Relación entre encefalitis viral y depresión: Perspectiva clínica y neurobiológica
Autora principal: Paula Melissa Vega Murillo
Vol. XX; nº 11; 598
Relationship between viral encephalitis and depression: Clinical and neurobiological perspective
Fecha de recepción: 25 de abril de 2025
Fecha de aceptación: 4 de junio de 2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com, Volumen XX. Número 11 – Primera quincena de Junio de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 11; 598
Autores:
Paula Melissa Vega Murillo, Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0000-5416-7605 Código Médico 19000
Jeffry Josué Mena Ureña, Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 0009-0001-8557-1739 Código Médico 14683
Josemar Vargas Jiménez, Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica. ORCID: 009-0004-5107-5747 Código Médico 14774
Resumen:
La encefalitis viral es una enfermedad del sistema nervioso central caracterizada por la invasión de agentes virales que desencadenan inflamación cerebral aguda, con potenciales secuelas neurológicas y psiquiátricas. Virus como el herpes simple tipo 1, el virus del Nilo Occidental y el de la varicela zóster, acceden al sistema nervioso central por rutas como el transporte axonal retrógrado, superando la barrera hematoencefálica y provocando una respuesta inmunitaria intensa que puede dañar el tejido neuronal. Las manifestaciones clínicas incluyen fiebre, alteraciones del estado mental y convulsiones, siendo frecuentes los déficits cognitivos y conductuales a largo plazo. Estudios muestran que hasta un 39,5% de los adultos afectados por encefalitis presentan secuelas neurológicas persistentes y más del 70% de los pacientes con encefalitis autoinmunitaria desarrollan síntomas psiquiátricos como depresión o irritabilidad.
La depresión posviral ha sido vinculada con la activación del sistema inmunitario y la inflamación crónica, que interfieren con los sistemas de neurotransmisores cerebrales. Factores como la edad temprana al momento de la infección, antecedentes psiquiátricos y etiologías autoinmunitarias aumentan el riesgo. A nivel fisiopatológico, la activación microglial sostenida y la disfunción del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal contribuyen a perpetuar los síntomas depresivos. El diagnóstico y manejo clínico requieren evaluación multidisciplinaria, incluyendo estudios neuropsicológicos e imagenológicos. Las estrategias terapéuticas combinan antivirales, psicoterapia, neurorehabilitación y apoyo psicosocial. Finalmente, se enfatiza la importancia de la vacunación, la vigilancia epidemiológica y el desarrollo de protocolos de atención integrados para mejorar el pronóstico y reducir la carga neuropsiquiátrica de esta enfermedad.
Palabras clave:
Neuroinflamación, microglía, encefalitis autoinmune, citocinas, neurotransmisores, hipocampo.
Abstract:
Viral encephalitis is a central nervous system disease characterized by the invasion of viral agents that trigger acute brain inflammation, with potential neurological and psychiatric sequelae. Viruses such as herpes simplex virus type 1, West Nile virus, and varicella-zoster virus enter the central nervous system through routes such as retrograde axonal transport, crossing the blood-brain barrier and triggering an intense immune response that can damage neuronal tissue. Clinical manifestations include fever, altered mental status, and seizures, with long-term cognitive and behavioral deficits being common. Studies show that up to 39.5% of adults affected by encephalitis have persistent neurological sequelae, and more than 70% of patients with autoimmune encephalitis develop psychiatric symptoms such as depression or irritability.
Post-viral depression has been linked to immune system activation and chronic inflammation, which interfere with brain neurotransmitter systems. Factors such as young age at infection, psychiatric history, and autoimmune etiologies increase the risk. At the pathophysiological level, sustained microglial activation and dysfunction of the hypothalamic-pituitary-adrenal axis contribute to perpetuating depressive symptoms. Diagnosis and clinical management require a multidisciplinary evaluation, including neuropsychological and imaging studies. Therapeutic strategies combine antivirals, psychotherapy, neurorehabilitation, and psychosocial support. Finally, the importance of vaccination, epidemiological surveillance, and the development of integrated care protocols to improve the prognosis and reduce the neuropsychiatric burden of this disease is emphasized.
Keywords:
Neuroinflammation, microglia, autoimmune encephalitis, cytokines, neurotransmitters, hippocampus.
Introducción:
La encefalitis viral es una afección neurológica grave caracterizada por una inflamación del encéfalo provocada por agentes virales. Esta condición no solo representa un riesgo inmediato para la función cerebral, sino que también puede tener consecuencias a largo plazo en la salud mental de los pacientes. Entre las secuelas más relevantes se encuentra la depresión, la cual puede manifestarse durante o después del episodio agudo de encefalitis. Comprender la relación entre la inflamación cerebral inducida por virus y el desarrollo de síntomas depresivos resulta fundamental, ya que aporta una base científica para diseñar estrategias terapéuticas más efectivas y mejorar el pronóstico clínico y funcional de los afectados (1; 2).
En términos de impacto neurológico y psiquiátrico, uno de los virus más estudiados es el del herpes simple (HS), cuya encefalitis se asocia frecuentemente con alteraciones significativas en la memoria, además de presentar tasas elevadas de depresión y ansiedad. Incluso después de que se considera una recuperación neuropsicológica, los síntomas psiquiátricos pueden persistir, afectando la calidad de vida de los pacientes (1). Una encuesta internacional reciente evidenció que la ansiedad, la depresión y otros trastornos del estado de ánimo son comunes entre los sobrevivientes de encefalitis, y muchos de ellos reportaron dificultades para acceder a servicios adecuados de salud mental (2). Cabe destacar que si bien estos síntomas pueden aparecer tras encefalitis de origen viral, su frecuencia y gravedad son aún mayores en casos de encefalitis de origen autoinmune, donde se han observado manifestaciones psiquiátricas como psicosis, alteraciones conductuales y trastornos afectivos con mayor regularidad (3).
Los mecanismos biológicos que explican esta conexión entre encefalitis viral y depresión son complejos, pero se han identificado factores clave que ayudan a comprenderla. Entre ellos, la desregulación del sistema inmunológico tras la infección viral desempeña un papel central. Esta respuesta inmunitaria alterada puede generar inflamación crónica en el sistema nervioso central, desencadenando procesos neuroinflamatorios que afectan el equilibrio de neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y el glutamato, todos ellos implicados en la regulación del estado de ánimo (4). Asimismo, se ha demostrado que los cambios estructurales en áreas cerebrales específicas, como el hipocampo o la corteza prefrontal, están vinculados con síntomas depresivos persistentes. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la depresión postencefalitis no es meramente reactiva al impacto emocional de la enfermedad, sino que tiene una base neurobiológica concreta que debe ser abordada clínicamente (5).
Por tanto, resulta crucial reconocer las consecuencias psiquiátricas derivadas de la encefalitis viral. La identificación temprana de estos síntomas permite implementar programas de rehabilitación integrales que no solo se centren en la recuperación cognitiva o motora, sino que también incluyan intervenciones psicológicas y psiquiátricas específicas. En este sentido, la medicina de precisión aparece como una herramienta prometedora, ya que permite adaptar los tratamientos a los perfiles neurobiológicos particulares de cada paciente según el tipo de virus involucrado, la extensión del daño cerebral y la expresión sintomática individual (4). Este enfoque personalizado puede contribuir a optimizar los resultados terapéuticos y, especialmente, a reducir la carga de trastornos afectivos como la depresión en la población que ha sufrido encefalitis viral (1).
El presente trabajo tiene como objetivo analizar la relación entre la encefalitis viral y la aparición de síntomas depresivos, explorando los mecanismos neurobiológicos que vinculan la inflamación cerebral con los trastornos del estado de ánimo. Asimismo, se busca destacar la importancia de reconocer las manifestaciones psiquiátricas en pacientes que han padecido encefalitis viral, con el fin de promover un enfoque clínico integral que contemple tanto la rehabilitación neurológica como el abordaje de la salud mental. Este análisis pretende aportar fundamentos científicos para el desarrollo de estrategias terapéuticas más precisas, orientadas a mejorar el pronóstico funcional y emocional de los pacientes afectados.
Metodología:
Para el desarrollo de esta investigación centrada en la relación entre la encefalitis viral y la depresión, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el propósito de analizar los mecanismos fisiopatológicos que vinculan la inflamación cerebral inducida por infecciones virales con la aparición de síntomas depresivos. Este estudio también tuvo como objetivo identificar los hallazgos clínicos y neuropsiquiátricos reportados en pacientes con antecedentes de encefalitis viral, así como evaluar el abordaje terapéutico y los desafíos actuales en la atención de salud mental postinfecciosa.
Con el fin de asegurar la calidad y la actualidad de la información recopilada, se consultaron bases de datos científicas de prestigio internacional como PubMed, Scopus y Web of Science, enfocándose en literatura médica, neurológica y psiquiátrica. Se aplicaron rigurosos criterios de inclusión y exclusión: se consideraron estudios publicados entre los años 2020 y 2025, redactados en inglés o español, que abordaran las manifestaciones neuropsiquiátricas de la encefalitis viral, sus mecanismos inmunológicos subyacentes y las intervenciones terapéuticas. Se excluyeron artículos con datos incompletos, duplicados o que no hubiesen sido revisados por pares.
La búsqueda inicial arrojó un total de 24 fuentes relevantes, que incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios de caso, ensayos clínicos y documentos de consenso elaborados por organismos especializados en neurología y psiquiatría. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis cualitativo orientado a clasificar los hallazgos en distintas categorías temáticas, como neuroinflamación, alteraciones estructurales cerebrales, disfunciones de neurotransmisores, y manifestaciones clínicas depresivas.
Este enfoque permitió sintetizar de manera estructurada la evidencia disponible sobre la interacción entre la encefalitis viral y la salud mental, aportando una base científica para fortalecer el reconocimiento clínico temprano de los síntomas depresivos, promover estrategias terapéuticas más integrales y proponer futuras líneas de investigación en neuropsiquiatría postinfecciosa.
Fisiopatología de la encefalitis viral:
La encefalitis viral constituye una grave afección del sistema nervioso central provocada por diversos agentes virales que logran invadir el cerebro y desencadenar una cascada inflamatoria. Entre los virus más comúnmente implicados en esta patología destaca el virus del herpes simple tipo 1 (HSV-1), el cual representa una causa frecuente de encefalitis. Este virus accede al sistema nervioso central mediante transporte retrógrado a lo largo de los nervios periféricos, generando inflamación severa y necrosis en el tejido cerebral, particularmente en los lóbulos temporales, donde suele localizarse con mayor frecuencia (6).
Otro agente etiológico relevante es el virus del Nilo Occidental, un flavivirus transmitido por mosquitos que puede causar encefalitis mediante un mecanismo de neuroinvasión que involucra tanto daño directo como respuesta inmunitaria exacerbada. En este caso, las neuronas constituyen el principal blanco de la infección, y el ingreso al sistema nervioso puede ocurrir a través del bulbo olfatorio, lo que sugiere una ruta neuronal retrógrada como vía de entrada predominante (7).
Adicionalmente, existen otros virus que también pueden inducir encefalitis, como el virus de la varicela zóster, los enterovirus y el virus de la rabia. Cada uno de estos patógenos presenta mecanismos particulares de patogénesis. Por ejemplo, el virus de la rabia se caracteriza por su capacidad de evadir la barrera hematoencefálica utilizando el transporte axonal retrógrado, al igual que el HSV-1, lo que facilita su llegada al parénquima cerebral (6; 8).
La invasión del sistema nervioso central por estos virus se produce, en muchos casos, tras la disrupción o eludir de la barrera hematoencefálica, estructura que normalmente protege al encéfalo de agresiones externas. Una vez superada esta barrera, los virus desencadenan una respuesta inmunitaria que puede ser doblemente perjudicial. Por un lado, es esencial para contener la replicación viral; por el otro, una activación excesiva puede causar un daño considerable al tejido neuronal. En este proceso, las células mieloides y los linfocitos T CD8+ desempeñan un papel fundamental, actuando como defensa frente al virus, pero también promoviendo lesiones neuronales a través de la liberación de citoquinas proinflamatorias (9).
En el contexto de la infección por el virus del Nilo Occidental, se ha observado una expresión aumentada de quimiocinas como CCL2, CCL5 y CXCL10, las cuales se relacionan estrechamente con el reclutamiento celular al sitio de la infección y el daño inflamatorio resultante en el tejido cerebral (Vidaña et al., 2020). Este entorno proinflamatorio, sumado al estrés oxidativo y la disfunción mitocondrial inducidos por la persistencia viral, favorece la aparición de procesos neurodegenerativos que pueden persistir mucho tiempo después de la resolución aguda del cuadro clínico (10).
Manifestaciones clínicas de la encefalitis:
Durante la fase aguda de la encefalitis, los signos neurológicos suelen ser marcados y constituyen una alerta temprana para el diagnóstico clínico. Entre los síntomas más comunes se encuentran la fiebre y la alteración del estado mental, manifestaciones que se presentan en diversos tipos de encefalitis, tanto de origen viral como autoinmune. Estos cambios pueden incluir desde confusión leve hasta un compromiso grave de la conciencia, y representan un desafío diagnóstico en las primeras etapas de la enfermedad. A estos síntomas iniciales con frecuencia se suman las convulsiones, especialmente prevalentes en casos de encefalitis autoinmunitaria, con una incidencia del 69,2 % según algunos estudios (11; 12).
Sin embargo, el impacto de la encefalitis no se limita al episodio agudo. Las secuelas neurológicas a largo plazo constituyen una preocupación clínica importante, especialmente por su repercusión en la calidad de vida de los pacientes. Estudios recientes han demostrado que el 39,5 % de los adultos y el 16,2 % de los niños afectados por encefalitis transmitida por garrapatas presentaban déficits neurológicos persistentes más de un año después del episodio inicial, incluyendo problemas motores, sensitivos y del lenguaje. En los casos de encefalitis autoinmunitaria, los déficits cognitivos son particularmente frecuentes, con deterioro de la memoria y de las funciones ejecutivas como hallazgos recurrentes (12; 13).
Junto con las alteraciones cognitivas, los trastornos neuropsiquiátricos posteriores a la encefalitis representan una dimensión crítica del proceso de recuperación. Las manifestaciones psiquiátricas, que incluyen cambios marcados en el estado de ánimo, episodios psicóticos y alteraciones del comportamiento, son especialmente prevalentes en los cuadros autoinmunes. Según los reportes más recientes, hasta un 76,9 % de los pacientes con encefalitis autoinmunitaria desarrollan este tipo de síntomas. En particular, se ha observado que los cambios de ánimo como la depresión y la irritabilidad aparecen incluso tras la fase aguda, evidenciando la compleja interacción entre la inflamación cerebral y la salud mental (3; 12).
Depresión post-encefalitis; evidencia clínica y epidemiológica:
Las infecciones virales han sido asociadas con una amplia gama de consecuencias neurológicas y psiquiátricas, entre las cuales destaca la depresión. Virus como el HS, el virus de Epstein-Barr (VEB) y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) han sido implicados en el desarrollo de síntomas depresivos a través de mecanismos neurobiológicos complejos que involucran la activación inmunitaria, la neuroinflamación y la alteración de neurotransmisores. Esta conexión entre infecciones virales y trastornos del estado de ánimo ha sido confirmada en estudios clínicos, como una investigación que evaluó a 445 personas con antecedentes de encefalitis, en la cual el 38,6 % de los participantes reportó síntomas depresivos, lo que indica una alta prevalencia de alteraciones del estado de ánimo posteriores a la infección (4; 2).
Además, ciertos factores de riesgo pueden predisponer a los pacientes a desarrollar síntomas depresivos después de un proceso infeccioso viral. La edad temprana al momento de la infección y los antecedentes personales de trastornos psiquiátricos han demostrado ser determinantes importantes en la aparición de síntomas emocionales posteriores. Asimismo, la etiología autoinmunitaria en pacientes con encefalitis se ha vinculado a una mayor frecuencia de trastornos del estado de ánimo, en comparación con las etiologías virales puras. Estos hallazgos destacan la necesidad de un abordaje personalizado en la evaluación de riesgos. Por otro lado, también se ha observado que la depresión preexistente puede amplificar las complicaciones posteriores a una infección, al asociarse con una mayor probabilidad de hospitalización por infecciones, lo que subraya el papel bidireccional entre la salud mental y la inmunidad (3; 14).
Desde una perspectiva fisiopatológica, se han identificado múltiples mecanismos que podrían explicar la relación entre las infecciones virales y el desarrollo de depresión. Una de las rutas más relevantes es la activación del sistema inmunitario por los virus, que induce la liberación de citocinas proinflamatorias como la interleucina-6 y el factor de necrosis tumoral alfa. Estas moléculas inflamatorias atraviesan la barrera hematoencefálica y generan un estado de neuroinflamación que se ha asociado con síntomas afectivos, incluyendo la anhedonia y la disforia. Adicionalmente, la alteración en los sistemas de neurotransmisión particularmente la serotonina, la dopamina y el glutamatotambién ha sido implicada en la fisiopatología de la depresión inducida por virus. Estas alteraciones neuroquímicas comprometen los circuitos neuronales encargados de la regulación del estado de ánimo, lo que puede resultar en la aparición o exacerbación de los síntomas depresivos tras una infección viral (4).
Mecanismos neurobiológicos comunes entre encefalitis y depresión:
La neuroinflamación crónica representa un mecanismo central en la fisiopatología compartida de la encefalitis y la depresión, y la activación microglial desempeña un papel fundamental en este proceso. Las células microgliales, consideradas los principales efectores inmunitarios del sistema nervioso central, responden a infecciones, lesiones y otros estímulos nocivos mediante su activación, lo que conlleva la liberación de mediadores proinflamatorios. Entre ellos destacan las citocinas interleucina-1 beta (IL-1β), interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), cuya presencia elevada en el entorno cerebral se ha asociado de forma consistente con la aparición de síntomas depresivos. Estas moléculas no solo contribuyen al daño neuronal, sino que también interfieren en la neurotransmisión y en la plasticidad sináptica, exacerbando así las alteraciones del estado de ánimo (15; 16).
En el contexto de la encefalitis, la activación microglial suele ser una respuesta fisiológica frente a la invasión viral o al daño tisular, pero esta misma reacción defensiva puede volverse patológica cuando se mantiene en el tiempo. La inflamación persistente generada por la microglía activada agrava el entorno neurobiológico, favoreciendo la aparición de síntomas depresivos incluso después de la resolución de la infección primaria. Además, se ha observado que condiciones como el estrés crónico o enfermedades comórbidas, entre ellas la hipertensión, también pueden inducir una activación microglial prolongada, lo que sugiere una interconexión entre los factores psicosociales, las enfermedades sistémicas y los trastornos neuropsiquiátricos como la depresión (17).
Otro eje relevante en esta interacción es el sistema hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HPS), cuya disfunción ha sido ampliamente documentada en pacientes con depresión. Bajo condiciones de estrés sostenido, este eje se hiperactiva, lo que conlleva una liberación excesiva de glucocorticoides como el cortisol. A largo plazo, esta hiperactivación induce una resistencia a los glucocorticoides a nivel cerebral, impidiendo que el sistema inmune regule adecuadamente la respuesta inflamatoria, lo que a su vez perpetúa la neuroinflamación. En la encefalitis, este mismo eje puede activarse como parte de la respuesta sistémica a la infección viral, lo que contribuye a los síntomas neuropsiquiátricos a través de mecanismos similares a los observados en la depresión primaria (18; 15).
La interacción entre la activación microglial y la disfunción del eje HPS configura un circuito de retroalimentación patológico. La activación microglial estimula la producción de citocinas que activan el eje HPS, mientras que la liberación desregulada de glucocorticoides contribuye a mantener el estado inflamatorio y a reducir la sensibilidad del eje frente a señales de inhibición. Este ciclo vicioso puede sostener tanto la inflamación cerebral como los síntomas depresivos, incluso cuando la infección inicial ha sido controlada, lo que justifica la necesidad de enfoques terapéuticos que interrumpan esta retroalimentación para mejorar los desenlaces en pacientes afectados por encefalitis viral con comorbilidad depresiva (18).
Diagnóstico diferencial y evaluación multidisciplinaria:
La evaluación psiquiátrica y neurológica posterior a una infección por encefalitis representa un componente fundamental del manejo clínico integral, dada la complejidad y amplitud de sus manifestaciones. Esta enfermedad, que afecta al sistema nervioso central, puede presentar un cuadro clínico mixto en el que coexisten tanto síntomas neurológicos como psiquiátricos. En muchos casos, los pacientes acuden inicialmente a consulta psiquiátrica por síntomas como cambios de humor, alteraciones conductuales o depresión, antes de que se realice una evaluación neurológica detallada que permita identificar la causa subyacente de estos signos clínicos (19). La presencia de síntomas depresivos en particular es muy frecuente entre los pacientes que han sufrido encefalitis, y se ha documentado que estos síntomas tienden a ser más prevalentes en los casos de etiología autoinmunitaria que en aquellos de origen viral (5).
Las evaluaciones neuropsicológicas han demostrado ser herramientas valiosas para identificar déficits específicos posteriores a la encefalitis. En particular, las alteraciones de la memoria y del lenguaje, como la dificultad para nombrar objetos o recordar eventos recientes, son comunes en pacientes que han padecido encefalitis por el virus del herpes simple. Estos déficits suelen correlacionarse con anomalías estructurales cerebrales específicas, especialmente en regiones como el hipocampo, lo que sugiere una afectación localizada que puede ser confirmada mediante estudios de imagen. De hecho, los hallazgos de la resonancia magnética han permitido establecer conexiones directas entre el daño en estructuras cerebrales críticas y los déficits cognitivos observados, proporcionando una base objetiva para el diagnóstico y el seguimiento clínico (1).
Además de la neuroimagen convencional, se han desarrollado nuevas herramientas de diagnóstico que han mejorado notablemente la detección etiológica de la encefalitis viral. Tecnologías como los paneles de PCR múltiple y la secuenciación metagenómica permiten identificar con mayor precisión los agentes patógenos involucrados, lo cual facilita el diagnóstico diferencial en casos de encefalitis de origen desconocido y favorece la instauración temprana de tratamientos específicos. Esta capacidad diagnóstica avanzada es particularmente importante cuando los síntomas neuropsiquiátricos preceden a las manifestaciones neurológicas más evidentes, ya que reduce el riesgo de diagnósticos erróneos y permite una intervención oportuna (20).
El seguimiento clínico posterior a la encefalitis no debe limitarse a la recuperación neurológica. Los síntomas psiquiátricos persistentes, como la depresión y la ansiedad, pueden mantenerse incluso después de que las pruebas neuropsicológicas muestren una recuperación funcional. Por ello, es indispensable implementar un tratamiento continuado que contemple tanto la dimensión psicológica como la neurológica del paciente (1). En este sentido, los enfoques multidisciplinarios adquieren un papel central: la colaboración entre neurólogos, psiquiatras, neuropsicólogos y terapeutas permite diseñar estrategias terapéuticas más completas y eficaces (19).
Finalmente, el reconocimiento precoz de los síntomas psiquiátricos y su abordaje adecuado pueden no solo mejorar los resultados clínicos, sino también reducir significativamente la duración de las estancias hospitalarias y prevenir la cronificación de los trastornos del estado de ánimo. Una intervención temprana puede hacer la diferencia entre una recuperación funcional total y una discapacidad persistente, lo que refuerza la necesidad de integrar la salud mental como un componente esencial en la rehabilitación de los pacientes que han sufrido encefalitis (5).
Enfoques terapéuticos y rehabilitación:
El abordaje terapéutico de la encefalitis viral y sus consecuencias neuropsiquiátricas, especialmente la depresión, requiere una estrategia integral que combine intervenciones farmacológicas, psicoterapéuticas, neuropsicológicas y psicosociales. En primer lugar, los enfoques farmacológicos juegan un papel esencial en la fase aguda de la encefalitis. Los tratamientos antivirales y los agentes inmunomoduladores se utilizan con el objetivo de reducir la carga viral y controlar la respuesta inflamatoria en el sistema nervioso central, factores directamente implicados en la aparición de síntomas depresivos posteriores a la infección. Además, se ha demostrado que los fármacos neuroprotectores que restablecen el equilibrio de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina resultan fundamentales para estabilizar el estado de ánimo, lo que los convierte en una herramienta clave en el manejo de la depresión posviral (4).
A la par del tratamiento farmacológico, los enfoques psicoterapéuticos se han consolidado como intervenciones efectivas para abordar los síntomas afectivos y conductuales derivados de la encefalitis. Entre ellos, la terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser especialmente útil para controlar la ansiedad y la depresión en la etapa de recuperación, proporcionando al paciente herramientas para reorganizar sus patrones de pensamiento disfuncionales (2). En casos de encefalitis autoinmune, donde los síntomas psiquiátricos son más prominentes, la psicoterapia orientada al cuerpo puede ofrecer beneficios adicionales al facilitar una mayor integración entre los procesos mentales y físicos, mejorando la regulación emocional (21).
Asimismo, la rehabilitación neuropsicológica representa un pilar fundamental en el tratamiento a largo plazo. Las intervenciones basadas en el entrenamiento cognitivo y la atención permiten mejorar los déficits neurocognitivos que suelen persistir tras una encefalitis. Estas terapias pueden personalizarse en función del perfil neuropsicológico del paciente, abordando problemas específicos como la memoria, la velocidad de procesamiento o la disfunción ejecutiva. Por otro lado, el entrenamiento computarizado basado en la cognición ofrece un enfoque estructurado y respaldado por evidencia científica, permitiendo progresos medibles en las funciones cognitivas, especialmente en pacientes con dificultades persistentes para el retorno a su vida laboral o académica (22).
Finalmente, los componentes psicosociales del tratamiento no deben ser subestimados. El acceso a grupos de apoyo y asesoramiento psicológico es esencial para abordar las elevadas tasas de ansiedad y depresión reportadas por los supervivientes de encefalitis, quienes a menudo enfrentan barreras para reintegrarse plenamente a sus entornos sociales y familiares (2). Complementariamente, los programas educativos dirigidos tanto a los pacientes como a sus familias ofrecen información clave sobre la evolución clínica, estrategias de manejo emocional y expectativas realistas sobre la recuperación. Esta educación contribuye a reducir el estigma, fomentar la adherencia al tratamiento y empoderar al entorno del paciente en el proceso de rehabilitación (22).
Perspectivas futuras y recomendaciones clínicas:
Las secuelas psiquiátricas derivadas de la encefalitis viral constituyen una preocupación creciente dentro del ámbito clínico, debido a la alta prevalencia de síntomas como ansiedad, depresión y alteraciones del estado de ánimo que se observan tanto en encefalitis de origen viral como autoinmune. Estos síntomas no solo impactan negativamente en la calidad de vida de los pacientes, sino que también se asocian con desenlaces clínicos adversos y estadías hospitalarias más prolongadas, lo que resalta la necesidad de una atención psiquiátrica temprana y especializada (2; 3). En particular, la depresión posviral ha sido relacionada con mecanismos biológicos específicos, como la desregulación inmunológica y la inflamación crónica del sistema nervioso central. Algunos virus neurotrópicos, como el HS) y el VEB, tienen la capacidad de alterar los sistemas de neurotransmisores esenciales para la regulación emocional, incluyendo los sistemas serotoninérgico y dopaminérgico, lo cual puede facilitar la aparición de trastornos depresivos tras la infección (4).
Ante este panorama, las estrategias preventivas cobran especial relevancia. La vacunación dirigida contra virus con capacidad neuroinvasiva, como el HS, constituye una herramienta fundamental para reducir no solo la incidencia de encefalitis, sino también la aparición secundaria de síntomas depresivos. A su vez, la vigilancia epidemiológica juega un papel clave al permitir la detección temprana de brotes virales y la aplicación oportuna de tratamientos que limiten las consecuencias neurológicas y psiquiátricas de estas infecciones. Estas medidas de salud pública, si bien ampliamente reconocidas en el plano inmunológico y virológico, aún requieren una integración más robusta con las políticas de salud mental para garantizar un abordaje verdaderamente preventivo (4; 23).
Además de las estrategias de prevención, la implementación de protocolos de atención integrados se vuelve imprescindible para abordar de manera eficaz la alta carga de síntomas neuropsiquiátricos posencefalitis. Numerosos estudios han señalado que muchos pacientes continúan enfrentando barreras significativas para acceder a servicios de salud mental, situación que refleja una falla estructural en los sistemas sanitarios actuales (2). En este sentido, los enfoques basados en la medicina de precisión ofrecen una vía prometedora. Estos incluyen el uso de tratamientos inmunomoduladores y antivirales personalizados, diseñados específicamente para intervenir en las vías neurobiológicas afectadas por el virus, lo cual podría mejorar la respuesta terapéutica en pacientes con depresión posviral (4).
Finalmente, existen áreas emergentes de investigación que amplían el entendimiento sobre la relación entre encefalitis y trastornos psiquiátricos. Por ejemplo, el estudio de los anticuerpos dirigidos contra los receptores de N-metil-D-aspartato, asociados tanto con encefalitis autoinmune como con presentaciones psiquiátricas graves, sugiere un posible solapamiento patogénico que merece exploración más profunda (24). Asimismo, la pandemia de la enfermedad por COVID-19 ha puesto en evidencia el impacto sostenido de las infecciones virales sobre la salud mental global, subrayando la urgencia de incorporar el componente neuropsiquiátrico en la planificación para futuras crisis sanitarias (23).
Conclusiones:
La encefalitis viral representa una amenaza significativa para la salud neurológica y mental, dado que su patogénesis implica mecanismos inflamatorios complejos que afectan de manera directa el tejido cerebral. La activación de células microgliales y la disfunción del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal generan un entorno neurobiológico alterado que persiste más allá de la fase aguda. Esta condición facilita la aparición de síntomas psiquiátricos, especialmente la depresión, que puede manifestarse de forma tardía. Por tanto, es crucial considerar a la encefalitis no solo como una emergencia neurológica, sino como una patología con posibles repercusiones crónicas. El reconocimiento temprano de estas secuelas permite una intervención oportuna. El abordaje multidisciplinario, incluyendo neurología y psiquiatría, resulta indispensable. Así se favorece una mejor recuperación integral del paciente.
El diagnóstico y tratamiento de los trastornos afectivos tras una encefalitis deben basarse en herramientas integradas que incluyan neuroimagen avanzada, estudios neuropsicológicos y análisis de biomarcadores. La resonancia magnética y los paneles de PCR permiten no solo confirmar el origen viral, sino también identificar correlatos estructurales del deterioro cognitivo y emocional. El uso de terapias antivirales e inmunomoduladoras en la fase aguda es fundamental para reducir la carga inflamatoria. Posteriormente, el tratamiento debe complementarse con abordajes psicoterapéuticos y farmacológicos específicos para la depresión posviral. Las terapias cognitivo-conductuales y la rehabilitación neuropsicológica han mostrado efectividad. La atención personalizada mejora la adherencia terapéutica. Estos enfoques aumentan las tasas de recuperación funcional y psicosocial.
Desde una perspectiva de salud pública, la prevención de la encefalitis viral y sus consecuencias psiquiátricas requiere una estrategia integral que incluya vacunación, vigilancia epidemiológica y educación médica continua. La vacunación contra virus neuroinvasivos como el herpes simple tipo 1 reduce significativamente la incidencia de encefalitis grave. Además, el monitoreo activo de brotes virales permite respuestas rápidas que limitan el daño neurológico. No obstante, persiste una brecha importante en el acceso a la atención psiquiátrica especializada postencefalitis. Se deben implementar políticas que garanticen un seguimiento clínico sostenido. Integrar la salud mental en los protocolos de manejo neurológico es urgente. Esto permitiría reducir la discapacidad y mejorar la calidad de vida a largo plazo.
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Declaración de buenas prácticas:
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.