Enfermedades cardiovasculares de aparición precoz en adultos jóvenes: factores determinantes, manifestaciones clínicas y estrategias de prevención
Autora principal: Ericka Monge González
Vol. XX; nº 13; 777
Premature cardiovascular disorders in youthful adults: determinants, clinical presentations, and prophylactic methodologies
Fecha de recepción: 23 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 29 de junio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 13 – Primera quincena de Julio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 13; 777
Autores:
Ericka Monge González, Médico general, Investigadora Independiente, San José, Costa Rica, ORCID: https://orcid.org/0009-0003-4891-1647, Código Médico: MED 16715
María Jennifer Valle Mena, Médico general, Investigadora Independiente, Alajuela, Costa Rica, ORCID: https://orcid.org/0009-0003-5453-8134, Código Médico: MED 16926
María Antonieta Salazar Estrada, Médico general, Investigadora Independiente, Alajuela, Costa Rica, ORCID: https://orcid.org/0009-0006-1740-0459, Código Médico: MED 17121
Luis Antonio Fernández Agüero, Médico general, Investigador Independiente, Alajuela, Costa Rica, ORCID: https://orcid.org/0009-0002-5511-8199, Código Médico: MED 12420
Resumen
Las enfermedades cardiovasculares de aparición temprana constituyen un problema de salud pública cada vez mayor, atribuible a su importante prevalencia entre la población de adultos jóvenes y a sus considerables efectos en la calidad de vida y las tasas de mortalidad prematura. Esta incidencia está influenciada por una interacción multifacética de determinantes genéticos, ambientales, conductuales y metabólicos. Los factores clave incluyen la hipercolesterolemia familiar, un estilo de vida sedentario, una dieta hipercalórica, el consumo de tabaco, la exposición a contaminantes ambientales y el estrés psicológico crónico. Además, enfermedades como el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina son cada vez más frecuentes en este grupo demográfico.
Las presentaciones clínicas más características son el dolor torácico y la disnea por esfuerzo, y el infarto agudo de miocardio acompañado de una elevación del ST representa una de las manifestaciones observadas con mayor frecuencia en personas menores de 45 años. Sin embargo, las presentaciones clínicas atípicas y la ambigüedad diagnóstica en el caso de afecciones no cardíacas pueden dificultar la intervención médica oportuna.
El proceso de diagnóstico se basa en modalidades avanzadas de diagnóstico por imágenes, pruebas de tolerancia al ejercicio y la evaluación de biomarcadores, como los niveles de troponina I. Desde el punto de vista terapéutico, la mitigación del riesgo requiere estrategias preventivas primarias y secundarias integrales, que incluyan modificaciones en el estilo de vida, intervenciones farmacológicas y un seguimiento continuo de los pacientes. Los avances en la investigación genética y la identificación de biomarcadores ofrecen nuevas vías para enfoques diagnósticos y terapéuticos personalizados.
Una estrategia multidimensional y proactiva que integre las intervenciones clínicas, la educación sanitaria y las iniciativas de políticas públicas es esencial para aliviar la carga de las enfermedades cardiovasculares entre los adultos jóvenes, particularmente en contextos caracterizados por disparidades socioeconómicas.
Palabras clave
Enfermedades cardiovasculares, adultos jóvenes, factores de riesgo, prevención primaria, síndrome metabólico, diagnóstico precoz
Abstract
Early-onset cardiovascular ailments constitute an escalating public health dilemma, considering their considerable prevalence among young adults and their significant influence on life quality and premature mortality. This phenomenon is propelled by a multifaceted interplay among genetic, environmental, behavioral, and metabolic elements. Among the principal determinants are familial hypercholesterolemia, sedentary behavior, hypercaloric nutrition, tobacco use, exposure to environmental toxins, and chronic psychological strain. Augmenting these are conditions such as metabolic syndrome and insulin resistance, which are becoming increasingly prevalent in this demographic.
Typical clinical manifestations encompass thoracic discomfort and exertional dyspnea, with acute myocardial infarction with ST elevation being one of the most frequent presentations in individuals below 45 years of age. Nonetheless, atypical manifestations and diagnostic ambiguity with non-cardiac pathologies hinder timely intervention.
The diagnosis is founded on imaging modalities, stress assessments, and biomarkers such as troponin I. At the therapeutic level, risk ablation necessitates comprehensive primary and secondary preventive strategies, encompassing lifestyle modifications, pharmacological interventions, and ongoing surveillance. Innovations in genetics and biomarkers present novel opportunities for personalized identification and management.
In conclusion, a multidimensional and anticipatory strategy integrating clinical interventions, health education, and public policies is imperative to alleviate the burden of cardiovascular diseases in young adults, particularly within contexts of socioeconomic disparity.
Keywords
Cardiovascular diseases, young adults, risk factors, primary prevention, metabolic syndrome, early diagnosis
Introducción
El notable aumento de las enfermedades cardiovasculares de inicio temprano entre los adultos jóvenes constituye un importante desafío de salud pública, particularmente a la luz del hecho de que las tasas de incidencia persisten en su trayectoria ascendente, a pesar de los avances en las metodologías de intervención médica. Este grupo demográfico es especialmente vulnerable debido a la interacción de los factores de riesgo tradicionales y emergentes, que abarcan la obesidad, la hipertensión y la dislipidemia, así como las opciones de estilo de vida, como el consumo de tabaco y la actividad física insuficiente. Además, las disparidades socioeconómicas y las diferencias de género complican aún más este escenario, ya que los hombres presentan tasas de mortalidad elevadas, mientras que las mujeres muestran una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares. Este problema se agrava en áreas caracterizadas por un nivel socioeconómico bajo, donde prevalecen factores de riesgo como la hipertensión y el sobrepeso (1).
Entre las presentaciones clínicas observadas en adultos jóvenes, la enfermedad cardiovascular aterosclerótica y la enfermedad arterial coronaria son particularmente prominentes, y sus ramificaciones se intensifican tanto por la susceptibilidad genética como por las influencias ambientales. Para evitar estos problemas de salud, existe una necesidad apremiante de una detección temprana y la adopción de modificaciones en el estilo de vida, incluida la mejora de los hábitos alimenticios, la actividad física constante y el abandono del hábito de fumar. En este contexto, se están desarrollando estrategias novedosas, como la aplicación de puntuaciones de riesgo poligénico y modalidades de diagnóstico por imágenes no invasivas, que podrían mejorar la precisión de las evaluaciones y permitir intervenciones tempranas más eficaces (1,2).
A nivel de salud pública, las iniciativas y estrategias educativas destinadas a fomentar conductas saludables son vitales para mitigar la posible carga de las enfermedades cardiovasculares entre los adultos jóvenes. Se necesita un enfoque integral que involucre evaluaciones de riesgo personalizadas, iniciativas de prevención específicas y políticas públicas sólidas es esencial para hacer frente al creciente desafío que representan las enfermedades cardiovasculares en esta cohorte de edad (3).
El objetivo principal de esta revisión es analizar los aspectos determinantes en la aparición precoz de enfermedades cardiovasculares en adultos jóvenes, abordando factores genéticos, metabólicos, conductuales y psicosociales, así como sus manifestaciones clínicas y retos diagnósticos. Se examinan estrategias actuales de prevención primaria y secundaria, junto con los avances en medicina personalizada y tecnologías diagnósticas, con el fin de optimizar la detección temprana y mejorar los resultados en salud cardiovascular en esta población.
Metodología utilizada en la elaboración de este manuscrito
Para la elaboración de este documento, se realizó un análisis bibliográfico descriptivo utilizando como base la selección de 36 trabajos que se consideraron que brindaban información relevante en la elaboración de la revisión bibliográfica. Los estudios que se escogieron en su mayoría tienen no más de 10 años de haber sido publicados, exceptuando algunos que se consideraron de gran valor para la realización del análisis. Los trabajos utilizados están en su mayoría escritos en inglés o español.
Para la recopilación de estos documentos utilizados, se realizó la búsqueda por medio de varias plataformas digitales, entre las cuales se incluyen: Elsevier, PubMed y Google Scholar y se utilizaron artículos de revistas académicas, metaanálisis y revisiones sistemáticas. Para realizar la búsqueda, se usaron las palabras clave: enfermedades cardiovasculares, adultos jóvenes, factores de riesgo, prevención primaria, síndrome metabólico, diagnóstico precoz
Epidemiología de las enfermedades cardiovasculares en adultos jóvenes
La prevalencia de las enfermedades cardiovasculares entre las poblaciones más jóvenes presenta disparidades considerables en las dimensiones mundial y regional, específicamente con respecto a las tasas de incidencia y prevalencia. A escala mundial, la tasa de incidencia de las enfermedades cardiovasculares estandarizada por edad en los adultos jóvenes experimentó un aumento marginal, pasando de 126,80 por 100 000 habitantes en 1990 a 129,85 en 2019. En términos de prevalencia, las cifras aumentaron de 1477,54 a 1645,32 por 100 mil millones durante el mismo período (2,4). Este panorama es particularmente alarmante en las regiones caracterizadas por índices sociodemográficos bajos y moderados, donde las tasas de incidencia y mortalidad son significativamente elevadas (5).
Los principales factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares en los adultos jóvenes son la hipertensión, la dislipidemia, el consumo de tabaco, la diabetes tipo 2, el sedentarismo y la predisposición hereditaria. Entre estos factores, la presión arterial elevada, el aumento del índice de masa corporal y los niveles altos de colesterol LDL son los factores que más contribuyen a los años de vida ajustados por discapacidad. Además, son evidentes las pronunciadas disparidades de género, ya que los hombres muestran tasas de incidencia y mortalidad por enfermedades cardiovasculares elevadas en comparación con las mujeres, a pesar de que estas últimas muestran una mayor prevalencia (2,4).
En cuanto a los factores de riesgo, los hombres son más susceptibles a enfermedades como la hipertensión y el tabaquismo, que representan una mayor carga de enfermedades cardiovasculares en este grupo demográfico. Por el contrario, se observa que las mujeres tienen tasas elevadas de obesidad y niveles reducidos de actividad física, lo que las coloca en un riesgo considerable de desarrollar enfermedades cardiovasculares (6).
Estos hallazgos subrayan la necesidad imperiosa de formular estrategias de prevención específicas que tengan en cuenta las disparidades regionales y de género, en un esfuerzo por aliviar la creciente carga de enfermedades cardiovasculares entre los jóvenes a escala mundial (6).
Factores determinantes en la aparición precoz de las enfermedades cardiovasculares
Factores genéticos
La aparición temprana de las enfermedades cardiovasculares está estrechamente relacionada con factores hereditarios, siendo el hipercolesterolemia familiar uno de los trastornos genéticos más importantes. Esta afección autosómica dominante, caracterizada por niveles elevados de colesterol de lipoproteínas de baja densidad, aumenta notablemente el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares a una edad temprana. Aproximadamente 1 de cada 250 personas se ve afectada por esta afección, lo que aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares ateroscleróticas en un factor de 3 a 13. Los principales genes implicados en la hipercolesterolemia familiar incluyen el receptor de LDL (LDLR), la apolipoproteína B y la proproteína convertasa subtilisina/kexina tipo 9 (PCSK9), que en conjunto representan aproximadamente el 60% de los casos diagnosticados (7).
En las personas con enfermedad arterial coronaria de inicio temprano, la frecuencia de las mutaciones asociadas al hipercolesterolemia familiar es significativamente elevada. Las investigaciones indican que las personas que padecen esta afección tienen un riesgo 15 veces mayor de desarrollar enfermedad coronaria en comparación con la población general. Además, los pacientes con fibrosis quística que presentan mutaciones genéticas muestran un perfil lipídico más susceptible a la aterosclerosis, lo que triplica su riesgo de sufrir una enfermedad coronaria prematura en comparación con aquellos que no tienen dichas mutaciones (8).
Las investigaciones genéticas también han descubierto mutaciones adicionales, como las localizadas en el gen OLR1, que pueden estar implicadas en la aparición temprana de los infartos de miocardio familiares. Además, las puntuaciones de riesgo poligénico se han utilizado de manera eficaz para identificar a las personas con un riesgo elevado de desarrollar una enfermedad coronaria, lo que destaca la importancia de las influencias monogénicas y poligénicas en la presentación temprana de las enfermedades cardiovasculares.
Si bien la predisposición genética desempeña un papel crucial, la expresión fenotípica de la fibrosis quística se manifiesta con una variabilidad considerable, ya que depende no solo de los determinantes genéticos sino también de los factores ambientales. Esta diversidad complica los esfuerzos precisos de predicción y gestión de riesgos (1).
En consecuencia, la implementación de protocolos exhaustivos de detección genética y la formulación de estrategias terapéuticas personalizadas son imprescindibles para el diagnóstico rápido y el tratamiento eficaz de las personas con mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares de inicio temprano (9).
Factores ambientales y comportamentales
La incipiente aparición de enfermedades cardiovasculares está estrechamente asociada con una multitud de determinantes ambientales y conductuales, y las elecciones de estilo de vida son un componente fundamental. Las prácticas de estilo de vida inactivas, los hábitos alimentarios subóptimos, el consumo de tabaco y el abuso del alcohol son ampliamente reconocidos como los principales factores que facilitan la aparición de enfermedades cardiovasculares. La actividad física insuficiente y las dietas deficientes en nutrientes esenciales, particularmente aquellas cargadas de grasas saturadas, azúcares y sodio, muestran una fuerte correlación con el aumento de la morbilidad y la mortalidad atribuibles a la enfermedad cardiovascular aterosclerótica. Además, el consumo de tabaco y el consumo excesivo de alcohol son reconocidos por su importante papel en el aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, ya que agravan afecciones como la hipertensión y la dislipidemia (10).
La incidencia de enfermedades cardiovasculares entre los adultos jóvenes, particularmente en el rango de edad de 20 a 39 años, es preocupante y afecta al 14,2% de los hombres y al 9,7% de las mujeres. Esta estadística subraya el imperativo de una intervención temprana dirigida a los factores de riesgo modificables. Además, las investigaciones han indicado que las prácticas nutricionales durante la infancia y la adherencia a un régimen dietético saludable para el corazón durante la infancia pueden evitar la aparición de factores de riesgo como la obesidad y la hipertensión, disminuyendo así la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares en etapas posteriores de la vida (11).
Más allá de los hábitos relacionados con el estilo de vida, las influencias ambientales son fundamentales para determinar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, en particular la exposición a contaminantes transportados por el aire y metales tóxicos como el arsénico y el plomo. Estos elementos afectan negativamente a la presión arterial y a la funcionalidad vascular, incluso en concentraciones que permanecen por debajo de los umbrales establecidos por los marcos regulatorios existentes. Las variables socioeconómicas y tecnológicas también son determinantes importantes, ya que las disparidades en la educación, los ingresos y el acceso a la atención médica influyen notablemente en los resultados relacionados con las enfermedades cardiovasculares (12,13).
Para abordar este problema de manera eficaz, las iniciativas de salud pública deben ser holísticas y abogar por la modificación del estilo de vida, como el aumento de la actividad física, el abandono del hábito de fumar y las mejoras en la dieta. Estas medidas son cruciales para aliviar la carga mundial que representan las enfermedades cardiovasculares. Además, estas iniciativas deben reforzarse con políticas públicas que aborden las exposiciones ambientales y las desigualdades socioeconómicas, lo que ayudaría a mitigar el riesgo de enfermedades cardiovasculares desde una edad temprana (12,13).
Condiciones metabólicas y comorbilidades
La aparición temprana de las enfermedades cardiovasculares está estrechamente asociada con trastornos metabólicos y comorbilidades, como la obesidad, la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico. Estos factores prevalecen cada vez más entre los grupos demográficos más jóvenes, lo que aumenta significativamente la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares prematura. El síndrome metabólico, que se caracteriza por la coexistencia de múltiples problemas de salud, como la hipertensión, la dislipidemia y la adiposidad central, está estrechamente relacionado con un riesgo cardiovascular elevado tanto en la población pediátrica como en la adulta. Un estudio realizado en Brasil con estudiantes universitarios reveló una prevalencia del síndrome metabólico del 20,5%, con una mayor incidencia en los hombres (32,2%) en comparación con las mujeres (13,5%) (14).
Además, se ha establecido que la obesidad temprana, indicada por un índice de masa corporal elevado, amplifica significativamente el riesgo de desarrollar síndrome metabólico durante la adolescencia, lo que posteriormente aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares en la edad adulta (15). La resistencia a la insulina, un elemento fundamental del síndrome metabólico, es particularmente importante entre los niños obesos, y las investigaciones indican que aproximadamente el 33,3% de esta población presenta esta afección. Este estado contribuye de manera fundamental al desarrollo de las enfermedades cardiovasculares, como lo demuestra el mayor riesgo de aparición temprana de estas enfermedades en personas menores de 55 años (15).
Además, afecciones como el síndrome de ovario poliquístico agravan aún más el riesgo cardiovascular. Las investigaciones indican que casi la mitad de las personas diagnosticadas con síndrome de ovario poliquístico experimentan complicaciones cardiovasculares a una edad temprana. Estas observaciones subrayan la necesidad crítica de identificar e intervenir a tiempo para prevenir la progresión de estos trastornos metabólicos y aliviar así la carga de las enfermedades cardiovasculares entre las poblaciones más jóvenes (16).
Impacto del estrés psicológico
La aparición inicial de las enfermedades cardiovasculares está intrínsecamente relacionada con los factores estresantes psicológicos, que abarcan afecciones como el estrés crónico, la depresión y la ansiedad. Se reconoce que el estrés psicológico es un elemento de riesgo fundamental para las enfermedades cardiovasculares debido a sus implicaciones tanto en las dimensiones fisiológicas como conductuales. El estrés crónico provoca la secreción de glucocorticoides, incluido el cortisol, que facilitan la inflamación y el desarrollo de placas ateroscleróticas. Además, estos factores de estrés alteran el metabolismo de la glucosa, lo que aumenta la propensión a la diabetes tipo 2, un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares bien establecido (17).
En concreto, los trastornos como la depresión y la ansiedad ejercen una profunda influencia en el bienestar cardiovascular. Por ejemplo, la depresión eleva el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 46%, mientras que la ansiedad contribuye considerablemente a la morbilidad cardiovascular. Estas afecciones psicológicas provocan alteraciones fisiológicas importantes, como el aumento de la frecuencia cardíaca, el aumento de la presión arterial y la intensificación de las respuestas inflamatorias, factores que aumentan la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Además, el estrés psicológico se correlaciona con un aumento del 28% en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, lo que subraya la necesidad de realizar evaluaciones psicosociales en las estrategias de prevención primaria (18).
Las vías que conectan el estrés y varios factores psicológicos con las enfermedades cardiovasculares abarcan las influencias en la función plaquetaria, las citocinas inflamatorias y la funcionalidad endotelial, todas las cuales son cruciales en la patogénesis de las enfermedades cardiovasculares. Además, el estrés crónico puede precipitar conductas perjudiciales para la salud, como los malos hábitos alimenticios, la inactividad física y el tabaquismo, lo que amplifica aún más el riesgo cardiovascular. Las implicaciones del estrés psicológico también son evidentes en la exacerbación de afecciones cardiovasculares preexistentes, ya que las reacciones inducidas por el estrés pueden empeorar dolencias como la hipertensión y las enfermedades coronarias (18).
Manifestaciones clínicas de las enfermedades cardiovasculares en adultos jóvenes
Presentación típica vs. atípica
Las manifestaciones clínicas de las enfermedades cardiovasculares, especialmente las relacionadas con el infarto agudo de miocardio, muestran variaciones significativas entre los adultos jóvenes y sus homólogos mayores, y se manifiestan tanto en formas convencionales como no convencionales. En las personas jóvenes, el dolor torácico se convierte en el síntoma predominante, con frecuencia asociado con un infarto de miocardio con elevación del ST, que ocurre con mayor frecuencia en este grupo demográfico en comparación con el infarto de miocardio sin elevación del ST o la angina inestable. Los factores de riesgo como el consumo de tabaco, la obesidad y la predisposición familiar a la enfermedad arterial coronaria prevalecen entre los pacientes más jóvenes y, a menudo, muestran una mayor gravedad en esta cohorte que en las personas mayores (19).
Por el contrario, las presentaciones atípicas en las poblaciones más jóvenes pueden incluir síntomas como molestias torácicas inespecíficas y palpitaciones, que se observan con menos frecuencia en los adultos mayores, que suelen presentar síntomas más clásicos, como fatiga pronunciada y dificultad respiratoria. A pesar de la prevalencia relativamente baja del infarto agudo de miocardio en los adultos jóvenes, que se estima oscila entre el 6 y el 10% entre los menores de 45 años, la incidencia es desproporcionadamente mayor en los hombres. Si bien la incidencia se reduce en este grupo de edad, las ramificaciones del infarto agudo de miocardio en los adultos jóvenes son profundas, y se pueden atribuir a las cargas socioeconómicas y psicológicas asociadas a la afección (20).
En cuanto al pronóstico, las personas jóvenes diagnosticadas con un infarto agudo de miocardio generalmente muestran un pronóstico a corto plazo más favorable en comparación con los adultos mayores; sin embargo, el pronóstico a largo plazo puede ser menos positivo. Una proporción sustancial de estos pacientes sufre episodios o complicaciones recurrentes. Estas disparidades en las presentaciones clínicas y los factores de riesgo asociados requieren una estrategia personalizada para el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares en las poblaciones más jóvenes, con el objetivo de mejorar los resultados de salud y abordar los desafíos específicos a los que se enfrenta esta cohorte en relación con la salud cardiovascular (21).
Manifestaciones de riesgo y primeros síntomas
Las presentaciones clínicas de la enfermedad cardiovascular en adultos jóvenes con frecuencia abarcan señales de advertencia preliminares, como disnea por esfuerzo, molestias torácicas y una notable predisposición familiar a las enfermedades cardíacas. Estas manifestaciones sirven como indicadores críticos de posibles anomalías cardiovasculares. Por ejemplo, el dolor torácico es un síntoma prevalente en las personas más jóvenes que sufren un infarto de miocardio, y los estudios revelan que entre el 91,8% y el 100% de los pacientes jóvenes presentan este síntoma tras la evaluación. Además, la disnea provocada por el estrés surge como otro síntoma común, descrito en el 37,7% de los jóvenes que sufren un infarto de miocardio (22).
Los antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular constituyen un factor de riesgo importante, y las investigaciones indican que entre el 12 y el 64% de los adultos jóvenes afectados por la enfermedad arterial coronaria tienen antecedentes familiares positivos. Otros factores que contribuyen al aumento del riesgo son la dislipidemia, la hipertensión, el consumo de tabaco, la obesidad y el aumento de los niveles de estrés, que prevalecen en este grupo demográfico que padece enfermedades cardiovasculares. La dislipidemia, por ejemplo, afecta a entre el 39,35% y el 77,9% de los adultos jóvenes que sufren infartos de miocardio (22,23).
El consumo de tabaco, un factor de riesgo bien documentado, se observa en una proporción sustancial de personas jóvenes con infarto de miocardio, con tasas de prevalencia de entre el 73,8% y el 85,29%. Además, los factores relacionados con el estilo de vida, como la actividad física inadecuada y la obesidad, desempeñan un papel fundamental a la hora de influir en el perfil de riesgo cardiovascular, con una prevalencia de obesidad que oscila entre el 11,5% y el 39% en esta cohorte (23).
Diagnóstico diferencial
En el grupo demográfico de adultos jóvenes, las enfermedades cardiovasculares con frecuencia se diagnostican erróneamente debido a la superposición sintomatológica con varias otras dolencias, incluidos los trastornos musculoesqueléticos y el asma. Por ejemplo, las afecciones musculoesqueléticas pueden provocar un dolor torácico similar al del síndrome coronario agudo, lo que complica el proceso de diagnóstico. Además, el asma, que se caracteriza por episodios de disnea y una sensación de constricción en el pecho, puede malinterpretarse como síntomas de enfermedades cardiovasculares, particularmente en casos de disnea por esfuerzo (3,23).
A escala mundial, la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares entre los adultos jóvenes es considerable, y las cardiopatías isquémicas y reumáticas representan las formas más comunes de afección en esta cohorte. Entre 1990 y 2019, se produjo un aumento moderado en la incidencia y la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares, particularmente pronunciado en las regiones caracterizadas por un nivel socioeconómico bajo a moderado, donde la carga de estas enfermedades se amplifica significativamente (4).
Un diagnóstico diferencial preciso es fundamental para distinguir la enfermedades cardiovasculares de otras afecciones que presentan una sintomatología similar, garantizando así que se implementen el tratamiento y las medidas preventivas adecuadas para abordar los factores de riesgo únicos pertinentes a los adultos jóvenes (24).
Evaluación clínica y herramientas diagnósticas
Los instrumentos empleados para la evaluación clínica y el diagnóstico de las patologías cardiovasculares en adultos jóvenes subrayan la importancia de metodologías como las tecnologías de imagen, las evaluaciones del ejercicio y los biomarcadores para la identificación temprana de dichas enfermedades. Las técnicas de diagnóstico por imágenes, que abarcan la ecocardiografía, la tomografía computarizada y la resonancia magnética, son fundamentales para reconocer las afecciones cardiovasculares subclínicas antes de la manifestación de los síntomas, lo que facilita las intervenciones oportunas y las estrategias terapéuticas (25).
En concreto, la ecocardiografía sirve como un instrumento prevalente durante la atención hospitalaria para evaluar la funcionalidad del ventrículo izquierdo, y las investigaciones indican que el 66,1% de los adultos jóvenes que padecen el síndrome coronario agudo muestran una función ventricular normal. Tanto la tomografía computarizada como la resonancia magnética son comparativamente eficaces para evaluar la enfermedad arterial coronaria junto con otras anomalías cardíacas estructurales, y ofrecen información anatómica y funcional crucial para un diagnóstico preciso (25,26).
Además, las evaluaciones del ejercicio físico son fundamentales, ya que las investigaciones realizadas antes del alta hospitalaria revelan resultados normales en el 85,4% de los pacientes jóvenes con síndrome coronario agudo, lo que enfatiza su papel en la estratificación del riesgo. En cuanto a los biomarcadores, los niveles séricos elevados de troponina I son vitales para diagnosticar el infarto de miocardio y la miocarditis. Un estudio indicó que al 32,7% de los adultos jóvenes con niveles elevados de troponina I se les diagnosticó un infarto de miocardio (25).
La incidencia de los factores de riesgo convencionales, como la dislipidemia, el consumo de tabaco y la obesidad, es notablemente elevada entre las personas jóvenes con enfermedad coronaria, lo que acentúa la necesidad apremiante de una identificación temprana y un tratamiento adecuado (23).
A pesar de los avances en las metodologías de diagnóstico y las tecnologías de diagnóstico por imágenes, persisten los desafíos relacionados con las limitaciones de las calculadoras de riesgos y la sensibilidad de las técnicas de detección, lo que vuelve necesario continuar con la investigación y el desarrollo en este ámbito (27).
Estrategias de prevención primaria y secundaria
Prevención primaria
Las estrategias dirigidas a la mitigación de las enfermedades cardiovasculares de inicio temprano en los adultos jóvenes hacen hincapié en la prevención primaria mediante alteraciones del estilo de vida, iniciativas educativas y la detección precoz. Las modificaciones en las prácticas diarias, incluida la adopción de una dieta nutritiva, una actividad física constante y un manejo eficaz del estrés, son fundamentales para disminuir los factores de riesgo como la hipertensión, la dislipidemia y la diabetes, que se observan con frecuencia en este grupo demográfico. La promoción de un estilo de vida consciente de la salud a través de marcos educativos y la participación de la comunidad es crucial, ya que estas iniciativas pueden reducir notablemente la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares al abordar cuestiones como las prácticas dietéticas inadecuadas y la falta de ejercicio, que están muy extendidos entre los jóvenes (28).
Las iniciativas educativas y de sensibilización dirigidas a los jóvenes son esenciales para la identificación temprana de los factores de riesgo, ya que facilitan el reconocimiento de las personas que pueden estar predispuestas y fomentan las evaluaciones médicas oportunas. Se recomienda una intervención temprana para las personas identificadas como de alto riesgo, lo que podría incluir la administración de farmacoterapia preventiva, como las estatinas, para las personas que presentan dislipidemia, con el objetivo de impedir el avance de las enfermedades cardiovasculares. Además, la aplicación de técnicas de imagen no invasivas puede mejorar el diagnóstico y el tratamiento rápidos de la enfermedad arterial coronaria, aunque persisten obstáculos debido a las limitaciones inherentes de las metodologías de detección existentes (3,27).
La combinación de estas estrategias, respaldadas por estrategias como el Desarrollo Positivo de la Juventud, fomenta una postura proactiva hacia el bienestar cardiovascular, reconociendo la capacidad de las personas jóvenes para participar en la toma de decisiones saludables. Es igualmente imperativo abordar las disparidades socioeconómicas y las variaciones de género, ya que estos elementos pueden influir tanto en la incidencia como en el manejo de los factores de riesgo cardiovascular en los adultos jóvenes. Se requiere una estrategia integral que considere las modificaciones del estilo de vida, la educación y la intervención médica temprana para la prevención eficaz de las enfermedades cardiovasculares de aparición temprana entre los adultos jóvenes (2,29).
Prevención secundaria
Las estrategias dirigidas a la prevención secundaria de las enfermedades cardiovasculares de inicio temprano entre los adultos jóvenes hacen hincapié en la monitorización continua, la farmacoterapia y la mitigación de las complicaciones. La monitorización abarca las evaluaciones médicas sistemáticas y la aplicación de modalidades de diagnóstico por imágenes no invasivas para evaluar el avance de la enfermedad arterial coronaria. Esta supervisión vigilante es fundamental para el inicio oportuno de las intervenciones y medidas terapéuticas (27).
En cuanto a las intervenciones farmacológicas, los agentes como los antihipertensivos y los anticoagulantes son fundamentales para controlar la hipertensión y prevenir los episodios tromboembólicos, respectivamente. Sin embargo, la adherencia a los regímenes prescritos con frecuencia sigue siendo inferior a la óptima en la población de adultos jóvenes, lo que subraya la necesidad de mejorar las iniciativas educativas dirigidas a los pacientes, además de fortalecer las infraestructuras de apoyo que promuevan el cumplimiento de los protocolos de tratamiento (30).
La prevención de las complicaciones requiere una evaluación continua para evitar que las enfermedades cardiovasculares progresen a estados más críticos, como los infartos de miocardio o la insuficiencia cardíaca congestiva. Por lo tanto, es imperativo implementar una estrategia holística que abarque las alteraciones del estilo de vida, como la optimización nutricional, la actividad física regular y el abandono del consumo de tabaco. Estas intervenciones son vitales para controlar los factores de riesgo como la hipertensión y la hiperlipidemia (29).
Además, se están investigando metodologías pioneras, como las evaluaciones del riesgo poligénico y la puntuación del calcio en las arterias coronarias, con el objetivo de mejorar la estratificación del riesgo y aumentar la eficacia de los enfoques preventivos. Un enfoque integrador que combine las terapias farmacológicas, los ajustes en el estilo de vida y la monitorización diligente es el elemento fundamental de la prevención secundaria para los adultos jóvenes diagnosticados con enfermedades cardiovasculares, con el objetivo de disminuir la aparición de incidentes cardiovasculares graves y mejorar los resultados de salud a largo plazo (27,31).
Avances en la investigación y tratamiento
En los últimos tiempos, las investigaciones e intervenciones relacionadas con las enfermedades cardiovasculares de inicio temprano entre los adultos jóvenes se han concentrado en numerosos avances, particularmente en los ámbitos del diagnóstico, las nuevas estrategias terapéuticas y las implicaciones de la genética junto con la medicina personalizada. En el campo del diagnóstico, se han presentado nuevos biomarcadores, como las células endoteliales circulantes, el factor de diferenciación del crecimiento 15, la proteína C reactiva altamente sensible, los microARN y la mieloperoxidasa, que permiten la identificación rápida y un mejor tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. La fusión de estos biomarcadores en paneles completos de múltiples indicadores permite comprender mejor la salud cardiovascular, lo que promueve una atención más precisa e individualizada (32).
Las nuevas modalidades terapéuticas en este ámbito abarcan estrategias farmacológicas y no farmacológicas. En cuanto a las intervenciones farmacológicas, se aprovechan cada vez más los avances de la investigación genética, incluidas las metodologías de edición genética y los estudios de asociación del genoma completo, que ayudan a identificar los objetivos terapéuticos y a formular modelos predictivos para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Por el contrario, las estrategias no farmacológicas enfatizan las alteraciones del estilo de vida y las metodologías de prevención proactiva, reconociendo el impacto de los determinantes ambientales y las conductas de riesgo cultivadas durante la adolescencia y la edad adulta temprana (33).
La medicina personalizada, basada en la evaluación de los perfiles genéticos, se está convirtiendo en un instrumento esencial para adaptar los tratamientos de acuerdo con los factores de riesgo individuales y las susceptibilidades genéticas. Los avances en la secuenciación del genoma completo y en las puntuaciones de riesgo poligénico facilitan una evaluación del riesgo más precisa y la formulación de intervenciones personalizadas, que tienen la capacidad de revolucionar el tratamiento de los trastornos cardiovasculares monogénicos y poligénicos (1).
A pesar de estos avances, persisten obstáculos importantes, como la necesidad de estandarizar la aplicación de biomarcadores y el imperativo de abordar las disparidades en el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares en varias cohortes demográficas. La integración de los avances genómicos y los nuevos biomarcadores en la práctica clínica es muy prometedora para mejorar los resultados entre los adultos jóvenes predispuestos a la enfermedades cardiovasculares de inicio temprano (1).
Desafíos y barreras en la prevención de enfermedades cardiovasculares en jóvenes
Los avances en las enfermedades cardiovasculares entre los jóvenes encuentra una gran cantidad de obstáculos sociales, económicos y de percepción. Los impedimentos sociales y económicos, como el acceso insuficiente a los servicios de salud, la educación preventiva y los tratamientos eficaces, obstaculizan considerablemente las iniciativas destinadas a disminuir la incidencia de las enfermedades cardiovasculares en las poblaciones más jóvenes. Las disparidades en el acceso a la atención médica son particularmente pronunciadas entre los grupos demográficos históricamente marginados, incluidas las mujeres y las poblaciones negras e hispanas, que experimentan deficiencias en la detección y el tratamiento de los factores de riesgo. En consecuencia, estas disparidades contribuyen a elevar las tasas de mortalidad y morbilidad cardiovascular en estas comunidades (34).
Además, la percepción del riesgo entre las personas jóvenes suele estar mal calibrada, ya que muchas tienden a subestimar su susceptibilidad a las enfermedades cardiovasculares debido a la falta de información o a la renuencia a modificar conductas arraigadas, como los malos hábitos alimentarios y la falta de actividad física. Esta reticencia se ve agravada por la falta de conciencia sobre los riesgos inmediatos para la salud, lo que disminuye la propensión de los jóvenes a adoptar medidas de salud preventivas (28).
Por el contrario, la promulgación de políticas de salud pública eficaces enfrenta desafíos considerables, por lo que se requieren intervenciones que operen en múltiples niveles y aborden no solo los determinantes individuales sino también sociales, familiares y del desarrollo que dan forma a los comportamientos relacionados con la salud. A pesar de estos impedimentos, hay tendencias alentadoras, ya que los jóvenes son cada vez más conscientes de las implicaciones de las enfermedades no transmisibles y están iniciando debates y acciones para adoptar opciones de estilo de vida más saludables (35).
Sin embargo, para mitigar eficazmente el riesgo de enfermedades cardiovasculares, es imperativo que las estrategias de prevención se inicien en una etapa temprana, preferiblemente durante la infancia, y abarquen enfoques holísticos que aborden las dimensiones individuales y comunitarias. Para poder abordar las barreras existentes se requiere un esfuerzo concertado para mejorar el acceso a la atención médica, aumentar la educación sobre los riesgos de enfermedades cardiovasculares y promover el establecimiento de entornos propicios para la adopción de estilos de vida saludables desde una edad temprana (36).
Conclusiones
La aparición de enfermedades cardiovasculares de aparición temprana entre los adultos jóvenes representa una preocupación creciente con importantes ramificaciones clínicas y sociales. La etiología de estas afecciones está profundamente determinada por factores determinantes modificables, como el sedentarismo, los hábitos alimentarios subóptimos, el consumo de tabaco, el estrés psicológico, las disparidades socioeconómicas y las predisposiciones genéticas, especialmente en los casos de hipercolesterolemia familiar.
El diagnóstico oportuno es de suma importancia; sin embargo, con frecuencia se ve obstaculizado por manifestaciones clínicas no convencionales y por la minimización del riesgo cardiovascular en este grupo demográfico. Es imperativo establecer iniciativas de prevención primaria que hagan hincapié en la educación, la gestión de los factores de riesgo y la promoción de estilos de vida saludables. Además, las estrategias de prevención secundaria que incorporan la monitorización clínica, las intervenciones farmacológicas y las metodologías de diagnóstico avanzadas tienen el potencial de mitigar considerablemente la progresión de la enfermedad y las complicaciones asociadas.
Los avances en los ámbitos de la medicina personalizada y la investigación genética, junto con la aplicación de nuevos biomarcadores, ofrecen oportunidades prometedoras para una intervención temprana más eficaz. Sin embargo, persisten barreras sistémicas, como el acceso desigual a los servicios de salud y la disminución de la percepción del riesgo entre los jóvenes, por lo que es necesario formular políticas públicas inclusivas para abordar estos desafíos.
En conclusión, un enfoque multidisciplinario integral que integre estrategias clínicas, educativas y sociales es indispensable para abordar eficazmente el impacto de estas patologías y mejorar los resultados de salud de la población joven.
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