Explorando la preeclampsia: una revisión bibliográfica de sus manifestaciones y tratamientos
Autora principal: Nancelyn Colville Barber
Vol. XIX; nº 4; 105
Exploring preeclampsia: a literature review of its manifestations and treatments
Fecha de recepción: 08/01/2024
Fecha de aceptación: 14/02/2024
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XIX. Número 4 Segunda quincena de Febrero de 2024 – Página inicial: Vol. XIX; nº 4; 105
Autora:
Dra. Nancelyn Colville Barber
Médico general. Hospital Tony Facio, Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), Limón, Costa Rica.
Resumen
La preeclampsia, una complicación del embarazo caracterizada por hipertensión y disfunción de órganos, representa un desafío médico global por su alta prevalencia. Este análisis bibliográfico tiene como objetivo abordar las manifestaciones clínicas, factores de riesgo, diagnóstico, tratamientos y perspectivas futuras relacionadas con la preeclampsia, basándose en diversas fuentes médicas recientes como parte de la metodología investigativa. Desde la afectación cardiovascular hasta las complicaciones fetales, cada aspecto es examinado detalladamente. Se discuten terapias actuales, control prenatal, medidas preventivas y la necesidad de comprender mejor la patogénesis. La revisión demuestra la complejidad de la preeclampsia y aboga por un enfoque colaborativo entre la comunidad médica, la investigación y la conciencia pública para mejorar los resultados maternos y neonatales.
Palabras clave: preeclampsia, embarazo, hipertensión arterial, complicaciones, prevención.
Abstract
Preeclampsia, a pregnancy complication characterized by hypertension and organ dysfunction, represents a global medical challenge due to its high prevalence. This bibliographic analysis aims to address the clinical manifestations, risk factors, diagnosis, treatments and future perspectives related to preeclampsia, based on various recent medical sources as part of the research methodology. From cardiovascular involvement to fetal complications, each aspect is examined in detail. Current therapies, prenatal control, preventive measures, and the need to better understand pathogenesis are discussed. The review demonstrates the complexity of preeclampsia and advocates for a collaborative approach between the medical community, research and public awareness to improve maternal and neonatal outcomes.
Keywords: preeclampsia, pregnancy, high blood pressure, complications, prevention.
La autora de este manuscrito declara que ella ha participado en su elaboración y no tiene conflictos de intereses. La investigación se ha realizado siguiendo las pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio. El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista. Se han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados. Se han preservado las identidades de los pacientes.
Introducción
La preeclampsia, una complicación médica única del embarazo, sigue siendo un desafío significativo en la atención materna y neonatal. Caracterizada por hipertensión y disfunción de múltiples órganos, esta condición afecta a mujeres en todo el mundo, contribuyendo de manera significativa a la morbilidad y mortalidad materna y fetal. En esta revisión, se exploran las manifestaciones clínicas, los factores de riesgo, las opciones de diagnóstico, los tratamientos disponibles y las perspectivas futuras relacionadas con la preeclampsia. Esta exploración se basa en una amplia gama de fuentes científicas y médicas, brindando una visión integral y actualizada de este complejo fenómeno obstétrico.
La preeclampsia no solo presenta desafíos en su diagnóstico y tratamiento, sino que también plantea cuestiones cruciales en términos de prevención y manejo posparto. Desde las manifestaciones cardiovasculares y la afectación de órganos hasta las complicaciones fetales y los riesgos a largo plazo, cada aspecto de la preeclampsia merece una atención detallada y un análisis cuidadoso. La discusión se extiende a las terapias actuales, la importancia del control prenatal y las medidas preventivas, destacando la necesidad de una comprensión más profunda de la patogénesis y la investigación innovadora.
A medida que se examina el tema de la preeclampsia desde diferentes perspectivas, queda claro que la complejidad de esta condición obstétrica requiere un enfoque integrado y colaborativo de la comunidad médica, la investigación científica y la conciencia pública. En conjunto, esta revisión busca proporcionar una base sólida para entender la preeclampsia, sus desafíos actuales y las perspectivas futuras para mejorar los resultados maternos y neonatales.
Material y Métodos
En este estudio, sobre la preeclampsia, se optó por un enfoque cualitativo en la metodología de investigación, centrándose en la exploración de fenómenos sociales, culturales o humanos relacionados con la preeclampsia a través de la recopilación y el análisis de datos no numéricos. Se llevó a cabo mediante una revisión bibliográfica de artículos médicos especializados, con búsquedas exhaustivas en motores como PubMed, Google Académico y BINASSS de la Caja Costarricense del Seguro Social. La búsqueda se limitó a artículos recientes para ofrecer una visión actualizada de la patología. Los criterios de inclusión establecidos abarcaron estudios observacionales sobre la preeclampsia, publicados en revistas médicas revisadas por pares y directamente relacionados con el diagnóstico, prevención o tratamiento de la preeclampsia. Se seleccionaron 15 artículos científicos relevantes, que fueron analizados, resumidos e interpretados de manera clara para facilitar la comprensión del tema.
La preeclampsia
La preeclampsia, definida como la aparición de hipertensión de novo después de la semana 20 de gestación, junto con evidencia de insuficiencia de órganos maternos, representa un desafío significativo en el ámbito obstétrico debido a sus diversas manifestaciones clínicas. Este síndrome engloba indicadores como proteinuria de inicio reciente, complicaciones hematológicas, disfunción hepática y neurológica, así como evidencia de disfunción uteroplacentaria, como la restricción del crecimiento fetal (1). Es crucial destacar que la preeclampsia no solo impacta a la madre, sino también al feto, siendo una condición de gran relevancia en la salud materna y perinatal (2).
La conceptualización de la preeclampsia como un síndrome que combina hipertensión con proteinuria, disfunción de órganos terminales o ambas, después de las 20 semanas de gestación, subraya la importancia de un diagnóstico preciso y oportuno (3). Este criterio, al proporcionar una definición clara, facilita la identificación de la condición y la implementación de estrategias de tratamiento tempranas, mejorando así los resultados maternos y perinatales (4).
La necesidad de un monitoreo regular durante las visitas prenatales se destaca como una herramienta esencial para la detección temprana de la preeclampsia (4). Este enfoque preventivo permite identificar signos y síntomas tempranos, lo que lleva a una intervención más eficaz y, en última instancia, a una reducción de las complicaciones asociadas con esta enfermedad.
En el contexto de pacientes con hipertensión preexistente, la posibilidad de preeclampsia superpuesta se convierte en un elemento crítico a considerar (3). La detección de la aceleración de la hipertensión junto con proteinuria y disfunción de órganos después de las 20 semanas sugiere la necesidad de una gestión específica, subrayando la importancia de un enfoque individualizado en estas situaciones clínicas. Este reconocimiento temprano es esencial para guiar las decisiones terapéuticas y mejorar los resultados tanto para la madre como para el feto.
La hipertensión, definida como una presión arterial sistólica ≥140 mmHg o una presión arterial diastólica ≥90 mmHg, emerge como una complicación prevalente del embarazo, ya sea de naturaleza crónica o relacionada con la gestación. Es preocupante observar un aumento en su incidencia, lo que subraya la importancia de la vigilancia y el manejo adecuados (5). En situaciones graves, caracterizadas por una presión arterial sistólica ≥160 mmHg o una presión arterial diastólica ≥110 mmHg, la hipertensión puede desencadenar eventos adversos como accidentes cerebrovasculares y, en casos extremos, la muerte. Sin embargo, se destaca que un reconocimiento temprano y un tratamiento oportuno pueden significativamente reducir el riesgo de estas complicaciones.
En el caso de la preeclampsia, un trastorno complejo que afecta múltiples sistemas de órganos, su origen radica en la alteración de la diferenciación e invasión del trofoblasto en las etapas iniciales del embarazo. Este desequilibrio estimula un estrés oxidativo sostenido y una respuesta inflamatoria sistémica, involucrando tanto una placentación anormal como una disfunción vascular sistémica materna en su patogénesis (6) (7). Este entendimiento profundo de los mecanismos subyacentes es esencial para el desarrollo de estrategias de prevención y tratamiento más efectivas.
La temporalidad de la preeclampsia también merece atención, ya que alrededor del 90% de los casos se presentan en el período prematuro tardío (≥34 a <37 semanas), a término o posparto, con resultados generalmente favorables para la madre y el feto. Sin embargo, el 10% restante, con presentación temprana (<34 semanas), conlleva mayores riesgos de morbilidad o mortalidad perinatal grave debido a los desafíos asociados con el parto moderadamente prematuro, muy prematuro o extremadamente prematuro (7).
Las tasas crecientes de preeclampsia en las últimas tres décadas, afectando alrededor del 3,4% de los 120 millones de partos en los Estados Unidos entre 1980 y 2010, plantean desafíos significativos en el ámbito de la salud materno-fetal (1). Este incremento destaca la necesidad urgente de estrategias preventivas y protocolos de manejo más eficaces.
Es clave destacar también que la evolución reciente en la comprensión de la hipertensión durante el embarazo, especialmente la preeclampsia, ha experimentado cambios sustanciales durante la última década. Entre los años 2014-2015, artículos cruciales publicados en Hypertension proporcionaron conocimientos esenciales sobre la patogénesis de la preeclampsia y sus complicaciones relacionadas (8). Además, Hypertension también fue plataforma para comunicaciones de investigación clave, traduciendo importantes observaciones científicas básicas en aplicaciones clínicas significativas. Este progreso destaca la importancia continua de la investigación para mejorar la comprensión y el abordaje clínico de estas condiciones críticas en el ámbito obstétrico.
La preeclampsia, afectando del 2 al 4% de los embarazos globalmente, se presenta como una condición progresiva, impredecible y grave, lo cual subraya su naturaleza desafiante y la importancia de su comprensión y gestión efectivas (9). Por otro lado, en los Estados Unidos, la hipertensión crónica se desarrolla en más del 2% de los embarazos, y este problema afecta de manera desproporcionada a mujeres de raza negra, con un riesgo tres a cinco veces mayor de complicaciones como preeclampsia, desprendimiento de placenta, parto prematuro, bajo peso al nacer o muerte perinatal (10). Este fenómeno destaca la necesidad de abordajes específicos para poblaciones de alto riesgo.
La etiología de la preeclampsia, aunque multifactorial, se centra en la invasión inadecuada de los citotrofoblastos fetales, resultando en una falta de remodelación vascular en las arterias espirales maternas. Este desequilibrio crea una unidad uteroplacentaria de alta presión y bajo flujo, en contraste con el estado de baja presión y alto flujo observado en el embarazo normal (1). Comprender estos procesos es esencial para desarrollar estrategias preventivas efectivas.
Como datos relevante, es crucial diferenciar entre la hipertensión gestacional y la preeclampsia. Mientras que la primera implica solo presión arterial alta durante el embarazo sin otros signos de daño orgánico, la preeclampsia abarca la presión arterial elevada junto con la presencia de proteinuria o evidencia de daño a órganos como el hígado y los riñones. Además, un porcentaje significativo de pacientes con hipertensión gestacional (10 a 25%) puede eventualmente desarrollar signos y síntomas de preeclampsia (11). Este discernimiento es fundamental para una identificación temprana y una gestión adecuada.
El pronóstico y las características fisiológicas e histológicas diferencian significativamente la hipertensión gestacional de la preeclampsia. La tasa de recurrencia de la hipertensión gestacional es considerablemente mayor que la de la preeclampsia, siendo más del 20% en comparación con aproximadamente el 5% para la preeclampsia a término. Además, las diferencias en los signos histológicos de isquemia placentaria resaltan las disparidades entre estos trastornos (12). Esta distinción clínica es vital para personalizar la atención, mejorando los resultados maternos y perinatales.
Factores de riesgo
La identificación temprana de la preeclampsia, con la posible prevención, se establece como un principio fundamental para un tratamiento adecuado (6). Diversos factores de riesgo, tanto médicos como demográficos, pueden influir en la probabilidad de desarrollar esta complicación durante el embarazo. Entre las mujeres de alto riesgo se encuentran aquellas con hipertensión preexistente, enfermedad renal crónica, diabetes insulinodependientes y antecedentes de preeclampsia previa de inicio temprano (11). Además, los factores familiares/genéticos también desempeñan un papel crucial, ya que el historial familiar de preeclampsia aumenta significativamente el riesgo, al igual que las mujeres cuyas madres tuvieron preeclampsia (2). Estos elementos destacan la importancia de una evaluación integral del historial médico y familiar en la identificación temprana de pacientes de alto riesgo.
Los factores de riesgo biológicos y sociales maternos para la preeclampsia incluyen diversas características demográficas, antecedentes médicos u obstétricos, características específicas del embarazo actual, anomalías fisiológicas, resultados anormales de pruebas de laboratorio y anomalías ecográficas (9). Estos factores se alinean con la patogénesis de la preeclampsia, que implica desajuste uteroplacentario, factores sincitiotrofoblastos y un desequilibrio de factores angiogénicos, conduciendo a una desregulación e inflamación endotelial sistémica materna, similar a la sepsis (12).
Un metanálisis destaca que ciertos factores de riesgo clínicos evaluados hasta las 16 semanas de gestación, como síndrome antifosfolípido, antecedentes de enfermedad, hipertensión crónica, diabetes preexistente, índice de masa corporal (IMC) antes del embarazo >30 kg/m2, embarazo multifetal y uso de tecnología de reproducción asistida, presentan tasas de preeclampsia más elevadas (4). Estos datos subrayan la importancia de una evaluación temprana y constante de estos factores para una atención personalizada y preventiva.
La primiparidad, gestación múltiple y diabetes mellitus son factores de riesgo particularmente relevantes para la preeclampsia en comparación con la hipertensión gestacional (12). Es relevante señalar que la preeclampsia es más común en mujeres primigrávidas, y el riesgo aumenta con un mayor intervalo entre embarazos (6). Estos datos respaldan la necesidad de una monitorización más cercana y un enfoque preventivo en mujeres con en su primer embarazo.
La hipótesis de la primapatenidad destaca que el riesgo de preeclampsia aumenta en mujeres con una exposición limitada al esperma de su pareja, mostrando un riesgo tres veces mayor en aquellas que conciben después de una inyección intracitoplasmática de esperma en comparación con aquellas expuestas previamente al esperma de su pareja (2). Esta observación resalta la complejidad de los factores de riesgo y la importancia de evaluar aspectos específicos de la historia reproductiva.
Complicaciones
La preeclampsia complica cerca del 2% al 8% de los embarazos y se manifiesta con mayor frecuencia en la segunda mitad del embarazo, presenta tasas generales relativamente constantes, aunque las tasas de preeclampsia grave han experimentado un aumento en las últimas décadas (1). Este síndrome multisistémico durante el embarazo se asocia comúnmente con retraso del crecimiento intrauterino y desregulación inmunológica, incluyendo disminuciones en las células T reguladoras (Treg) (8). La mayoría de los casos son leves y transitorios, resolviéndose poco después del parto, pero entre el 5% y el 20% de las mujeres, especialmente aquellas con inicio temprano de preeclampsia, experimentan complicaciones que pueden ser graves o fatales (9).
La preeclampsia no solo impacta la salud inmediata de la madre y el feto, sino que también establece vínculos epidemiológicos sólidos con enfermedades cardiovasculares maternas a largo plazo, siendo la principal causa de muerte entre las mujeres (9). Datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que la preeclampsia es responsable directa de 70,000 muertes maternas anuales a nivel mundial (6).Con aproximadamente 500,000 muertes fetales y neonatales anuales, la carga de la enfermedad recae desproporcionadamente en mujeres de países de ingresos bajos y medianos, así como en aquellas en situaciones desventajosas (9).
Las tasas de morbilidad y mortalidad maternas relacionadas con la preeclampsia han experimentado un aumento desde la década de 1980, alcanzando un pico de 18 muertes relacionadas con el embarazo por cada 100,000 nacidos vivos por año en 2014. Además, el 6,8% de las muertes maternas de 2011 a 2014 fueron atribuibles a trastornos hipertensivos del embarazo (1). La preeclampsia también se asocia con un aumento significativo, de 5 a 10 veces, en el riesgo de muerte materna, insuficiencia cardíaca, accidente cerebrovascular, edema pulmonar o lesión renal aguda (10). Estas cifras subrayan la gravedad de las complicaciones asociadas con la preeclampsia y la necesidad urgente de estrategias preventivas más efectivas.
Las manifestaciones cardiovasculares en la preeclampsia se vinculan principalmente al aumento de la resistencia vascular periférica, generando hipertensión a pesar de la disminución del volumen intravascular. El gasto cardíaco, ajustado por factores de riesgo como la edad y el peso materno, suele ser normal, a menos que la preeclampsia evolucione hacia una miocardiopatía periparto (9). La activación endotelial pulmonar, la activación de neutrófilos y la reducción de la presión oncótica plasmática elevan el riesgo de edema pulmonar y síndrome de dificultad respiratoria aguda (9).
La hipertensión grave, especialmente la sistólica, aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular hemorrágico, y la combinación de hipertensión y activación endotelial puede causar encefalopatía isquémica reversible y convulsiones propias de la eclampsia (9). La afectación renal se manifiesta comúnmente como proteinuria debido a la lesión característica de la endoteliosis glomerular y pérdida asociada de la integridad de los podocitos, pudiendo llegar a provocar proteinuria en rango nefrótico, necrosis tubular aguda y lesión renal aguda en casos graves (9).
El daño hepático se caracteriza por inflamación periportal y daño hepatocelular, manifestándose con dolor en el cuadrante superior derecho o epigástrico, transaminitis, hematoma subcapsular e, infrecuentemente, insuficiencia o rotura hepática (9). Las manifestaciones fetales varían e incluyen restricción del crecimiento fetal (asociada a placentación inadecuada en preeclampsia temprana) y macrosomía (relacionada con desequilibrio úteroplacentario en preeclampsia tardía), ambos aumentando los riesgos perinatales (9).
La preeclampsia también puede manifestarse por primera vez en el posparto, alcanzando su punto máximo de presión arterial aproximadamente entre 3 y 6 días después del parto, lo que puede requerir reingreso hospitalario (9). Estas situaciones posparto se asocian con una mayor incidencia de problemas de salud mental (9). Otras complicaciones maternas a corto plazo incluyen hemorragia cerebrovascular, desprendimiento de retina, síndrome HELLP y eclampsia, pero la preeclampsia también está siendo reconocida por sus consecuencias a largo plazo que pueden manifestarse hasta 15 años después del parto (1).
Además de los riesgos posparto para las mujeres con antecedentes de preeclampsia, los hijos expuestos a las consecuencias intrauterinas tienen un mayor riesgo de enfermedades en su vida posnatal. La preeclampsia es una causa importante de restricción del crecimiento intrauterino (RCIU) y parto prematuro, siendo la RCIU un factor de riesgo independiente para el desarrollo de hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares en la vida adulta (1). Incluso los bebés nacidos de embarazos preeclámpticos con un peso de 2,5 kg muestran aumentos significativos en la presión arterial sistólica en la infancia y adolescencia (1). Este panorama subraya la complejidad y la importancia de considerar no solo las complicaciones maternas inmediatas, sino también las implicaciones a largo plazo para la salud de la madre y el hijo.
La preeclampsia puede derivar en complicaciones graves. Entre ellas se encuentran convulsiones, conocidas como eclampsia, con tasas que varían entre 40 y 90 casos por cada 10,000 nacimientos en Europa y países en desarrollo, respectivamente. Otros riesgos comprenden edema pulmonar, desprendimiento de placenta (1%-4%), oligohidramnios y restricción del crecimiento fetal, alcanzando hasta un 30% de los casos (6).
La eclampsia se define por la aparición de convulsiones tónico-clónicas generalizadas de nueva aparición o coma en una paciente con preeclampsia. Estas convulsiones pueden presentarse antes, durante o después del parto (13). La eclampsia constituye una emergencia médica con riesgos significativos tanto para la madre como para el feto. Además de las consecuencias inmediatas, la descendencia de mujeres que han experimentado preeclampsia y eclampsia enfrenta un mayor riesgo a largo plazo de accidente cerebrovascular e hipertensión (6). Esta información destaca la importancia de la identificación temprana y gestión adecuada de la preeclampsia para prevenir complicaciones graves tanto en la madre como en el niño.
Síntomas
Además de diferenciar entre preeclampsia, hipertensión gestacional y preeclampsia superpuesta a hipertensión crónica, la preeclampsia se clasifica según la presencia o ausencia de características graves, que son manifestaciones más extremas de los signos y síntomas descritos anteriormente. Estas incluyen una presión arterial de 160/110 mmHg, recuentos de plaquetas de 100.000 plaquetas/L, enzimas hepáticas elevadas al doble de las concentraciones normales, dolor en el cuadrante superior derecho indicando afectación hepática grave, creatinina sérica de ≥1,1 mg/dl o duplicación de la creatinina sérica normal, edema pulmonar y alteraciones visuales (13).
Otra distinción clave en el diagnóstico de la preeclampsia es entre inicio temprano y tardío, es decir, antes o después de las 34 semanas de gestación. Se sugiere que esta diferencia puede definir dos etiologías distintas de la preeclampsia, ya que el inicio temprano tiende a producir un fenotipo más grave, mientras que el inicio tardío conduce a una enfermedad más leve o moderada (1).
Los síntomas de dolor de cabeza y problemas visuales, cuando están presentes, señalan la gravedad de la enfermedad. El dolor de cabeza puede ser temporal, frontal, occipital o difuso, y suele ser punzante o pulsátil. Los síntomas visuales pueden abarcar visión borrosa, fotopsias (luces intermitentes o chispas), escotomas (áreas oscuras o espacios vacíos en el campo visual), diplopía o amaurosis fugaz (ceguera temporal en uno o ambos ojos) (7). Estos indicadores adicionales son cruciales para el diagnóstico temprano y la gestión efectiva de la preeclampsia.
Prevención
La prevención y la identificación temprana son fundamentales para gestionar la preeclampsia y minimizar sus riesgos. Diversas estrategias se han propuesto para abordar la preeclampsia y reducir su impacto negativo en la salud materna y fetal (9). Uno de los enfoques preventivos destaca la identificación de mujeres con alto riesgo de preeclampsia antes de la semana 13 de gestación y la recomendación de comenzar la administración de aspirina en dosis bajas hasta las 36 semanas de gestación (6) (3). Esta medida proactiva se basa en evidencia que respalda la eficacia de la aspirina en la reducción de los riesgos asociados con la preeclampsia.
Aunque la preeclampsia rara vez se diagnostica antes de las 20 semanas, se destaca la importancia de medir la presión arterial en varias ocasiones antes de este período para establecer un punto de referencia para comparaciones posteriores durante el embarazo (7). Este enfoque temprano contribuye a la identificación precoz de posibles cambios en la presión arterial.
La expulsión de la placenta es el desencadenante para la resolución de la preeclampsia una vez que se ha desarrollado (9). Por lo tanto, la prevención es crucial, y diversas terapias preventivas se han centrado en corregir desequilibrios angiogénicos, activación endotelial, estrés oxidativo, inflamación y vasoconstricción, o una combinación de estos factores (11). La evidencia respalda el uso de ejercicio, aspirina, calcio y la inducción del parto como estrategias preventivas efectivas.
La actividad física juega un papel esencial en la prevención de la preeclampsia. Un estudio recomienda que las mujeres embarazadas realicen al menos 140 minutos por semana de ejercicio de intensidad moderada, lo suficiente para aumentar el ritmo cardíaco sin llegar a un nivel que les impida hablar pero no cantar (9).
En mujeres embarazadas con hipertensión crónica leve, se ha observado que una estrategia de mantener la presión arterial por debajo de 140/90 mm Hg se asocia con mejores resultados del embarazo en comparación con reservar el tratamiento solo para la hipertensión grave, sin aumentar el riesgo de hipertensión leve en el peso al nacer en edad gestacional (8).
Aunque el autocontrol de la presión arterial se ha vuelto común, especialmente desde el inicio de la pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (Covid-19), aún existe incertidumbre sobre si esto resultará en una detección más temprana de la preeclampsia (9). Sin embargo, la atención y el monitoreo regulares son fundamentales para garantizar la seguridad tanto de la madre como del feto.
Diagnóstico
El diagnóstico de la preeclampsia es un componente crítico para garantizar una intervención y manejo adecuados. En 2013, el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) adoptó el término preeclampsia con características graves en lugar de preeclampsia grave, resaltando la importancia de determinar la gravedad de la enfermedad para abordarla de la mejor manera (14).
La detección tradicional del riesgo de preeclampsia se basa en una evaluación de los factores de riesgo clínicos en las primeras etapas del embarazo. Aunque este enfoque es simple, tiene limitaciones en términos de sensibilidad, con tasas de detección relativamente bajas tanto para la preeclampsia prematura (aproximadamente 40%) como para la preeclampsia a término (aproximadamente 35%), y una tasa de detección positiva de alrededor del 10% (8).
La utilización de biomarcadores se considera esencial para la detección temprana de la preeclampsia, permitiendo la estratificación del riesgo y las pruebas de terapias preventivas (8). Estos biomarcadores pueden proporcionar información valiosa sobre la probabilidad de desarrollar preeclampsia y ayudar en la toma de decisiones clínicas.
El proceso de diagnóstico incluye registrar mediciones elevadas de presión arterial en los intervalos especificados (±140/90 mmHg en dos ocasiones, con 4 horas de diferencia, después de las 20 semanas de gestación). Posteriormente, se realizan pruebas de confirmación auxiliares, como la medición de proteínas en la orina, que es un marcador clave para evaluar la presencia de proteinuria, uno de los criterios diagnósticos de la preeclampsia (3). Este enfoque integral contribuye a una evaluación más precisa y ayuda en la toma de decisiones para el manejo clínico de la condición.
Tratamiento y abordaje
Los avances significativos en obstetricia y neonatología han transformado la gestión de la preeclampsia, disminuyendo sustancialmente los resultados adversos asociados con esta condición (15). Para pacientes con hipertensión grave, el consenso es claro: aquellas embarazadas o posparto con hipertensión confirmada deben recibir tratamiento de inmediato. Esto se realiza para reducir el riesgo de complicaciones graves, como accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca (5). sin embargo, dado que el parto es la única cura conocida, la intervención temprana es crucial. Esto ha llevado a reconocer la necesidad de estrategias que no solo aborden la preeclampsia una vez desarrollada, sino que también busquen prevenirla (3).
En el ámbito del tratamiento antihipertensivo durante el embarazo, existe controversia. Mientras que este enfoque reduce la frecuencia de hipertensión grave, no se ha demostrado que mejore resultados maternos, fetales o neonatales, y se asocia con un mayor riesgo de peso bajo al nacer (10). Las mujeres con hipertensión crónica leve plantean un dilema: ¿suspender la medicación hasta que la presión arterial sea severa o continuar con la terapia establecida? En mujeres con hipertensión crónica leve, el tratamiento activo con un objetivo de presión arterial inferior a 140/90 mm Hg mostró resultados más favorables en el embarazo (10).
La implementación de terapia antihipertensiva durante el embarazo, particularmente para la hipertensión no grave, ha demostrado reducir significativamente la incidencia de hipertensión grave, disminuyendo el riesgo entre un 40%-70% en comparación con el placebo (5). Esta estrategia ha sido respaldada por evidencia consistente, destacando la importancia de abordar activamente la hipertensión durante el embarazo para prevenir complicaciones graves.
Cuando la preeclampsia presenta síntomas graves, como en el caso de hipertensión severa, retrasar el parto se considera una estrategia para permitir una mayor maduración fetal y reducir la morbilidad y mortalidad neonatal asociada con el parto prematuro (14). En situaciones de hipertensión grave, diversos estudios sugieren la eficacia de agentes como labetalol o hidralazina administrados por vía intravenosa como opciones de primera línea para el tratamiento agudo. Sin embargo, se advierte sobre el uso de nimodipino, diazóxido y ketanserina, este último ya no comercializado activamente en todo el mundo (5). Estas consideraciones resaltan la necesidad de enfoques específicos y bien fundamentados en la elección de agentes antihipertensivos.
Ahora bien, aunque las terapias actuales pueden reducir la presión arterial, son solo una solución temporal contra el parto prematuro hasta la viabilidad fetal. La idea tradicional de que la expulsión de la placenta es la única cura ha sido cuestionada por evidencia reciente que destaca los riesgos a largo plazo tanto para la madre como para el niño (6). Este cambio de paradigma subraya la necesidad de una atención continua y cuidado de la salud después del parto.
A pesar de los avances, la predicción temprana de la preeclampsia sigue siendo un desafío. Aunque no hay pruebas recomendadas para predecir su aparición, las biopsias líquidas que miden el ARNcf plasmático muestran promesas. Estas biopsias pueden confirmar la preeclampsia en el momento del diagnóstico clínico y, lo que es más crucial, ofrecen la posibilidad de predicción en las primeras etapas del embarazo. La predicción temprana permitiría un enfoque profiláctico con agentes terapéuticos, como la aspirina en dosis bajas (5). Este avance potencial podría cambiar radicalmente la forma en que abordamos la preeclampsia desde sus primeras etapas.
El ejercicio, aunque no ha demostrado mejorar significativamente los resultados maternos o fetales importantes, puede desempeñar un papel preventivo en los trastornos hipertensivos del embarazo. Reducir la actividad, especialmente en casos de preeclampsia, puede mejorar el flujo sanguíneo úteroplacentario y prevenir la exacerbación de la hipertensión, siempre que la presión arterial se controle adecuadamente. Las recomendaciones de actividad deben adaptarse a cada paciente individualmente (5). La dieta también juega un papel vital, con recomendaciones para una alimentación saludable sin restricciones significativas de sal (5). Este enfoque integral destaca la importancia de las medidas de estilo de vida en la prevención y el manejo de la preeclampsia.
Tras el parto, la atención posparto es esencial. El seguimiento cercano de la presión arterial, que alcanza su punto máximo entre tres y seis días después del parto, es crucial, y las pacientes deben buscar atención médica si desarrollan dolores de cabeza intensos o si la presión arterial aumenta a niveles graves (12). El control adicional de la presión arterial en el hogar complementa esta atención posparto, brindando a las pacientes herramientas para monitorear su salud en el entorno doméstico. Las medidas preventivas entre embarazos, como la pérdida de peso y el ejercicio, presentan un potencial significativo para reducir el riesgo de preeclampsia recurrente (9). Este enfoque holístico subraya la importancia de un cuidado continuo y personalizado antes, durante y después del embarazo.
Discusión
La preeclampsia, una complicación grave del embarazo caracterizada por hipertensión y daño a múltiples órganos, sigue siendo un desafío importante en la atención materno-fetal. Los avances en la obstetricia y neonatología han mejorado significativamente los resultados adversos asociados con esta condición, pero su incidencia y las complejidades clínicas asociadas demandan un abordaje constante y perspicaz. La identificación temprana y precisa sigue siendo un área crítica, y la introducción de biomarcadores, como el ARNcf plasmático, abre nuevas perspectivas para la predicción en las primeras etapas del embarazo.
El tratamiento y manejo de la preeclampsia han evolucionado, destacando la eficacia de la terapia antihipertensiva y agentes como el sulfato de magnesio en la prevención de complicaciones graves. Sin embargo, la controversia sobre el tratamiento antihipertensivo durante el embarazo y la necesidad de un abordaje más específico para casos de hipertensión crónica leve subrayan la complejidad de esta condición. La importancia de medidas preventivas, como la actividad física y una dieta saludable, refuerza la necesidad de enfoques integrales en la atención a la preeclampsia.
La atención posparto y el seguimiento son cruciales, ya que la presión arterial puede alcanzar su punto máximo después del parto, y los riesgos a largo plazo para la madre y el niño indican una necesidad continua de monitoreo y apoyo. Las medidas entre embarazos, como la pérdida de peso y el ejercicio, ofrecen oportunidades para reducir la recurrencia de la preeclampsia y resaltan la importancia de un cuidado a largo plazo. Aunque los avances son notables, la investigación y el desarrollo de enfoques más personalizados y predictivos continúan siendo fundamentales para mejorar la prevención y el manejo de esta compleja condición obstétrica. En última instancia, la lucha contra la preeclampsia requiere una combinación de vigilancia clínica, intervenciones efectivas y una atención integral centrada en la paciente.
En consonancia con la necesidad de comprender más a fondo la patogénesis de la preeclampsia, la carencia de herramientas específicas de prevención, detección y tratamiento subraya la urgencia de la investigación y el desarrollo en este campo (15). A pesar de los avances significativos, la complejidad de la preeclampsia demanda una comprensión más profunda de los factores subyacentes y su variabilidad.
La identificación de biomarcadores y enfoques terapéuticos más específicos, como el uso potencial de la aspirina en dosis bajas en situaciones de alto riesgo (6) y el ARNcf plasmático en predicción temprana (8), destaca la importancia de seguir avanzando en la ciencia para abordar de manera más precisa esta condición obstétrica. A medida que se avanza hacia una medicina más personalizada, se espera que nuevos descubrimientos contribuyan a estrategias más efectivas y adaptadas a las necesidades individuales, mejorando así la atención y los resultados tanto para las madres como para los recién nacidos.
Conclusión
En síntesis, la preeclampsia es una entidad obstétrica multifacética con consecuencias significativas para la salud materna y neonatal. A pesar de los avances en la comprensión y el manejo de la condición, persisten desafíos sustanciales, reflejados en la falta de herramientas específicas de prevención, detección y tratamiento (15). Esto subraya la necesidad apremiante de una investigación más profunda y estratégica que nos permita desentrañar los misterios de su patogénesis.
La variedad de manifestaciones clínicas, desde la hipertensión hasta la afectación de órganos y complicaciones fetales, resalta la complejidad de la preeclampsia y la necesidad de un enfoque integral en su abordaje. La clasificación según la presencia de características graves y la distinción entre inicio temprano y tardío (11) sugieren que no existe un único perfil de preeclampsia, sino más bien diversas presentaciones que requieren evaluación y manejo personalizados.
A pesar de las terapias actuales y la importancia del control prenatal, la preeclampsia sigue siendo un desafío clínico significativo. La prevención y el tratamiento, ya sea mediante intervenciones farmacológicas, cambios en el estilo de vida o la identificación temprana de biomarcadores, son áreas de investigación críticas para mejorar los resultados maternos y fetales. La atención continua posparto y la comprensión de los riesgos a largo plazo para las madres y sus hijos también requieren una mayor atención.
En última instancia, el abordaje de la preeclampsia no solo depende de la atención clínica, sino también de una mayor conciencia pública, educación y apoyo a la investigación. Este conjunto de desafíos y oportunidades destaca la complejidad de la preeclampsia, pero también abre la puerta a innovaciones que pueden cambiar el panorama y mejorar significativamente la salud materna e infantil en todo el mundo.
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