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El covid-19 y las vacunas. Una revisión sistemática

El covid-19 y las vacunas. Una revisión sistemática

Autora principal: Esther Cruz Solas

Vol. XVII; nº 18; 749

Covid-19 and vaccines. A systematic review

Fecha de recepción: 03/08/2022

Fecha de aceptación: 16/09/2022

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XVII. Número 18 Segunda quincena de Septiembre de 2022 – Página inicial: Vol. XVII; nº 18; 749

Autora: Esther Cruz Solas, graduada en enfermería en la facultad de ciencias de la salud de la Universidad de Jaén. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

Coautores:

Patricia Blasco Serrano, graduada en enfermería en la Universidad de Zaragoza. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

Javier Jesús Júdez Pérez, graduado en enfermería en la Universidad San Jorge de Zaragoza. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

Cristina Seijas Malavé, graduada en enfermería en la Universidad de Zaragoza. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

Belén Faci Gracia, graduada en enfermería en la Universidad de San Jorge de Zaragoza. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

Raquel Pérez Navarro, graduada en enfermería en la Universidad de Zaragoza. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

Alberto Espeso Izquierdo, graduado en enfermería en la Universidad de Zaragoza. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza (España).

RESUMEN

El rechazo por parte de la sociedad hacia las vacunas supone una gran amenaza de salud pública y, además, se ha visto agudizado debido a la actual crisis por COVID-19. El SARS-CoV-2 es la nueva variante de coronavirus causante de la pandemia mundial actual, lo que supone uno de los mayores retos de investigación y vacunación. En este momento, se están distribuyendo a nivel mundial vacunas procedentes de siete compañías, siendo las principales Pfizer, Moderna, Astrazeneca y Janssen.

Se ha elaborado una revisión bibliográfica narrativa estructurada, con el fin de disponer de un marco teórico completo y detallado a cerca del coronavirus y la vacunación.

Con el tiempo, el aval científico de las vacunas es mayor debido a la suma de información novedosa, lo que incrementa la aceptabilidad de la sociedad hacia ellas. Atravesar una pandemia mundial, hace que todo un planeta comparta un objetivo y es la vacunación como recurso para prevenir la enfermedad y disminuir la gravedad y mortalidad por COVID-19.

PALABRAS CLAVE

Coronavirus, COVID-19, vacunas.

ABSTRACT

Society’s rejection of vaccines poses a great public health threat and has also been exacerbated due to the current COVID-19 crisis. SARS-CoV-2 is the new variant of coronavirus causing the current global pandemic, which is one of the greatest challenges for research and vaccination. Right now, vaccines from seven companies are being distributed globally, the main ones being Pfizer, Moderna, Astrazeneca and Janssen.

A structured narrative bibliographic review has been prepared, in order to have a complete and detailed theoretical framework about the coronavirus and vaccination.

Over time, the scientific endorsement of vaccines is greater due to the addition of new information, which increases the acceptability of society towards them. Going through a global pandemic makes an entire planet share a goal and that is vaccination as a resource to prevent the disease and reduce the severity and mortality from COVID-19.

KEYWORDS

Coronavirus, COVID-19, vaccines.

  1. INTRODUCCIÓN
    • Marco conceptual.

La enfermedad que está protagonizando la pandemia actual, la COVID-19, es de etiología infecciosa y está causada por una nueva variante de coronavirus: El 2019-nCoV-2; o, como se conoce en la actualidad, el Síndrome Agudo Respiratorio Severo Corona Virus 2, sintetizado bajo las siglas SARS-CoV-2 (Singhal, 2020). Son sumamente diversos y pueden llegar a ocasionar trastornos del tracto respiratorio y digestivo, así como daños hepáticos y neurológicos de severidad variable (Ministerio de Sanidad, 2020).

  • Taxonomía.

Según el Comité Internacional de Taxonomía de Virus, los coronavirus (CoVs) forman parte de la familia Coronaviridae y, a su vez, de la subfamilia Orthocoronavirinae. Esta, en función de la estructura genética de cada virus, se divide en los siguientes cuatro géneros: Alpha-coronavirus, Beta-coronavirus, Gamma-coronavirus y Delta-coronavirus. El actual causante de la pandemia, el SARS-CoV-2, está incluido en el segundo género citado, el Beta-coronavirus.

La familia Coronaviridae engloba dos géneros de virus: Los coronavirus y los torovirus, aunque según José Manuel González (González, 2003), Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Salamanca, ambas especies pasarán a un estatus taxonómico de familia próximamente. Las familias Coronaviridae, Arteriviridae y Roniviridae, conforman un nivel de organización superior denominado Nidovirales, compartiendo una serie de características (Masters, 2006). Las especies que constituyen la familia de los coronavirus están agrupadas en tres grupos antigénicos, basándose para su clasificación en la comparación entre sus secuencias genómicas completas. Los virus de los grupos uno y dos, se benefician en su mayoría de huéspedes mamíferos, mientras que, los del grupo tres, tienen exclusivamente huéspedes aviares (Gorbalenya, 2004).

La primera ocasión en que se aisló el virus SARS-CoV fue en un niño de siete meses de edad con síntomas compatibles con una enfermedad respiratoria aguda y se logró gracias al Método VIDISCA, por el que no es necesario el conocimiento previo de la secuencia diana del virus, sino que la simple existencia de enzimas de restricción es suficiente para posteriormente amplificar la cadena mediante la prueba de la Reacción en Cadena de la enzima Polimerasa, o sus siglas en inglés, PCR (Van Der Hoek, 2004).

Sin embargo, excepcionalmente, la clasificación taxonómica del virus del SARS ha generado controversia. Dado que la secuencia de su genoma completo no demostró filogenia, sino equidistancia, entre el resto de especies pertenecientes a los tres grupos mencionados con anterioridad. En consecuencia, se propuso que el SARS-CoV pasase a ser el miembro inicial de una nueva categoría de coronavirus. El Grupo de Estudio de Coronavirus del Comité Internacional de Taxonomía de Virus (CSG-ICTV), investigó la proposición y concluyó que pertenecen al grupo uno, ya que, a pesar de las diferencias filogenéticas entre ellos, no fue considerado prototipo para establecer una cuarta categoría de especies; aunque sí un difícil reto de clasificación taxonómica. A pesar de ello, no cesó la discordancia entre autores, por lo que análisis posteriores arrojaron resultados que demostraban que el SARS-CoV estaría más estrechamente relacionado con los coronavirus de la segunda categoría. Por otra parte, aquellos investigadores que han utilizado un método bio-informático, aseguran que existe una recombinación génica entre los progenitores de los tres grupos, a pesar de sus incompatibilidades replicativas (Masters, 2006). En conclusión, aunque queda de manifiesto que este tipo de coronavirus posee características que lo convierten en único, la actual evidencia disponible y demostrable sugiere que la teoría más lógica es que está estrechamente relacionado con los coronavirus pertenecientes al segundo grupo y que no ha divergido lo suficiente como para ser el ascendiente de una cuarta clase de especies (Gorbalenya, 2004).

En la siguiente tabla, se muestran las especies de virus pertenecientes a los grupos mencionados junto a su denominación y al anfitrión que las porta.

  • Biología CoVs e implicación en el desarrollo de vacunas.

Morfológicamente, los coronavirus están envueltos por un virión esférico de 80 a 170 nanómetros (nm) de diámetro. Este a su vez está compuesto por un núcleo de ARN de cadena monocatenaria y positiva, que, particularmente, posee el genoma más grande registrado hasta la actualidad: 30 Kilobases (Kb) (Yen-Der, 2020). La secuencia del genoma de los coronavirus ha sido clave para caracterizarlos dado que permite analizar su evolución (Weiss, 2005). Además, protagoniza numerosas funciones relacionadas con el proceso de infección. En primera instancia, se encarga de transportar el ARNm a la proteína replicasa, uno de los derivados del genoma, para ser traducido. Seguidamente, se lleva a cabo el proceso de transcripción del ARN viral para finalmente, actuar en la fase de ensamblaje, el paso último en la replicación (Masters, 2006).

El ARN genómico y la proteína cápside conforman la cápside helicoidal, que tiene su lugar en el interior de la membrana viral. En ella, se hayan diversas proteínas con funciones vitales para producir patogenicidad. – Ver Tabla 1.

  • La glicoproteína de tipo I o Spike (S).

Las moléculas de la proteína S se articulan formando trímeros, lo que concede a los coronavirus su particular morfología en forma de corona (Weiss, 2005). Además, tiene un papel especialmente importante en relación a la patogenia e infección vírica, ya que guarda la capacidad de reconocer los receptores del huésped y, posteriormente, facilita que su membrana celular y el virión se fusionen. Asimismo, es fundamental para el desarrollo de la vacuna, ya que es la responsable de que se produzcan respuestas inmunitarias en el huésped (Du, 2009).

A día de hoy, existen estudios de experimentación animal que demuestran que una vacuna de ADN que codifique la proteína S es capaz de generar una respuesta inmunitaria eficaz, lo que sugiere que llevar a cabo la inmunización mediante ella es muy eficaz para prevenir la enfermedad por COVID-19 (Zhi-Yong, 2004).

Sin embargo, una vacuna a base de proteína S tiene ventajas al igual que inconvenientes. Es capaz de inducir anticuerpos neutralizantes y células T, por tanto, protección e inmunidad. Pero, por otro lado, puede llegar a provocar respuestas inmunitarias nocivas para el hígado o incluso desencadenar una infección mayor (Du, 2009). Un estudio experimental (Marcial, 2011) demuestra que una vacuna a base de trímeros de proteína S puede generar autoinmunidad en un organismo infectado por el SARS-CoV. A pesar de que, por el contrario, empleando un ensayo in vivo, la respuesta obtenida es inmunitaria y protectora en los animales de la muestra. En consecuencia, los resultados obtenidos prueban que existen problemas no concluyentes de seguridad para las vacunas a partir de proteína S. Una de las estrategias que los científicos han propuesto para suplir este fallo en la fiabilidad de la vacuna, es diseñarla de manera que abarque tan solo los determinantes antigénicos principales, que, en el caso de esta proteína, sería su dominio RBD: indispensable para que el coronavirus del SARS pueda unirse a los receptores de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) del huésped humano (Yen-Der, 2020).

  • La proteína de membrana (M).

Representa el componente más cuantioso de los coronavirus, además de aportarle forma a la cubierta exterior del virión. Su tamaño puede variar entre los 25 y 30 kilodalton (kDa) (Masters, 2006). Atraviesa la membrana en tres ocasiones, lo que la convierte en una proteína transmembrana. Es hidrófoba, además, posee un ectodominio que le permite la transducción de señales con el espacio extracelular; y una cola citoplasmática (Du, 2009).

Las vacunas a base de proteína M analizadas en modelos preclínicos no han logrado evidenciar la producción de anticuerpos neutralizadores, ni inmunidad protectora (Yen-Der, 2020).

  • La proteína de envoltura (E).

Es un componente menor del virión, a pesar de que se le considera un polipéptido debido a su tamaño, que varía entre los 8 y 12 kDa. Es frecuente que la secuencia genómica de esta proteína diverja entre los diferentes grupos de coronavirus. Pese a ello, su morfología general no permuta: posee una gran región hidrófoba, no obstante, tiene un extremo carboxilo-terminal hidrófilo que ocupa la mayor parte de la molécula (Masters, 2006). En la actualidad, existen sobre ella escasos análisis de inmunización y ninguno de los existentes demuestra capacidad inmunitaria en vacunas basadas en esta proteína (Yen-Der, 2020).

  • La nucleocápside (N).

La proteína N es el componente de tipo proteico que constituye la cápsida vírica. Su tamaño varía entre un rango de 43 a 50 kDa. Está dividida en tres dominios que comparten las mismas características. Aun así, no se ha encontrado que exista analogía entre sus secuencias, a excepción de un intervalo de 30 aminoácidos (Masters, 2006). Se encarga de unirse al paquete de ARN y participa en la transcripción viral. Tras una infección por el virus del SARS, la proteína N penetra en la célula hospedada para liberar y replicar el ARN viral. Debido a ello, su análisis en profundidad es vital para diseñar tratamientos inmunitarios. En diversas serologías se han detectado anticuerpos anti-N con alta especificidad en las primeras fases de la infección. Un estudio (Weihong, 2020) analiza la secuencia catenaria de la proteína N para demostrar su identidad con la del SARS-CoV, arrojando como resultado un 90,5% de coincidencia. Además, su análisis evolutivo la sitúa taxonómicamente en el mismo grupo que el virus del SARS.

Una vacuna a base de esta proteína no ha demostrado capacidad de inducción de anticuerpos que neutralicen la infección. Probablemente, la causa de este hecho subyace en que no se encuentra en la superficie de los coronavirus. Sin embargo, posee una ventaja con respecto a las demás proteínas, y es que se preserva en mayor medida (Yen-Der, 2020). Un estudio analítico (Zhao, 2016) evidencia que una vacuna que codifique la proteína N en su genoma puede llegar a inducir inmunidad a base de linfocitos T CD4+.

  • Proteínas accesorias: El gen HE.

El genoma de los coronavirus contiene lo que en genética se conoce como “marco de lectura abierta”, o sus siglas en inglés: “ORF”. Son genes accesorios y variables que pueden encontrarse en cualquier intervalo de la cadena, tanto de forma completa, como superpuestos con otros. Este tipo de proteínas se categorizan en función de la región en que se hallen. Una de las teorías existentes con respecto a los ORF presume que son adquiridos horizontalmente de una fuente viral primaria, como es el caso del gen HE. No obstante, no es lo común, dado que la mayoría de proteínas accesorias no poseen similitud con ninguna secuencia viral conocida hasta el momento. De cualquier modo, lo que sí ha sido analizado y contrastado es que los genes de estas proteínas no protagonizan ninguna función sustancial para la replicación de los coronavirus. La única proteína accesoria que se ha analizado con mayor profundidad es la “HE”. Morfológicamente, conforma junto a la estructura de la proteína S un conjunto auxiliar de cúspides; además, tiene capacidad transmembrana, un péptido amino-terminal y un dominio carboxi-terminal (Masters, 2006).

Su actuación durante la replicación del ARN viral se ha demostrado mediante diversos estudios (Kazi, 2005), y es que ejerce como cofactor de la proteína S colaborando de esta manera en la unión del virus a las células del receptor.

  • Desarrollo de la vacuna contra el COVID-19.

La pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 fue declarada por la OMS el 11 de marzo de 2020 (Organización Mundial de la Salud, 2020). Desde entonces, se ha buscado una solución definitiva a la enfermedad por COVID-19. Entre las opciones para enfrentarla, el desarrollo de una vacuna eficaz y segura ha supuesto la mejor alternativa para reemprender una nueva normalidad. Dada la urgencia de la situación mundial, el proceso habitual de desarrollo de una vacuna se ha visto acelerado a la fuerza para progresar de forma más ágil hacia una protección frente al contagio.

  • Fases de desarrollo de una vacuna: Convencional VS Covid-19.

El proceso de creación de una vacuna está estandarizado por la autoridad regulatoria de cada nación. Una de las más populares es la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) del Gobierno de Estados Unidos, el mando responsable de comprobar la seguridad, eficacia y calidad de las vacunas. Es un procedimiento complejo que engloba múltiples fases y la cooperación de diversas organizaciones. La regulación y la inspección están siempre presentes durante la evolución de la vacuna.

Comenzando por una etapa de exploración e investigación, los científicos llevan a cabo unos cimientos en función de la patogenia del virus. Para sustentarlos, realizarán estudios experimentales en animales que demuestren la factibilidad de la vacuna. Si el hallazgo resulta tener utilidad práctica, se continúa hacia la etapa preclínica. En ella, se elaborarán ensayos clínicos en modelos animales, cultivos celulares y/o cultivos computacionales con el propósito de evaluar la toxicidad, seguridad e inmunogenicidad de la vacuna, paso previo a su posterior análisis con personas (Administración de Medicamentos y Alimentos, 2020).

Seguidamente, con todos los pasos precursores al desarrollo clínico de la vacuna completados, los investigadores en cuestión proporcionan a la autoridad regulatoria una “Solicitud de Investigación de un Nuevo Medicamento”, si es aprobada, se pasa hacia la etapa clínica, que incluye tres subfases más. En la fase uno, se evalúa la seguridad y tolerabilidad de la vacuna en una muestra pequeña de personas, concretamente de 20 a 80 que no hayan sido expuestas a la enfermedad en materia. A continuación, en la fase dos, y ya habiendo descartado problemas de seguridad en la vacuna, se incluye una muestra mayor de personas, entre 100 y 500, esta vez con características socio-demográficas y de salud más heterogéneas. Durante ella, se juzgará nuevamente la seguridad y los potenciales efectos adversos, además de su capacidad de respuesta inmunitaria. Conjuntamente, se determinarán aspectos como el número de dosis, el intervalo de tiempo entre las mismas y las posibles vías de administración de la vacuna. En última instancia, durante la fase tres, la muestra alcanza a miles de personas y arroja mayor información sobre la inmunogenicidad y reacciones adversas de la vacuna. Asimismo, se concluye su grado de eficacia (Instituto de Salud Pública, 2020).

Una vez se concluye la etapa de desarrollo clínico con éxito, las compañías deben presentar a su agente regulador, o en su defecto, la OMS, una “Solicitud de Licencia Biológica”, en la que se incluirán todos los datos obtenidos durante las etapas de exploración y clínica. Esta será estudiada y evaluada con el fin de garantizar la seguridad, eficacia y continua farmacovigilancia de la vacuna en examen (Administración de Medicamentos y Alimentos, 2020).

Por último, cuando la vacuna ya es aprobada para su uso oficial, es incluida en un “Programa de Inspección de Registro Sanitario”, mediante el que se supervisa periódicamente (Instituto de Salud Pública, 2020).

Como queda en evidencia, el proceso de desarrollo ordinario de una vacuna es extenso, difuso y lineal. Por tanto, como consecuencia a las exigencias de la pandemia mundial, los plazos habituales para cada fase se han visto acelerados. A continuación, se adjunta una tabla que compara el periodo aproximado de todas las etapas de forma sistemática y en época COVID. – Ver Tabla 2.

  • Clasificación según la composición de las vacunas.

Una revisión bibliográfica (Yen-Der, 2020) analiza las vacunas propuestas por múltiples laboratorios y la evolución en cuanto a su fase clínica. Hasta hoy, existen cuatro vacunas inactivadas en fase III, creadas a partir de subunidades proteicas, ARN y vectores virales.

  • Vacuna en base a subunidades de proteínas.

Este tipo de vacunas son creadas a partir de fragmentos antigénicos del virus, que se obtienen a través de una recombinación de proteínas. Principalmente, para la vacuna contra el SARS, se basaron en la proteína S de longitud completa. Posteriormente, pasaron a utilizar la proteína S RBD debido a su alta capacidad de inducción de anticuerpos neutralizantes de larga duración sin causar efectos perjudiciales, al contrario que la proteína triSpike (Du, 2007).

Bajo sus beneficios se incluyen su fácil capacidad de producción, su seguridad y su buena tolerancia en el portador. Sin embargo, también destaca por su baja competencia inmunogénica; por lo que, para suplir este inconveniente, se une a adyuvantes y a moléculas inmunoestimuladoras (Yen-Der, 2020).

En cuanto a su eficacia, no se han llevado a cabo ensayos clínicos que la avalen. No obstante, sí se ha demostrado su capacidad de respuesta inmunitaria en modelos preclínicos (Li J. e., 2013).

  • Vacuna en base a vectores virales.

Se conforma a partir de virus recombinantes que incluyen antígenos en su código. Son valiosas dado que tienen la capacidad de imitar una infección natural a través de la liberación de antígenos en las células del huésped, provocando así una potente respuesta inmunitaria de tipo humoral y celular. Además, varios estudios clínicos (Venkatraman, 2017) la han puesto a prueba añadiéndole adyuvantes adicionales, sin embargo, no se encontró un aumento de inmunidad notable.

A pesar de sus apreciables ventajas, los vectores virales son organismos que han sido modificados genéticamente en un laboratorio, por lo que su liberación ha de ser considerada un riesgo para la salud de la humanidad y del medio ambiente, uno de ellos es que puede llegar a integrar su genoma al del huésped humano. Por último, su producción, además de ser un procedimiento complejo, requiere de componentes contaminantes que deben ser valorados bajo pruebas muy exhaustivas (Rauch, 2018).

Estas vacunas actúan en el antígeno de la proteína S. Una de las más aptas es la vacuna a base de adenovirus, de la que existen estudios experimentales que demuestran su eficacia contra las enfermedades causadas por el SARS (Gao, 2003) (Liu, 2005).

  • Vacuna en base a ARN.

Este tipo de vacunas se fundamentan en un ARN mensajero que codifica antígenos virales. Al ser traducido por las células del huésped, se producen proteínas antigénicas que estimulan al sistema inmunológico provocando respuestas. Usualmente, se acompañan de adyuvantes con el objetivo de potenciar su eficacia.

Entre sus ventajas se incluyen su alta adaptabilidad a nuevos patógenos, la posibilidad de ser administrada a través de múltiples vías y, a diferencia de otros modelos de vacunas, no existe riesgo de integración genómica (Yen-Der, 2020). Por el contrario, cuenta con un efecto adverso muy importante, y es que puede provocar autoinmunidad en el receptor de la vacuna (Pardi, 2018).

Además de las composiciones mencionadas, aún se mantienen en las fases iniciales vacunas basadas en partículas de tipo viral, ADN, virus vivos atenuados y virus completos inactivados (Yen-Der, 2020).

  • Avances en el progreso de la vacuna contra el COVID-19.

Como respuesta a la pandemia, el proceso de desarrollo usual de una vacuna ha pasado de ser históricamente un periodo de 10 a 15 años, a un banal tiempo de 6 a 12 meses. Para ello, se ha generado un enfoque diferente que ha traído como consecuencia cambios notables (Ibañez, 2021).

Principalmente, los laboratorios se han visto obligados a centrarse en composiciones no convencionales para la creación de las vacunas que, dadas sus capacidades para desarrollarse tan solo a partir de su información secuencial, permitían gozar de mayor ligereza durante el proceso. Además, este hecho supone un gran impulso para las vacunas de próximas generaciones (Van Riel & De Wit, 2020). Para continuar, el desarrollo de las vacunas contra el COVID-19 no han seguido un proceso lineal, sino que, en lugar de detener el proceso hasta existir datos preclínicos de las pruebas realizadas a sujetos animales, se han ido llevando a cabo ensayos clínicos simultáneamente (Lurie, 2020). Es más, las fases comunes se han superpuesto entre sí con el objetivo de acortar aún más los tiempos. Por último, dada la desmesurada y urgente demanda mundial de vacunas, las grandes empresas han aumentado su ritmo de fabricación hasta una cifra aproximada de 1000 millones de dosis anuales. Además, los gobiernos de países con mayor potencial económico mundial, como Estados Unidos y China, han colaborado fervientemente en la financiación de todas las fases implicadas en la prosperidad de las vacunas (Yen-Der, 2020).

A continuación, se exponen en mayor detalle las vacunas SARS-CoV-2 representativas de las diversas composiciones en la actualidad, con sus respectivos ensayos clínicos y datos divulgados.

  • Vacuna BioNTech–Pfizer.

Está compuesta de ARNm de nucleósidos modificados que se han formulado a base de nanopartículas lipídicas. Las principales, BNT162b1, que codifica un RBD trimérico de proteína S y BNT162b2, que codifica una proteína S de longitud completa (Yen-Der, 2020).

La FDA no ha autorizado la vacuna BioNTech–Pfizer, pero sí se ha aprobado su uso para situaciones de emergencia y prevención de la enfermedad por COVID-19 en personas mayores de 16 años (Pfizer, 2020). Por otro lado, la abogan varios ensayos clínicos recientes llevados a cabo en los Estados Unidos y Alemania. Un estudio de casos y controles con fecha de agosto de 2020, aleatoriza una muestra total de 45 personas para que una mitad reciba dos dosis separadas en el tiempo de la vacuna BNT162b1, y a la otra se le procure un placebo. Las concentraciones de IgG fueron medidas en múltiples ocasiones a lo largo del experimento, arrojando como resultado una potente inmunogenicidad tras la vacunación. Además, las IgG aumentaron sustancialmente tras la segunda dosis de la vacuna. En cuanto a sus resultados en cuanto a bio-seguridad y tolerabilidad, la reacción local en el punto de punción fue el síntoma más frecuente, seguido por fatiga y cefalea; con menor repetición, se informó de escalofríos, dolor muscular y articular. No se notificaron eventos sistémicos, además, cabe mencionar que todos los síntomas menores citados fueron mayores en el grupo de casos (Mulligan, 2020). Por otro lado, un ensayo (Sahin, 2020) evalúa la efectividad de diferentes dosis de la vacuna BNT162b1 en 60 personas sanas. En efecto, la totalidad de los participantes obtuvieron respuestas inmunes generando células T, CD4+ y CD8+.

En resumen, a pesar de que los estudios expuestos emplearon dosis desiguales de vacuna, ambos concordaron en que una cantidad de 30 a 50 μg el día 1, y a los 22 días, producía una respuesta inmunitaria eficaz. Conjuntamente, se publicó un nuevo estudio que perseguía como objetivo comparar la efectividad entre BNT162b1 y BNT162b2, disponiendo para ello de una muestra total de 195 voluntarios. Los resultados optaron por la vacuna BNT162b2 como candidata para su avance a fase II/III, dado que ambas poseen respuestas inmunitarias similares y esta demostró menos eventos sistémicos en adultos y mayores (Walsh, 2020). Por último, el día 18 de noviembre de 2020, la compañía BioNTech–Pfizer lanzó los datos clínicos definitivos de su estudio de fase III, justificando con un 95% la eficacia de la vacuna BNT162b2 contra el SARS-CoV-2. Además, también se demostró de nuevo su seguridad y tolerabilidad, dado que no se obtuvieron datos de reactogenicidad serios en una muestra estimable de 43.661 voluntarios (Pfizer, 2020).

Estudios posteriores al comunicado oficial de Pfizer estudian en mayor detalle, y con un tamaño muestral de similares magnitudes, la frecuencia de eventos adversos tanto locales como sistémicos, en ambas dosis y en diferentes porcentajes de edad (Polack, 2020) (Anexos 1 y 2).

A continuación, se muestra una tabla informativa que incluye la ficha técnica avalada por La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (CIMA) de “Comirnaty” ®, vacuna registrada bajo la propiedad del laboratorio BioNTech (CIMA, 2020). – Ver Tabla 3.

  • Vacuna Moderna.

Compone junto a Pfizer las vacunas principales basadas en ARN. La vacuna candidata es la mRNA-1273, desarrollada por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID). Codifica la proteína S del virus del SARS estabilizada mediante la sustitución de los aminoácidos 986 y 987 por prolina. Además, se modifican los nucleótidos del ARNm con el objetivo de facilitar su traducción e incrementar su vida media (Yen-Der, 2020).

En un informe preliminar de fase I, se escoge una muestra de 45 personas de 18 a 55 años. Serán asignadas de forma aleatoria a tres grupos distintos, uno de ellos recibirá una dosis de 25 µg, otro de 100 µg y el último de 250 µg. En todos ellos, los eventos locales no cobraron demasiada importancia; sin embargo, se observó que, tras la segunda vacunación, los eventos sistémicos podían ser adversos, y aún más en dosis altas, sin embargo, no se consideraron graves. Por otro lado, este primer estudio demostró que una dosis vacunal de 100 µg era suficiente para generar inmunidad, por lo que se siguió esta premisa para análisis posteriores (Jackson, 2020). El 16 de noviembre de 2020, la compañía Moderna lanzó su estudio “COVE” (Moderna, 2020) de casos-controles en fase III en relación a su propuesta de vacuna. En él, 30.000 personas fueron escogidas y aleatorizadas para recibir en un caso una dosis de 100 µg de la vacuna ARNm-1273, o pertenecer al grupo placebo. Como resultado, se obtuvo que un total de 95 personas desarrollaron COVID-19, de las cuales, únicamente 5 recibieron la vacuna. En consecuencia, se demostró que la eficacia aproximada de la vacuna fue de 94,5 %. En cuanto a las reacciones adversas, fueron pocas las notificadas y las que se avisaron, eran bien toleradas. Las más frecuentes incluyeron dolor y eritema en la zona de punción, fatiga, dolor muscular y articular y cefalea.

A continuación, se incluye la ficha técnica de la vacuna Moderna® (Ministerio de Sanidad, 2020). – Ver Tabla 4.

  • Vacuna Astrazeneca.

La vacuna de vectores virales aspirante desarrollada por Astrazeneca y la Universidad de Oxford es la AZD1222. Está compuesta a base de adenovirus de chimpancé (ChAdOx1), que expresa en su genoma la proteína S del SARS (Yen-Der, 2020).

Al primer ensayo clínico que la puso a prueba se le colocó en fase I/II, se asignó aleatoriamente una muestra total de 1087 personas para que la mitad recibiera AZD1222 y la otra una vacuna conjugada meningocócica (MenACWY). Las reacciones, tanto locales como sistémicas, se dieron en mayor medida en los vacunados con AZD1222, sin llegar a considerarse ninguna grave. Las más frecuentes incluyeron dolor, fiebre, escalofríos, dolor muscular y cefalea. La inmunogenicidad demostrada fue aceptable y resultó ser más intensa en el día 14 post-vacunación. Además, tras la segunda dosis, la respuesta de células T y anticuerpos neutralizantes aumentó en mayor medida (Folegatti, 2020). En septiembre de 2020, su posterior análisis en fase II/III en Reino Unido, resultó pausado en consecuencia a un evento único e inexplicable en uno de los voluntarios durante los ensayos, concretamente un exitus relacionado con un evento trombótico. Tras la revisión de seguridad pertinente, el Comité de Evaluación de Riesgos de Farmacovigilancia (PRAC) de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) concluyó que la vacuna era segura y que la relación riesgo/beneficio era asumible. Por otra parte, un estudio descriptivo retrospectivo analizó las reacciones adversas notificadas durante los ensayos de la vacuna. Concretamente, se advirtieron 28 eventos tromboembólicos, de los cuales ninguno confirma tras su meticuloso análisis un efecto causal nítido entre las variantes (Tobaiqy, 2021).

En noviembre, Astrazeneca (Astrazeneca, 2020) anuncia de forma oficial la eficacia y seguridad de su propuesta de vacunación tras llevar a cabo un ensayo en Reino Unido y Brasil con 11.636 participantes. Sin embargo, el porcentaje de eficacia resultó variar sustancialmente en función de la dosificación, siendo mayor cuando se administra la mitad de la primera dosis seguida de una segunda completa.

Seguidamente, se muestra una tabla descriptiva extraída de la EMA, que contiene la ficha técnica de la vacuna ChAdOx1-S de Astrazeneca (EMA, 2020). – Ver Tabla 5.

  • Vacuna Janssen.

Está compuesta de un vector viral patógeno humano que codifica la proteína Spike, el Ad26COV2S. Concretamente, este adenovirus posee la facultad de inducir una respuesta inmunitaria potente y duradera en el receptor tras recibir una única dosis de la vacuna. Esta característica supone una gran ventaja para acelerar las campañas de vacunación y contribuir al control de la pandemia de forma vertiginosa (Ibáñez, 2021).

Inicialmente, se testó una dosis de la vacuna Ad26 en una muestra de 52 primates no humanos infectados por el virus del SARS. El efecto de inmunización resultó ser óptimo dada la enérgica respuesta de anticuerpos neutralizantes. Los resultados del posterior análisis broncoalveolar y PCR demostraron una protección prácticamente completa (Mercado, 2020). Dado el eficaz desenlace del ensayo preclínico, se avanzó en la investigación y la compañía “Janssen Vaccines & Prevention” comenzó a reclutar participantes para llevar acabo un ensayo clínico de fase III. La muestra fue de 44325 voluntarios mayores de edad sin comorbilidades asociadas a la enfermedad por COVID-19. Asignados de forma aleatorizada, el grupo experimental recibiría una dosis intramuscular (IM) única de 5*10^10 partículas virales de la vacuna Ad26; el resto, recibiría una inyección IM de placebo. Dicho ensayo, aún se encuentra en curso, sin embargo, está obteniendo resultados primarios y secundarios eficaces y no consta ninguna reacción sistémica grave, más allá de eventos locales (Janssen Vaccines & Prevention B.V., 2021).

Enseguida, se aporta una tabla descriptiva extraída de la EMA con la ficha técnica de la vacuna Ad26COV2S de Janssen Vaccines (EMA, 2020). – Ver Tabla 6.

  • Vacunas administradas.

Actualmente, a nivel mundial, están siendo distribuidas las propuestas de vacunas de siete compañías. Las más comercializadas, por orden de implementación, son las siguientes: Pfizer, Moderna, Astrazeneca y Janssen. Además, se está comenzando la inmunización con las vacunas Sputnik V, Sinovac, Sinopharm/Wuhan y Sinopharm/Beijing. En los apartados a continuación, se detallan numérica y gráficamente los datos obtenidos de las campañas de vacunación de todos los países, tanto a nivel nacional, como mundial.

  • A nivel nacional.

El 27 de diciembre de 2020, se administró la primera dosis de la vacuna de Pfizer contra el COVID-19 en España. La estrategia de vacunación que se sigue en España es revisada y actualizada de forma continua por parte del Ministerio de Sanidad (Ministerio de Sanidad, 2020). Se basa en la división del país por grupos de población, de manera que se priorice siguiendo un patrón y se tengan en cuenta una serie de factores determinantes; de esta manera, se encuentra:

  • Grupo 1. Residentes y trabajadores sanitarios y sociosanitarios de centros de mayores y de atención a personas con dependencia severa. En la actualidad, la mayor parte de personas que forman este grupo ya están vacunadas. Los nuevos integrantes se irán vacunando en relación a la llegada de más dosis de vacunación.
  • Grupo 2. Personal sanitario y sociosanitario de mayor riesgo de exposición al virus, tanto por tiempo, como por procedimientos que conlleven la generación de aerosoles. Además, en este ámbito se incluye a personal administrativo, de limpieza y voluntariado. También forma parte de este grupo el personal que ejerza en servicios con pacientes de alto riesgo, o aquellos que manipulen muestras inseguras o vacunen.
  • Grupo 3. Se incluye al personal sanitario que no ejerce en primera línea, además de otros colectivos como fisioterapia, terapia ocupacional, farmacia, dentista, logopedia y psicología. Además, se vacunará al personal que atienda a pacientes sin mascarilla durante más de 15 minutos. Personal dedicado a la gestión de la pandemia. Estudiantes sanitarios y sociosanitarios en periodo de prácticas clínicas y trabajadores de instituciones penitenciarias.
  • Grupo 4. Personas con dependencia severa sin institucionalizar y sus cuidadores.
  • Grupo 5. Personas con riesgo relacionado con la edad. Se vacunará primero a las personas con más de 80 años, se seguirá por entre 70-79 años y, por último, habitantes entre 66 y 69 años de edad.
  • Grupo 6. Colectivos con cargos presenciales indispensables para la sociedad. Fuerzas de Seguridad y Armadas, Emergencias, Guardia Civil, Policía Nacional, Autonómica y Local, Cuerpo de Bomberos y Protección Civil. Por otro lado, personal de educación de centros públicos y privados, de infantil y educación especial. Docentes de primaria y secundaria.
  • Grupo 7. Personas consideradas de alto riesgo a partir de 16-18 años, entre los que se incluyen pacientes oncológicos, trasplantados, en tratamiento sustitutivo renal, con inmunodeficiencia, VIH y/o Síndrome de Down.
  • Grupo 8. Personas con rango de edad entre los 60 y 65 años.
  • Grupo 9. Personas con rango de edad entre los 50 y 59 años de edad.

Las personas que carezcan de alguna de las características citadas anteriormente con una edad menor a los 60 años, verán su inmunización pospuesta por el momento.  Además, por ahora no se vacunará a aquellas personas que hayan atravesado una infección previa por COVID-19, ya que se considera que han producido anticuerpos neutralizantes y células T suficientes. Sin embargo, aún no se ha esclarecido cuánto dura esta inmunidad.

Actualmente, los datos más significativos que se tienen sobre la vacunación en España a fecha de 13 de junio de 2021, se incluyen en la siguiente tabla. – Ver Tabla 7.

  • A nivel mundial.

El 8 de diciembre de 2020, fue administrada por primera vez la primera dosis de la vacuna Pfizer en Reino Unido. A continuación, se incluyen gráficos numéricos que detallan de forma visual el progreso de vacunación en todos los países del mundo divididos por continentes a fecha de mayo de 2021 (Ministerio de Sanidad, 2020) (Anexo 3 a Anexo 7).

Conviene destacar que el continente más avanzado en cuanto a porcentaje de población inmunizada con pauta completa es el europeo, seguido por el asiático, americano, africano y oceánico. Sin embargo, también sería adecuado tener en cuenta el hecho de que los países con menor número de población lograrán un porcentaje superior con más velocidad en comparación a países con sobrepoblación.  Además, en los gráficos se incluyen únicamente aquellos países que han recibido alguna dosis de cualquier vacuna por parte de las diversas compañías. Aquellos países que en el gráfico son representados con un porcentaje del 0%, quiere decir que han recibido y administrado dosis, sin embargo, ninguna parte representativa de su población ha completado aun la pauta de vacunación. Al mismo tiempo, admite mencionar que, a día de hoy, aún hay países que no han recepcionado ninguna vacuna, por lo tanto, son excluidos de la representación gráfica. Por último, aclarar que los porcentajes totales de referencia se han adaptado al país con mayor porcentaje de cada continente para asegurar la nitidez y entendimiento de la imagen gráfica.

  • Justificación del objeto de estudio.

El rechazo por parte de la sociedad de todo el mundo hacia las vacunas no es un acontecimiento novedoso, sin embargo, la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2 ha agudizado este hecho. En consecuencia, la OMS, se ha visto obligada a declarar la vacilación ante las vacunas como una de las diez amenazas principales para la salud pública mundial. La no aceptación de la inmunización a través de las vacunas conforma opiniones diversas, pasando desde la prudencia hasta el negacionismo absoluto (Puri, 2020).

De forma simultánea a los esfuerzos actuales para conseguir el aplanamiento de la curva de contagios, el desarrollo de vacunas contra el COVID-19 seguras y eficaces suponen la solución definitiva a esta pandemia. Aun así, disponer de vacunas no garantiza que un porcentaje suficiente de la población mundial acepte ser inmunizada, debido al rechazo generalizado presente. Debido a esto, se requiere la puesta en marcha de campañas de educación positivas hacia la vacunación, que informen a la sociedad desde un punto de vista científico (Dror, 2020). Una encuesta publicada en el mes de febrero de 2021, destaca que China protagoniza el mayor porcentaje de respuestas positivas (88,62%), mientras que Rusia es el país de los encuestados con menor porcentaje de aceptación de la vacuna (54,85%). Ver resultados completos en el Anexo (Lazarus, 2021) (Anexo 8).

Uno de los principales obstáculos para conseguir la aceptación general de la inmunización son las redes sociales. La facilidad para transmitir información errada, el anonimato y su insólita capacidad de difusión en cuestión de segundos son factores que pueden resultar dañinos a la comprensión y aceptación de las vacunas. Por ejemplo, un estudio (Basch, 2017) analizó los vídeos relacionados con el tema de la vacunación con más reproducciones de la plataforma social YouTube TM. Para hallarlos, se emplearon palabras clave como “seguridad de las vacunas” y “vacunas y niños”. El recuento de visualizaciones de los vídeos analizadas resultó ser notable, con una media de 62.000 visitas cada uno. En conclusión, más de la mitad del contenido examinado (65,5%) desaconseja la vacunación en general y le atribuyen consecuencias negativas y equivocadas, entre ellas, ser la causa del Trastorno del Espectro Autista (TEA), la presencia de mercurio y múltiples efectos adversos y riesgos encubiertos. Por otra parte, se estudió (Li H. e., 2020) el tipo de información que se transmitía en la misma plataforma sobre las vacunas que se estaban desarrollando para hacer frente al COVID-19. Para su análisis, se tuvieron en cuenta los vídeos más reproducidos bajo las palabras clave “coronavirus” y “COVID-19”. Se encontró que el 27,5% de ellos, con un alcance elevado, difundían información no veraz. Por otra parte, se destaca que los vídeos generados por profesionales de diversas aéreas, como gubernamentales o sanitarias, solo contenían información superficial basada en datos, lo que no colabora al entendimiento de la mayoría de la población.

Queda plasmado de forma notable el hecho de que tanto la desinformación como la transmisión de información falsa, supone en sí mismo un reto adicional en la lucha contra el virus del SARS. Si esa desinformación sobre los procesos de vacunación o la internalización de información basada en bulos y en las llamadas «fake news» se produce entre el personal sanitario, las consecuencias sobre la población general podrían ser aún más negativas. Por ejemplo, en una investigación cuantitativa (Larson, 2018) se estudiaron cuáles eran los factores que generaban más confianza en relación a los procesos de vacunación, se encontró que la confianza en el sistema de salud y sus profesionales, así como en el gobierno, la ciencia y en personas cercanas a su entorno eran un elemento central. Igualmente, hay estudios previos que han encontrado que el desarrollo de tácticas para resolver las dudas de la población general y aumentar su confianza por las vacunas supone un gran determinante en el control de la pandemia (Elhadi, 2021; Maraqa, 2021). En consecuencia, dedicar esfuerzos para investigar cuáles son los niveles de confianza con respecto a los procesos de vacunación de los profesionales sanitarios, sería de gran utilidad para contribuir a conseguir la inmunidad de grupo en la población general.

En conclusión, un nivel de aceptación elevado por parte de la sociedad podría ser un factor determinante para promover la tolerancia hacia los procesos de vacunación

  1. METODOLOGÍA

Con el fin de establecer una base de conocimiento completa y detallada, se concreta un marco conceptual y teórico a través de una revisión bibliográfica narrativa estructurada, que engloba aspectos básicos relacionados con el SARS-CoV-2 y el COVID-19, las vacunas y su composición, junto a datos numéricos actualizados, y estudios y análisis.

La búsqueda bibliográfica ha transcurrido desde febrero hasta junio de 2021. Para construirla, se han revisado diversas fuentes de información a través de un proceso de búsqueda en bases de datos electrónicas, a las cuales se ha tenido acceso mediante la Biblioteca Virtual de la Universidad de Jaén (UJA). Además, se han consultado páginas webs oficiales, tanto nacionales como internacionales. La mayor parte de información útil escogida se ha obtenido de la base de datos PubMed, en la que se ha aplicado el filtro “free full text”. Además, se han recabado datos procedentes de otras bases de datos como SpringerLink y Scielo, y, con el fin de afinar la información, se han consultado páginas oficiales tales como “La Biblioteca Nacional de Medicina”, “La Agencia Europea del Medicamento”, “Moderna”, “Pfizer”, “La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios”, “El Instituto de Salud Pública”, “Organización Mundial de la Salud” y “La administración de Medicamentos y Alimentos”. Por otro lado, con el fin de ejecutar una búsqueda específica, se utilizaron descriptores MeSH, como “coronavirus”, “vaccine”, “COVID” y “hesitancy”. Además, la cadena de búsqueda se ha enriquecido mediante el uso de los operadores booleanos “AND” y “OR”.

En el proceso de búsqueda, se han seguido unos criterios de inclusión y exclusión. Se han tenido en cuenta estudios primarios y secundarios en español, inglés o portugués, disponibles en texto completo y gratuitos, que incluyan predominantemente información general y específica actualizada en relación al SARS-CoV-2 y a la vacunación. Por el contrario, se han excluido de la revisión todos aquellos estudios no relevantes o que no cumplen los criterios de búsqueda descritos.

A continuación, se incluyen tres tablas que contienen las cadenas de búsqueda utilizadas en cada base de datos citada, con sus respectivos resultados y artículos escogidos. – Ver Tabla 8, 9 y 10.

  1. CONCLUSIÓN

Ha habido un gran avance en relación a las vacunas contra el COVID-19, ya que, su obligada rápida investigación, desarrollo y puesta en marcha ha supuesto asumir un gran acortamiento de los plazos habitualmente establecidos.

La posibilidad de que, con el tiempo, se sume más información a la que ya se sabía con anterioridad, no solo supone un aval científico más que aceptable, sino que incrementará consigo la aceptabilidad de la población hacia las vacunas, por lo que la inmunidad colectiva frente al coronavirus se encontrará cada vez más cerca.

Esta pandemia mundial por COVID-19, ha dejado millones de fallecimientos a su espalda, familias rotas y experiencias trágicas y muy dolorosas que será imposible que caigan en el olvido, por lo que todo un planeta comparte de forma insólita un mismo objetivo: La vacunación como arma para prevenir la enfermedad y disminuir, al mínimo exponente, la gravedad y mortalidad acarreadas.

Ver anexo

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