Impacto de la polifarmacia en adultos mayores con comorbilidades múltiples: Riesgos, desafíos clínicos y estrategias de optimización terapéutica
Autora principal: María José González Reyes
Vol. XX; nº 11; 592
Impact of polypharmacy in older adults with multiple comorbidities: Risks, clinical challenges, and therapeutic optimization strategies
Fecha de recepción: 25 de abril de 2025
Fecha de aceptación: 4 de junio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 11 – Primera quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 11; 592
Autores:
María José González Reyes, Médico General, Investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0009-3318-5180 Código Medico: 19065
Alexander Hidalgo Fallas, Médico General, Investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0005-0099-8274 Código Médico: 12286
Carlos Fabián González Murillo, Médico General, en Emergencias Médicas. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0008-9834-0113 Código Médico: 18631
Danny Manuel Castillo Alvarado, Médico General, Investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0006-2813-001X
Gerardo Andrés Miranda Mora, Médico General, en Centro Nacional de Rehabilitación. San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0005-2480-2731 Código Médico: 16941
Resumen:
La polifarmacia, definida como el uso simultáneo de múltiples medicamentos, representa un desafío clínico creciente en la población geriátrica, especialmente en el contexto de la multimorbilidad. Esta situación puede clasificarse en polifarmacia apropiada, cuando los medicamentos prescritos son necesarios y clínicamente justificados, e inapropiada, cuando su utilización carece de indicación clara o supone riesgos mayores que beneficios. Diversos factores contribuyen a este fenómeno, entre ellos, la coexistencia de enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, insuficiencia renal y depresión, que demandan intervenciones farmacológicas múltiples y complejas. A ello se suman los cambios fisiológicos del envejecimiento, como la alteración de la absorción y eliminación de los fármacos, que aumentan la susceptibilidad a efectos adversos.
La polifarmacia incrementa el riesgo de interacciones medicamentosas, deterioro cognitivo, caídas, fragilidad, hospitalizaciones evitables y reducción de la calidad de vida. También se asocia con dificultades en la adherencia terapéutica, sobre todo cuando los esquemas farmacológicos son extensos y difíciles de manejar. En este escenario, la intervención de médicos, farmacéuticos y geriatras resulta clave, tanto en la prescripción racional como en la revisión periódica del tratamiento. El uso de herramientas clínicas como los criterios de Beers y STOPP/START permite identificar medicamentos potencialmente inapropiados y omisiones terapéuticas. Paralelamente, las estrategias de desprescripción y el uso de tecnologías de salud digital han demostrado ser efectivas para optimizar la terapia farmacológica y reducir riesgos. Todo ello subraya la importancia de una gestión individualizada, multidisciplinaria y centrada en el paciente para abordar de manera integral el impacto de la polifarmacia en los adultos mayores.
Palabras clave:
Multimorbilidad, adherencia, desprescripción, fragilidad, farmacovigilancia, geriatría.
Abstract:
Polypharmacy, defined as the simultaneous use of multiple medications, represents a growing clinical challenge in the geriatric population, especially in the context of multimorbidity. This situation can be classified as appropriate polypharmacy, when the prescribed medications are necessary and clinically justified, and inappropriate polypharmacy, when their use lacks a clear indication or poses greater risks than benefits. Several factors contribute to this phenomenon, including the coexistence of chronic diseases such as hypertension, diabetes, kidney failure, and depression, which require multiple and complex pharmacological interventions. Added to this are the physiological changes of aging, such as altered drug absorption and elimination, which increase susceptibility to adverse effects.
Polypharmacy increases the risk of drug interactions, cognitive decline, falls, frailty, avoidable hospitalizations, and reduced quality of life. It is also associated with difficulties in therapeutic adherence, especially when medication regimens are extensive and difficult to manage. In this scenario, the intervention of physicians, pharmacists, and geriatricians is key, both in rational prescribing and in periodic treatment reviews. The use of clinical tools such as the Beers criteria and STOPP/START allows for the identification of potentially inappropriate medications and therapeutic omissions. In parallel, deprescribing strategies and the use of digital health technologies have proven effective in optimizing drug therapy and reducing risks. All of this underscores the importance of individualized, multidisciplinary, and patient-centered management to comprehensively address the impact of polypharmacy on older adults.
Keywords:
Multimorbidity, adherence, underprescription, frailty, pharmacovigilance, geriatrics.
Introducción:
La polifarmacia, entendida como el uso simultáneo de cinco o más medicamentos, constituye una preocupación creciente en el ámbito de la salud pública, especialmente entre los adultos mayores. Este fenómeno es impulsado por el envejecimiento de la población global y por la alta carga de enfermedades crónicas que caracteriza a este grupo etario. La prescripción de múltiples fármacos, si bien puede responder a la necesidad de abordar diversas condiciones médicas de manera concurrente, se asocia también con un incremento en los efectos adversos, una mayor complejidad en el manejo clínico y una sobrecarga para los sistemas sanitarios. La magnitud de este problema se manifiesta en la elevada prevalencia reportada en diversas regiones del mundo, así como en las múltiples implicaciones clínicas, sociales y económicas derivadas de su existencia (1; 2).
Según una revisión sistemática y metanálisis recientes, la prevalencia mundial de la polifarmacia en adultos mayores alcanza aproximadamente el 39,1 %, con una distribución desigual entre continentes. Europa y América del Norte presentan las tasas más elevadas, mientras que en Asia y América del Sur se reportan cifras más moderadas (1). En Dinamarca, por ejemplo, se encontró que el 29 % de los adultos mayores estaban expuestos a polifarmacia, y casi la mitad de ellos había iniciado este patrón terapéutico en un plazo de cinco años (2). La variabilidad entre países también quedó evidenciada en un estudio que abarcó siete ciudades europeas, donde la prevalencia osciló entre el 16,4 % y el 60,8 %, lo cual refleja la influencia de factores locales, tanto clínicos como estructurales, en la prescripción múltiple (3).
Diversos factores explican esta alta prevalencia. La edad avanzada, la multimorbilidad y la residencia en instituciones geriátricas se encuentran entre los principales determinantes de la polifarmacia. La acumulación de enfermedades crónicas con la edad aumenta la probabilidad de recibir múltiples medicamentos, lo que convierte a la multimorbilidad en un predictor clave de este fenómeno (1; 2). A ello se suman otros elementos, como el índice de masa corporal elevado y el número total de diagnósticos médicos, los cuales se han vinculado con una mayor probabilidad de polifarmacia, particularmente en el contexto europeo (3). Asimismo, factores socioeconómicos como los niveles de ingreso y el estado civil también modulan la exposición a múltiples fármacos, sugiriendo una interacción compleja entre el entorno social y las prácticas de prescripción médica (2).
Las implicaciones clínicas de la polifarmacia son múltiples y significativas. En primer lugar, se ha demostrado que su presencia se asocia con una mayor utilización de los servicios de salud, incluyendo un incremento en las visitas a los servicios de urgencias y una mayor frecuencia de hospitalizaciones (4). Estos efectos se explican, en parte, por el riesgo elevado de interacciones medicamentosas, la potencial disminución de la adherencia terapéutica y el incremento del riesgo de eventos adversos, todos ellos elementos que dificultan el control de enfermedades y deterioran la calidad de vida del paciente. Además, la polifarmacia ha sido vinculada con un aumento en la mortalidad, lo que refuerza la necesidad de establecer estrategias de revisión periódica de la medicación, así como de implementar un enfoque terapéutico centrado en el paciente y respaldado por equipos interdisciplinarios (2; 5).
El objetivo de este artículo es analizar de manera comprensiva la prevalencia, los factores determinantes y las implicaciones clínicas de la polifarmacia en adultos mayores con comorbilidades múltiples, con el fin de identificar los riesgos asociados, como las interacciones medicamentosas, la disminución de la adherencia terapéutica y el aumento de la morbilidad y mortalidad. Asimismo, se busca destacar la importancia de estrategias de manejo integradas, revisiones periódicas de la medicación y enfoques multidisciplinarios que promuevan una prescripción racional y segura en esta población vulnerable.
Metodología:
Para el desarrollo de esta investigación sobre el impacto de la polifarmacia en adultos mayores con comorbilidades múltiples, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar la prevalencia del fenómeno, los factores sociodemográficos y clínicos asociados, así como las implicaciones en términos de morbilidad, mortalidad, uso de servicios de salud y adherencia terapéutica. Esta revisión incluyó aspectos clave como las tasas de polifarmacia en diferentes regiones, los determinantes individuales y contextuales que la favorecen, y las estrategias de intervención propuestas para su manejo racional.
Para garantizar la calidad y relevancia de la información recopilada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas como PubMed, Scopus y Web ofScience, seleccionadas por su prestigio y amplia cobertura en temas de geriatría, farmacología clínica, salud pública y medicina interna. Se aplicaron criterios rigurosos de inclusión y exclusión: se consideraron únicamente estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran de manera explícita la polifarmacia en adultos mayores, sus factores determinantes y consecuencias clínicas. Se excluyeron artículos sin revisión por pares, duplicados o con datos incompletos.
La búsqueda inicial identificó 27 fuentes relevantes, que incluyeron revisiones sistemáticas, estudios observacionales multicéntricos, metanálisis y publicaciones institucionales sobre salud geriátrica y farmacovigilancia. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis temático comparativo enfocado en los patrones de polifarmacia, las correlaciones con el estado funcional y clínico de los pacientes, y las intervenciones eficaces para su reducción.
El análisis se llevó a cabo mediante un enfoque cualitativo y de síntesis narrativa. Los hallazgos se organizaron en categorías temáticas relacionadas con la epidemiología, los factores predisponentes, los riesgos clínicos y las recomendaciones de manejo, lo que permitió identificar tendencias globales, disparidades regionales y vacíos de conocimiento. Este enfoque integral proporciona una base sólida para comprender la magnitud del problema y plantea oportunidades para mejorar la prescripción en poblaciones vulnerables mediante estrategias interdisciplinarias y centradas en el paciente.
Conceptualización y alcance de la polifarmacia:
La polifarmacia, entendida como el uso simultáneo de múltiples medicamentos, es un fenómeno que en los adultos mayores puede clasificarse en dos categorías principales: polifarmacia apropiada y polifarmacia inapropiada. La primera hace referencia al uso de múltiples fármacos que están clínicamente justificados, es decir, cada uno de ellos cumple una función terapéutica relevante y contribuye de manera positiva al control de enfermedades crónicas o a la mejora de la calidad de vida del paciente. En cambio, la polifarmacia inapropiada se refiere al uso de medicamentos que no son necesarios, que podrían ser perjudiciales o que se prescriben sin una evaluación crítica de su beneficio real. Esta forma de polifarmacia puede conducir a efectos adversos evitables, deterioro funcional o interacciones farmacológicas peligrosas. No obstante, la ausencia de una definición universalmente aceptada de lo que constituye polifarmacia apropiada o inapropiada ha dificultado su evaluación sistemática. Por esta razón, en los últimos años se han propuesto marcos metodológicos para orientar la investigación y la práctica clínica en torno a la idoneidad de las prescripciones farmacológicas en personas mayores (6; 7).
Diversos factores contribuyen al desarrollo de la polifarmacia en la población geriátrica, siendo la multimorbilidad uno de los principales determinantes. La coexistencia de múltiples enfermedades crónicas obliga frecuentemente a la prescripción de tratamientos múltiples, lo que incrementa el riesgo de acumulación farmacológica. A esto se suman los cambios fisiológicos propios del envejecimiento, como las alteraciones farmacocinéticas y farmacodinámicas, que modifican la absorción, distribución, metabolismo y excreción de los medicamentos. Estas transformaciones biológicas aumentan la sensibilidad de los adultos mayores a los efectos adversos y requieren ajustes cuidadosos en las dosis y combinaciones de fármacos (2). Asimismo, los factores socioeconómicos desempeñan un papel relevante, ya que niveles educativos bajos y un estatus socioeconómico limitado han sido asociados a una mayor prevalencia de polifarmacia, posiblemente debido a la falta de acceso a información clara, a una menor participación en la toma de decisiones y a barreras en el acceso a servicios médicos preventivos (8).
Las características estructurales del sistema de salud también influyen en la aparición de polifarmacia. Las diferencias regionales en las prácticas de prescripción, la fragmentación de la atención, la falta de protocolos integrados de seguimiento farmacológico y las desigualdades en el acceso a los servicios sanitarios y a los medicamentos son factores que explican las variaciones en la prevalencia de la polifarmacia entre distintos contextos geográficos. Así, la polifarmacia debe entenderse como un fenómeno multifactorial que responde a determinantes farmacológicos, funcionales y sociales (1).
Desde una perspectiva farmacológica, el uso concomitante de múltiples medicamentos incrementa de manera significativa el riesgo de interacciones medicamentosas, lo que a su vez puede conducir a eventos adversos graves, especialmente en pacientes frágiles o con función renal o hepática comprometida (7). En el plano funcional, los adultos mayores enfrentan múltiples desafíos para cumplir con regímenes terapéuticos complejos. Dificultades como el deterioro cognitivo, la reducción de la destreza manual, la polifuncionalidad y la necesidad de asistencia para actividades básicas de la vida diaria pueden derivar en un cumplimiento irregular de la medicación, aumentando el riesgo de hospitalizaciones evitables (8). Por último, los determinantes sociales también desempeñan un rol fundamental. Condiciones como la soledad, la carencia de redes de apoyo familiar o comunitario, y las limitaciones económicas afectan la capacidad del paciente para adquirir, comprender y administrar adecuadamente sus tratamientos (1).
Comorbilidades frecuentes y su influencia en la prescripción:
En los adultos mayores, la coexistencia de múltiples enfermedades crónicas constituye una de las principales razones por las cuales la polifarmacia se ha convertido en una práctica común y, a menudo, compleja de manejar. Entre las comorbilidades más frecuentes destacan la hipertensión arterial, la diabetes mellitus tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares, que con frecuencia se presentan junto a otras afecciones como la enfermedad renal crónica y los trastornos del estado de ánimo, especialmente la depresión (9; 10). Este panorama clínico heterogéneo exige tratamientos simultáneos con múltiples medicamentos, lo que incrementa exponencialmente el riesgo de reacciones adversas, interacciones farmacológicas y complicaciones derivadas de una farmacoterapia inadecuada. Además, los cambios fisiológicos relacionados con el envejecimiento, como la reducción en la función hepática y renal, afectan directamente la farmacocinética y farmacodinámica de los fármacos, comprometiendo su eficacia y aumentando la probabilidad de toxicidad (11).
En este contexto, los patrones de multimorbilidad presentan un reto particular para los profesionales de la salud, pues condiciones como la hiperlipidemia, la hipertensión y la diabetes suelen coexistir en una misma persona, generando un entramado terapéutico que requiere un equilibrio meticuloso entre los beneficios y los riesgos del tratamiento (9). Las enfermedades no cardiovasculares, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y los trastornos depresivos, también pueden afectar negativamente el pronóstico y la evolución clínica de los pacientes con enfermedades cardíacas, al modificar la respuesta al tratamiento o interferir con la adherencia al mismo (10). La toma de decisiones clínicas en estos escenarios debe considerar no solo el control de cada enfermedad de forma aislada, sino también la interacción entre ellas, priorizando estrategias terapéuticas centradas en el paciente. En adultos mayores frágiles, por ejemplo, un tratamiento antihipertensivo intensivo puede conllevar efectos adversos graves como la hipotensión ortostática y las caídas, que a su vez aumentan el riesgo de discapacidad, institucionalización e incluso muerte (12).
Una de las limitaciones más importantes en el manejo de pacientes con multimorbilidad es la aplicabilidad restringida de las guías clínicas tradicionales. Estas directrices, en su mayoría, están diseñadas para abordar patologías específicas, sin considerar adecuadamente las necesidades complejas de las personas con múltiples enfermedades crónicas (11). Además, muchos adultos mayores con multimorbilidad severa son excluidos de los ensayos clínicos que sustentan dichas guías, lo que limita la validez externa de sus recomendaciones en esta población (12). Esta brecha evidencia la necesidad urgente de desarrollar guías clínicas adaptadas a la realidad de la multimorbilidad, que contemplen no solo la elección y combinación adecuada de tratamientos, sino también la coordinación de la atención, la evaluación del riesgo-beneficio individualizado, la desprescripción sistemática y la priorización de objetivos terapéuticos que tengan sentido en el contexto vital y funcional del paciente (11).
Riesgos asociados a la polifarmacia:
La polifarmacia en adultos mayores se ha vinculado consistentemente con un incremento en la incidencia de reacciones adversas a los medicamentos y hospitalizaciones no planificadas. Diversos estudios han evidenciado que las personas mayores expuestas a múltiples fármacos presentan una mayor probabilidad de acudir a los servicios de urgencias y ser hospitalizadas, particularmente cuando se superan ciertos umbrales considerados como exceso de polifarmacia, es decir, el uso simultáneo de más de diez medicamentos (13; 14). Esta relación se ve aún más agravada cuando en los esquemas terapéuticos se incluyen medicamentos considerados potencialmente inapropiados, los cuales actúan como mediadores entre la polifarmacia y los eventos adversos, aumentando la probabilidad de desenlaces negativos como hospitalizaciones prolongadas, efectos colaterales graves e incluso mortalidad evitable (13).
Entre las complicaciones más frecuentes asociadas con la polifarmacia se encuentran el deterioro cognitivo, las caídas y la fragilidad física. Estos efectos adversos resultan especialmente relevantes en personas con condiciones de salud preexistentes o antecedentes de exposición a eventos traumáticos, como los adultos mayores que participaron en el seguimiento del WorldTrade Center, quienes presentaron mayor susceptibilidad a estos desenlaces clínicos. La fragilidad, en particular, ha sido identificada como un estado clínico estrechamente ligado al número de medicamentos consumidos, de modo que a mayor polifarmacia, mayor es el grado de vulnerabilidad física y funcional del paciente. Esta asociación sugiere que una intervención orientada a la optimización del tratamiento farmacológico podría contribuir a mitigar los efectos de la fragilidad, retardar el deterioro funcional y preservar la autonomía del adulto mayor (15).
Además de los efectos clínicos, la polifarmacia representa un desafío importante en términos de adherencia terapéutica y calidad de la prescripción médica. Los regímenes complejos de medicación dificultan que los adultos mayores puedan cumplir adecuadamente con sus tratamientos, especialmente cuando enfrentan barreras cognitivas, visuales, motrices o socioeconómicas que interfieren con la organización y administración de sus medicamentos diarios. A su vez, el aumento del número de medicamentos está directamente relacionado con una mayor prevalencia de prescripciones potencialmente inapropiadas, lo que implica un uso subóptimo de fármacos que pueden ser innecesarios, duplicados o incluso contraindicados en determinadas condiciones clínicas. Por tanto, resulta prioritario implementar estrategias de revisión sistemática de los tratamientos, como la desprescripción, la conciliación de medicamentos y la utilización de herramientas validadas para evaluar la adecuación farmacoterapéutica, con el fin de mejorar la seguridad del paciente y promover una prescripción racional adaptada a las características individuales de cada adulto mayor (8).
Herramientas y estrategias de evaluación:
Los criterios de Beers y los criterios STOPP/START se han consolidado como herramientas fundamentales para evaluar la calidad de la prescripción farmacológica en adultos mayores. Los criterios de Beers, desarrollados por la American GeriatricsSociety, enumeran medicamentos que generalmente se consideran inapropiados para esta población, ya sea por su baja eficacia, alto riesgo de efectos adversos o porque existen alternativas más seguras. Por su parte, los criterios STOPP (Screening Tool ofOlderPersons’ Prescriptions) y START (Screening Tool toAlerttoRightTreatment) no solo identifican medicamentos potencialmente inapropiados, sino que también detectan omisiones en la prescripción, alertando sobre tratamientos necesarios que han sido pasados por alto. Diversos estudios han evidenciado que la aplicación de estas herramientas conduce a tasas elevadas de detección tanto de prescripciones inadecuadas como de omisiones terapéuticas, siendo especialmente útiles en contextos clínicos donde se requiere una evaluación rápida y fiable del tratamiento farmacológico en adultos mayores (16).
La revisión periódica de los medicamentos constituye una estrategia central para mejorar la seguridad y la eficacia de la terapia farmacológica en adultos mayores. Estas revisiones, llevadas a cabo especialmente en departamentos de emergencia, unidades de cuidados intensivos o salas de rehabilitación, permiten detectar errores en la prescripción, identificar medicamentos innecesarios o peligrosos y tomar decisiones sobre la desprescripción, proceso que ha demostrado reducir la carga farmacológica y disminuir la morbilidad asociada a los medicamentos. La incorporación de enfoques multidisciplinarios, que integran a farmacéuticos clínicos, médicos geriatras y otros profesionales de la salud, ha demostrado mejorar significativamente la adecuación de la prescripción, reducir la prevalencia de medicamentos potencialmente inapropiados y optimizar los resultados clínicos en pacientes polimedicados (17; 18; 19).
El uso de tecnologías de la información en salud ha facilitado notablemente la gestión segura de los medicamentos en adultos mayores. Las historias clínicas electrónicas, integradas con sistemas de apoyo a la toma de decisiones clínicas, permiten generar alertas en tiempo real sobre posibles interacciones farmacológicas, duplicaciones terapéuticas o prescripciones contraindicadas según los criterios de Beers y STOPP/START. Estas herramientas favorecen la comunicación entre los distintos profesionales que participan en el cuidado del paciente y promueven una toma de decisiones más informada y segura. Además, la implementación de estrategias de farmacovigilancia activa, que implican la monitorización continua del uso de medicamentos y la detección precoz de eventos adversos, resulta fundamental para mantener la adecuación terapéutica a lo largo del tiempo. Este enfoque, centrado en el seguimiento dinámico de la farmacoterapia, contribuye a prevenir complicaciones, mejorar la adherencia y garantizar una atención más segura y personalizada para los adultos mayores (18; 19).
Perspectiva del paciente y del equipo de salud:
El papel de los profesionales de la salud en el abordaje de la polifarmacia en adultos mayores con comorbilidades múltiples es esencial para garantizar un manejo farmacológico adecuado y centrado en el paciente. Los médicos de atención primaria ocupan un rol central al ser responsables de iniciar, ajustar y revisar regularmente los regímenes de medicación. Su capacidad para realizar evaluaciones integrales y fomentar decisiones compartidas con los pacientes resulta clave para garantizar que los medicamentos prescritos sean clínicamente justificados, seguros y apropiados, especialmente en contextos de multimorbilidad (20; 21). En estrecha colaboración con estos profesionales, los farmacéuticos desempeñan un papel complementario pero indispensable. Su experiencia permite optimizar la farmacoterapia mediante la identificación de medicamentos potencialmente inapropiados, la detección de interacciones farmacológicas y la provisión de asesoramiento individualizado sobre el uso de los medicamentos. Estas acciones contribuyen significativamente a la reducción de reacciones adversas y a la mejora de la adherencia terapéutica (22).
Por su parte, los geriatras aportan una visión integral y especializada sobre las necesidades únicas de los adultos mayores, tomando en cuenta los cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos asociados al envejecimiento, así como el estado funcional y cognitivo del paciente. Este enfoque permite diseñar planes terapéuticos más individualizados, en los que se prioriza la seguridad y el bienestar general, evitando la medicalización excesiva (21). En este proceso, la toma de decisiones compartida y la educación del paciente son fundamentales. Involucrar al paciente en la planificación terapéutica no solo fortalece la relación médico-paciente, sino que también mejora la comprensión y aceptación del tratamiento. Explicar los riesgos y beneficios de cada medicamento de manera clara y accesible capacita a los adultos mayores para participar activamente en su cuidado y facilita intervenciones como la desprescripción, cuyo éxito depende, en gran medida, del consentimiento informado y la cooperación del paciente (20; 21).
Además de las implicaciones clínicas, la polifarmacia tiene un impacto significativo en la calidad de vida y el bienestar psicosocial de los adultos mayores. Se ha documentado que la polifarmacia persistente está asociada a una disminución de la calidad de vida relacionada con la salud, afectando tanto la dimensión física como la mental (23). La carga de tener que gestionar múltiples medicamentos diariamente, combinada con los efectos adversos potenciales, puede generar ansiedad, frustración y una sensación de dependencia, especialmente cuando no existe un apoyo familiar o comunitario adecuado. A esto se suman los costos financieros derivados del acceso continuo a múltiples fármacos y de las posibles hospitalizaciones por reacciones adversas, lo que representa una carga adicional tanto para el paciente como para los sistemas de salud (13; 22).
Intervenciones para la optimización terapéutica:
Las intervenciones multidisciplinarias en el manejo de la polifarmacia en adultos mayores han emergido como una estrategia clave para optimizar la farmacoterapia, mejorar la adherencia al tratamiento y reducir los costos asociados. Estas intervenciones, que integran la colaboración entre médicos, farmacéuticos y otros profesionales sanitarios, han mostrado resultados alentadores en términos de adecuación del tratamiento, resolución de problemas relacionados con la medicación y reducción de medicamentos potencialmente inapropiados. Sin embargo, su impacto directo en parámetros clínicos más complejos, como el estado funcional, el deterioro cognitivo, la incidencia de caídas o la mortalidad, ha sido limitado, lo cual plantea interrogantes sobre la necesidad de enfoques complementarios más integrales (24).
En los entornos hospitalarios, la implementación de estrategias multidisciplinarias durante la hospitalización ha permitido identificar y descontinuar un número significativo de medicamentos potencialmente inapropiados antes del alta. Este enfoque ha demostrado ser eficaz para abordar los problemas de tratamiento con medicamentos desde una perspectiva holística, considerando el contexto clínico del paciente, sus comorbilidades y los riesgos asociados con cada fármaco (25). En esta línea, la desprescripción ha ganado protagonismo como una práctica esencial en la atención geriátrica. Este proceso, que implica la suspensión progresiva o la reducción de medicamentos innecesarios, ha mostrado beneficios tangibles, como la disminución del riesgo de hospitalizaciones y caídas, eventos frecuentes y graves en la población geriátrica (21).
Además, el uso de tecnologías de salud digital ha potenciado la aplicación de la desprescripción en distintos niveles del sistema sanitario. Herramientas como la telefarmacia, la monitorización remota y los sistemas informatizados de apoyo a la toma de decisiones han facilitado la identificación de pacientes candidatos a desprescripción y han permitido gestionar el ajuste terapéutico de forma más segura y eficiente, incluso fuera del entorno hospitalario. Estas innovaciones han ampliado el alcance de las intervenciones farmacológicas, permitiendo su implementación en el hogar o en centros de atención primaria (21).
Desde una perspectiva clínica, las intervenciones enfocadas en la revisión y racionalización del tratamiento farmacológico han logrado reducir significativamente la prescripción de medicamentos inadecuados en pacientes hospitalizados, minimizando las interacciones medicamentosas y los efectos adversos asociados. Esta estrategia ha sido especialmente valiosa en pacientes con enfermedades crónicas múltiples, donde el uso simultáneo de diversos fármacos puede comprometer gravemente la seguridad del tratamiento (26). No obstante, a pesar de estos avances, la polifarmacia sigue siendo uno de los principales factores de riesgo para la aparición de reacciones adversas graves, en particular aquellas que afectan al sistema cardiovascular y renal, órganos especialmente vulnerables en la vejez. Esta situación resalta la urgencia de una monitorización individualizada y continua, adaptada a las necesidades y condiciones específicas de cada paciente (27).
Conclusiones:
La polifarmacia en adultos mayores constituye un fenómeno clínico complejo y multifactorial, impulsado principalmente por la alta prevalencia de multimorbilidad en esta población. La utilización simultánea de múltiples medicamentos, aunque a veces clínicamente justificada, incrementa el riesgo de interacciones, efectos adversos y complicaciones evitables. Los cambios fisiológicos asociados al envejecimiento agravan estas consecuencias, al alterar la farmacocinética y la farmacodinámica de los fármacos. Además, la falta de guías clínicas adaptadas a pacientes con enfermedades crónicas múltiples limita el abordaje terapéutico adecuado. La carga terapéutica repercute negativamente en la calidad de vida, la adherencia al tratamiento y la autonomía funcional. La individualización del tratamiento se vuelve esencial para mitigar estos riesgos. Por tanto, se requiere un enfoque clínico integral, proactivo y centrado en la persona.
El uso de medicamentos potencialmente inapropiados y la sobreprescripción son problemas frecuentes en pacientes mayores polimedicados, lo que refleja una necesidad urgente de mejorar la calidad de la prescripción. Las herramientas clínicas como los criterios de Beers y STOPP/START han demostrado utilidad para identificar errores de medicación y omisiones terapéuticas. Sin embargo, su implementación debe estar acompañada por revisiones farmacológicas sistemáticas y multidisciplinarias. La colaboración entre médicos, farmacéuticos y geriatras permite optimizar el uso de fármacos y reducir la carga terapéutica innecesaria. Estas estrategias también favorecen la prevención de hospitalizaciones y eventos adversos graves. La integración de tecnologías clínicas y la farmacovigilancia activa son claves en este proceso. Así se garantiza una atención farmacológica más segura, efectiva y sostenible.
La educación del paciente y la toma de decisiones compartida representan pilares fundamentales en el manejo adecuado de la polifarmacia. Involucrar al paciente en la planificación terapéutica mejora su comprensión, refuerza la adherencia y promueve una participación activa en su autocuidado. Esta estrategia resulta especialmente eficaz en procesos como la desprescripción, donde la aceptación informada del paciente es esencial. Asimismo, la atención debe considerar los factores psicosociales que afectan la gestión del tratamiento, como la soledad, el apoyo familiar y las condiciones económicas. La atención humanizada permite adaptar la farmacoterapia a las necesidades reales y valores del paciente. Por ello, las intervenciones deben ir más allá del control clínico, integrando bienestar y calidad de vida. Solo así será posible lograr un envejecimiento más saludable y autónomo.
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La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Han preservado las identidades de los pacientes.