Ejercicio físico en esclerosis múltiple: Una estrategia terapéutica para mejorar la movilidad y la función cognitiva
Autora principal: Andrea Ibáñez Romero
Vol. XX; nº 16; 868
Physical exercise in multiple sclerosis: A therapeutic strategy to improve mobility and cognitive function
Fecha de recepción: 10 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 14 de agosto de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 16 – Segunda quincena de Agosto de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 16; 868
Autores:
Andrea Ibáñez Romero, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Patricia Cortés Egeda, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Ana María Luca Simón, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Marta Gascón Sánchez, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Irene Sanz Gómez, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Irene Torán Bellido, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Resumen
La esclerosis múltiple (EM) es una afección neurológica crónica, inflamatoria y autoinmune que afecta al sistema nervioso central, desencadenando diversos síntomas tanto motores como cognitivos. Históricamente, se consideraba que la actividad física podía agravar la sintomatología de la EM, lo que llevó a desaconsejar su práctica. Sin embargo, las investigaciones más recientes han evidenciado que, cuando se aplica de manera controlada y adaptada, el ejercicio puede tener un efecto terapéutico significativo. Esta revisión tiene como objetivo analizar el impacto del ejercicio físico en la calidad de vida de los pacientes con EM, especialmente en aspectos relacionados con la movilidad, la fatiga, el deterioro cognitivo y el bienestar emocional. Se examinan también los mecanismos fisiopatológicos que explican estos efectos, y se presentan recomendaciones actuales sobre la prescripción de programas de actividad física personalizados.
Palabras clave
Esclerosis múltiple, ejercicio, enfermedad desmielinizante autoinmune, actividad física, fatiga.
Abstract
Multiple sclerosis (MS) is a chronic, inflammatory, and autoimmune neurological condition that affects the central nervous system, resulting in a wide range of motor, sensory, and cognitive symptoms. Historically, physical activity was discouraged due to fears of symptom exacerbation. However, recent studies indicate that controlled and individualized exercise can offer therapeutic benefits. This review aims to explore the impact of physical activity on patients with MS, particularly regarding mobility, fatigue, cognitive function, and emotional well-being. Physiological mechanisms underlying these benefits are discussed, along with current recommendations for exercise prescription tailored to individual needs. The article also explores innovative rehabilitation strategies, including the use of virtual reality, electrical stimulation, and artificial intelligence. The integration of personalized exercise programs emerges as a key element in improving patients’ quality of life and mitigating disease progression.
Keywords
Multiple sclerosis, exercise, autoimmune demyelinating disease, fitness trackers, fatigue.
Introducción
La esclerosis múltiple es una enfermedad neurodegenerativa de etiología autoinmune, caracterizada por un proceso inflamatorio crónico que afecta la mielina de las neuronas en el sistema nervioso central. La desmielinización provoca alteraciones en la conducción nerviosa, lo que da lugar a síntomas neurológicos variados y de intensidad fluctuante. Este daño es provocado por una respuesta inmune anómala en la que el sistema inmunológico ataca por error a componentes propios, generando inflamación, daño axonal y pérdida progresiva de función.
Entre los síntomas más frecuentes se incluyen la debilidad muscular, espasticidad, alteraciones visuales como la neuritis óptica, pérdida de sensibilidad, alteraciones del equilibrio y coordinación, trastornos urinarios e intestinales, y deterioro cognitivo. Además, la fatiga crónica es uno de los síntomas más incapacitantes y prevalentes, afectando hasta al 80% de los pacientes.
El diagnóstico de EM no se basa en una prueba única, sino en una combinación de datos clínicos, pruebas de imagen y exámenes complementarios. Los principales métodos diagnósticos incluyen:
Resonancia magnética (RM): Es la herramienta más utilizada, permitiendo visualizar las lesiones desmielinizantes y diferenciar entre lesiones activas (captación de gadolinio) y crónicas.
Tomografía computarizada: Aunque menos sensible que la RM, puede aportar información complementaria.
Punción lumbar: Se analizan los niveles de inmunoglobulinas y la presencia de bandas oligoclonales, indicativas de inflamación crónica en el sistema nervioso central.
Potenciales evocados: Evalúan la velocidad de conducción de los impulsos nerviosos en distintas vías, como la visual, auditiva y somatosensorial.
Criterios de McDonald: Establecen criterios clínicos y radiológicos para confirmar la diseminación de la enfermedad en tiempo y espacio.
La prevalencia de EM varía según la región geográfica y factores ambientales. Es más común en países del hemisferio norte y afecta con mayor frecuencia a mujeres en una proporción de 3 a 1. Si bien la enfermedad no es hereditaria en sentido estricto, existe una predisposición genética vinculada a ciertos alelos del HLA, en particular el HLA-DRB1*15:01. También se ha relacionado con deficiencia de vitamina D, infecciones por virus como Epstein-Barr, y hábitos como el tabaquismo.
En el pasado, los profesionales de la salud recomendaban a los pacientes con EM evitar el ejercicio debido a la posibilidad de empeoramiento de síntomas. No obstante, en la última década, el paradigma ha cambiado drásticamente. Diversos estudios clínicos han demostrado que el ejercicio moderado y adaptado no solo es seguro, sino que puede proporcionar beneficios fisiológicos y psicológicos relevantes.
Efectos del ejercicio físico en la EM
Numerosos estudios han mostrado que el ejercicio físico tiene múltiples beneficios para las personas que viven con EM. No solo mejora la condición física general, sino que también influye positivamente en aspectos cognitivos y emocionales.
Mejora de la movilidad: La actividad física regular, especialmente el entrenamiento funcional, mejora la marcha y la estabilidad postural. Esto es crucial para prevenir caídas y favorecer la autonomía.
Aumento de la fuerza muscular: El fortalecimiento de los grandes grupos musculares, en especial del tren inferior, contribuye significativamente a la mejora del equilibrio y de la movilidad global.
Reducción de la fatiga: El ejercicio aeróbico practicado de forma progresiva ha mostrado reducir los niveles de fatiga autoinformada.
Mejora de la función cognitiva: El entrenamiento físico está vinculado a la mejora de la memoria de trabajo, la atención sostenida y la velocidad de procesamiento, posiblemente por el aumento del flujo sanguíneo cerebral.
Efectos antiinflamatorios y neuroprotectores: Se ha propuesto que la actividad física modula el sistema inmunológico, disminuyendo la producción de citoquinas proinflamatorias.
Incremento del bienestar emocional: Disminuye la sintomatología depresiva y ansiosa, promoviendo una actitud más positiva frente a la enfermedad.
Tipos de ejercicios recomendados
El ejercicio físico para personas con EM debe seleccionarse cuidadosamente teniendo en cuenta el nivel de discapacidad, los síntomas predominantes y las capacidades individuales. Cada modalidad de ejercicio ofrece beneficios específicos que contribuyen a la mejora general del estado de salud del paciente.
Ejercicio aeróbico: Actividades como caminar, nadar, montar en bicicleta o usar una bicicleta estática son opciones eficaces para mejorar la capacidad cardiorrespiratoria, disminuir la fatiga y favorecer el bienestar psicológico. Se recomienda realizar al menos 30 minutos de ejercicio aeróbico, entre tres y cinco veces por semana, con una intensidad moderada y progresiva. Este tipo de ejercicio también favorece la liberación de endorfinas, lo que contribuye a mejorar el estado de ánimo.
Entrenamiento de resistencia: Este tipo de ejercicio incluye el uso de pesas, máquinas de gimnasio, bandas elásticas o el propio peso corporal. El entrenamiento de fuerza ayuda a preservar y aumentar la masa muscular, fortalece los huesos y mejora la postura y el equilibrio. Es importante priorizar ejercicios que involucren tanto el tren superior como el inferior, con una frecuencia de dos a tres veces por semana, dejando al menos un día de descanso entre sesiones.
Ejercicios de equilibrio y coordinación: Actividades como el yoga, el taichi, el pilates y ejercicios funcionales centrados en el control del núcleo corporal pueden mejorar la estabilidad, la propiocepción y la coordinación motora. Este tipo de entrenamiento es especialmente beneficioso para prevenir caídas y mejorar la confianza en los movimientos diarios. Además, estas actividades incluyen técnicas de respiración y relajación que ayudan a reducir la ansiedad.
Hidroterapia: Realizar ejercicios dentro del agua templada reduce la carga sobre las articulaciones y mejora la movilidad. El medio acuático ofrece resistencia natural que ayuda a trabajar la fuerza muscular sin el riesgo de lesiones. Además, la flotabilidad facilita la ejecución de movimientos complejos y favorece la participación de pacientes con discapacidades físicas más severas. Las sesiones de hidroterapia pueden realizarse dos o tres veces por semana bajo supervisión profesional.
Ejercicios de estiramiento: Son cruciales para mantener la flexibilidad muscular, prevenir la rigidez y reducir la espasticidad. Se recomienda integrar rutinas de estiramientos activos y pasivos al inicio y final de cada sesión de entrenamiento. Los estiramientos específicos para músculos comúnmente afectados, como los isquiotibiales, cuádriceps y músculos de la espalda, deben realizarse diariamente para mantener la amplitud de movimiento.
Ejercicios respiratorios y de relajación: Estos ejercicios, a menudo incorporados en prácticas de yoga o mindfulness, ayudan a mejorar la capacidad pulmonar, promover un estado de relajación profunda y reducir el estrés. El control de la respiración es una herramienta útil para gestionar episodios de ansiedad o fatiga intensa.
Entrenamiento cognitivo combinado con actividad física: Algunos programas integran tareas cognitivas mientras se realiza ejercicio físico (dual-task training). Este enfoque mejora simultáneamente la función ejecutiva y el rendimiento motor, lo cual es útil en pacientes que presentan deterioro cognitivo leve.
La combinación de distintas modalidades, en un programa de ejercicio integral y progresivo, permite abordar múltiples áreas afectadas por la EM. La clave del éxito terapéutico radica en la adaptación continua del programa según la evolución de la enfermedad y la respuesta del paciente al entrenamiento.
Estrategias innovadoras en rehabilitación
La rehabilitación neurológica se ha beneficiado enormemente de la introducción de nuevas tecnologías que permiten personalizar los tratamientos:
Realidad virtual (RV): Aplicaciones de RV permiten simular entornos controlados donde los pacientes pueden realizar ejercicios motores y cognitivos en escenarios motivadores, lo que facilita la adherencia terapéutica.
Estímulos eléctricos funcionales: Esta tecnología permite activar grupos musculares específicos mediante electrodos, facilitando movimientos como la marcha o la prensión manual.
Programas guiados por inteligencia artificial: Algunos desarrollos recientes permiten generar rutinas de ejercicio personalizadas a partir de la monitorización de datos en tiempo real, adaptando la carga de trabajo según la respuesta fisiológica del paciente.
Contraindicaciones y precauciones
Aunque el ejercicio tiene efectos terapéuticos evidentes, también puede implicar riesgos si no se adapta adecuadamente:
Fenómeno de Uhthoff: Se refiere al empeoramiento transitorio de los síntomas neurológicos como consecuencia del aumento de la temperatura corporal. Para evitarlo, se recomienda realizar ejercicio en ambientes frescos y bien ventilados, y mantener una hidratación adecuada.
Evitar la fatiga extrema: El sobreentrenamiento puede producir el efecto contrario al deseado. Por ello, es clave ajustar la intensidad del ejercicio a la tolerancia del paciente.
Supervisión profesional: El acompañamiento de fisioterapeutas o entrenadores con experiencia en EM es esencial para asegurar la seguridad y eficacia del programa.
Evaluación previa: Antes de iniciar cualquier programa de actividad física, se debe realizar una valoración médica completa.
Conclusión
La evidencia científica respalda firmemente el uso del ejercicio físico como una estrategia terapéutica eficaz en pacientes con esclerosis múltiple. Lejos de empeorar la condición, su práctica adecuada y supervisada mejora no solo la movilidad y la fuerza muscular, sino también el estado emocional, la función cognitiva y la calidad de vida en general.
Además, se ha observado que el ejercicio puede ejercer un papel modulador sobre la inflamación y la neurodegeneración, actuando como coadyuvante en el tratamiento integral. La clave está en individualizar las rutinas, evitar el sobreesfuerzo y asegurar un entorno seguro y motivador.
Futuros estudios deberán profundizar en los mecanismos moleculares implicados y en la eficacia de nuevas modalidades de ejercicio, incluyendo aquellas mediadas por tecnologías emergentes. La integración del ejercicio en el abordaje terapéutico de la EM representa una oportunidad tangible para mejorar el pronóstico y bienestar de los pacientes.
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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.