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Impacto de la obesidad infantil en la salud a largo plazo: Consecuencias metabólicas, cardiovasculares y psicosociales

Impacto de la obesidad infantil en la salud a largo plazo: Consecuencias metabólicas, cardiovasculares y psicosociales

Autora principal: Dra. Ariana Ramírez Zumbado.

Vol. XX; nº 07; 299

Impact of childhood obesity on long-term health: Metabolic, cardiovascular and psychosocial consequences

Fecha de recepción: 5 de marzo de 2025

Fecha de aceptación: 2 de abril de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 07 Primera quincena de abril de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 07; 299

Autores:

Dra. Ariana Ramírez Zumbado. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0000-0003-1518-6867

Dr. Andrey Hidalgo Molina. Médico general, profesor de fisiología, UCIMED. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0001-7505-4172

Dra. Monica Barboza Bonilla. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0001-8306-1970

Dr. Johan Eduardo Lobo Rodríguez. Médico general, investigador Independiente. Alajuela, Costa Rica. ORCID: 0009-0001-4294-8364

Dra. Rachel Alfaro Villalobos. Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0002-7352-0923

Resumen

La obesidad infantil es un problema de salud mundial que ha aumentado significativamente en las últimas décadas, afectando a millones de niños y adolescentes. Esta condición conlleva graves consecuencias para la salud a largo plazo, lo que hace fundamental su detección y prevención tempranas. Entre los principales riesgos se encuentra el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, ya que la presión arterial elevada en la infancia puede ser un predictor de hipertensión en la adultez. Además, la obesidad infantil está relacionada con alteraciones estructurales en el corazón, como la hipertrofia del ventrículo izquierdo, lo que incrementa la probabilidad de enfermedades cardiovasculares en el futuro.

Los trastornos metabólicos son otra de las principales complicaciones asociadas. La obesidad infantil aumenta significativamente el riesgo de resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 y dislipidemia, condiciones que pueden persistir en la adultez si no se interviene a tiempo. Asimismo, la acumulación excesiva de grasa en el hígado puede derivar en enfermedad hepática esteatosa, cuyo tratamiento principal se basa en cambios en el estilo de vida.

En el ámbito psicológico, la obesidad infantil impacta negativamente en la autoestima y el bienestar emocional, aumentando el riesgo de ansiedad y depresión. El estigma social y la discriminación también juegan un papel importante en la salud mental de los niños con obesidad. Dado su impacto en la salud física y emocional, es fundamental implementar estrategias de prevención y tratamiento oportunas para mitigar sus efectos en la vida adulta.

Palabras clave

Obesidad infantil, salud metabólica, enfermedades cardiovasculares, nutrición, actividad física, microbiota intestinal, diabetes.

Abstract

Childhood obesity is a global health problem that has increased significantly in recent decades, affecting millions of children and adolescents. This condition has serious long-term health consequences, making early detection and prevention essential. Among the main risks is the development of cardiovascular diseases, since high blood pressure in childhood can be a predictor of hypertension in adulthood. In addition, childhood obesity is related to structural alterations in the heart, such as left ventricular hypertrophy, which increases the likelihood of cardiovascular diseases in the future.

Metabolic disorders are another of the main associated complications. Childhood obesity significantly increases the risk of insulin resistance, type 2 diabetes and dyslipidemia, conditions that can persist into adulthood if not treated in time. Likewise, excessive accumulation of fat in the liver can lead to steatotic liver disease, the main treatment of which is based on lifestyle changes.

In the psychological field, childhood obesity negatively impacts self-esteem and emotional well-being, increasing the risk of anxiety and depression. Social stigma and discrimination also play a significant role in the mental health of children with obesity. Given its impact on physical and emotional health, it is essential to implement timely prevention and treatment strategies to mitigate its effects in adult life.

Keywords

Childhood obesity, metabolic health, cardiovascular diseases, nutrition, physical activity, intestinal microbiota, diabetes.

Introducción:

La obesidad infantil es un problema de salud mundial crítico caracterizado por una acumulación excesiva de grasa corporal que plantea riesgos importantes para la salud a largo plazo. Su prevalencia ha aumentado drásticamente en las últimas décadas, y las estimaciones sugieren que, para 2025, 206 millones de niños y adolescentes se verán afectados en todo el mundo. La detección y prevención tempranas son cruciales, ya que la obesidad infantil está asociada con numerosos efectos adversos para la salud que persisten hasta la edad adulta (1; 2)

Uno de los principales riesgos derivados de la obesidad infantil es el desarrollo de enfermedades cardiovasculares (ECV). La presión arterial elevada en la infancia actúa como un precursor de la hipertensión y las ECV en adultos. Los aumentos tempranos en la presión arterial pueden provocar cambios cardiovasculares subclínicos, incrementando la probabilidad de episodios graves en la edad adulta (2).

Los trastornos metabólicos también representan una de las principales consecuencias de la obesidad infantil. Esta condición aumenta significativamente el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, dislipidemia e hipertensión en la adultez temprana. La resistencia a la insulina, una característica frecuente en niños con obesidad, contribuye al desarrollo de alteraciones metabólicas que persisten en la vida adulta. Sin embargo, un tratamiento eficaz de la obesidad pediátrica puede mitigar estos riesgos, subrayando la importancia de la intervención temprana para prevenir complicaciones metabólicas a futuro (3).

En el ámbito psicológico, la obesidad infantil puede tener efectos duraderos en la salud mental. Aunque la respuesta al tratamiento de la obesidad no se asocia directamente con la depresión o la ansiedad, diversos estudios han demostrado que los niños con obesidad experimentan una mayor prevalencia de baja autoestima, discriminación social y estigmatización. Estas experiencias pueden influir negativamente en el bienestar emocional y aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de salud mental en la adolescencia y adultez (3).

Para abordar este problema, la detección temprana y la prevención juegan un papel fundamental. Se ha identificado que la baja condición física y la presión arterial elevada en niños en edad preescolar son factores predictivos importantes del exceso de peso en la adolescencia, lo que enfatiza la necesidad de un control y una intervención oportunos (4).

Asimismo, los factores genéticos y ambientales desempeñan un papel clave en la obesidad infantil. La integración de conocimientos genéticos con factores de riesgo ambientales, como la exposición prenatal a contaminantes, puede contribuir a la identificación temprana y al diseño de estrategias de tratamiento más adecuadas (1; 5).

El objetivo de este artículo es analizar las consecuencias a largo plazo de la obesidad infantil en la salud física y mental, abordando sus factores de riesgo, impacto metabólico, cardiovascular, ortopédico y psicosocial. Además, se destaca la importancia de la detección temprana y la implementación de estrategias preventivas y de intervención para mitigar sus efectos en la adultez.

Metodología:

Para el desarrollo de esta investigación sobre las consecuencias a largo plazo de la obesidad infantil, se realizó una revisión bibliográfica con el objetivo de analizar su impacto en la salud física y mental, así como sus factores de riesgo y estrategias de prevención. La revisión incluyó aspectos clave como las repercusiones metabólicas, cardiovasculares, ortopédicas y psicosociales de la obesidad infantil, además de intervenciones preventivas y terapéuticas basadas en la evidencia científica más reciente.

Se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web ofScience, debido a su prestigio y amplia cobertura en temas de salud pública, pediatría y enfermedades metabólicas. Se establecieron rigurosos criterios de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025 en inglés o español, que analizaran las consecuencias a largo plazo de la obesidad infantil y las estrategias de prevención e intervención. Se excluyeron investigaciones con datos incompletos, estudios duplicados y aquellas sin revisión por pares. Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave como:Obesidad infantil, salud metabólica, enfermedades cardiovasculares, nutrición, actividad física, microbiota intestinal, diabetes.

La búsqueda inicial identificó 23 fuentes relevantes, incluyendo artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios clínicos y documentos de organismos especializados en obesidad y salud infantil. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis detallado para extraer información sobre el impacto de la obesidad infantil en la adultez, los factores de riesgo asociados y las estrategias más efectivas para su prevención y tratamiento.

El análisis se llevó a cabo mediante enfoques cualitativos y comparativos, organizando los hallazgos en categorías temáticas para identificar patrones en el desarrollo de enfermedades metabólicas, cardiovasculares y psicológicas relacionadas con la obesidad infantil. Este enfoque permitió obtener una visión integral de sus repercusiones a largo plazo, destacando la importancia de la prevención temprana y las estrategias de intervención para mitigar sus efectos en la salud futura.

Factores de riesgo y causas de la obesidad infantil:

Las modificaciones epigenéticas desempeñan un papel fundamental en la fisiopatología de la obesidad, ya que regulan la expresión génica sin alterar la secuencia del ADN. Entre estas modificaciones, la metilación del ADN se ha identificado como un mecanismo clave que puede influir en la acumulación de tejido adiposo y el metabolismo energético. Se ha propuesto el desarrollo de puntuaciones predictivas del riesgo de metilación, lo que permitiría identificar a individuos con mayor susceptibilidad a la obesidad desde etapas tempranas (6). Además, la vía de la quinurenina, modulada por la inflamación materna durante la gestación, ha sido implicada en el riesgo de desarrollar obesidad, lo que resalta la influencia de factores prenatales en la programación metabólica y en la predisposición a largo plazo (7).

El entorno en el que crecen los niños también desempeña un papel determinante en el desarrollo de la obesidad. Un enfoque sistémico ha identificado a la familia, la alimentación, la actividad física, la salud mental, el tiempo de pantalla y las competencias profesionales como subsistemas interconectados que influyen en el peso corporal infantil. En este sentido, el nivel socioeconómico es un factor crítico que puede afectar el acceso a alimentos saludables y oportunidades para realizar actividad física, dificultando la prevención y el control del exceso de peso en la infancia (8).

La dieta es otro elemento fundamental en la regulación del peso corporal. Se ha demostrado que los patrones de alimentación influyen significativamente en el riesgo de obesidad. Por ejemplo, la ingesta regular de desayuno y la práctica de cenas familiares están asociadas con un menor riesgo de obesidad, mientras que el hábito de comer frente al televisor se ha relacionado con un aumento de peso (9).

La falta de actividad física es otro factor de riesgo ampliamente documentado. La inactividad física prolongada no solo contribuye al aumento de peso, sino que también impacta negativamente en la salud metabólica y cardiovascular. Diversos enfoques han enfatizado la necesidad de implementar intervenciones comunitarias dirigidas a fomentar un estilo de vida activo en la infancia, promoviendo entornos que faciliten la actividad física diaria, tanto en el ámbito escolar como en el hogar (8).

Por otro lado, el tiempo excesivo frente a pantallas se ha asociado con un mayor riesgo de obesidad, ya que promueve un estilo de vida sedentario y puede estar relacionado con una mayor ingesta calórica, especialmente a través de la exposición a publicidad de alimentos ultraprocesados. Además, los hábitos de sueño juegan un papel crucial en la regulación del metabolismo y el control del apetito. La falta de sueño adecuado se ha vinculado con alteraciones hormonales que favorecen el aumento del peso corporal, lo que resalta la importancia de un equilibrio entre el uso de dispositivos electrónicos y una higiene del sueño adecuada (8).

Consecuencias metabólicas a largo plazo:

La obesidad infantil está estrechamente vinculada con el desarrollo de resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, patologías que históricamente han sido más comunes en la población adulta, pero cuya incidencia en niños con obesidad ha aumentado significativamente en las últimas décadas (10). La acumulación excesiva de tejido adiposo genera un estado inflamatorio crónico y altera la señalización de la insulina, lo que contribuye a la disminución de su eficacia en la regulación de la glucosa. Esta disfunción metabólica, si no se aborda de manera temprana, puede evolucionar hacia diabetes tipo 2 en la adolescencia o adultez. Sin embargo, el tratamiento eficaz de la obesidad pediátrica, ya sea mediante la remisión del exceso de peso o una respuesta favorable a la intervención, reduce significativamente el riesgo de desarrollar esta enfermedad en etapas posteriores de la vida (3).

Además de la alteración en el metabolismo de la glucosa, la obesidad infantil está asociada con dislipidemia, una condición caracterizada por niveles anormales de lípidos en sangre, incluyendo elevaciones en triglicéridos y lipoproteínas de baja densidad, así como disminución de lipoproteínas de alta densidad. Estas alteraciones incrementan el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares a lo largo de la vida. Se ha demostrado que el éxito del tratamiento de la obesidad en la infancia se correlaciona con una reducción del riesgo de dislipidemia, lo que subraya la importancia de estrategias de intervención temprana para prevenir complicaciones metabólicas futuras (3).

Entre las manifestaciones hepáticas asociadas a la obesidad destaca la EHGNA, recientemente redefinida como enfermedad hepática esteatótica asociada a la disfunción metabólica (MASLD), la cual ha emergido como una de las principales enfermedades hepáticas en niños y adolescentes con obesidad (11). Esta condición se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en el hígado en ausencia de consumo significativo de alcohol y está estrechamente relacionada con la resistencia a la insulina y otros componentes del síndrome metabólico. Si bien la modificación del estilo de vida sigue siendo la estrategia terapéutica principal, algunas intervenciones farmacológicas, como el uso de GLP-1RA, han mostrado resultados prometedores en la mejora de la salud hepática y la reducción de la progresión de la enfermedad (11).

Impacto en la salud cardiovascular:

La obesidad infantil es un factor determinante en el desarrollo de hipertensión, una condición cuya prevalencia ha aumentado significativamente en niños con exceso de peso. La hipertensión arterial en la infancia no solo afecta la salud cardiovascular en el corto plazo, sino que representa un fuerte predictor de enfermedades cardiovasculares en la edad adulta, lo que subraya la importancia de su detección y manejo oportunos. La fisiopatología de esta relación involucra múltiples mecanismos, incluyendo un aumento en la actividad del sistema nervioso simpático y la activación del RAAS, los cuales favorecen la retención de sodio y alteran la natriuresis por presión, contribuyendo al mantenimiento de niveles elevados de presión arterial (12).

Además del impacto en la presión arterial, la obesidad infantil induce alteraciones estructurales y funcionales en el corazón, aumentando el riesgo de enfermedad cardiovascular a largo plazo. Entre los cambios más relevantes se encuentran la hipertrofia del ventrículo izquierdo y la disfunción del gasto cardíaco, factores que predisponen a insuficiencia cardíaca y otros trastornos cardiovasculares en la adultez (3; 12).

Otro componente clave en la relación entre obesidad y riesgo cardiovascular es la aterosclerosis temprana, un proceso impulsado por la inflamación sistémica crónica y el estrés oxidativo característicos de la obesidad infantil. La acumulación progresiva de depósitos lipídicos en las arterias compromete la función vascular y favorece la aparición de eventos cardiovasculares en el futuro. El síndrome metabólico, común en niños con obesidad, agrava aún más este proceso al combinar obesidad central, alteraciones en el metabolismo de la glucosa, dislipidemia e hipertensión, lo que acelera el daño endotelial y la rigidez arterial (13).

Para mitigar estos riesgos, las intervenciones no farmacológicas juegan un papel fundamental. Estrategias enfocadas en la modificación del estilo de vida, como la adopción de hábitos alimenticios saludables y el aumento de la actividad física, han demostrado ser eficaces en la reducción del peso corporal y la mejora de factores de riesgo asociados, incluyendo la hipertensión y la dislipidemia (14).

Consecuencias ortopédicas y musculoesqueléticas:

La obesidad infantil influye significativamente en el desarrollo óseo y articular, generando cambios en la densidad mineral ósea (DMO). Aunque la obesidad ha sido asociada con un aumento en la DMO, esto no necesariamente se traduce en una mayor fortaleza ósea. Un estudio de aleatorización mendeliana encontró una relación causal entre la obesidad infantil y el incremento de la densidad ósea, lo que podría tener implicaciones para la salud ósea en la edad adulta (15). Sin embargo, a pesar de este aumento, el riesgo de ciertas fracturas, como las del cóndilo lateral, no muestra diferencias significativas entre niños obesos y no obesos, lo que sugiere que otros factores pueden influir en la resistencia ósea (16).

Además de su impacto en la estructura ósea, la obesidad infantil está asociada con un mayor riesgo de lesiones musculoesqueléticas. Los niños con obesidad tienen una mayor probabilidad de experimentar síntomas y lesiones en el sistema musculoesquelético, lo que puede derivar en un aumento de consultas médicas relacionadas con estos problemas. En particular, un estudio longitudinal identificó que las niñas con obesidad presentan una mayor incidencia de consultas musculoesqueléticas, lo que sugiere un mayor riesgo de complicaciones en esta población (18). Asimismo, el peso corporal excesivo puede contribuir a la aparición de fracturas y a una mayor gravedad de las lesiones, aunque no necesariamente afecta el proceso de curación ósea (16).

Las alteraciones musculoesqueléticas derivadas de la obesidad no solo incrementan el riesgo de lesiones, sino que también afectan la movilidad y la calidad de vida. La limitación en la actividad física debido a los síntomas musculoesqueléticos puede reducir la funcionalidad diaria y aumentar el riesgo de desarrollar un estilo de vida sedentario, perpetuando el ciclo de la obesidad (18). En este contexto, las intervenciones enfocadas en la modificación del estilo de vida han demostrado ser eficaces para mejorar la movilidad y reducir los riesgos asociados. La implementación de planes personalizados que incluyan actividad física y una alimentación adecuada ha mostrado beneficios significativos en la calidad de vida de los niños con obesidad, especialmente en poblaciones minoritarias con mayor vulnerabilidad (19).

Repercusiones psicosociales y emocionales:

La obesidad infantil no solo afecta la salud física, sino que también tiene un impacto significativo en la salud mental. Los niños con obesidad presentan un mayor riesgo de desarrollar ansiedad y depresión, condiciones que pueden verse agravadas por la presión social y la insatisfacción con la imagen corporal (20; 21). En este sentido, se ha demostrado que las intervenciones multidisciplinarias enfocadas en la modificación del estilo de vida pueden contribuir a mejorar los síntomas de ansiedad y depresión en esta población, lo que resalta la importancia de estrategias específicas para mitigar estos problemas (20).

El estigma social y la discriminación son factores adicionales que afectan el bienestar emocional de los niños con obesidad. La estigmatización en entornos escolares y sociales puede generar una disminución en la autoestima y afectar la percepción de autovaloración (22; 23). Estos niños suelen experimentar victimización por parte de sus compañeros, así como comentarios negativos sobre su peso, lo que contribuye al desarrollo de sentimientos de inferioridad y aislamiento social (22). Además, el miedo al rechazo o a la burla puede disuadirlos de buscar ayuda profesional, perpetuando así los problemas emocionales y psicológicos asociados a la obesidad (23).

La relación entre obesidad infantil y trastornos de la conducta alimentaria es otro aspecto relevante. Se ha identificado una conexión entre la obesidad en la infancia y el desarrollo de estos trastornos en la adolescencia y la adultez, lo que sugiere que las dificultades emocionales y la insatisfacción corporal pueden desempeñar un papel clave en su aparición. Factores como la presión social, la preocupación excesiva por el peso y las experiencias de burlas relacionadas con la obesidad han sido señalados como desencadenantes de estas patologías, lo que subraya la necesidad de intervenciones tempranas que aborden tanto los aspectos físicos como los psicosociales de la obesidad infantil (21).

Conclusiones:

La obesidad infantil afecta el desarrollo óseo y articular al provocar cambios en la densidad mineral ósea. Aunque algunos estudios han demostrado que la obesidad en niños se asocia con un aumento en la densidad ósea, este incremento no siempre se traduce en una mayor fortaleza, pues el riesgo de fracturas, como las del cóndilo lateral, no difiere significativamente entre niños obesos y aquellos de peso normal. Además, la obesidad incrementa el riesgo de lesiones musculoesqueléticas; por ejemplo, se ha observado que las niñas con obesidad presentan una mayor incidencia de consultas relacionadas con problemas musculoesqueléticos, lo que indica un mayor riesgo de complicaciones en esta población. El exceso de peso puede contribuir a la aparición de fracturas y a la gravedad de las lesiones, sin afectar necesariamente el proceso de curación.

La presencia de alteraciones musculoesqueléticas repercute en la movilidad y calidad de vida de los niños, ya que limita la actividad física y el funcionamiento diario, perpetuando un estilo de vida sedentario. Intervenciones en el estilo de vida, mediante planes personalizados de actividad física y nutrición, han demostrado mejorar la movilidad y reducir los riesgos asociados, especialmente en poblaciones vulnerables.

Asimismo, la obesidad infantil tiene profundas repercusiones psicosociales y emocionales. Los niños afectados tienen un mayor riesgo de desarrollar ansiedad y depresión, condiciones que se agravan por la presión social, el estigma y la discriminación relacionados con la imagen corporal. Esta situación, sumada a la relación entre obesidad y trastornos de la conducta alimentaria en etapas posteriores, subraya la necesidad de intervenciones tempranas que aborden tanto los aspectos físicos como los emocionales para mejorar el bienestar a largo plazo.

 

Referencias:

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Los autores de este manuscrito declaran que:
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La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
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