other emerging strategies include the Paleolithic diet, whole-food-based diets, and intermittent fasting, which show potential anti-inflammatory effects, although the evidence is still limited.

In conclusion, promoting anti-inflammatory diets is fundamental to improving public health, preventing chronic diseases, and reducing healthcare burdens, requiring education, policies that facilitate access to healthy foods, and cultural adaptations.

Keywords

Diet, inflammation, consequences, pro-inflammatory, nutrition.

Introducción

La inflamación es una respuesta biológica fundamental ante lesiones o infecciones que, en condiciones normales, ayuda a la reparación y defensa del organismo. Sin embargo, cuando la inflamación se vuelve crónica y persistente, se asocia con el desarrollo y progresión de múltiples enfermedades no transmisibles, tales como enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, obesidad, cáncer, enfermedades neurodegenerativas y trastornos autoinmunes. Esta inflamación de bajo grado se caracteriza por una elevación sostenida de biomarcadores inflamatorios, incluyendo la proteína C reactiva de alta sensibilidad (hs-CRP), interleucinas proinflamatorias (IL-6, IL-1β), factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), y moléculas de adhesión celular.1,2

En los últimos años, la alimentación ha emergido como un factor modulador clave de la inflamación sistémica. Distintos patrones dietéticos han sido estudiados para identificar aquellos que favorecen un estado antiinflamatorio, con potencial para prevenir o mitigar enfermedades crónicas. Entre ellos, destacan la dieta mediterránea, la dieta DASH y las dietas basadas en plantas, las cuales comparten características nutricionales que incluyen un alto consumo de alimentos de origen vegetal ricos en fibra, antioxidantes y grasas saludables, y una reducción significativa de alimentos procesados y ricos en grasas saturadas y azúcares refinados (Calder et al., 2019).1

Esta revisión tiene como objetivo analizar y discutir la evidencia científica actual acerca de las dietas antiinflamatorias y su repercusión en la salud, enfatizando los mecanismos biológicos involucrados, las evidencias clínicas y las consideraciones prácticas para su adopción.

Desarrollo

Concepto y asociación con la nutrición

La inflamación es un proceso biológico complejo regulado por el sistema inmunológico, cuyo propósito principal es eliminar agentes dañinos y facilitar la reparación de tejidos afectados. Mientras que la inflamación aguda constituye una respuesta temporal y protectora ante infecciones o lesiones, su persistencia prolongada da lugar a la inflamación crónica, un estado patológico que puede generar daño tisular y alterar funciones fisiológicas esenciales.1,3

Este proceso inflamatorio crónico se caracteriza por una activación sostenida y moderada del sistema inmunitario, muchas veces imperceptible, que contribuye de manera significativa a la fisiopatología de diversas enfermedades crónicas no transmisibles, tales como patologías cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, enfermedades neurodegenerativas (incluyendo Alzheimer y Parkinson), ciertos tipos de cáncer y trastornos metabólicos. A nivel molecular, esta inflamación prolongada se asocia con estrés oxidativo, desequilibrio metabólico y disfunción endotelial, factores que amplifican la progresión de dichas enfermedades.1,3

El mantenimiento constante de un entorno inflamatorio genera una liberación continua de citocinas proinflamatorias, especies reactivas de oxígeno y otros mediadores bioquímicos que dañan los tejidos y alteran la función celular. Además, este desequilibrio afecta la homeostasis metabólica y la respuesta inmune, exacerbando el riesgo y la gravedad de las enfermedades crónicas. Desde el punto de vista clínico, la inflamación crónica impacta negativamente la calidad de vida, manifestándose en síntomas como fatiga persistente, dolor crónico, trastornos del sueño y deterioro cognitivo, lo que puede desencadenar un ciclo que perpetúa el estado inflamatorio y dificulta el tratamiento.2,3

La nutrición juega un papel fundamental en la modulación de la inflamación. Dietas con alto contenido en grasas saturadas, azúcares refinados, grasas trans y aditivos alimentarios pueden inducir un estado proinflamatorio mediante la activación de vías metabólicas que incrementan la producción de citocinas inflamatorias. En contraposición, el consumo de alimentos ricos en nutrientes y compuestos bioactivos con propiedades antiinflamatorias —como los ácidos grasos omega-3, polifenoles, fibra dietética, vitaminas (E, C, D), minerales (magnesio, zinc) y fitoquímicos presentes en frutas, verduras, legumbres, granos enteros, frutos secos y pescado— contribuye a disminuir la expresión de moléculas proinflamatorias y a mejorar la función inmunitaria.1,3

Por lo tanto, adoptar patrones dietéticos equilibrados y ricos en estos componentes puede representar una estrategia eficaz para prevenir y controlar la inflamación crónica, mejorando así la salud poblacional y la calidad de vida, y reduciendo la incidencia y progresión de enfermedades crónicas no transmisibles. La prevención de la inflamación mediante la nutrición, junto con cambios en el estilo de vida, constituye un objetivo prioritario en salud pública debido a su potencial para disminuir la carga económica y social asociada con estas patologías.4

Dietas antiinflamatorias

Dieta mediterránea

La dieta mediterránea representa uno de los patrones alimentarios más estudiados con efectos antiinflamatorios comprobados. Originaria de regiones mediterráneas, esta dieta se basa en un consumo alto de frutas, verduras, legumbres, frutos secos, aceite de oliva extra virgen como fuente principal de grasa, pescado y mariscos, con un consumo moderado de vino tinto y lácteos, y bajo consumo de carnes rojas y procesadas.3

Diversos estudios clínicos han demostrado que la adherencia a la dieta mediterránea disminuye biomarcadores inflamatorios. Por ejemplo, Estruch et al. (2013) en el estudio PREDIMED, un ensayo clínico aleatorizado, mostraron que sujetos con riesgo cardiovascular que siguieron una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva o frutos secos durante cinco años presentaron una reducción significativa de hs-CRP, IL-6 y moléculas de adhesión, comparado con el grupo control.3,4

Los mecanismos detrás de estos efectos incluyen el aporte de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados omega-3 que modulan la producción de eicosanoides y citocinas inflamatorias, el alto contenido en antioxidantes que reduce el estrés oxidativo, y la fibra dietética que favorece la salud intestinal y modula la respuesta inmune.4

Además, esta dieta ha demostrado beneficios en la reducción de eventos cardiovasculares, mejor control glicémico en diabetes tipo 2, y disminución del riesgo de enfermedades neurodegenerativas y ciertos tipos de cáncer.4

Dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension)

Diseñada inicialmente para el control de la hipertensión arterial, la dieta DASH enfatiza el consumo de frutas, verduras, granos enteros, lácteos bajos en grasa, proteínas magras y la reducción del sodio. Aunque su principal impacto es sobre la presión arterial y el perfil lipídico, estudios recientes han evaluado su efecto antiinflamatorio. Se ha reportado que la dieta DASH puede reducir biomarcadores inflamatorios como hs-CRP y TNF-α, aunque los resultados no son tan consistentes como con la dieta mediterránea.2,3

Los efectos antiinflamatorios de la dieta DASH se atribuyen a su alto contenido en antioxidantes, fibra y minerales como el potasio y magnesio, que contribuyen a mejorar la función endotelial y reducir la activación de células inmunitarias inflamatorias.2

Dietas vegetarianas y veganas

Las dietas vegetarianas y veganas han ganado relevancia por su asociación con beneficios para la salud y el medio ambiente. Estas dietas eliminan o limitan el consumo de productos animales y se caracterizan por una alta ingesta de alimentos vegetales, ricos en fibra, fitoquímicos y antioxidantes.3

Varios estudios indican que las dietas basadas en plantas disminuyen la inflamación sistémica. Se han observado reducciones significativas en hs-CRP y otros marcadores inflamatorios en sujetos que siguieron dietas vegetarianas o veganas, en comparación con dietas convencionales. Los mecanismos involucran la reducción de grasas saturadas, aumento de fibra prebiótica que modula la microbiota intestinal y disminuye la permeabilidad intestinal, y el aporte de compuestos antioxidantes que contrarrestan el estrés oxidativo.5,6

Sin embargo, la exclusión total de alimentos animales requiere una planificación cuidadosa para evitar deficiencias nutricionales en vitamina B12, hierro, calcio y ácidos grasos omega-3, nutrientes claves para la función inmune y la salud general.6

Otras dietas con potencial antiinflamatorio

Dieta paleolítica

Busca emular la alimentación de los humanos preagrícolas, basada en carnes magras, pescado, frutas, verduras, frutos secos y semillas, evitando cereales, legumbres y alimentos procesados. Algunos estudios sugieren que esta dieta puede reducir marcadores inflamatorios y mejorar la sensibilidad a la insulina, aunque la evidencia es aún limitada y se requieren estudios a largo plazo.7

Dieta basada en alimentos integrales

Promueve el consumo de alimentos mínimamente procesados, como granos enteros, frutas, verduras, legumbres y proteínas magras. Estudios han demostrado que este enfoque mejora los marcadores inflamatorios y metabólicos, posiblemente por la sinergia entre fibra, antioxidantes y nutrientes.8

Ayuno intermitente y restricción calórica

Algunos estudios recientes indican que prácticas como el ayuno intermitente y la restricción calórica pueden reducir inflamación y estrés oxidativo, aunque estos enfoques están aún en etapa de investigación y deben evaluarse con precaución.8

Impacto clínico y salud pública

La reducción de la inflamación mediante la dieta tiene repercusiones clínicas importantes. La inflamación sistémica crónica es un factor de riesgo independiente para enfermedad cardiovascular, diabetes, obesidad y cáncer. La adherencia a largo plazo es el mayor desafío, y factores culturales, socioeconómicos y personales deben considerarse para el éxito de las intervenciones dietéticas.1,9

Adoptar dietas antiinflamatorias puede prevenir la aparición y progresión de estas enfermedades, mejorar la calidad de vida y reducir costos sanitarios. Sin embargo, la implementación requiere educación nutricional, cambios en políticas alimentarias, y estrategias que promuevan el acceso a alimentos saludables, especialmente en poblaciones vulnerables.1,4

Conclusión

En conclusión, las dietas antiinflamatorias, especialmente la dieta mediterránea, la dieta DASH y las dietas basadas en plantas, representan estrategias nutricionales efectivas para modular la inflamación sistémica crónica, la cual está estrechamente vinculada con la aparición y progresión de diversas enfermedades no transmisibles como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, cáncer y trastornos neurodegenerativos. La evidencia científica acumulada demuestra que estos patrones alimentarios contribuyen significativamente a la reducción de biomarcadores inflamatorios y a la mejora de parámetros clínicos relacionados con la salud cardiovascular, metabólica y neurológica, favoreciendo así una mejor calidad de vida.9

Además, la adopción de estas dietas no solo tiene beneficios individuales, sino también un impacto importante en la salud pública, al disminuir la carga económica y social derivada de las enfermedades crónicas. Para lograr una implementación efectiva, es fundamental que las estrategias de promoción incluyan educación nutricional, políticas que faciliten el acceso a alimentos saludables, y enfoques personalizados que consideren factores culturales, socioeconómicos y de preferencias individuales. La adherencia a largo plazo a estos patrones dietéticos es un desafío clave que debe abordarse mediante intervenciones integrales y sostenibles.1,9

Finalmente, aunque la evidencia actual es sólida, se requiere más investigación para profundizar en los mecanismos moleculares involucrados, evaluar los efectos a largo plazo de estas dietas en diferentes poblaciones, y desarrollar recomendaciones dietéticas adaptadas a las necesidades específicas de cada grupo. En conjunto, la promoción de dietas antiinflamatorias debe ser una prioridad dentro de las políticas de salud pública para avanzar hacia la prevención efectiva y el control de enfermedades crónicas, mejorando el bienestar global.4,9

Bibliografía

1. Furman D, Campisi J, Verdin E, et al. Chronic inflammation in the etiology of disease across the life span. Nat Med. 2019;25(12):1822–1832. doi:10.1038/s41591-019-0675-0.
2. Libby P, Ridker PM, Hansson GK. Inflammation in atherosclerosis: from pathophysiology to practice. J Am Coll Cardiol. 2009 Dec 8;54(23):2129-38. doi: 10.1016/j.jacc.2009.09.009
3. Galland L. Diet and inflammation. Nutr Clin Pract. 2010 Dec;25(6):634-40. doi: 10.1177/0884533610385703
4. Estruch R, Ros E, Salas-Salvadó J, Covas MI, Corella D, Arós F, et al. Primary prevention of cardiovascular disease with a Mediterranean diet. N Engl J Med. 2013 Apr 4;368(14):1279-90. doi:10.1056/NEJMoa1200303.
5. Craig WJ. Nutrition concerns and health effects of vegetarian diets. Nutr Clin Care. 2002 Dec;5(6):324-36. doi:10.1046/j.1523-5408.2002.00053.x
6. Menzel J, Jabakhanji A, Biemann R, Mai K, Abraham K, Weikert C. Systematic review and meta-analysis of the associations of vegan and vegetarian diets with inflammatory biomarkers. Sci Rep. 2020;10(1):21736. doi:10.1038/s41598-020-78426-8
7. Otten J, Stomby A, Waling M, Sjödin A, Dahlqvist A. Paleolithic diet effects on clinical disease risk factors in humans: a systematic review and meta-analysis. J Nutr Sci. 2016;5:e29
8. Mattson MP, Longo VD, Harvie M. Impact of intermittent fasting on health and disease processes. Ageing Res Rev. 2017;39:46-58.
9. Sofi F, Macchi C, Abbate R, Gensini GF, Casini A. Mediterranean diet and health status: an updated meta-analysis and a proposal for a literature-based adherence score. Public Health Nutr. 2014;17(12):2769-82.

Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses.
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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