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Manejo de ulceras por presión: tipos de curas y rol enfermero. Revisión de la literatura

Manejo de ulceras por presión: tipos de curas y rol enfermero. Revisión de la literatura

Autora principal: Irene Torán Bellido

Vol. XX; nº 17; 920

Management of pressure ulcers: types of dressings and the role of nursing. Literature review

Fecha de recepción: 27 de julio de 2025
Fecha de aceptación: 2 de septiembre de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 17 – Primera quincena de Septiembre de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 17; 920

Autores:

Irene Torán Bellido, Enfermera Especialidades HOP Teruel
Andrea Ibáñez Romero, Enfermera Especialidades HOP Teruel
Patricia Cortés Egeda, Enfermera HOP Teruel
Ana María Luca Simón, Enfermera HOP Teruel
Irene Sanz Gómez, Enfermera HOP Teruel

Resumen

Las úlceras por presión (UPP) constituyen un importante problema de salud pública por su alta prevalencia, impacto en la calidad de vida y costes sanitarios asociados. Se desarrollan por presión prolongada sobre prominencias óseas, agravada por factores como fricción, cizallamiento, inmovilidad, edad avanzada y desnutrición. Clasificadas por la NPUAP/EPUAP/PPPIA en cuatro estadios, estas lesiones van desde eritemas no blanqueables hasta necrosis profunda con afectación ósea. Se estima que entre el 65% y 98% de los casos pueden prevenirse con intervenciones adecuadas, lo que subraya el papel crucial de la enfermería en su valoración, prevención y tratamiento.

Existen diversas estrategias terapéuticas para su abordaje. La cura seca, tradicional y de bajo coste, se utiliza en estadios iniciales o en contextos paliativos, aunque limita la cicatrización. En contraste, la cura en ambiente húmedo favorece la regeneración tisular y acelera el proceso de curación, siendo recomendada en estadios II y III. Otras opciones incluyen apósitos antimicrobianos, terapias de presión negativa (VAC), hidrogeles, espumas, alginatos e hidrofibras, cada una con indicaciones específicas y niveles variables de evidencia científica.

El profesional de enfermería desempeña un rol central en la selección del tratamiento, la correcta aplicación de apósitos, el seguimiento evolutivo de la lesión y la educación del paciente. A pesar de los avances terapéuticos, la evidencia científica disponible aún presenta limitaciones metodológicas, lo que hace necesario desarrollar protocolos asistenciales basados en guías actualizadas y adaptadas al contexto clínico.

Palabras clave

Úlceras por presión, curas, enfermería, tratamiento, apósitos, cicatrización.

Abstract

Pressure ulcers (PUs) represent a significant public health problem due to their high prevalence, impact on quality of life, and associated healthcare costs. They develop from prolonged pressure over bony prominences, aggravated by factors such as friction, shear, immobility, advanced age, and malnutrition. Classified by the NPUAP/EPUAP/PPPIA into four stages, these lesions range from non-blanchable erythema to deep necrosis with bone involvement. It is estimated that between 65% and 98% of cases can be prevented with appropriate interventions, highlighting the crucial role of nursing in their assessment, prevention, and treatment.

Various therapeutic strategies exist for managing PUs. Dry dressings, traditional and low-cost, are used in early stages or palliative contexts, though they limit healing. In contrast, moist wound healing promotes tissue regeneration and accelerates the healing process, being recommended for stages II and III. Other options include antimicrobial dressings, negative pressure wound therapy (VAC), hydrogels, foams, alginates, and hydofibers, each with specific indications and varying levels of scientific evidence.

Nursing professionals play a central role in treatment selection, proper dressing application, wound monitoring, and patient education. Despite therapeutic advances, available scientific evidence still shows methodological limitations, necessitating the development of care protocols based on updated guidelines and adapted to clinical contexts.

Keywords

Pressure ulcers, dressings, nursing, treatment, wound care, healing.

Introducción

Las úlceras por presión (UPP), también llamadas escaras o lesiones por presión, son áreas de daño tisular que aparecen en piel y tejidos profundos debido a la presión prolongada sobre prominencias óseas, agravada por fricción y cizallamiento. Según las guías internacionales NPUAP/EPUAP/PPPIA, se clasifican en cuatro estadios, que varían desde enrojecimiento firme (estadio I) hasta daño profundo que compromete músculo, tendón o hueso (estadio IV)1,2.

Se estima que aproximadamente el 65% de estas lesiones tienen un origen nosocomial, desarrollándose durante la estancia hospitalaria o en centros sociosanitarios (CSS), lo cual evidencia la necesidad de estrategias preventivas eficaces. En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la incidencia de las UPP como un indicador clave de la calidad asistencial en los entornos hospitalarios. A nivel internacional, su prevalencia se sitúa entre el 5% y el 12%, lo que refuerza su relevancia como parámetro para evaluar la seguridad y eficacia de los cuidados brindados en las instituciones de salud.1

Las úlceras por presión (UPP) representan un reto significativo en el ámbito sanitario, tanto por sus implicaciones clínicas como por su impacto económico. Por un lado, estas lesiones pueden generar dolor, limitar la movilidad y afectar de manera considerable su calidad de vida. Por otro lado, las UPP están asociadas a una mayor duración de la hospitalización y un incremento del riesgo de complicaciones infecciosas, lo que se traduce en un aumento considerable de los costes asistenciales. Debido a su alta prevalencia y tendencia a la cronicidad, estas lesiones suponen un importante problema de salud pública, con consecuencias que trascienden lo individual y repercuten en la eficiencia del sistema de salud.2

El rol de la Enfermería resulta esencial en la implementación de estrategias de prevención, no solo para evitar su desarrollo y agravamiento, sino también para proporcionar cuidados integrales y educación a los afectados. Y es que se estima que entre el 95% y el 98% de las úlceras por presión (UPP) podrían prevenirse en la población adulta, por lo que la prevención primaria ha de ser un punto importante a tener en cuenta.2,3

Sin embargo, cuando las UPP ya están presentes, elegir la cura adecuada es clave para promover la cicatrización y reducir complicaciones. Se deberá valorar correctamente la herida para así saber elegir con criterio los productos sanitarios adecuados a cada caso.

En cuanto a las escalas de valoración del riesgo, la de Braden y la de Norton son las más utilizadas en la práctica clínica debido a que presentan una especificidad superior al 60%, lo que las convierte en instrumentos eficaces para la detección precoz del riesgo de desarrollar úlceras por presión (UPP).1

Una vez realizada la valoración, abordaje de la herida se fundamenta cuatro aspectos clave: facilitar la cicatrización, controlar exudado, prevenir infecciones y preservar la piel perilesional. El objetivo de este estudio se basa en realizar una revisión de la bibliografía actual y recopilar la información sobre tipos de curas utilizados en UPP para conseguir procesos de curación eficaces y eficientes.3

El soporte nutricional adecuado desempeña un papel fundamental en el proceso de cicatrización de úlceras crónicas, ya que la desnutrición puede retrasar la regeneración tisular y aumentar la susceptibilidad a infecciones.1

Concepto y clasificación

Las úlceras por presión (UPP) son áreas de piel y tejido subyacente dañadas debido a la presión continua, habitualmente sobre prominencias óseas como sacro o talones, aunque también sobre tejidos blandos al portar productos sanitarios como UPP en orificio nasal por presión ejercida por la sonda nasogástrica. Los factores de riesgo se centran en el estado nutricional desfavorable, la inmovilidad y la edad: más de 60 años o edad pediátrica.1,2

Secundariamente, también influye la deshidratación de la piel y las alteraciones en la sensibilidad o cognitivas. En cuanto a patologías asociadas a este tipo de heridas, destacan la diabetes mellitus, enfermedades respiratorias, alteraciones en la circulación y problemas psíquicos.1

La presión capilar de la piel está entre 16 y 33 mmHg, por lo que toda presión que superen estas cifras supondrá un obstáculo para el riego sanguíneo normal, lo que provocaría una reducción de oxígeno en los tejidos adyacentes y su consecuente isquemia, pudiendo desembocar en necrosis y muerte celular. En 1958, Kosiak demostró que, si se ejerce durante 2 horas una presión de 70 mmHg sostenida, podía causar daño isquémico irreversible.2

Estas heridas se clasifican por estadios del I al IV. (Ver tabla 1)1

Tipos de curas

Cura seca

La cura seca representa una modalidad tradicional en el abordaje terapéutico de las úlceras por presión (UPP), específicamente indicada en estadios I y II, en contextos clínicos concretos. Este tipo de manejo se caracteriza por mantener el lecho de la herida en un estado de sequedad controlada, empleando apósitos secos estériles, gasas o compresas, sin la incorporación de sustancias humectantes o materiales que favorezcan un ambiente húmedo.4

La técnica presenta ventajas como su bajo costo, la facilidad de aplicación y la reducción del riesgo de maceración en la piel perilesional. Sin embargo, este método tradicional no aísla completamente la herida de contaminantes externos, y un entorno excesivamente seco limita la migración de células epidérmicas, además de bajar la temperatura, lo que favorece la deshidratación celular. Asimismo, la formación prematura de costra y la adherencia del apósito al lecho dificultan la regeneración tisular, retrasando el proceso de cicatrización.5

Entre las principales indicaciones de la cura seca se encuentran las UPP que presentan necrosis seca no infectada, donde la escara actúa como una barrera fisiológica natural frente a posibles contaminaciones externas. En estos casos, la intervención se limita a la protección del área afectada mediante apósitos secos, evitando manipulaciones que puedan comprometer la integridad del tejido subyacente. Asimismo, su aplicación se considera apropiada en pacientes en situación de cuidados paliativos, donde el objetivo terapéutico se centra en el confort y la calidad de vida, más que en la resolución completa de la lesión.4,5

Cura húmeda

La cura en ambiente húmedo (CAH), indicada en estadio II y III, se basa en mantener condiciones óptimas de humedad y temperatura en el lecho de la herida, generando un microclima que favorece la migración celular, regula el exudado y permite un adecuado intercambio gaseoso. Posteriormente, se profundizará en la descripción de los distintos tipos de apósitos o productos empleados en este enfoque terapéutico, como el hidrogel, entre otros.1

Este entorno facilita los procesos fisiológicos implicados en la cicatrización: durante la fase inflamatoria, promueve la acción de células polimorfonucleares y macrófagos, favoreciendo el desbridamiento autolítico; en la fase proliferativa, estimula la actividad de células endoteliales y fibroblastos para la formación de tejido de granulación y síntesis de colágeno; y en la fase de epitelización, facilita la acción de queratinocitos para la regeneración de la barrera cutánea.4,5

Curas antimicrobianas

Los apósitos antimicrobianos contienen componentes como iones de plata, yodo, miel medicinal u otros agentes con capacidad bactericida. Están indicados en el tratamiento de lesiones con signos de infección o con riesgo elevado de contaminación. Se ha reportado una eficacia superior en comparación con las curas tradicionales a base de gasas, aunque la solidez de la evidencia aún presenta heterogeneidad. Su aplicación debe ser limitada en el tiempo, debido al riesgo de generar resistencias microbianas o efectos sistémicos; por ello, se consideran una intervención complementaria dentro del abordaje integral de las úlceras por presión, no una alternativa definitiva.1,2

Terapia de presión negativa (VAC)

Se basa en la aplicación de un apósito de espuma sellado herméticamente, conectado a un dispositivo que genera presión subatmosférica continua o intermitente. Este sistema facilita la evacuación del exudado, reduce el edema local y promueve la formación de tejido de granulación. Está especialmente indicada en úlceras por presión en estadios III y IV, caracterizadas por secreción abundante, presencia de trayectos fistulosos o afectación profunda de tejidos. La literatura científica muestra evidencia sólida, a través de ensayos clínicos, sobre su efectividad en la aceleración del proceso de cicatrización. Sin embargo, su implementación requiere infraestructura especializada, personal capacitado y seguimiento clínico estrecho.2,4

Terapias complementarias

Las hidrofibras y las membranas poliméricas, desarrolladas a partir de los principios del hidrocoloide, poseen una alta capacidad de absorción del exudado. Al entrar en contacto con la humedad, forman un gel que favorece un entorno húmedo óptimo para la cicatrización. Estos productos se incluyen dentro del grupo de apósitos húmedos o moistdressings, ampliamente reconocidos por su eficacia clínica. Aunque diversos estudios han documentado tasas de curación superiores en comparación con las curas convencionales con gasas, una proporción significativa de la evidencia disponible presenta un riesgo de sesgo moderado a alto, lo que limita la solidez de las conclusiones.3,4

Materiales

Gasas secas

Históricamente, las gasas han sido empleadas como método de desbridamiento mecánico mediante la técnica «húmedo-seco» (wet-to-dry). Si bien representan una opción económica y de fácil acceso, su uso implica cambios frecuentes de apósito y el riesgo de adherencia al lecho de la herida, lo que puede provocar dolor y retrasar el proceso de cicatrización.1,3

Actualmente, la evidencia clínica restringe su utilización a contextos donde no se dispone de alternativas terapéuticas más modernas, y no se recomiendan como primera opción para el manejo de úlceras por presión.3

Hidrogel

Los hidrogeles se caracterizan por su elevada proporción de agua (alrededor del 90 %) y una matriz basada en polímeros hidrofílicos, lo que los hace especialmente indicados en heridas con bajo exudado o con presencia de tejido de granulación. Estos apósitos contribuyen a mantener un microambiente húmedo y han demostrado efectos positivos sobre la angiogénesis y la proliferación celular.2,3

Sin embargo, la evidencia disponible sobre su eficacia es limitada. Una revisión sistemática de Cochrane (2015), que incluyó 11 ensayos controlados aleatorizados con un total de 539 participantes, no encontró diferencias estadísticamente significativas entre los hidrogeles y otros tipos de curas estándar. Las conclusiones se vieron condicionadas por el tamaño reducido de las muestras y la calidad variable de los datos, lo que impide establecer recomendaciones sólidas basadas en estos resultados.2,3

Alginato

Los apósitos derivados del ácido algínico, extraído de algas marinas, presentan una alta capacidad de absorción de exudado, formando un gel que favorece el proceso de cicatrización en heridas con exudación moderada a abundante. Estos apósitos pueden permanecer en la lesión por períodos prolongados y son aptos para su uso en heridas con infección localizada.3,5

No obstante, la evidencia clínica disponible, basada en seis ensayos controlados que incluyen a 336 pacientes, es insuficiente para confirmar una superioridad clara respecto a otras modalidades de cura. Los resultados mostrados son heterogéneos y presentan un riesgo considerable de sesgo, lo que limita la fuerza de las conclusiones.3

Espumas (foam)

Las espumas terapéuticas, fabricadas principalmente con poliuretano o materiales similares, son apósitos semipermeables diseñados para manejar exudados de moderados a abundantes, además de proporcionar protección mecánica a la herida. Las versiones con recubrimiento de silicona contribuyen a minimizar el daño tisular y el dolor asociados al retiro del apósito.3,4

Estas espumas se engloban dentro del grupo de curas húmedas (moisthealing), demostrando superioridad en eficacia frente a las gasas secas tradicionales. Diversas publicaciones respaldan su efectividad tanto en la prevención como en el tratamiento de úlceras por presión. En particular, revisiones sistemáticas han evidenciado una reducción significativa en la incidencia de estas lesiones cuando se emplean espumas comparadas con cuidados convencionales.3

Hidrocoloide

Las fórmulas autoadhesivas consisten en geles de carbohidratos integrados en una matriz de poliuretano, diseñadas para mantener un ambiente húmedo favorable para la cicatrización. Estas presentan capacidad para absorber el exudado y facilitan el desbridamiento autolítico de las heridas.3

Se recomiendan principalmente para úlceras por presión en estadios II y III con exudación baja a moderada. Se ha demostrado que, en comparación con las gasas convencionales, estos apósitos reducen significativamente la incidencia de úlceras por presión, con razones de riesgo aproximadas entre 0,20 y 0,60. Sin embargo, algunas limitaciones prácticas incluyen la opacidad del material, que dificulta la inspección visual directa del lecho, y la posible acumulación de gel residual acompañado de olores, lo que puede motivar cambios de apósito antes del tiempo previsto.3,4

Rol de enfermería en la selección y aplicación de terapias locales

El personal de enfermería cumple un papel fundamental en el abordaje integral de las úlceras por presión, especialmente en la selección y aplicación de terapias tópicas. Entre sus responsabilidades clave se incluyen:5

Valoración clínica inicial: incluye la identificación del estadio de la lesión, el tipo y volumen de exudado, la presencia de signos de infección, las condiciones de la piel perilesional y la consideración de comorbilidades asociadas.

Selección informada del apósito: se debe realizar una elección basada en la mejor evidencia disponible, ponderando factores como eficacia clínica, coste, accesibilidad y características específicas de la herida.

Aplicación adecuada: implica el uso de técnicas asépticas, el respeto a los protocolos institucionales de cambio de apósitos y la competencia técnica para la correcta colocación del material terapéutico.

Monitoreo y seguimiento: la observación diaria de la evolución de la lesión permite detectar complicaciones como maceración, signos de infección o estancamiento en el proceso de cicatrización.

Educación al paciente y su entorno: se debe fomentar la participación activa del paciente y su familia mediante orientación sobre cuidados en el hogar, signos de alarma y pautas de consulta.

Formación continua: el profesional debe mantenerse actualizado en relación con nuevas tecnologías, guías clínicas y evidencia científica emergente.

Registro y mejora continua de la práctica: la documentación sistemática de los cuidados y resultados permite retroalimentar los protocolos institucionales y promover la calidad asistencial.5

Conclusiones

Las curas húmedas, como los apósitos de hidrocoloide, espuma o hidrofibra, han demostrado ser más eficaces que las gasas secas en el tratamiento de úlceras por presión en estadios II y III, al favorecer una cicatrización más rápida y requerir menor frecuencia de cambio. Por otro lado, materiales como los hidrogeles y alginatos, aunque teóricamente adecuados para mantener un entorno húmedo, carecen aún de evidencia concluyente que respalde una superioridad clínica significativa.2,3

En el manejo de heridas con signos de infección, los apósitos con agentes antimicrobianos pueden resultar beneficiosos, siempre que su uso sea temporal y controlado, a fin de minimizar el riesgo de resistencia bacteriana o efectos adversos sistémicos. La terapia de presión negativa (NPWT) representa la alternativa más efectiva para el abordaje de UPP complejas (estadios III–IV), aunque su implementación está condicionada por el coste elevado y la necesidad de recursos humanos especializados.3

El rol del profesional de enfermería es esencial en todas las fases del cuidado: desde la valoración inicial y la selección del tratamiento, hasta la correcta aplicación del apósito, el seguimiento clínico y la educación del paciente y su entorno.5

A pesar de los avances en productos y tecnologías, la literatura científica actual presenta limitaciones metodológicas relevantes, como tamaños muestrales reducidos, periodos de seguimiento insuficientes y escaso análisis de costo-efectividad. Por ello, se sugiere que las instituciones sanitarias elaboren protocolos basados en evidencia actualizada, ajustados a la disponibilidad local de recursos, la relación coste-beneficio y la capacitación técnica del personal implicado.2,5

Anexo

Tabla 1: Clasificación de las úlceras por presión

ESTADIO I – ERITEMA NO BLANQUEABLE: No existe pérdida de la continuidad de la piel. Se manifiesta como una rojez cutánea que no palidece a la presión digital.

ESTADIO II – LESION SUPERFICIAL: PERDIDA PARCIAL DE LA PIEL: Pérdida de la epidermis o dermis. Aspecto de abrasión o cráter superficial.

ESTADIO III – ULCERA CON PÉRDIDADEL ESPESOR TOTAL DE LA PIEL: Lesión con o sin necrosis del tejido subcutáneo. Posible tunelización (sin afectar a la fascia subyacente).

ESTADIO IV – ULCERA CON TOTAL PERDIDA DE PIEL + AFECTACION DE TEJIDOS SUBYACENTES: Destrucción extensa: necrosis o lesión muscular, ósea o de otras estructuras sostén. Posible tunelización.

Tabla 2: Tipos de curas para úlceras por presión

Tipo de cura | Materiales / Técnica | Indicaciones | Fundamento teórico / Evidencia
————|———————-|————–|——————————–
Cura seca | Gasas estériles y algodón | UPP estadios I–II con escaso exudado | Método tradicional
Cura húmeda | Apósitos transparentes, hidrogeles, hidrocoloides, espumas | UPP estadios II–III con exudado moderado | Ambiente húmedo favorece reepitelización. Meta-análisis muestran mejor cicatrización vs. gasas secas
Curas antimicrobianas | Apósitos con plata, yodo povidona, miel médica | UPP con riesgo o presencia de infección local | Estudios respaldan reducción de carga bacteriana
Terapia de presión negativa (VAC) | Dispositivo con presión subatmosférica constante | UPP complejas, profundas o con gran exudado (estadios III–IV) | Ensayos clínicos: mejor granulación y menor tiempo de cicatrización vs. curas estándar
Curas avanzadas y combinadas | Apósitos con factores de crecimiento, colágeno, alginatos. Terapias bioactivas experimentales | UPP avanzadas o refractarias | Potencial terapéutico en estudio (células madre, matrices dérmicas, etc.)

Bibliografía

1. Quizhpi Ávila M, Tintín Criollo SE, Jácome Chica JS, Cruz Salgado GV. Úlceras por presión. Diagnóstico, clasificación, tratamientos y cuidados. RECIAMUC. 2022;6(3):666-675.
2. Ortiz-Vargas I, García-Campos M, Beltrán-Campos V, Gallardo-López F, Sánchez-Espinosa A, Montalvo M. Cura húmeda de úlceras por presión. Atención en el ámbito domiciliar. Enfermería Universitaria. 2017;14(4):243-250. doi:10.1016/j.reu.2017.09.001
3. Rueda López J. Coste de las Heridas Complejas: Aplicación de modelos económicos desde una perspectiva enfermera [tesis doctoral]. Lleida: Universitat de Lleida; 2022.
4. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Úlceras por presión [capítulo en libro]. En: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, ed. Tratado de Geriatría para residentes. Madrid: SEGG; [s.f.] [citado 2025 Jul 25]. Capítulo 21.
5. Morenilla-Gandía F. Eficacia de la cura en ambiente húmedo frente a la cura seca en pacientes operados de sinus pilonidal. Revisión sistemática. EnfermDermatol. 2023;17(48). doi:10.5281/zenodo.8010326

Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses.
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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