Inmunosenescencia y enfermedades crónicas no transmisibles: una convergencia inflamatoria en el envejecimiento
Autora principal: Tatiana Durán Núñez
Vol. XX; nº 10; 532
Immunosenescence and Non-Communicable Chronic Diseases: An Inflammatory Convergence in Aging
Fecha de recepción: 2 de mayo de 2025
Fecha de aceptación: 21 de mayo de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 10 – Segunda quincena de Mayo de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 10; 532
Autores:
Tatiana Durán Núñez, Investigadora independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0002-7557-3383
Andrea Meléndez Cordero, Investigadora independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0004-0970-9718
Amelia Mora Álvarez, Investigadora independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0004-7808-8898
Ericka Villarreal Morales, Investigadora independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0008-9253-1461
Andrea Blustein Arrieta, Investigadora independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0005-2940-2198
Estiven Venegas Salazar, Investigador independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7776-5122
Marco Chacón Alvarez, Investigador independiente, San José, Costa Rica. ORCID: https://orcid.org/0009-0005-6314-1489
Resumen
El envejecimiento humano se asocia con una remodelación progresiva del sistema inmunitario, un proceso conocido como inmunosenescencia, caracterizado por la disminución de la inmunidad adaptativa y la activación crónica de la respuesta innata. Muchas enfermedades crónicas no transmisibles, como la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes mellitus tipo 2, ya están presentes en etapas tempranas de la vejez; sin embargo, la inmunosenescencia y la inflamación crónica de bajo grado, inflammaging, contribuyen a su progresión y complicaciones.
Esta revisión analiza los mecanismos celulares y moleculares que sustentan la inmunosenescencia y su influencia en el curso clínico de las enfermedades crónicas en adultos mayores. También se examina el papel de los biomarcadores inflamatorios, la disfunción de las células inmunes y la alteración de la homeostasis inmunológica. Finalmente, se discute la evidencia reciente que vincula la inflamación sistémica persistente con desenlaces adversos, así como las posibles estrategias para modular la respuesta inmunitaria y mejorar la salud en el envejecimiento.
Palabras clave
inmunosenescencia, inflamación crónica, enfermedades crónicas no transmisibles, envejecimiento, inflammaging, disfunción inmunitaria, citocinas inflamatorias, remodelación inmunológica, hipertensión arterial en el adulto mayor, biomarcadores de inflamación.
Abstract
Human aging is associated with progressive remodeling of the immune system, a process known as immunosenescence, characterized by reduced adaptive immunity and chronic activation of innate responses. Many non-communicable chronic diseases, including hypertension, cardiovascular disease, and type 2 diabetes, are already present in early stages of aging; however, immunosenescence and low-grade chronic inflammation, inflammaging, contribute to their progression and complications.
This review analyzes the cellular and molecular mechanisms underlying immunosenescence and its influence on the clinical course of chronic diseases in older adults. It also examines the role of inflammatory biomarkers, immune cell dysfunction, and impaired immune homeostasis. Finally, recent evidence linking persistent systemic inflammation to adverse outcomes is discussed, as well as potential strategies to modulate immune responses and improve health in aging populations.
Keywords
immunosenescence, chronic inflammation, non-communicable chronic diseases, aging, inflammaging, immune dysfunction, inflammatory cytokines, immune remodeling, hypertension in the elderly, inflammatory biomarkers.
Introducción
La inmunosenescencia es un proceso fisiológico asociado al envejecimiento, caracterizado por la disminución de la eficacia inmunológica y la activación persistente de mecanismos inflamatorios innatos (1,2). Esta disfunción inmunitaria no solo incrementa la susceptibilidad a infecciones, sino que también favorece la exacerbación de enfermedades crónicas no transmisibles, como la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes mellitus tipo 2 (3,4).La inflamación crónica de bajo grado, fenómeno conocido como inflammaging, ha sido identificada como un componente clave en la progresión clínica de estas patologías, intensificando el daño tisular y alterando la homeostasis sistémica en adultos mayores (5,6). Diversos estudios han documentado cambios relevantes en el repertorio de células T, aumento en la producción de citocinas proinflamatorias y disfunciones en la regulación inmune como factores que perpetúan el estado inflamatorio asociado al envejecimiento (7–9).
La identificación de biomarcadores inflamatorios vinculados al deterioro inmunológico y al inflammaging representa una oportunidad para intervenir de manera más efectiva en la evolución clínica de las enfermedades crónicas en adultos mayores (10,11). Además, se ha planteado que la interacción entre los mecanismos inmunitarios alterados y los factores metabólicos podría acelerar la progresión de la multimorbilidad en esta población (12,13).
Ante el creciente envejecimiento de la población mundial, resulta fundamental profundizar en la comprensión de estos procesos para desarrollar estrategias de prevención y manejo que contribuyan a mejorar los desenlaces en salud de los adultos mayores.
Metodología
Se realizó una revisión bibliográfica de tipo descriptivo. Para la construcción de este artículo se analizaron 22 fuentes científicas seleccionadas bajo los siguientes criterios de inclusión: publicaciones en inglés y español, con fecha de aparición entre 2020 y 2025, que abordaran la inmunosenescencia, el inflammaging, el envejecimiento inmunológico y las enfermedades crónicas no transmisibles.
La búsqueda se llevó a cabo en bases de datos digitales reconocidas, tales como PubMed, SciELO, Scopus, Elsevier y Google Scholar, empleando como palabras clave: inmunosenescencia, inflammaging, inflamación crónica de bajo grado, envejecimiento y enfermedades crónicas no transmisibles.
Inmunosenescencia: concepto y características
El envejecimiento humano se asocia a cambios progresivos en el sistema inmunitario, fenómeno denominado inmunosenescencia, caracterizado por la disminución de la eficacia de la respuesta inmunológica adaptativa y una activación crónica de la respuesta innata (1,2).
La producción de nuevas células inmunes disminuye, en particular de linfocitos T naïve, mientras que aumenta la proporción de células T de memoria con fenotipo senescente (3,4).
Este deterioro conlleva una menor capacidad para responder a nuevos antígenos, junto a una pérdida progresiva de regulación inmunológica, lo que favorece el establecimiento de un estado inflamatorio persistente. Estas alteraciones no solo afectan la respuesta frente a infecciones, sino que también comprometen la vigilancia inmunológica antitumoral y aceleran fenómenos de daño tisular crónico (5).
Además, la inmunosenescencia no es un proceso homogéneo en todos los individuos; su expresión varía en función de factores genéticos, ambientales y comorbilidades preexistentes, lo que explica las diferencias individuales en la vulnerabilidad inmunológica y en la evolución clínica en la vejez (6).
Inflammaging: su rol en el envejecimiento
El término inflammaging describe la inflamación crónica de bajo grado que se desarrolla de manera progresiva durante el envejecimiento, en ausencia de infecciones manifiestas o procesos agudos (7,8).
Esta respuesta inflamatoria persistente se atribuye a la activación continua de vías inmunológicas innatas, al reconocimiento de moléculas asociadas al daño celular (DAMPs) y a la liberación sostenida de citocinas proinflamatorias como interleucina-6 (IL-6), factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y proteína C reactiva (PCR) (9,10).
Desde un punto de vista fisiopatológico, el inflammaging refleja la incapacidad del sistema inmunitario envejecido para resolver de manera eficiente las señales de daño acumulado a lo largo del tiempo (11).
Como consecuencia, se produce un entorno sistémico proinflamatorio que favorece la disfunción endotelial, la resistencia a la insulina, la neurodegeneración progresiva y las alteraciones en el metabolismo óseo y muscular (12).
Estudios recientes han identificado que los niveles elevados de biomarcadores inflamatorios, como IL-6, TNF-α y PCR ultrasensible, correlacionan de manera significativa con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, disminución de la capacidad funcional, aparición de fragilidad y aumento de la mortalidad en adultos mayores (13).
Esta evidencia destaca el papel del inflammaging no solo como un marcador biológico del envejecimiento, sino como un factor patogénico activo en el deterioro clínico progresivo.Además, se ha propuesto interactúa con otros que procesos asociados al envejecimiento, como la disfunción mitocondrial y el estrés oxidativo, creando un círculo vicioso que acelera el daño celular y tisular (11,12).
Relación entre inmunosenescencia e inflamación crónica
La disfunción inmunitaria y el estado inflamatorio sistémico propio de la edad son procesos profundamente interrelacionados.
El deterioro de los mecanismos de regulación inmunológica facilita la producción constante de citocinas proinflamatorias, que a su vez perpetúan un microambiente inflamatorio desfavorable (14,15).
La disminución de la actividad de las células T reguladoras (Tregs) y la alteración de la autofagia celular contribuyen a esta retroalimentación inflamatoria, exacerbando el daño tisular progresivo (16).
Además, la presencia de células inmunes senescentes en tejidos periféricos se ha asociado a la secreción sostenida del fenotipo secretor asociado a la senescencia (SASP), compuesto por múltiples factores inflamatorios que alteran la homeostasis local y sistémica (17).Esta dinámica no solo intensifica la respuesta inflamatoria crónica, sino que también deteriora las respuestas adaptativas específicas, limitando la capacidad del organismo para restaurar el equilibrio inmunológico frente a estímulos nocivos.
Impacto en enfermedades crónicas no transmisibles
Diversas enfermedades crónicas no transmisibles encuentran en las alteraciones inmunológicas del envejecimiento un terreno propicio para su progresión clínica (18,19).En el caso de la hipertensión arterial, se ha observado que el deterioro de la función inmunitaria contribuye al desarrollo de disfunción endotelial y rigidez arterial, procesos clave en la fisiopatología hipertensiva (20).
Asimismo, en la diabetes mellitus tipo 2, la inflamación crónica de bajo grado favorece la resistencia a la insulina y la alteración de la función de las células beta pancreáticas, acelerando el deterioro metabólico (21).
En enfermedades cardiovasculares, el estado inflamatorio sistémico persistente promueve la formación de placas ateroscleróticas inestables, aumentando el riesgo de eventos isquémicos.
De manera similar, en las enfermedades neurodegenerativas, la inflamación sistémica sostenida facilita procesos de neuroinflamación y muerte neuronal progresiva, contribuyendo a la evolución de patologías como el Alzheimer y el Parkinson (22).
La evidencia actual respalda firmemente el papel del deterioro inmunológico y la inflamación crónica en la evolución clínica de las enfermedades crónicas en el envejecimiento.
Estudios de cohortes han mostrado que la presencia de biomarcadores inflamatorios elevados, como interleucina-6 (IL-6), factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y proteína C reactiva ultrasensible (PCR-us), predice un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, deterioro funcional, fragilidad y mortalidad en adultos mayores (16–19).
Además, investigaciones moleculares han identificado alteraciones específicas en la expresión génica de células inmunes, incluyendo la disminución de células T naïve y la expansión de poblaciones de células T de memoria senescentes, cambios que comprometen la capacidad de respuesta a nuevos antígenos y perpetúan la inflamación sistémica (20,21).
Estos hallazgos subrayan la importancia de considerar las alteraciones inmunológicas no solo como un marcador biológico del envejecimiento, sino también como un factor determinante en la progresión de las principales enfermedades crónicas que afectan a esta población.
Alteraciones celulares e inmunológicas en el envejecimiento
El envejecimiento induce cambios profundos en el sistema inmunitario, que afectan tanto a la inmunidad innata como a la adaptativa (1,2).A nivel de las células T, se observa una disminución progresiva del número de células T naïve debido a la involución tímica y a la reducción en la producción de nuevas células en el timo, fenómeno que se inicia desde la adultez temprana y se acelera en la senescencia (3,4).Este fenómeno limita la diversidad del repertorio de receptores de células T, restringiendo la capacidad del organismo para reconocer nuevos antígenos y responder de manera eficaz a infecciones emergentes o procesos neoplásicos (5).Simultáneamente, se produce una expansión de poblaciones de células T de memoria senescentes, caracterizadas por una capacidad reducida para proliferar, acentuada producción de citocinas proinflamatorias y un fenotipo asociado a la resistencia a la apoptosis (6,7).
En cuanto a las células B, el envejecimiento impacta tanto en la cantidad como en la calidad de la respuesta humoral, disminuyendo la producción de anticuerpos de alta afinidad y reduciendo la eficacia de la memoria inmunológica, lo que se traduce en una menor respuesta a vacunas y mayor susceptibilidad a infecciones (8,9).
Alteraciones en los procesos de maduración y selección clonal en los órganos linfoides secundarios han sido descritas como factores adicionales en la disminución de la competencia humoral (10).Las células de la inmunidad innata tampoco escapan a este deterioro. Monocitos y macrófagos envejecidos presentan disfunciones en la fagocitosis, en la secreción de citocinas y en la capacidad de presentación antigénica, lo que limita la activación efectiva de las respuestas adaptativas (11).
De forma paralela, las células asesinas naturales (NK) experimentan cambios fenotípicos que disminuyen su citotoxicidad y alteran su capacidad de secretar interferón gamma, debilitando la respuesta frente a infecciones virales y la eliminación de células tumorales (12,13).Estos cambios celulares están acompañados de alteraciones sistémicas en los mecanismos de regulación inmunológica.
La actividad de las células T reguladoras (Tregs), cruciales para el control de la inflamación y la tolerancia inmunológica, se ve disminuida en número y función (14).Asimismo, procesos como la disfunción mitocondrial y el estrés oxidativo exacerban el daño inmunocelular, alimentando el círculo vicioso de deterioro inmunológico e inflamación crónica (15).
La disrupción de la homeostasis inmunometabólica, reflejada en la alteración de vías de señalización intracelular como NF-κB y mTOR, ha sido señalada como un mecanismo clave en la perpetuación del estado inflamatorio sistémico (16,17).Estos hallazgos refuerzan la importancia de entender las alteraciones inmunológicas como un proceso multifactorial que impacta transversalmente en el envejecimiento y en la progresión de múltiples enfermedades crónicas.
Perspectivas de intervención y prevención
Frente a las implicaciones clínicas del deterioro inmunológico y del estado inflamatorio crónico persistente en el envejecimiento, se ha planteado la necesidad de desarrollar estrategias terapéuticas integrales que no solo apunten al tratamiento de enfermedades específicas, sino que busquen modular los procesos inmunológicos subyacentes de forma preventiva y sostenida (1,2).
La evidencia disponible respalda la importancia de abordar los mecanismos biológicos que perpetúan la inmunosenescencia y la inflamación sistémica, dado su impacto en la progresión clínica de múltiples enfermedades crónicas no transmisibles (3,4).Entre las intervenciones no farmacológicas propuestas, destaca la práctica regular de ejercicio físico moderado, la cual ha demostrado mejorar la actividad de las células asesinas naturales (NK) y reducir los niveles circulantes de citocinas proinflamatorias en adultos mayores (5).
De igual forma, la adopción de patrones dietéticos antiinflamatorios, como la dieta mediterránea, se asocia con una disminución significativa de biomarcadores inflamatorios como la interleucina-6 (IL-6) y la proteína C reactiva (PCR), favoreciendo una mejor homeostasis inmunometabólica (6).
El control del estrés oxidativo mediante estrategias antioxidantes, así como la optimización del microbioma intestinal a través de la administración de probióticos o prebióticos específicos, ha emergido como una opción complementaria para modular la inflamación crónica de bajo grado, considerando la interconexión del eje intestino-inmunidad en el envejecimiento (7,8).
En paralelo, se investiga el uso de terapias farmacológicas inmunomoduladoras específicas, tales como inhibidores de citocinas proinflamatorias (anti-IL-6, anti-TNF-α) o agentes que potencien la función de las células T reguladoras, con el objetivo de restaurar el equilibrio inmunológico en adultos mayores (9).
No obstante, si bien los resultados preliminares son prometedores, aún se requieren ensayos clínicos de alta calidad metodológica que confirmen la eficacia y seguridad de estas estrategias farmacológicas en poblaciones envejecidas (10).
La detección temprana de alteraciones inmunológicas mediante biomarcadores sensibles y específicos, como IL-6, TNF-α y PCR ultrasensible, representa una oportunidad valiosa para identificar individuos con riesgo aumentado de fragilidad, deterioro funcional o mortalidad (16–19).
Implementar medidas preventivas desde etapas iniciales del envejecimiento, basadas en la promoción de estilos de vida saludables y la intervención inmunológica precoz, no solo favorecería una mejor calidad de vida en la vejez, sino que también podría reducir de manera significativa la carga económica y social asociada a la multimorbilidad en poblaciones envejecidas.
Conclusiones
La disfunción inmunológica asociada al envejecimiento y el estado inflamatorio crónico de bajo grado representan fenómenos fisiológicos centrales en la progresión y complicaciones de múltiples enfermedades crónicas no transmisibles.Los cambios celulares e inmunológicos que acompañan al envejecimiento, incluyendo la reducción de células T naïve, la disfunción de las células NK, la alteración de la respuesta humoral y el deterioro de los mecanismos de regulación inmunitaria, contribuyen de manera decisiva a la pérdida de la homeostasis inmunológica y al establecimiento de un estado inflamatorio sistémico crónico (1–6).
La evidencia científica reciente ha fortalecido el entendimiento de los vínculos entre estas alteraciones inmunitarias y los desenlaces clínicos adversos en adultos mayores, subrayando el papel de biomarcadores inflamatorios, como IL-6 y TNF-α, como predictores de deterioro funcional, aparición de fragilidad y aumento de la mortalidad (16–19).
Además, se ha reconocido que factores externos como la inactividad física, la desnutrición y la exposición a agentes proinflamatorios ambientales pueden potenciar el deterioro inmunológico propio de la edad, incrementando el riesgo de multimorbilidad (20).
Frente a este escenario, resulta fundamental promover estrategias que busquen modular la respuesta inmunitaria y atenuar el estado inflamatorio persistente.Intervenciones basadas en estilos de vida saludables, optimización nutricional, ejercicio físico regular y manejo del estrés metabólico han mostrado un potencial relevante para mejorar los desenlaces en salud (21).
La investigación en terapias inmunomoduladoras específicas, incluyendo agentes que regulen la actividad de las células T reguladoras o inhiban vías inflamatorias aberrantes, ofrece perspectivas alentadoras, aunque aún se requieren ensayos clínicos bien diseñados para confirmar su eficacia y seguridad en poblaciones envejecidas (22).
La comprensión integral de los mecanismos que subyacen al deterioro inmunológico y a la inflamación sistémica persistente no solo aporta conocimiento sobre la biología del envejecimiento, sino que abre nuevas oportunidades terapéuticas para abordar de manera más efectiva la creciente carga de enfermedades crónicas en la población adulta mayor.
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