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Impacto del envejecimiento en la función vesical: abordajes actuales y perspectivas terapéuticas futuras

Impacto del envejecimiento en la función vesical: abordajes actuales y perspectivas terapéuticas futuras

Autor principal: Guillermo Porras Vega

Vol. XX; nº 12; 748

Impact of aging on bladder function: current approaches and future therapeutic perspectives

Fecha de recepción: 21 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 21 de junio de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 12 – Segunda quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 12; 748

Autores:

Guillermo Porras Vega, Médico general. Hospital Raúl Blanco Cervantes, Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), San José, Costa Rica.
Carmen Martínez Mora, Médico general y estético. Clínica Ella Aesthetics, Medicina privada, San José, Costa Rica.

Resumen:

El presente estudio aborda la incontinencia urinaria, una condición prevalente que afecta principalmente a personas adultas mayores, pero que puede presentarse a lo largo de toda la vida. El objetivo fue analizar los factores de riesgo, métodos diagnósticos, abordajes terapéuticos actuales y perspectivas futuras para optimizar la atención de esta patología. La metodología consistió en una revisión bibliográfica de estudios científicos y guías clínicas actualizadas, centrada en la identificación de causas tratables, evaluación clínica integral y estrategias de intervención. Los resultados evidencian que este padecimiento no es un proceso natural del envejecimiento, sino una condición que puede y debe ser tratada oportunamente. Se destacan factores modificables como la obesidad y polifarmacia, la importancia de un diagnóstico multidisciplinario y tratamientos personalizados que incluyen desde fisioterapia hasta cirugía. Las perspectivas futuras apuntan a la aplicación de tecnologías avanzadas y terapias regenerativas, promoviendo un enfoque integral y humanizado para mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.

Palabras clave:

envejecimiento, función vesical, incontinencia urinaria, diagnóstico, tratamiento.

Abstract:

This study addresses urinary incontinence, a prevalent condition that primarily affects older adults but can present throughout life. The objective was to analyze risk factors, diagnostic methods, current therapeutic approaches, and future prospects for optimizing care for this condition. The methodology consisted of a literature review of scientific studies and updated clinical guidelines, focusing on the identification of treatable causes, comprehensive clinical evaluation, and intervention strategies. The results show that this condition is not a natural process of aging, but rather a condition that can and should be treated promptly. Modifiable factors such as obesity and polypharmacy are highlighted, along with the importance of a multidisciplinary diagnosis and personalized treatments ranging from physical therapy to surgery. Future prospects point to the application of advanced technologies and regenerative therapies, promoting a comprehensive and humanized approach to improving the quality of life of those who suffer from it.

Keywords:

aging, bladder function, urinary incontinence, diagnosis, treatment.

Introducción

La continencia urinaria es una función básica y fundamental que se adquiere durante la infancia y que debería mantenerse a lo largo de toda la vida, independientemente de la edad. La capacidad para controlar el vaciamiento vesical es un indicador de salud física y mental, y su preservación contribuye significativamente al bienestar integral de las personas. Sin embargo, la incontinencia urinaria (IU), definida como la pérdida involuntaria de orina, es una condición común que afecta a una proporción considerable de la población, especialmente a medida que avanza la edad.

Es importante subrayar que la IU no debe ser considerada un fenómeno normal ni inevitable del envejecimiento, como muchas veces se percibe erróneamente (1). Esta creencia limita la búsqueda de ayuda médica y la implementación de tratamientos adecuados, lo que puede llevar a un deterioro progresivo de la calidad de vida. La incontinencia urinaria puede presentarse por múltiples causas a lo largo del ciclo vital, y no solo en la etapa geriátrica, aunque su prevalencia es mayor en adultos mayores debido a factores de riesgo acumulativos y cambios fisiológicos propios de esta etapa.

Dada su complejidad y el impacto que genera, la IU requiere una valoración clínica exhaustiva para identificar sus causas, que pueden ser tratables, y así mejorar los síntomas y restaurar, en la medida de lo posible, la continencia. El abordaje de esta condición debe ser integral, personalizado y multidisciplinario, involucrando desde intervenciones fisioterapéuticas y modificaciones en el estilo de vida, hasta tratamientos farmacológicos y quirúrgicos, cuando sean indicados.

Además, con el incremento de la esperanza de vida y el envejecimiento poblacional, cobra especial relevancia promover un envejecimiento saludable que permita conservar la función física y mental, y, por ende, la autonomía y calidad de vida de las personas adultas mayores. En este contexto, el reconocimiento temprano y el tratamiento adecuado de la incontinencia urinaria constituyen un componente esencial para alcanzar estos objetivos.

Este documento explora los factores de riesgo, diagnóstico, abordajes actuales y perspectivas terapéuticas futuras de la incontinencia urinaria, con el fin de ofrecer un panorama actualizado y comprensivo que contribuya a mejorar el bienestar de quienes padecen esta condición.

Material y Métodos

En la presente investigación se adopta una metodología basada en la revisión bibliográfica, la cual consiste en la recopilación y análisis de literatura científica obtenida a través de motores de búsqueda de acceso libre, en especial aquellos especializados en el ámbito médico. El enfoque se centra en el estudio del impacto del envejecimiento en la función vesical, abarcando publicaciones realizadas entre los años 2015 y 2025, y considerando la pertinencia y calidad de los aportes científicos en esta área.

Se utilizó la información de 15 artículos científicos relacionados con la temática, permitiendo así respaldar los hallazgos que se presentan en esta investigación. La información fue tratada mediante un proceso de análisis sistemático, organizándola de manera lógica para facilitar su comprensión, dividido en temas y subtemas de interés. Como criterios de inclusión se estableció la consideración de literatura en idiomas inglés y español correspondiente a estudios observacionales, investigaciones publicadas y otros trabajos vinculados al tópico abordado.

Resultados

Envejecimiento en la función vesical

El envejecimiento es un proceso fisiológico complejo que afecta de manera progresiva la funcionalidad de diversos sistemas del organismo, entre ellos, el sistema urinario. A nivel de la vejiga urinaria, se experimentan múltiples cambios estructurales, funcionales y neurológicos que alteran el patrón normal de micción, lo cual incrementa el riesgo de desarrollar disfunciones como la incontinencia urinaria (IU) y la disfunción de vaciamiento vesical (DVV).

El sistema nervioso periférico desempeña un papel crucial en el control de la micción, mediante la regulación de reflejos que permiten la coordinación entre el almacenamiento y el vaciamiento de la vejiga. Esta coordinación se logra gracias a la acción conjunta de los nervios somáticos y autónomos, que modulan tanto la contracción de la musculatura del esfínter como la relajación del detrusor durante el llenado vesical. Uno de los mecanismos principales para mantener la continencia consiste en el aumento de la presión uretral mediante la contracción activa del esfínter externo, evitando así la pérdida involuntaria de orina mientras la vejiga se llena pasivamente sin incremento significativo en su presión intravesical (2).

Durante este proceso, cualquier alteración en la interacción entre el músculo detrusor, los esfínteres uretrales y la inervación correspondiente puede desencadenar una disfunción vesical. Esta se define como la pérdida de la coordinación entre los distintos componentes del tracto urinario inferior, especialmente cuando existe una actividad inapropiada del detrusor que impide un vaciado completo de la vejiga durante la micción (3).

La incontinencia urinaria se entiende como la pérdida involuntaria de orina, siendo esta una condición que no constituye una enfermedad per se, sino más bien un síntoma derivado de una alteración en la fase de llenado de la vejiga (1). La definición clínica de la IU incluye el criterio de ser un fenómeno observable y no deseado por la persona que lo padece (4,5), lo que ha llevado a su reconocimiento como un problema de salud pública de escala global, tal como lo declara la International Incontinence Society (6).

En términos de impacto, esta condición no solo compromete la higiene y la autonomía de la persona, sino que también se asocia con repercusiones emocionales como depresión y ansiedad, además de limitar la participación en actividades sociales y cotidianas, afectando severamente la calidad de vida de quienes la padecen (7). Aunque algunos estudios reportan que menos de la mitad de los adultos mayores con IU presentan dificultades en actividades básicas de la vida diaria (8), existe consenso en cuanto a que sus consecuencias van más allá de lo físico. Se han documentado mayores tasas de infecciones del tracto urinario, incremento en el riesgo de caídas, fracturas vertebrales no traumáticas en mujeres mayores, e incluso efectos negativos en la productividad de las personas (9).

Desde una perspectiva epidemiológica, la IU es especialmente prevalente en mujeres, con una afectación estimada entre el 25 y el 45% en la población general femenina adulta (6), y una incidencia aún mayor en edades avanzadas. La incontinencia urinaria de esfuerzo, por ejemplo, es una de las manifestaciones más frecuentes en el envejecimiento, y suele estar relacionada con alteraciones tanto en la vejiga como en las estructuras pélvicas y en el funcionamiento del tracto urinario inferior (10).

Este panorama se agrava en el contexto del envejecimiento poblacional. La proyección demográfica estima que para el año 2050, la población mundial mayor de 60 años alcanzará los 2.100 millones de personas (11), lo cual representa un reto sanitario de grandes proporciones. Las repercusiones del envejecimiento no se limitan al individuo, sino que también afectan a las familias, los sistemas de salud, la economía y las políticas públicas (12).

Las disfunciones del tracto urinario inferior (DTUI) son altamente prevalentes en esta etapa de la vida, incluso más que condiciones como la artritis reumatoide o las enfermedades cardiovasculares. Se calcula que entre el 15 y el 30% de las personas mayores de 60 años experimentan síntomas como pérdidas de orina o dificultades para orinar, y esta proporción es similar en los octogenarios (2,6).

Aunque la IU afecta a ambos sexos, se ha determinado que las mujeres presentan una mayor predisposición a desarrollarla. Se estima que un 10% de todas las mujeres adultas presentan algún tipo de IU, cifra que se eleva hasta un 40% en mujeres mayores de 70 años (13). Esta diferencia puede atribuirse a factores anatómicos, hormonales (como la menopausia) y obstétricos (embarazos y partos), que debilitan el soporte pélvico.

Otra afección común en personas mayores es la disfunción de vaciamiento vesical (DVV), caracterizada por una micción lenta o incompleta, que puede manifestarse a través de flujos urinarios reducidos o altos volúmenes de residuo postmiccional. Esta condición se clasifica en dos grandes categorías: el detrusor hipoactivo o acontráctil, y la obstrucción de la salida vesical (3).

Diversos estudios epidemiológicos han identificado una correlación positiva entre la edad y la aparición de síntomas del tracto urinario inferior, en especial la IU. El estudio EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition) evidenció que la prevalencia de IU en hombres aumentó del 2.4% en menores de 39 años a un 10.4% en mayores de 60 años. En mujeres, la prevalencia se incrementó del 7.3% al 19.3% en los mismos grupos etarios (4).

Desde el punto de vista fisiopatológico, los adultos mayores tienden a presentar volúmenes miccionales más bajos, mayor residuo postmiccional, reducción de la capacidad vesical y una prevalencia elevada de hiperactividad del detrusor. En contraste con los adultos jóvenes, en quienes la hiperactividad detrusora suele acompañarse de una contractilidad adecuada durante la micción, en personas mayores es común observar una combinación paradójica de hiperactividad durante la fase de llenado y contracción deficiente en la fase de vaciado (4).

Las causas de esta disfunción son múltiples y pueden incluir procesos degenerativos miogénicos, reducción del flujo sanguíneo hacia la vejiga con fenómenos de isquemia-reperfusión, y daño neurológico que afecta la inervación del detrusor. Se ha postulado que la denervación segmentaria del músculo detrusor y la disminución de la sensibilidad aferente de la vejiga también contribuyen a la hipocontractilidad y al vaciamiento ineficaz que caracteriza a muchas personas mayores con síntomas urinarios (14).

Etiología

La función vesical adecuada depende de la alternancia coordinada de dos fases fundamentales: la fase de continencia y la fase miccional. Estas etapas se suceden de forma cíclica en la fisiología urinaria, y su correcto desempeño exige una compleja interacción entre las estructuras anatómicas de la vejiga y su sistema de control neuromuscular. Desde el punto de vista estructural, la continencia se sustenta en la viscoelasticidad del músculo detrusor, que permite su distensión progresiva sin incremento excesivo de presión (proceso conocido como acomodación), así como en la coaptación pasiva del tracto de salida, es decir, en la capacidad de cierre de la uretra y los esfínteres (4).

Durante la fase miccional, esta coordinación se invierte: se requiere una contracción eficaz del detrusor y una apertura funcional del esfínter interno, externo y de la uretra para permitir el vaciamiento completo de la orina. Así, mientras la continencia depende de la inactividad del detrusor y del cierre activo del aparato esfinteriano, la micción se logra gracias a la activación sincronizada de estos mecanismos inversos (4).

Desde un punto de vista funcional, este ciclo miccional está regulado por el sistema nervioso central y el sistema nervioso parasimpático. Ambos sistemas deben coordinarse de manera precisa para alternar adecuadamente los reflejos responsables del llenado y vaciado vesical. El llenado vesical, que ocupa la mayor parte del tiempo del ciclo miccional, implica una relajación activa de la vejiga y una contracción del esfínter estriado para mantener la continencia. A su vez, el vaciado se activa cuando se inhiben los reflejos de almacenamiento y se activan los reflejos de evacuación (3,12).

A medida que el cuerpo envejece, estas complejas interacciones pueden alterarse, dando lugar a diversas disfunciones urinarias. En la senectud, los cambios fisiológicos, neurológicos y estructurales generan un conjunto de síntomas que se agrupan clínicamente bajo el término de LUTS (Lower Urinary Tract Symptoms, por sus siglas en inglés). Estos síntomas se clasifican en tres grupos: síntomas de llenado o irritativos (como urgencia, frecuencia urinaria, disuria y nocturia), síntomas de vaciamiento (como flujo débil, hesitación, incontinencia por esfuerzo) y síntomas postmiccionales (como goteo terminal o sensación de vaciamiento incompleto). Además, pueden presentarse signos acompañantes como hematuria o dolor pélvico (2).

La Sociedad Internacional de Continencia (ICS, por sus siglas en inglés) también ha clasificado estos síntomas según la fase del ciclo miccional en la que se manifiestan. Durante la fase de llenado, la vejiga se distiende pasivamente, acomodándose al ingreso de orina proveniente de los uréteres mientras los mecanismos de cierre uretral permanecen activos. En la fase de vaciamiento, se libera la orina voluntariamente durante un periodo que depende del ritmo de producción y necesidad de evacuación (1). Esta fase de almacenamiento representa más del 99 % del tiempo total del ciclo miccional y depende no solo de la relajación vesical, sino también del tono uretral, del cuello vesical y del esfínter estriado (3).

De acuerdo con las directrices de la ICS, desde el punto de vista sintomático, la incontinencia urinaria puede clasificarse en diversas formas clínicas, según su fisiopatología:

Incontinencia de urgencia: se presenta como una pérdida involuntaria de orina secundaria a contracciones involuntarias del detrusor, asociadas a una inestabilidad vesical. Es una de las formas más comunes en personas adultas mayores (5).

Incontinencia urinaria de esfuerzo: ocurre ante un aumento repentino de la presión intraabdominal, provocado por acciones como toser, reír o realizar esfuerzo físico, sin una contracción detrusora subyacente (1).

Incontinencia mixta: combina síntomas de incontinencia de esfuerzo con incontinencia de urgencia, provocando tanto fugas con el esfuerzo físico como aumento en la frecuencia y urgencia miccional (5).

Incontinencia por rebosamiento: se produce cuando existe una distensión vesical excesiva por vaciamiento incompleto. Esto puede deberse a una obstrucción del tracto urinario inferior o a una disfunción contráctil del detrusor. Los síntomas incluyen dificultad para iniciar la micción, sensación de vaciamiento incompleto, retención urinaria y, en ocasiones, ausencia del deseo miccional (1).

Incontinencia neurógena: es consecuencia de trastornos neurológicos, pudiendo presentarse como hiperreflexia por lesión de primera motoneurona o arreflexia por daño de segunda motoneurona (5).

Incontinencia funcional: afecta a pacientes que no presentan alteraciones vesicales propiamente dichas, pero que, debido a limitaciones físicas, cognitivas, barreras arquitectónicas o efectos secundarios de fármacos, no pueden llegar al baño a tiempo (1).

Incontinencia transitoria: es de carácter temporal y puede estar relacionada con infecciones del tracto urinario, uso de determinados medicamentos o situaciones de movilidad limitada (5).

La etiología de la incontinencia urinaria es, por tanto, multifactorial. Involucra una interacción compleja entre elementos físicos, funcionales, cognitivos, neurológicos y psicosociales. En especial, las disfunciones del piso pélvico —que engloban un conjunto de patologías con sintomatología diversa— son más prevalentes en mujeres, en quienes ciertos factores de riesgo, como la obesidad, las infecciones urinarias recurrentes, la cirugía ginecológica, el embarazo, el parto vaginal, la menopausia o incluso el síndrome de colon irritable, contribuyen a una mayor vulnerabilidad. Esta prevalencia aumenta proporcionalmente con la edad (10).

Las consecuencias de la IU no se limitan al plano físico. Estudios han demostrado que las personas mayores, especialmente del sexo femenino, tienden a percibir una disminución significativa en su calidad de vida cuando presentan episodios de incontinencia. Este fenómeno ha sido constatado en distintas regiones del mundo, incluyendo poblaciones de mujeres orientales, hispanas y europeas, donde se ha identificado una relación clara entre la IU y una percepción negativa del bienestar físico, social y emocional (7).

Factores de riesgo

La incontinencia urinaria como manifestación común del deterioro funcional del tracto urinario inferior en el envejecimiento se ve influida por una variedad de factores de riesgo, tanto modificables como no modificables, que actúan de forma sinérgica en la población adulta mayor. Entre los factores no modificables, se destacan el avance de la edad, los antecedentes obstétricos como partos vaginales previos, la menopausia, y cirugías pélvicas anteriores, especialmente la histerectomía. Estos elementos son relevantes particularmente en las mujeres, quienes por razones anatómicas y fisiológicas presentan una mayor susceptibilidad a lo largo de su vida reproductiva y postreproductiva (13).

En cuanto a los factores modificables, se identifican diversas condiciones que pueden ser intervenidas clínicamente o mediante estrategias preventivas. Entre estas se encuentran el prolapso de órganos pélvicos (celes), las infecciones del tracto urinario, el estreñimiento crónico, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la obesidad, el uso de ciertos fármacos y enfermedades crónicas concomitantes como la diabetes mellitus (DM), la hipertensión arterial (HTA), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), así como un alto consumo de cafeína (15). Cada uno de estos elementos compromete directa o indirectamente los mecanismos de continencia, afectando el tono muscular del suelo pélvico, la contractilidad del detrusor o la integridad neurológica del reflejo miccional.

Un factor de riesgo de alta prevalencia entre las personas adultas mayores es la polifarmacia, entendida como el uso simultáneo de cinco o más medicamentos. Esta situación aumenta la probabilidad de que el o la paciente reciba fármacos con efectos adversos sobre la función vesical. La literatura científica ha identificado a los agonistas alfa-adrenérgicos, anticolinérgicos, bloqueadores de canales de calcio, diuréticos, litio, opioides y fármacos psicotrópicos como agentes que pueden inducir o agravar los síntomas del tracto urinario inferior (STUI), contribuyendo a la aparición o empeoramiento de la IU (4).

Asimismo, se ha encontrado una correlación significativa entre el índice de masa corporal (IMC) elevado y la presencia de IU, siendo este un factor común tanto en mujeres como en hombres. En particular, se ha documentado que partos con recién nacidos de más de 4.000 gramos, traumatismos perineales e infecciones urinarias son eventos que incrementan considerablemente el riesgo de disfunción vesical. Aunque los factores de riesgo están presentes en ambos géneros, su frecuencia y severidad tienden a ser mayores en las mujeres debido a las particularidades anatómicas y hormonales que las caracterizan (7).

Un fenómeno relevante en la población adulta mayor es la subnotificación del problema. Muchas personas no comunican los síntomas de incontinencia a su equipo médico, ya sea por vergüenza o por considerarlo una consecuencia natural e inevitable del envejecimiento. Esta actitud dificulta el diagnóstico oportuno y una adecuada intervención terapéutica, lo cual perpetúa el deterioro de la calidad de vida y puede desencadenar complicaciones físicas y emocionales adicionales (5,8).

El sedentarismo, otro factor común en edades avanzadas, se ha asociado también a una mayor prevalencia de IU. Este comportamiento reduce la tonicidad muscular general, incluyendo la del suelo pélvico, y promueve un círculo vicioso de inactividad, aumento de peso y progresión de los síntomas urinarios. Diversos estudios coinciden en que la incontinencia, además de su impacto fisiológico, afecta considerablemente la percepción de la calidad de vida, especialmente en mujeres adultas mayores, donde se ha identificado una asociación entre IU y un menor bienestar psicológico y social (7,15).

De esta forma, denota que los factores de riesgo para la IU en la vejez son múltiples y complejos. Su identificación, clasificación e intervención temprana constituyen pilares fundamentales para la prevención, el abordaje terapéutico individualizado y la mejora integral del bienestar en la población adulta mayor.

Diagnóstico

Ante un paciente que consulta por incontinencia urinaria se deben valorar una serie de factores con la intención de descubrir las causas más comunes tratables de esta condición. Mediante una historia clínica detallada, una exploración física minuciosa y determinados análisis complementarios, es posible identificar una cantidad considerable de causas tratables, mejorando así la sintomatología e incluso recuperando la continencia (14).

Para realizar un diagnóstico adecuado es necesario seguir una metodología estructurada, que incluye distintos pasos clave (1):

Historia clínica: se recopilan datos como el nombre, la edad, los antecedentes familiares y personales, el momento de inicio de la incontinencia, así como las medidas que utiliza la persona para controlar sus pérdidas urinarias.

Diario miccional: herramienta de gran valor diagnóstico y útil en el seguimiento clínico y en la evaluación de la eficacia terapéutica. Permite observar patrones de frecuencia, volumen y eventos desencadenantes de la IU.

Exploración física: comprende la evaluación general, ginecológica, tacto rectal y neurológica. En algunos casos se incluye una prueba de esfuerzo, donde se pide al o la paciente que tosa con la vejiga moderadamente llena, con el fin de evidenciar la IU de esfuerzo.

Pruebas diagnósticas complementarias: se pueden requerir análisis de sangre y orina, estudios de imagen como radiografías, urografías, ecografías o cistoscopia, en función de la sospecha clínica y la necesidad de confirmar etiologías estructurales o infecciosas.

Existen además herramientas estandarizadas para valorar la severidad de la IU. La Prueba de Severidad de Sandvik categoriza la sintomatología en leve, moderada, severa y muy severa, tomando en cuenta la frecuencia y la cantidad de las pérdidas. Por su parte, el International Consultation on Incontinence Questionnaire Short-Form (ICIQ-SF) permite calificar la severidad de la IU considerando la frecuencia, el volumen de las pérdidas y el número de escapes diarios, además de ofrecer una lista de situaciones desencadenantes que la persona puede identificar, orientando así hacia la causa subyacente (6).

Además de los métodos diagnósticos convencionales, en la evaluación de personas adultas mayores con síntomas del tracto urinario inferior debe considerarse también el impacto funcional y cognitivo. Individuos con deterioro cognitivo pueden presentar dificultades para expresar sus síntomas o para colaborar con los estudios, por lo cual es útil aplicar herramientas como el Índice de Barthel para medir autonomía funcional o la Escala de Pfeiffer para valorar el estado cognitivo. Estas escalas permiten contextualizar el diagnóstico dentro del entorno de vida y la realidad funcional de la persona, lo que resulta clave al plantear opciones terapéuticas.

Asimismo, las pruebas urodinámicas representan una herramienta diagnóstica valiosa en casos complejos, especialmente cuando se sospechan disfunciones neurogénicas o cuando no se ha logrado respuesta al tratamiento inicial. Estas pruebas evalúan parámetros como la presión intravesical, la contractilidad del detrusor, la presencia de contracciones involuntarias y la capacidad de vaciamiento, ayudando a diferenciar entre los distintos tipos de incontinencia y a dirigir un tratamiento más específico (1).

Finalmente, resulta fundamental tener en cuenta la auto-percepción de los síntomas y su impacto en la calidad de vida. La IU puede conllevar afectación emocional, social y psicológica, incluso si clínicamente se clasifica como leve. Por ello, se recomienda utilizar escalas como el ICIQ-QoL, que permiten una evaluación integral del impacto subjetivo del trastorno y ayudan a orientar las decisiones terapéuticas hacia un enfoque centrado en la persona, más allá del simple control de síntomas.

Abordajes actuales

Una vez identificada la presencia de incontinencia urinaria resulta fundamental implementar una intervención terapéutica oportuna, con énfasis en el abordaje fisioterapéutico, dado que este puede incidir positivamente en la estabilidad emocional y la calidad de vida de la persona adulta mayor (10). El éxito del tratamiento depende, en gran medida, de la correcta caracterización del tipo de incontinencia, sus causas subyacentes y el contexto individual de la persona afectada, ya que esto permite optimizar las estrategias terapéuticas (8).

El abordaje debe orientarse no únicamente a la causa fisiopatológica, sino también al nivel de molestia que los síntomas provocan, a las particularidades de cada persona, a la presencia de enfermedades concomitantes y al tipo específico de incontinencia urinaria. Factores como la edad biológica, las comorbilidades y la función cognitiva deben ser tenidos en cuenta, pero sin caer en la suposición de que la edad avanzada representa una contraindicación para el tratamiento activo (9,4).

Contrario a la creencia común, la incontinencia urinaria no debe considerarse una consecuencia inevitable del envejecimiento. En muchos casos, medidas simples y no invasivas pueden lograr una mejoría significativa o incluso la resolución de los síntomas, contribuyendo así al bienestar y a la dignidad de la persona adulta mayor (13).

Entre las medidas generales recomendadas se encuentran ajustes higiénico-dietéticos como la modificación del consumo de líquidos en horas vespertinas y nocturnas, el uso de ropa de fácil manipulación y la adecuación del entorno físico mediante la eliminación de barreras arquitectónicas que obstaculicen el acceso al baño. Asimismo, la revisión del tratamiento farmacológico es crucial, ya que ciertos medicamentos pueden agravar los síntomas de IU o desencadenarlos, especialmente en contextos de polifarmacia (1).

En el marco de las técnicas de modificación de conducta, destacan varias intervenciones de primera línea:

Ejercicios del suelo pélvico (Kegel): Se basan en contracciones repetidas de los músculos del piso pélvico para aumentar su tono y resistencia. Esta técnica, desarrollada en 1950 por el ginecólogo Arnold Kegel, es ampliamente utilizada tanto en mujeres como en hombres, en casos de incontinencia de esfuerzo, mixta o tras intervenciones quirúrgicas como la prostatectomía. En el caso de las mujeres adultas mayores, la elección de la técnica más adecuada depende de factores como el tipo de IU, los cambios anatómicos en el periné y las características musculares individuales (10).

Reentrenamiento vesical: Implica establecer horarios para la micción, con el objetivo de aumentar gradualmente el tiempo entre cada episodio y fomentar una mayor capacidad de la vejiga. Esta técnica se guía a través del uso de un diario miccional y requiere una comunicación clara con la persona paciente, estableciendo metas realistas y seguimiento cercano.

Micciones programadas: Son especialmente útiles en personas con deterioro cognitivo o dependencia funcional, donde los cuidadores programan horarios de visita al baño, disminuyendo así el riesgo de episodios involuntarios.

En cuanto al tratamiento quirúrgico, este no debe ser descartado exclusivamente en función de la edad cronológica. Estudios han demostrado que en personas octogenarias seleccionadas cuidadosamente, los procedimientos quirúrgicos pueden ser seguros y efectivos, mejorando sustancialmente la calidad de vida (13).

Particularmente en los casos de incontinencia urinaria por urgencia secundaria a hiperactividad del detrusor, se han desarrollado alternativas quirúrgicas menos invasivas y altamente eficaces. Entre estas destacan la inyección intravesical de toxina botulínica tipo A, que actúa relajando el músculo detrusor, y la neuromodulación sacra, que regula los impulsos nerviosos hacia la vejiga. Estas técnicas han desplazado en gran medida a intervenciones más radicales como las ampliaciones vesicales o las derivaciones urinarias, las cuales se reservan actualmente para casos complejos con pérdida severa de la acomodación vesical (4).

Finalmente, cabe destacar que el éxito del tratamiento requiere de un enfoque interdisciplinario, donde profesionales de distintas áreas—medicina general, geriatría, urología, ginecología, fisioterapia y psicología—trabajen en conjunto. Este abordaje integral, centrado en la persona, permite adaptar el tratamiento no solo al tipo de incontinencia, sino también a las condiciones sociales, funcionales y emocionales de quien la padece, favoreciendo así su adherencia y los resultados a largo plazo.

Perspectivas terapéuticas futuras

El envejecimiento saludable permite mantener la capacidad funcional para realizar aquellas actividades que la persona valora, al preservar tanto la capacidad física como la mental a medida que transcurren los años (11). En este contexto, se vuelve imprescindible promover un envejecimiento positivo en la población adulta mayor, fomentando una vida digna y saludable mediante su participación activa y su empoderamiento, no solo desde el ámbito individual, sino también en coordinación con la familia, la comunidad y el Estado (10).

Generar acciones positivas en torno a esta etapa del curso de vida permite que las personas adultas mayores comprendan mejor los cambios que experimentan, asuman actitudes más autovalentes y se vuelvan protagonistas de sus propios procesos de bienestar. De allí que se considere imprescindible recurrir a distintas estrategias de difusión del conocimiento, con el fin de incidir positivamente en su calidad de vida, así como en su inclusión social y autonomía económica (11).

En esta línea, el abordaje de la incontinencia urinaria en personas adultas mayores avanza hacia un enfoque cada vez más interdisciplinario, tecnológico y humanizado (4). Las perspectivas terapéuticas futuras ofrecen un panorama esperanzador gracias al desarrollo constante de nuevas tecnologías, tratamientos individualizados y una mejor comprensión de los mecanismos fisiopatológicos implicados (9).

Una de las áreas de mayor proyección es la neuromodulación avanzada, que incluye tanto la neuromodulación sacra como métodos más recientes, como la estimulación del nervio tibial posterior, de forma transcutánea o percutánea. Estas técnicas, menos invasivas, buscan modular los impulsos que provocan contracciones involuntarias del detrusor, resultando especialmente útiles en casos de incontinencia urinaria por urgencia (4).

Por otro lado, se están investigando nuevos agentes farmacológicos con efectos más específicos y menor perfil de efectos adversos, especialmente diseñados para personas con múltiples comorbilidades. Entre ellos destacan los agonistas beta-3 adrenérgicos, que relajan el músculo detrusor sin interferir con el sistema cardiovascular ni causar deterioro cognitivo, lo que los convierte en opciones seguras para el abordaje geriátrico (13).

La medicina regenerativa representa también un campo emergente. Ensayos con células madre, factores de crecimiento y otras terapias biológicas están evaluando su capacidad para regenerar tejidos del suelo pélvico, del esfínter uretral o del músculo vesical, en un intento por ofrecer soluciones duraderas y restaurativas en casos de incontinencia severa (8).

Asimismo, la tecnología digital desempeñará un papel fundamental en los años venideros. Dispositivos portátiles, aplicaciones móviles y sensores inteligentes permitirán realizar un monitoreo continuo de los patrones miccionales, identificar episodios de incontinencia en tiempo real y ofrecer retroalimentación personalizada, tanto para el personal sanitario como para la persona usuaria (1). Además, la inteligencia artificial podría facilitar diagnósticos más precisos y planes de tratamiento individualizados basados en grandes volúmenes de datos clínicos.

Desde una perspectiva integral, se proyecta un abordaje más biopsicosocial, que reconozca no solo los síntomas físicos de la incontinencia, sino también su impacto emocional, relacional y social. Se espera que las futuras terapias incorporen componentes de acompañamiento emocional, apoyo psicológico y educación en salud, promoviendo la eliminación del estigma y fortaleciendo la autoestima del paciente (10).

Discusión

A pesar de la significativa repercusión que la incontinencia urinaria tiene en la calidad de vida de las personas que la padecen, esta condición no siempre recibe el valor ni la atención clínica que amerita, resultando en un tratamiento tardío o inadecuado (1). Esta falta de atención adecuada puede estar relacionada con el estigma social y la vergüenza que muchas personas sienten al hablar sobre sus síntomas, así como con la errónea percepción de que la IU es una consecuencia inevitable y natural del envejecimiento (5).

Es fundamental reconocer que, aunque la IU es una afección comúnmente asociada con el envejecimiento y considerada uno de los grandes síndromes geriátricos, no es exclusiva de la población adulta mayor. Puede presentarse en cualquier etapa de la vida y derivar de múltiples causas, desde factores anatómicos y neurológicos hasta situaciones transitorias como infecciones urinarias o medicamentos que afectan la función vesical (5). Esta diversidad etiológica subraya la necesidad de un diagnóstico cuidadoso y personalizado para cada paciente.

La literatura revisada destaca que la IU afecta de manera particular a las mujeres, debido a factores de riesgo inherentes como el embarazo, el parto, la menopausia y antecedentes de cirugía pélvica, aunque la prevalencia en hombres no es despreciable y también requiere atención específica (7,13). Además, se reconoce que existen factores modificables —como el tabaquismo, la obesidad, el estreñimiento y ciertos medicamentos— que pueden ser intervenidos para mejorar la condición y, en algunos casos, lograr la continencia total o parcial (4,15).

Un desafío recurrente en el manejo de la IU, especialmente en la población geriátrica, es la polifarmacia, que aumenta el riesgo de efectos secundarios relacionados con el tracto urinario, complicando el cuadro clínico y limitando las opciones terapéuticas (4). Por ello, un abordaje integral que considere las comorbilidades, los medicamentos y las características individuales del paciente es fundamental para optimizar los resultados clínicos.

El diagnóstico oportuno y adecuado es la piedra angular para el manejo eficaz de la IU. Herramientas como la historia clínica detallada, el diario miccional, la exploración física completa y pruebas diagnósticas complementarias permiten identificar las causas tratables, evaluar la gravedad de la incontinencia y orientar el tratamiento (6,14). Sin embargo, persiste una brecha importante en la detección precoz, dado que muchas personas no buscan ayuda médica o reciben un manejo insuficiente en los niveles primario y secundario de atención (8).

En cuanto al tratamiento, los avances en fisioterapia, modificación conductual y técnicas quirúrgicas han demostrado ser efectivos, pero requieren adaptaciones específicas para la población adulta mayor, considerando sus particularidades físicas, cognitivas y sociales (9,13). Las perspectivas terapéuticas futuras abren un panorama prometedor con el desarrollo de tecnologías menos invasivas, medicamentos más seguros, terapias regenerativas y el uso de la inteligencia artificial para un abordaje personalizado y humanizado (1,4,10).

Finalmente, es imprescindible fomentar un cambio cultural y social que visibilice la IU como una condición de salud tratable y que elimine el estigma y la vergüenza que limitan el acceso a los servicios. La educación en salud, el empoderamiento de las personas adultas mayores y el trabajo interdisciplinario son pilares para mejorar la calidad de vida de quienes viven con incontinencia urinaria (10,11).

Conclusiones

En síntesis, la incontinencia urinaria representa una condición frecuente y compleja que afecta a un amplio espectro de la población, especialmente a las personas adultas mayores, impactando negativamente su calidad de vida, bienestar emocional y participación social. A pesar de su alta prevalencia, esta condición suele ser subestimada y, con frecuencia, no recibe la atención ni el tratamiento oportuno que requiere, en parte debido al estigma social y a la creencia errónea de que es una consecuencia inevitable del envejecimiento.

El reconocimiento de los factores de riesgo, tanto modificables como no modificables, y la realización de un diagnóstico integral y personalizado son fundamentales para optimizar las intervenciones terapéuticas y mejorar los resultados clínicos. La combinación de medidas higiénico-dietéticas, técnicas de reeducación del suelo pélvico, modificación de conducta y, en casos seleccionados, tratamientos quirúrgicos, ofrece alternativas eficaces adaptadas a las características particulares de cada paciente.

Las perspectivas terapéuticas futuras, apoyadas en avances tecnológicos, farmacológicos y en la medicina regenerativa, prometen mejorar el abordaje de la incontinencia urinaria, promoviendo tratamientos menos invasivos, más seguros y con un enfoque centrado en la persona. La incorporación de tecnologías digitales e inteligencia artificial puede revolucionar el diagnóstico, seguimiento y manejo, facilitando una atención más precisa y oportuna.

Finalmente, es indispensable promover un enfoque biopsicosocial que no solo aborde los síntomas físicos, sino también el impacto emocional y social de la incontinencia. Fomentar la educación en salud, eliminar el estigma asociado y empoderar a las personas afectadas, junto con la participación activa de la familia, comunidad y sistema de salud, son estrategias clave para garantizar un envejecimiento saludable, digno y con calidad de vida.

Referencias

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5. Hernández CL, Uribarri BG, Fau CB, Alonso CH, Sanz DAA, Varona LP. Impacto en la calidad de vida en personas con incontinencia urinaria. Rev Sanitaria Investig. 2021;2(10):183-210.
6. Silva Muñoz MA, Gallardo Hormazábal M, López Vera C, Santander Núñez C, Torres Rojas J. Efectos de la incontinencia urinaria en la calidad de vida de la mujer climatérica. RevCubanaObstetGinecol. 2018;44(1):1-14.
7. Fagerström-Sade CK, López-González MA. Prevalencia de incontinencia urinaria en personas mayores chilenas y su impacto en la calidad de vida: encuesta nacional. RevChilObstetGinecol. 2020;85(2):123-31.
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9. Porras DS, Hernández LMA, Alfaro FJG. Fisiopatología y tratamiento de la incontinencia urinaria en mujeres. RevMed Sinergia. 2023;8(6):13.
10. Calderin OC, Rodríguez MP, Villa KF, Pérez MT, Pérez MT, Otero KML. Efectividad de la reeducación del suelo pélvico en adultas mayores con incontinencia urinaria de esfuerzo. RevCubanaMed Gen Integr. 2019;35(1).
11. Cedeño MNS, Torres ER. La persona mayor: protagonista de emprendimiento para un envejecimiento activo. In: Proyección e Innovación Social-Volumen III. Universidad Santiago de Cali; 2021. p. 35-50.
12. Mugica RQ, Martínez BLT, Peña AC. Envejecimiento poblacional, un desafío para la atención primaria de salud. Acta Méd Centro. 2015;9(4):1-3.
13. Gómez F, González JS, Gómez AB, Ardavín JP, Cerdá JR. Impacto del envejecimiento sobre la incidencia y mortalidad de los cánceres urológicos: proyección a 20 años en España. Actas Urol Esp. 2022;46(5):268-74.
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15. Leirós-Rodríguez R, Romo-Pérez V, García-Soidán JL. Prevalencia de la incontinencia urinaria y su relación con el sedentarismo en España. Actas Urol Esp. 2017;41(10):624-30.

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La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
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