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Intervenciones enfermeras en el manejo del dolor agudo y crónico: revisión de la evidencia

Intervenciones enfermeras en el manejo del dolor agudo y crónico: revisión de la evidencia

Autora principal: Patricia Cortés Egeda

Vol. XX; nº 17; 915

Nursing interventions in the management of acute and chronic pain: a review of the evidence

Fecha de recepción: 30 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 4 de septiembre de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 17 – Primera quincena de Septiembre de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 17; 915

Autores:

Patricia Cortés Egeda, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Ana María Luca Simón, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Marta Gascón, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Irene Sanz Gómez, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Irene Torán Bellido, Enfermera Especialidad HOP Teruel
Andrea Ibáñez Romero, Enfermera Especialidad HOP Teruel

Resumen

El dolor, tanto agudo como crónico, constituye una de las experiencias más prevalentes en la atención sanitaria y representa un reto complejo para el personal de enfermería. Las intervenciones enfermeras desempeñan un papel fundamental en su manejo, ya que no solo abordan el componente físico, sino también el psicológico y social del paciente. Esta revisión bibliográfica tiene como objetivo analizar la evidencia actual sobre las intervenciones enfermeras más efectivas en el tratamiento del dolor agudo y crónico. Para el proceso de revisión, se realizó una búsqueda exhaustiva en fuentes científicas reconocidas, como PubMed, CINAHL y Scopus, incluyendo estudios publicados desde el año 2015 hasta el 2024. Los resultados revelan que enfoques como la educación al paciente, el uso de escalas de valoración del dolor, intervenciones no farmacológicas y la atención centrada en la persona son clave para un manejo eficaz. La revisión destaca la necesidad de formación continua y protocolos actualizados para optimizar los cuidados enfermeros en el control del dolor.

Palabras clave

Dolor agudo, dolor crónico, intervenciones enfermeras, manejo del dolor, cuidados de enfermería.

Abstract

Pain, whether acute or chronic, is one of the most prevalent experiences in healthcare and presents a complex challenge for nursing professionals. Nursing interventions play a fundamental role in pain management, addressing not only physical symptoms but also the psychological and social dimensions of the patient. This literature review aims to analyze current evidence on the most effective nursing interventions for managing acute and chronic pain. An exhaustive search was conducted in reputable scientific databases, including PubMed, CINAHL, and Scopus, focusing on studies published between 2015 and 2024. The findings highlight the effectiveness of strategies such as patient education, the use of pain assessment scales, non-pharmacological interventions, and person-centered care. The review also emphasizes the need for ongoing professional development and the implementation of updated protocols to enhance the quality of nursing care in pain management.

Keywords

Acute pain, chronic pain, nursing interventions, pain management, nursing care.

Introducción

El dolor, en cualquiera de sus manifestaciones, se ha reconocido históricamente como uno de los síntomas más significativos que afectan la calidad de vida de las personas. Desde la antigüedad, su presencia ha sido interpretada como una señal de alerta biológica, destinada a advertir sobre lesiones o alteraciones en el organismo. En el contexto actual de la atención sanitaria, el dolor representa no solo un fenómeno fisiológico, sino también un desafío social, económico y emocional que requiere un abordaje integral. De forma global, millones de individuos experimentan anualmente dolor agudo, frecuentemente vinculado a intervenciones quirúrgicas, traumatismos o episodios inflamatorios. De forma paralela, aumenta la cantidad de pacientes que enfrentan dolor crónico de larga duración, muchas veces vinculado a enfermedades del sistema musculoesquelético, patologías oncológicas o daños en el sistema nervioso. Este contexto hace que el abordaje del dolor se considere una prioridad en los sistemas sanitarios, requiriendo enfoques de trabajo interdisciplinario y una implicación destacada del personal de enfermería.

La distinción entre dolor agudo y crónico resulta esencial para comprender su abordaje. El dolor agudo, de carácter temporal, cumple una función protectora al indicar daño tisular o amenaza para la integridad física. Generalmente, desaparece con la resolución de la causa subyacente y suele responder adecuadamente a tratamientos farmacológicos y cuidados convencionales. Por su parte, el dolor crónico persiste más allá del tiempo esperado de curación, normalmente definido como aquel que se prolonga más de tres a seis meses. A menudo carece de una función biológica útil y tiende a generar un impacto emocional profundo, derivando en ansiedad, depresión, aislamiento social y disminución de la funcionalidad. Esta diferencia no solo influye en la elección de terapias, sino también en la forma en que los profesionales de enfermería deben abordar el cuidado del paciente, pues el manejo del dolor crónico requiere una perspectiva holística y sostenida.

Dentro de esta situación, la labor de la enfermería adquiere un rol fundamental. La enfermería, por su cercanía y contacto continuo con el paciente, es responsable de múltiples aspectos relacionados con el manejo del dolor: desde la identificación y valoración de la intensidad y características del mismo, hasta la implementación de intervenciones tanto farmacológicas (en coordinación con otros profesionales) como no farmacológicas, así como la educación del paciente y su familia. Además, las enfermeras y enfermeros son fundamentales en la promoción de una atención centrada en la persona, capaz de integrar las dimensiones físicas, emocionales y sociales del dolor. Estas funciones se sustentan en un conocimiento actualizado de la evidencia científica y en la aplicación de herramientas que permitan adaptar las intervenciones a las necesidades individuales.

La literatura científica reciente ha puesto de relieve que un manejo eficaz del dolor no puede limitarse al uso de analgésicos o tratamientos médicos convencionales. Diversas investigaciones evidencian que intervenciones como la formación al paciente, métodos de relajación, terapia cognitivo-conductual, uso de estimulación eléctrica transcutánea, aplicación de frío o calor y programas de ejercicio terapéutico contribuyen de forma efectiva a disminuir la percepción del dolor y favorecer la funcionalidad. Estas medidas, combinadas con una evaluación sistemática mediante escalas validadas —como la Escala Visual Analógica (EVA), la Escala Numérica del Dolor (NRS) o el Cuestionario McGill—, permiten a los profesionales de enfermería diseñar planes de cuidado personalizados, ajustados a la evolución de cada paciente.

La relevancia del manejo del dolor se intensifica si se consideran sus implicaciones socioeconómicas. El dolor crónico, en particular, está asociado con una disminución significativa de la productividad laboral, un aumento del absentismo y un mayor uso de recursos sanitarios. La Organización Mundial de la Salud y la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor han documentado que los pacientes con dolor prolongado presentan mayor riesgo de discapacidad y depresión, lo que supone una carga adicional para los sistemas de atención sanitaria y las finanzas nacionales. En consecuencia, las políticas sanitarias actuales promueven estrategias de manejo multidimensional, donde la enfermería se configura como un pilar para garantizar una atención accesible, continua y humanizada.

No obstante, a pesar de la creciente evidencia científica y la disponibilidad de múltiples herramientas, la gestión del dolor continúa enfrentando barreras significativas. Entre ellas, destacan la falta de formación específica del personal sanitario en el uso de técnicas no farmacológicas, la escasez de protocolos estandarizados y la persistencia de creencias erróneas sobre la inevitabilidad del dolor, tanto en pacientes como en algunos profesionales. Asimismo, la variabilidad en los contextos asistenciales y la sobrecarga laboral dificultan, en muchos casos, la implementación de estrategias centradas en la persona, generando disparidades en la calidad de la atención. Ante estas limitaciones, se hace imprescindible fomentar planes de capacitación continua y lineamientos organizativos que garanticen la actualización del conocimiento y la aplicación de intervenciones estandarizadas.

El abordaje del dolor, por tanto, requiere una revisión constante de la evidencia disponible para identificar prácticas eficaces y adaptarlas a las necesidades cambiantes de la población. Esta revisión bibliográfica tiene como objetivo ofrecer un análisis actualizado sobre las intervenciones enfermeras más relevantes para el manejo del dolor agudo y crónico, considerando tanto estrategias farmacológicas complementarias como aquellas no farmacológicas que han demostrado efectividad. A través de este análisis, se busca proporcionar un recurso útil para profesionales y gestores de la salud, que facilite la toma de decisiones clínicas y fomente la adopción de cuidados basados en la evidencia.

Finalmente, comprender el rol de la enfermería en este ámbito no solo implica reconocer su capacidad para aplicar técnicas y cuidados, sino también su función educativa y de acompañamiento. El profesional de enfermería actúa como mediador entre el paciente, su entorno y el resto del equipo sanitario, contribuyendo a empoderar al individuo en la autogestión de su dolor y en la adopción de estilos de vida que favorezcan su bienestar. De esta forma, el presente trabajo no solo pretende describir intervenciones específicas, sino también resaltar la importancia de un enfoque integral, donde el conocimiento científico y la empatía se combinan para mejorar la calidad de vida de quienes sufren dolor.

Metodología

Para llevar a cabo esta revisión bibliográfica, se diseñó un proceso estructurado que permitiera identificar, seleccionar y analizar la evidencia científica más relevante sobre las intervenciones de enfermería orientadas al manejo del dolor agudo y crónico. Se optó por un enfoque descriptivo y analítico, con el fin de sintetizar hallazgos recientes y generar una visión integral de las prácticas clínicas basadas en evidencia.

Entre enero y abril de 2025 se realizó la identificación de fuentes, tomando en cuenta artículos publicados entre enero de 2015 y finales de 2024. Con el objetivo de garantizar la exhaustividad, se consultaron bases de datos biomédicas y de ciencias de la salud reconocidas internacionalmente, entre ellas PubMed/MEDLINE, CINAHL, Scopus y Web of Science. Estas fuentes se seleccionaron por su amplia cobertura de literatura científica revisada por pares y su relevancia para el campo de la enfermería y la gestión del dolor.

Para construir las estrategias de búsqueda, se emplearon combinaciones de términos controlados y libres, utilizando descriptores de salud (MeSH) y palabras clave relacionadas con el tema central. Entre los términos empleados se incluyeron: «nursing interventions», «acute pain», «chronic pain», «pain management», «non-pharmacological interventions», «patient education» y «evidence-based nursing». La estrategia de búsqueda se afinó mediante el uso de operadores booleanos (AND, OR) y filtros que acotaron los registros a artículos en inglés o español, dirigidos a población adulta y con texto completo disponible.

Los criterios de inclusión abarcaron estudios originales, ensayos clínicos, revisiones sistemáticas, metaanálisis y guías de práctica clínica que evaluaran intervenciones enfermeras dirigidas al manejo del dolor agudo y/o crónico. Se consideraron tanto intervenciones farmacológicas bajo supervisión de enfermería como estrategias no farmacológicas, tales como educación al paciente, técnicas de relajación, abordajes cognitivo-conductuales, uso de escalas de valoración del dolor y medidas físicas como termoterapia, movilización y TENS. Se excluyeron artículos duplicados, publicaciones anteriores a 2015, estudios con población pediátrica o centrados exclusivamente en intervenciones médicas sin participación activa de la enfermería.

La selección de los estudios se llevó a cabo en diferentes fases. En la primera, se localizaron 1.264 referencias; una vez eliminadas las duplicadas, se mantuvieron 978, que fueron examinadas en títulos y resúmenes por dos investigadores de manera independiente. Esta evaluación preliminar permitió excluir 642 publicaciones por no cumplir los criterios de inclusión. En la segunda fase, se revisaron 336 textos completos para valorar su pertinencia; finalmente, 94 estudios fueron considerados elegibles y conformaron el corpus de análisis para esta revisión.

Para el análisis de los datos, se utilizó un enfoque narrativo con apoyo de herramientas de síntesis cualitativa. Cada artículo seleccionado fue evaluado siguiendo una guía de extracción de datos previamente diseñada, que contemplaba información sobre objetivos, diseño del estudio, población, tipo de intervención, resultados principales y calidad metodológica. La calidad de los estudios se valoró mediante instrumentos validados, como la escala Jadad para ensayos clínicos y la lista de verificación AMSTAR 2 para revisiones sistemáticas, con el fin de garantizar la robustez de las conclusiones.

Se adoptó un procedimiento de triangulación entre los autores para minimizar sesgos en la interpretación. Los hallazgos se organizaron en categorías temáticas que facilitaron la comparación y discusión: 1) estrategias de valoración y monitorización del dolor, 2) intervenciones educativas y de apoyo psicosocial, 3) terapias no farmacológicas complementarias, y 4) cuidados centrados en la persona y continuidad asistencial. Esta categorización permitió identificar patrones comunes y vacíos en la literatura, así como proponer recomendaciones para la práctica enfermera.

Adicionalmente, se tuvo en cuenta la perspectiva ética en la selección de los estudios. Solo se incluyeron investigaciones que contaran con aprobación de comités de ética y consentimiento informado, cuando correspondía, para garantizar que la evidencia analizada respondiera a estándares de investigación responsables.

Los datos obtenidos se integraron de forma narrativa en los apartados de resultados y discusión, priorizando la claridad y coherencia en la exposición. Aunque no se realizó metaanálisis debido a la heterogeneidad de los estudios incluidos, se aplicó un proceso de síntesis temática que permitió identificar intervenciones con mayor respaldo empírico, así como áreas que requieren mayor investigación para fortalecer la práctica basada en evidencia.

Con esta metodología, la revisión buscó ofrecer una visión amplia y crítica sobre el papel de la enfermería en el manejo del dolor, proporcionando información útil tanto para profesionales clínicos como para gestores y responsables de políticas sanitarias que deseen optimizar la atención a personas con dolor agudo y crónico.

Resultados

El análisis de los 94 estudios seleccionados permitió identificar diversas intervenciones enfermeras que han demostrado eficacia en la gestión del dolor agudo y crónico, así como tendencias comunes que orientan las mejores prácticas clínicas. Los hallazgos se organizaron en cuatro categorías principales: valoración y monitorización del dolor, intervenciones educativas y de apoyo psicosocial, estrategias no farmacológicas complementarias, y cuidados centrados en la persona y continuidad asistencial. Esta estructura facilitó la interpretación y comparación de los resultados, ofreciendo una visión integral sobre las herramientas y enfoques más respaldados por la evidencia reciente.

Valoración y monitorización del dolor

Más del 80 % de las investigaciones analizadas resaltaron la importancia de realizar una valoración estructurada del dolor como elemento clave para lograr un manejo adecuado. Las investigaciones coinciden en que el uso de escalas validadas —como la Escala Visual Analógica (EVA), la Escala Numérica (NRS) y la Escala de Caras (Wong-Baker)— permite una detección más precisa de la intensidad del dolor y su evolución, lo que facilita intervenciones oportunas. En pacientes con dolor crónico, la valoración frecuente no solo contribuye a ajustar los planes terapéuticos, sino que también mejora la comunicación entre profesionales y pacientes, promoviendo una atención más personalizada.

Algunos estudios (n=28) subrayaron la importancia de integrar herramientas multidimensionales que evalúen aspectos físicos, emocionales y funcionales del dolor, como el Brief Pain Inventory (BPI) o el McGill Pain Questionnaire. Estas herramientas, combinadas con registros electrónicos de salud, optimizan la continuidad asistencial y permiten una monitorización más completa de la respuesta del paciente a las intervenciones.

Intervenciones educativas y apoyo psicosocial

En 61 de los estudios analizados, la educación del paciente se identificó como una intervención central para mejorar el afrontamiento del dolor. Las estrategias educativas abarcaron desde sesiones informativas individuales hasta programas grupales, abordando aspectos como el reconocimiento temprano de síntomas, el uso adecuado de medicación, la importancia de la movilidad y el papel de las técnicas de autocuidado.

La evidencia sugiere que la educación no solo disminuye la ansiedad y la percepción del dolor, sino que también promueve la adherencia a los tratamientos. Intervenciones combinadas con asesoramiento psicológico, particularmente aquellas basadas en terapia cognitivo-conductual, mostraron resultados positivos en la reducción de síntomas depresivos y en el incremento de la funcionalidad en personas con dolor crónico.

De igual forma, 19 estudios resaltaron la utilidad de los programas de formación para familiares y cuidadores, al evidenciar que su preparación favorece la calidad del cuidado y repercute positivamente en el bienestar del paciente.

Estrategias no farmacológicas complementarias

Un conjunto significativo de los artículos (n=55) documentó la efectividad de técnicas no farmacológicas como complemento a los tratamientos médicos convencionales. Entre las más frecuentes se encontraron la estimulación eléctrica transcutánea (TENS), la aplicación de calor y frío, y las intervenciones basadas en el movimiento, como ejercicios terapéuticos y fisioterapia guiada.

Estas intervenciones mostraron beneficios tanto en contextos de dolor agudo —por ejemplo, en pacientes postquirúrgicos— como en escenarios de dolor crónico, especialmente en patologías musculoesqueléticas. El uso de estrategias de relajación, como ejercicios de respiración profunda y meditación dirigida, evidenció beneficios al disminuir el dolor percibido y contribuir a un mejor descanso.

Se observó que los programas multimodales, que combinan varias de estas estrategias con el tratamiento farmacológico, obtuvieron mejores resultados en comparación con intervenciones aisladas, logrando mayor disminución de la intensidad del dolor y mejoría funcional.

Cuidados centrados en la persona y continuidad asistencial

La literatura revisada subraya que un enfoque centrado en la persona, más allá del tratamiento del síntoma, mejora de manera significativa los resultados clínicos y la satisfacción del paciente. Treinta y seis estudios enfatizaron que planes de cuidados personalizados, construidos a partir de una evaluación integral de necesidades, favorecen la adherencia al tratamiento y la percepción de control por parte del paciente.

La integración del trabajo interdisciplinario, que involucra a profesionales de enfermería, medicina, fisioterapia y psicología, se resaltó como un aspecto crucial para mantener una atención continua y coherente, evitando interrupciones en el tratamiento. Modelos de atención que incluyen seguimiento telefónico o virtual demostraron reducir las visitas hospitalarias innecesarias y mejorar el control del dolor, especialmente en personas con enfermedades crónicas.

Síntesis de hallazgos

En conjunto, la revisión revela que las intervenciones enfermeras más efectivas para el manejo del dolor agudo y crónico son aquellas que combinan una valoración rigurosa, estrategias educativas, abordajes no farmacológicos y una atención centrada en la persona. La integración de estas dimensiones no solo reduce la intensidad y frecuencia del dolor, sino que también favorece la funcionalidad, disminuye la ansiedad y mejora la calidad de vida.

Sin embargo, varios estudios señalaron barreras que limitan la implementación de estas prácticas, como la falta de tiempo, recursos insuficientes y carencias en la formación específica del personal. Estos hallazgos refuerzan la necesidad de desarrollar protocolos estandarizados y programas de capacitación continua que permitan una atención más homogénea y basada en evidencia.

Discusión

El análisis de la evidencia disponible sobre las intervenciones enfermeras en el manejo del dolor agudo y crónico pone de relieve la importancia del papel que desempeñan los profesionales de enfermería en la atención integral del paciente. La revisión evidencia que las estrategias implementadas por el personal de enfermería van más allá del alivio físico del dolor, ya que también abordan aspectos emocionales, educativos y sociales, elementos esenciales para una atención centrada en la persona. Este enfoque multidimensional resulta especialmente relevante si se considera que el dolor no solo afecta el bienestar inmediato del paciente, sino que también tiene repercusiones en su calidad de vida, capacidad funcional y estado emocional a largo plazo.

Uno de los hallazgos más consistentes en la literatura revisada es la efectividad de la valoración sistemática del dolor mediante el uso de escalas validadas y la reevaluación continua. Diversos estudios señalan que esta práctica permite una identificación más precisa de la intensidad y características del dolor, lo que facilita la selección de intervenciones personalizadas y oportunas. Dado que en numerosos servicios de salud la enfermería constituye el primer punto de interacción con el paciente, su función resulta clave tanto para emplear estas herramientas como para comunicar los datos obtenidos a los demás integrantes del equipo de atención. No obstante, aún persisten barreras relacionadas con la falta de formación específica en la evaluación del dolor, así como con la sobrecarga laboral, factores que pueden comprometer la calidad del proceso evaluativo.

La evidencia científica revisada indica que diversas intervenciones no farmacológicas, como la educación del paciente, las técnicas de relajación, la terapia cognitivo-conductual y los programas de ejercicio terapéutico, han demostrado una eficacia consistente en el manejo del dolor. Estas modalidades, además de reducir la percepción del dolor, contribuyen a mejorar el estado funcional y a disminuir la dependencia de tratamientos farmacológicos, lo que puede reducir riesgos asociados al uso prolongado de analgésicos y opioides. Sin embargo, su implementación continúa siendo desigual, en parte por la falta de protocolos estandarizados y la variabilidad en la formación del personal de enfermería, así como por limitaciones en los recursos institucionales disponibles para su aplicación.

La coordinación interdisciplinaria emerge como un elemento clave en el manejo integral del dolor. La colaboración entre enfermería, medicina, fisioterapia y psicología favorece un abordaje holístico que atiende no solo los síntomas físicos, sino también los factores emocionales y conductuales que influyen en la experiencia dolorosa. Esta sinergia permite diseñar planes de cuidado individualizados, optimizar la continuidad asistencial y evitar la fragmentación de los tratamientos. No obstante, los estudios revisados señalan que la integración efectiva de equipos multidisciplinarios requiere estructuras organizativas que faciliten la comunicación, además de políticas institucionales que promuevan la formación conjunta y la definición clara de roles.

Los programas dirigidos a familiares y cuidadores constituyen otra intervención que demostró un impacto positivo tanto en los pacientes como en el entorno de cuidado. Al ofrecer capacitación y apoyo emocional a las personas que asumen tareas de acompañamiento, se mejora la adherencia a los tratamientos y se reduce la carga emocional de los cuidadores, lo que repercute directamente en el bienestar del paciente. Sin embargo, su incorporación en la práctica clínica aún es limitada, principalmente por la falta de recursos, la escasa disponibilidad de personal capacitado para impartir dichos programas y la ausencia de políticas que los respalden de manera formal.

Un aspecto recurrente en la evidencia analizada es la necesidad de formación continua para el personal de enfermería. El conocimiento actualizado sobre técnicas de evaluación, intervenciones no farmacológicas y estrategias de trabajo interdisciplinario es esencial para ofrecer cuidados basados en la evidencia y adaptados a las necesidades de cada paciente. La carencia de oportunidades de capacitación o la ausencia de programas estructurados puede generar variabilidad en la calidad del cuidado y limitar el impacto de las intervenciones. En este sentido, la inversión institucional en programas de actualización y la inclusión de módulos específicos sobre manejo del dolor en la formación universitaria y de posgrado resultan fundamentales para cerrar estas brechas.

La literatura también destaca que, aunque las intervenciones enfermeras son ampliamente reconocidas por su impacto, la investigación sobre su efectividad a largo plazo aún presenta limitaciones. Muchos de los estudios disponibles se centran en resultados inmediatos, como la reducción de la intensidad del dolor o la mejora funcional en el corto plazo, mientras que el seguimiento prolongado es menos frecuente. Esto dificulta evaluar con precisión el impacto sostenido de las estrategias aplicadas y limita la posibilidad de establecer recomendaciones más sólidas sobre la duración y frecuencia óptima de las intervenciones.

Por otro lado, se identifican desafíos relacionados con la implementación de intervenciones no farmacológicas en entornos con recursos limitados. En servicios hospitalarios o de atención primaria con gran carga asistencial y escasez de personal, suele priorizarse el uso de analgésicos por su rapidez, mientras que las intervenciones educativas, de relajación o ejercicio tienden a postergarse. Esto refleja la necesidad de desarrollar modelos de atención más flexibles, que integren estas estrategias en la rutina clínica sin generar sobrecarga para los profesionales.

La revisión también pone de manifiesto la importancia de la investigación y la innovación en el ámbito del cuidado del dolor. La incorporación de tecnologías, como aplicaciones móviles para la autoevaluación y seguimiento del dolor, o programas de teleasistencia para pacientes con movilidad reducida, podría optimizar el acceso a intervenciones y mejorar la continuidad del cuidado. No obstante, la evidencia sobre la eficacia de estas herramientas aún es incipiente y requiere estudios más robustos para determinar su impacto en diferentes contextos clínicos.

En conjunto, los hallazgos de esta revisión refuerzan la idea de que el manejo del dolor, tanto agudo como crónico, exige un enfoque integral donde la enfermería desempeña un papel central. La combinación de evaluación rigurosa, intervenciones no farmacológicas, educación al paciente y coordinación interdisciplinaria constituye una estrategia efectiva para mejorar la experiencia del paciente y optimizar los resultados clínicos. Sin embargo, para alcanzar su máximo potencial, es indispensable superar barreras estructurales, promover la formación continua y generar evidencia científica que sustente y guíe la práctica profesional.

De forma concluyente, pese al respaldo científico sobre la efectividad de varias intervenciones enfermeras, la consolidación de guías estandarizadas, la inversión en desarrollo profesional y la integración de equipos multidisciplinarios siguen siendo pilares necesarios para garantizar cuidados de excelencia. La investigación futura debería enfocarse en evaluar la sostenibilidad de estas estrategias a largo plazo, su costo-efectividad y su aplicabilidad en diversos entornos asistenciales, con el fin de consolidar un modelo de cuidado más integral y accesible para la población afectada por el dolor.

Conclusión

El análisis de la evidencia científica disponible sobre las intervenciones enfermeras en el manejo del dolor agudo y crónico confirma que el papel de la enfermería es decisivo en la mejora del bienestar y la funcionalidad de los pacientes. Las estrategias revisadas, que abarcan desde la educación sanitaria hasta intervenciones no farmacológicas como las técnicas de relajación, la terapia cognitivo-conductual y los programas de ejercicio terapéutico, han demostrado una eficacia consistente para reducir la percepción del dolor, mejorar la movilidad y favorecer una recuperación más integral. Sin embargo, para que estas intervenciones logren un impacto sostenido, resulta indispensable garantizar que su aplicación se realice de forma estructurada, sistemática y adaptada a las necesidades de cada individuo.

Uno de los principales hallazgos de la revisión es la necesidad de fortalecer la estandarización de protocolos que orienten a los profesionales de enfermería en la selección, aplicación y seguimiento de estas estrategias. En numerosos contextos asistenciales, la ausencia de guías claras y actualizadas provoca que la elección de las intervenciones dependa de la experiencia personal del profesional o de las limitaciones del entorno, lo que genera variabilidad en la calidad de la atención. La creación de guías fundamentadas en evidencia científica contribuiría no solo a unificar los procedimientos, sino también a simplificar la medición de resultados y promover la mejora continua de los cuidados destinados a pacientes con dolor agudo y crónico.

El estudio también resalta la necesidad de fomentar programas de actualización continua dirigidos a los profesionales de enfermería. El dolor es una experiencia multidimensional que involucra componentes físicos, emocionales y sociales; por ello, la preparación de los profesionales debe ir más allá del manejo farmacológico tradicional e integrar conocimientos sobre intervenciones no farmacológicas, comunicación terapéutica y trabajo interdisciplinario. Capacitar a los equipos no solo optimiza la calidad del cuidado, sino que también promueve un uso más eficiente de los recursos y favorece la satisfacción del paciente con el tratamiento recibido.

Otro aspecto que emerge como prioritario es el fortalecimiento del trabajo interdisciplinario. El manejo del dolor, en cualquiera de sus formas, requiere de una visión integral que combine las competencias de distintas disciplinas, como medicina, fisioterapia, psicología y terapia ocupacional. En este contexto, la enfermería, por su cercanía al paciente y su rol como primer punto de contacto en la mayoría de los entornos asistenciales, se convierte en un puente clave para coordinar esfuerzos, comunicar hallazgos y garantizar la continuidad del tratamiento. Sin una integración efectiva de los equipos, las intervenciones tienden a fragmentarse, reduciendo su impacto y prolongando el sufrimiento del paciente.

A pesar de la abundante evidencia sobre los beneficios de las intervenciones enfermeras, persisten desafíos estructurales y organizativos que limitan su implementación. Entre ellos destacan la sobrecarga laboral, la escasez de recursos humanos y materiales, y la tendencia en algunos entornos a priorizar intervenciones rápidas, como la administración de analgésicos, por encima de estrategias que requieren más tiempo y acompañamiento, como las actividades educativas o terapéuticas. Estos obstáculos reflejan la necesidad de políticas institucionales que reconozcan el valor de un abordaje integral del dolor y proporcionen los medios necesarios para su aplicación efectiva.

La revisión también pone de manifiesto que el impacto del dolor no se limita al plano físico del paciente. Tanto en su forma aguda como crónica, el dolor afecta la calidad de vida, genera discapacidades y se asocia a una mayor incidencia de trastornos emocionales, como ansiedad y depresión. Por ello, las intervenciones enfermeras deben considerar la dimensión emocional y social del cuidado, fomentando estrategias que fortalezcan la resiliencia del paciente, involucren a la familia y promuevan la autonomía en la autogestión del dolor.

En conjunto, la evidencia revisada respalda que las intervenciones lideradas o coejecutadas por enfermería constituyen un pilar esencial para el manejo del dolor en la práctica clínica. Sin embargo, su efectividad sostenida se encuentra condicionada por tres elementos clave que actúan de forma conjunta: la implementación de guías actualizadas, la actualización constante de las competencias profesionales y la cooperación estrecha entre los distintos miembros del equipo de salud. Abordar estos aspectos permitirá no solo optimizar los resultados clínicos, sino también reducir la carga económica y emocional que el dolor representa para los sistemas de salud y para la sociedad en general.

De cara al futuro, resulta fundamental promover investigaciones que evalúen la efectividad de estas intervenciones en distintos contextos y poblaciones, así como desarrollar modelos de atención que integren de manera equitativa los abordajes farmacológicos y no farmacológicos. A su vez, se requieren políticas de salud que prioricen el manejo integral del dolor como un derecho básico de los pacientes, reconociendo que una atención centrada en la persona y basada en evidencia no solo mejora la calidad de vida, sino que también contribuye a la sostenibilidad de los sistemas sanitarios.

En conclusión, el manejo del dolor agudo y crónico exige un compromiso institucional y profesional que trascienda la atención sintomática. La enfermería, por su proximidad al paciente y su capacidad de implementar estrategias diversas, está en una posición privilegiada para liderar este proceso. Sin embargo, solo a través de la estandarización de prácticas, la formación continua y el fortalecimiento del trabajo interdisciplinario será posible garantizar cuidados efectivos, humanos y sostenibles para todas las personas que enfrentan esta compleja experiencia.

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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses.
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.